Esta entrada tiene bastante que ver con mi reseña del juego Estudio en Esmeralda de Martin Wallace. Este juego, a pesar de tener algún aspecto positivo, recibe por mi parte una crítica bastante negativa sobre todo a cuenta de los componentes. En mi análisis determino que el diseño - que no la calidad material - de los mismos, entorpece bastante el juego y hace que su desarrollo no sea agradable, al menos para mí.
De todos los componentes de ese juego, el que me parece peor diseñado es las cartas. No pasa en todas, pero en no pocas de ellas el texto que contienen está impreso en una letra tan pequeña que para leerlas hace falta recogerlas una por una del tablero y acercarlas a la cara. Me parece un delito flagrante, algo que es tan evidente que no admite discusión. En cualquier juego con cartas, una de las funciones principales de las mismas es la transmisión de información a uno o varios jugadores. Siempre es deseable que todos los componentes de un juego sean también estéticamente agradables, pero esa función es secundaria a la primaria de cada componente.
Cuando jugué mi primera partida de Estudio en Esmeralda, hice al dueño del juego el comentario "la letra de las cartas es muy pequeña, y cuesta leer lo que pone" de la manera más respetuosa que creo que podía hacer. La respuesta de este amigo mío fue que tras 4 ó 5 partidas uno ya conocía de memoria los efectos de las cartas.
Si, esa fue la respuesta. No me la he inventado. Es más, cuando insistí de nuevo con el problema de las cartas, me repitió la respuesta.
Allí y entonces no quise darle más vueltas al asunto. Esta persona de la que hablo es de verdad majísima y no tenía sentido alguno ponerle contra las cuerdas. Pero con todo esto, hay que decirlo muy claramente: la respuesta que me dio es una mierda.
No voy a ser pesado. No voy a retornar al tema de por qué las cartas tienen que contener la información de manera claramente reconocible. Ya lo he hecho más arriba en esta entrada y en la propia reseña de Estudio en Esmeralda. Es algo de cajón. Es universal. Es 2 + 2 = 4. No es algo que sea discutible, o dependa de la opinión de cada uno. No voy a participar en ninguna tertulia ni discusión sobre si 2 más 2 son 5, o 22, o pi al cuadrado. Considero muy hermoso que cada uno tengamos una opinión, y que seamos libres de exponerla. Sin embargo esa libertad no es sólo un derecho que tenemos, es una responsabilidad. Utilizarla de manera indiscriminada para cuestionar hasta lo más evidente es algo que dejo para quienes menos valoran esa libertad.
Respuestas y comentarios como los de mi amigo me los encuentro todos los días en el mundillo de los juegos de mesa. Degradan mucho el nivel de conversación que puedes tener dentro de este ámbito. Te quitan las ganas de hablar con alguien más allá del estrecho círculo de jugadores/amigos cuyas manías personales ya conoces. Y eso es una pena, porque al final hablas sólo con las personas que comparten tus opiniones, te reafirmas en ellas, y terminas dando respuestas estúpidas como la que ha originado esta entrada. Es un círculo vicioso. No voy a entrar ahora en el porque, pero es algo que no puede ser bueno para esta afición que compartimos.
Confío en que con esto se entienda el tono amargo que he utilizado hasta aquí. Muchos podéis pensar que estoy llevando las cosas demasiado lejos. No me malinterpretéis. No pretendo montar una cruzada, ni que se monitorice todos los comentarios para sancionar a quien diga cosas sin sentido. Esta entrada es meramente un llamamiento. Una apelación a que seamos responsables con nuestra libertad de expresión. Y la hago porque, no se si me pasa sólo a mi o que, pero la tontería es cada vez más abundante. Y me estoy empezando a preocupar.
Cuando jugué mi primera partida de Estudio en Esmeralda, hice al dueño del juego el comentario "la letra de las cartas es muy pequeña, y cuesta leer lo que pone" de la manera más respetuosa que creo que podía hacer. La respuesta de este amigo mío fue que tras 4 ó 5 partidas uno ya conocía de memoria los efectos de las cartas.
Si, esa fue la respuesta. No me la he inventado. Es más, cuando insistí de nuevo con el problema de las cartas, me repitió la respuesta.
Allí y entonces no quise darle más vueltas al asunto. Esta persona de la que hablo es de verdad majísima y no tenía sentido alguno ponerle contra las cuerdas. Pero con todo esto, hay que decirlo muy claramente: la respuesta que me dio es una mierda.
No voy a ser pesado. No voy a retornar al tema de por qué las cartas tienen que contener la información de manera claramente reconocible. Ya lo he hecho más arriba en esta entrada y en la propia reseña de Estudio en Esmeralda. Es algo de cajón. Es universal. Es 2 + 2 = 4. No es algo que sea discutible, o dependa de la opinión de cada uno. No voy a participar en ninguna tertulia ni discusión sobre si 2 más 2 son 5, o 22, o pi al cuadrado. Considero muy hermoso que cada uno tengamos una opinión, y que seamos libres de exponerla. Sin embargo esa libertad no es sólo un derecho que tenemos, es una responsabilidad. Utilizarla de manera indiscriminada para cuestionar hasta lo más evidente es algo que dejo para quienes menos valoran esa libertad.
Respuestas y comentarios como los de mi amigo me los encuentro todos los días en el mundillo de los juegos de mesa. Degradan mucho el nivel de conversación que puedes tener dentro de este ámbito. Te quitan las ganas de hablar con alguien más allá del estrecho círculo de jugadores/amigos cuyas manías personales ya conoces. Y eso es una pena, porque al final hablas sólo con las personas que comparten tus opiniones, te reafirmas en ellas, y terminas dando respuestas estúpidas como la que ha originado esta entrada. Es un círculo vicioso. No voy a entrar ahora en el porque, pero es algo que no puede ser bueno para esta afición que compartimos.
Confío en que con esto se entienda el tono amargo que he utilizado hasta aquí. Muchos podéis pensar que estoy llevando las cosas demasiado lejos. No me malinterpretéis. No pretendo montar una cruzada, ni que se monitorice todos los comentarios para sancionar a quien diga cosas sin sentido. Esta entrada es meramente un llamamiento. Una apelación a que seamos responsables con nuestra libertad de expresión. Y la hago porque, no se si me pasa sólo a mi o que, pero la tontería es cada vez más abundante. Y me estoy empezando a preocupar.
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A pesar de todo, he intentado comprender a mi amigo y a todos aquellos que sueltan incoherencias cuando haces alguna crítica negativa sobre un juego que te muestran. Me he intentado poner en su lugar. No ha sido difícil. ¿Quién no se siente molesto cuando alguien señala algo negativo de uno de tus juegos?. Duele más cuanto más razonable, lógico, y evidente es el defecto que señala el critico.
Naturalmente, la inversión en dinero, y tiempo para leerse las reglas, hace que el dueño tenga una opinión sesgada. Sin embargo, no hace falta ser el dueño de un juego para reaccionar mal ante una critica negativa. Cuando alguien señala un defecto particular de un juego a menudo se interpreta como si estuviera cuestionando la diversión de un juego. El juego tiene tal o cual fallo, y ello hace que no sea divertido.
Nada más falso. Un juego puede ser malo y ser divertido. ¿Alguno no se ha divertido jugando al parchís, al Monopoly, al Risk?. ¿Son buenos esos juegos?. Al final de cada sesión de juegos, la diversión es algo que nosotros mismos traemos a la reunión. Tan sólo los juegos más definitivamente y abyectamente malos - los que no dejan lugar a dudas - pueden echar por tierra la diversión en torno a la mesa. Y afortunadamente son muy pocos.
Cuando yo critico un juego de manera negativa, cuando doy a entender que es peor que otros juegos, no estoy diciendo que resulta imposible divertirse con ese juego. Lo que si pretendo transmitir es que ese juego "malo" es más ineficiente que otros a la hora de proveer diversión.
El fallo más frecuente es que la experiencia del juego sea repetitiva partida tras partida. Pero eso no quiere decir nada. Me he encontrado muchas personas para las cuales el epítome de la diversión consiste en recrearse en la repetición constante de las mismas experiencias una y otra vez. Lo mismo puedo decir de los que tienen más juegos que días tiene un año, y además van comprando más y más. Si no quieren tener centenares de cajas cogiendo polvo, suelen jugar una o dos veces a un mismo juego. Con esa experiencia no pueden apreciar la repetición de situaciones. Para ellos el juego es una nueva experiencia porque cada experiencia es con un nuevo juego. Son dos grupos de personas diferentes a las que les puede gustar el mismo juego con el mismo fallo - falta de diversidad de situaciones - y se pueden sentir molestas si alguien como yo plantea este fallo abiertamente.
Sin embargo, yo no tengo intención de aguarle la fiesta a nadie. Podemos seguir divirtiéndonos con los juegos, sean malos o buenos. No importa. Pero lo mismo que tenemos perfecto derecho a divertirnos con los juegos que prefiramos, permitidme ejercitar mi derecho a una crítica razonada sin que se considere un ataque directo.
Volviendo a Estudio en Esmeralda, a la hora de hacer la reseña estuve husmeando un poco en "interné" sobre el juego. He de decir que su génesis me parece digna de ser contada.
El propio Martin Wallace no necesita presentación salvo para decir que es de esa clase de personas que - dentro del mundillo de los juegos de mesa - conmueve para bien o para mal a todo aquel que le conoce a él o a sus juegos. Parece que este sujeto ha publicado Estudio en Esmeralda con el sello de su editorial propia - Treefrog -.
La editorial era suya. El dinero con el que se ha sacado adelante el proyecto del juego no. Al menos en gran medida. Martin Wallace saco adelante con gran éxito una campaña de Kickstarter que obtuvo una recaudación de 4 veces el objetivo marcado. Vamos. Que ha publicado el juego arriesgando un dinero que no es suyo.
Otra cosa curiosa es lo que ha sucedido con los Kickstarters. Muchos han tenido que esperar a recibir la copia que su apoyo les garantizaba. Eso sí, para la feria de Essen había bastantes copias disponibles, y no necesariamente para los que habían apoyado la publicación con su propio dinero.
Essen. Siempre Essen. El Sospechoso Habitual. ¿No he escrito ya antes en este blog acerca de mi sospecha de todo juego que sale al mercado coincidiendo esa feria?. Si tenemos en cuenta:
La culpa, sin embargo, no la tiene Martin Wallace. La tiene la gente que le ha apoyado en Kickstarter tras ver el tema y los componente, o incluso sin pararse a verlos, y no han dicho nada. Toda la pasta que ha hecho posible ese modelo de negocio de chichinabo fuerte en marketing y flojo en calidad procede de esa gente. Martin Wallace se ha aprovechado de una panda de incautos que ya estaba allí, no la creo él.
Tras Essen, Kickstarter es mi segundo gran sospechoso. No es algo malo en sí mismo. Es lo que nosotros hagamos de él. Si nosotros ponemos dinero para sacar un juego adelante, nosotros somos responsables de la calidad de ese juego, lo queramos asumir o no. Tenemos que ser muy conscientes de que es lo que le da calidad a un juego. Por eso he escrito más arriba acerca de la importancia de diferenciar entre diversión y calidad en un juego. Una ambientación interesante puede hacer que un juego nos resulte divertido, pero eso no tiene porque estar necesariamente relacionado con la calidad del mismo. Lo que si me parece evidente es que una ambientación interesante puede interesar a muchas personas en un juego con esa ambientación, sin que atiendan a si es bueno o no. Y ese interés transformado en dinero es lo que hace que ese juego se haga realidad, una vez más, sin importar su calidad.
No se si no habré buscado lo suficiente. Dado lo evidente de los fallos de diseño en componentes me ha llamado la atención la falta de crítica acerca de los mismos. En la página de la BGG dónde se recogen algunos de los casos más flagrantes de cartas con microletra, y lo más parecido a una critica es la del tipo que comenta su descontento con el Mi-Go con monóculo y chistera (!).
Unos amigos míos, usuarios y partidarios de Kickstarter, me han dicho que la ausencia de críticas no quiere decir que los "backers" no las hubieran hecho. Que también sucede que quién lleva el proyecto simplemente pasa olímpicamente de cualquier queja o sugerencia. De nuevo, pienso que eso es más culpa de los que han apoyado a Wallace. Naturalmente que hay mucho chalado que quiere que le hagan caso, pero alguna de las propuestas podría tener una crítica razonada que podía servir para mejorar el producto final.
Si tras todo esto alguno de los "backers" de Estudio en Esmeralda está dispuesto a participar en otro Kickstarter del Martin Wallace, por favor, que se anote de entrada una ficha de locura extra en su siguiente partida del juego.
Todo esta relacionado. Si la calidad de los juegos decae como ya ha sucedido con otros productos culturales como el cine, la televisión (española), y la literatura, no creo que podamos echarle el muerto al "fabricante". Si George Lucas sacó sus Episodios I al III y su cuarta bodriopelícula de Indiana Jones, ha sido porque hemos ido unos cuantos borregos a verlas. Si la Noria es un programa de éxito, es porque hay público que lo ve. Si "50 hostias de Grey" triunfa en las librerías, es porque hay gente que lo compra. Si Martin Wallace saca un juego que tiene cartas que no se pueden leer, fichas de jugadores que no se pueden distinguir a simple vista unas de otras, y un tablero cuya visión es más horrible que tener un Primigenio delante tuya, y todo ello al "económico" precio de 80$ y sin haber arriesgado un duro de su bolsillo, es porque al fin y al cabo somos nosotros quienes lo hacemos posible.
Tener un poco de criterio. Saber diferenciar entre calidad y diversión a la hora de juzgar un juego. Son los únicos antídotos que se me ocurren para que estas cosas se repitan, porque si seguimos así, esto se va a repetir. No es algo que yo quiera que suceda. Con mi hobby no, gracias.
Nada más falso. Un juego puede ser malo y ser divertido. ¿Alguno no se ha divertido jugando al parchís, al Monopoly, al Risk?. ¿Son buenos esos juegos?. Al final de cada sesión de juegos, la diversión es algo que nosotros mismos traemos a la reunión. Tan sólo los juegos más definitivamente y abyectamente malos - los que no dejan lugar a dudas - pueden echar por tierra la diversión en torno a la mesa. Y afortunadamente son muy pocos.
Cuando yo critico un juego de manera negativa, cuando doy a entender que es peor que otros juegos, no estoy diciendo que resulta imposible divertirse con ese juego. Lo que si pretendo transmitir es que ese juego "malo" es más ineficiente que otros a la hora de proveer diversión.
El fallo más frecuente es que la experiencia del juego sea repetitiva partida tras partida. Pero eso no quiere decir nada. Me he encontrado muchas personas para las cuales el epítome de la diversión consiste en recrearse en la repetición constante de las mismas experiencias una y otra vez. Lo mismo puedo decir de los que tienen más juegos que días tiene un año, y además van comprando más y más. Si no quieren tener centenares de cajas cogiendo polvo, suelen jugar una o dos veces a un mismo juego. Con esa experiencia no pueden apreciar la repetición de situaciones. Para ellos el juego es una nueva experiencia porque cada experiencia es con un nuevo juego. Son dos grupos de personas diferentes a las que les puede gustar el mismo juego con el mismo fallo - falta de diversidad de situaciones - y se pueden sentir molestas si alguien como yo plantea este fallo abiertamente.
Sin embargo, yo no tengo intención de aguarle la fiesta a nadie. Podemos seguir divirtiéndonos con los juegos, sean malos o buenos. No importa. Pero lo mismo que tenemos perfecto derecho a divertirnos con los juegos que prefiramos, permitidme ejercitar mi derecho a una crítica razonada sin que se considere un ataque directo.
**********
Volviendo a Estudio en Esmeralda, a la hora de hacer la reseña estuve husmeando un poco en "interné" sobre el juego. He de decir que su génesis me parece digna de ser contada.
El propio Martin Wallace no necesita presentación salvo para decir que es de esa clase de personas que - dentro del mundillo de los juegos de mesa - conmueve para bien o para mal a todo aquel que le conoce a él o a sus juegos. Parece que este sujeto ha publicado Estudio en Esmeralda con el sello de su editorial propia - Treefrog -.
La editorial era suya. El dinero con el que se ha sacado adelante el proyecto del juego no. Al menos en gran medida. Martin Wallace saco adelante con gran éxito una campaña de Kickstarter que obtuvo una recaudación de 4 veces el objetivo marcado. Vamos. Que ha publicado el juego arriesgando un dinero que no es suyo.
Otra cosa curiosa es lo que ha sucedido con los Kickstarters. Muchos han tenido que esperar a recibir la copia que su apoyo les garantizaba. Eso sí, para la feria de Essen había bastantes copias disponibles, y no necesariamente para los que habían apoyado la publicación con su propio dinero.
Essen. Siempre Essen. El Sospechoso Habitual. ¿No he escrito ya antes en este blog acerca de mi sospecha de todo juego que sale al mercado coincidiendo esa feria?. Si tenemos en cuenta:
- Elección para el juego de una ambientación muy popular y atrayente.
- La correspondiente campaña de Kickstarter que une nombre de diseñador reconocido con la atractiva ambientación.
- Componentes con ineficiencias de diseño tan palpables que no admiten discusión. ¿Será por apresuramiento en la producción?.
- La salida del juego justo a tiempo para participar en La Feria de Juegos Más Importante del Año, en la que el que no sale con una novedad es que simplemente no está.
La culpa, sin embargo, no la tiene Martin Wallace. La tiene la gente que le ha apoyado en Kickstarter tras ver el tema y los componente, o incluso sin pararse a verlos, y no han dicho nada. Toda la pasta que ha hecho posible ese modelo de negocio de chichinabo fuerte en marketing y flojo en calidad procede de esa gente. Martin Wallace se ha aprovechado de una panda de incautos que ya estaba allí, no la creo él.
Tras Essen, Kickstarter es mi segundo gran sospechoso. No es algo malo en sí mismo. Es lo que nosotros hagamos de él. Si nosotros ponemos dinero para sacar un juego adelante, nosotros somos responsables de la calidad de ese juego, lo queramos asumir o no. Tenemos que ser muy conscientes de que es lo que le da calidad a un juego. Por eso he escrito más arriba acerca de la importancia de diferenciar entre diversión y calidad en un juego. Una ambientación interesante puede hacer que un juego nos resulte divertido, pero eso no tiene porque estar necesariamente relacionado con la calidad del mismo. Lo que si me parece evidente es que una ambientación interesante puede interesar a muchas personas en un juego con esa ambientación, sin que atiendan a si es bueno o no. Y ese interés transformado en dinero es lo que hace que ese juego se haga realidad, una vez más, sin importar su calidad.
No se si no habré buscado lo suficiente. Dado lo evidente de los fallos de diseño en componentes me ha llamado la atención la falta de crítica acerca de los mismos. En la página de la BGG dónde se recogen algunos de los casos más flagrantes de cartas con microletra, y lo más parecido a una critica es la del tipo que comenta su descontento con el Mi-Go con monóculo y chistera (!).
Unos amigos míos, usuarios y partidarios de Kickstarter, me han dicho que la ausencia de críticas no quiere decir que los "backers" no las hubieran hecho. Que también sucede que quién lleva el proyecto simplemente pasa olímpicamente de cualquier queja o sugerencia. De nuevo, pienso que eso es más culpa de los que han apoyado a Wallace. Naturalmente que hay mucho chalado que quiere que le hagan caso, pero alguna de las propuestas podría tener una crítica razonada que podía servir para mejorar el producto final.
Si tras todo esto alguno de los "backers" de Estudio en Esmeralda está dispuesto a participar en otro Kickstarter del Martin Wallace, por favor, que se anote de entrada una ficha de locura extra en su siguiente partida del juego.
Todo esta relacionado. Si la calidad de los juegos decae como ya ha sucedido con otros productos culturales como el cine, la televisión (española), y la literatura, no creo que podamos echarle el muerto al "fabricante". Si George Lucas sacó sus Episodios I al III y su cuarta bodriopelícula de Indiana Jones, ha sido porque hemos ido unos cuantos borregos a verlas. Si la Noria es un programa de éxito, es porque hay público que lo ve. Si "50 hostias de Grey" triunfa en las librerías, es porque hay gente que lo compra. Si Martin Wallace saca un juego que tiene cartas que no se pueden leer, fichas de jugadores que no se pueden distinguir a simple vista unas de otras, y un tablero cuya visión es más horrible que tener un Primigenio delante tuya, y todo ello al "económico" precio de 80$ y sin haber arriesgado un duro de su bolsillo, es porque al fin y al cabo somos nosotros quienes lo hacemos posible.
Tener un poco de criterio. Saber diferenciar entre calidad y diversión a la hora de juzgar un juego. Son los únicos antídotos que se me ocurren para que estas cosas se repitan, porque si seguimos así, esto se va a repetir. No es algo que yo quiera que suceda. Con mi hobby no, gracias.
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