lunes, 15 de abril de 2019

Morcillas históricas: La Guerra Civil Americana (II).

II. Aspectos definitorios de la GCA.

1. La geografía de la GCA.

Yo soy de los que creen que conocer la geografía de una región es esencial para comprender su historia. Por eso me voy a permitir unos breves apuntes geográficos sobre la geografía de los ECA. No es preciso dedicarse a la geografía de todos los E.E.U.U. porque la GCA se desarrolló casi enteramente en terreno confederado.

De este a oeste, llegando primero desde el Océano Atlántico nos encontramos con una llanura que llega a su fin con la cordillera de los Apalaches. Esta cordillera transcurre más o menos de norte a sur hasta un punto en el oeste del estado de Virginia, donde "gira" un poco y toma una orientación noreste-suroeste que la aleja más de la costa. Así, la llanura que hay entre los Apalaches y el océano es cada vez más extensa y más "ancha" en un eje este-oeste que en torno a Richmond y Washington, donde hallamos la menor distancia entre la mencionada cordillera y la costa. Esto es relevante puesto que el breve espacio entre ambas capitales concentraría buena parte del esfuerzo bélico de ambos contendientes, y la "estrechez" de la llanura en esa área tendería a canalizar los avances de uno y otro bando, dejando poco espacio para la maniobra.

Los Apalaches son una cordillera con más de 400 millones de años de antigüedad, y por ello no resultan una barrera excesivamente formidable. Aún así se bastan para separar la llanura costera atlántica de la siguiente formación geográfica importante, y que tal vez sea la más importante de la GCA: la cuenca del Missisipi.

El río Missisipi cruza de norte a sur desde los Grandes Lagos en la frontera con Canadá hasta el Golfo de México en el sur. En esta área tan extensa la zona ocupada por la Confederación tiene un clima templado, que se va volviendo más cálido hasta casi ser tropical en la costa. En el siglo XIX el gran río no se encontraba tan controlado por la obra civil como lo está hoy en día. A consecuencia de ello había una gran cantidad de canales laterales y zonas pantanosas en su entorno más inmediato. En su desembocadura se extiende un amplio delta y cerca de él son característicos varios lagos que se nutren de las ramificaciones del río principal.

El aspecto más importante de esta gran llanura es que el "Gran Padre" (traducción del nombre indigena del río Missisipi) y buena parte de los ríos que fluyen hacía el son perfectamente navegables a lo largo de todo el año, gracias al abundante caudal recogido de una región tan extensa. En esta región el gran río y sus afluentes constituyen una especie de red natural de "autopistas". El movimiento fluvial y el control de los ríos tendría una gran importancia durante la GCA.

Al oeste del río Missisipi la contribución de afluentes es más escasa a causa de las menores precipitaciones que se registran en los territorios que se encuentran aún más al oeste y de dónde provienen los afluentes occidentales del gran río. Hay alguna elevación modesta como los montes Ozark, pero el terreno es principalmente llano. El estado de Arkansas y el de Lousiana están bien comunicados con la cuenca del Missisipi gracias a los afluentes que los cruzan y van a parar al gran río. Más al oeste el estado de Texas apenas tiene ríos navegables hasta llegar a la frontera con México, y por ello allí el transporte es fundamentalmente terrestre.

En resumen. Que al oeste de los Apalaches, el río Missisipi domina toda la región. Su importancia era crucial, no sólo como vía de comunicación, sino porque separaba la Confederación en dos mitades.

A efectos de claridad. En mi narración llamaré el Este a la planicie atlántica entre los Apalaches y la costa. El oeste será la llanura que va desde esta cordillera hasta el río Misissipi,  mientras que el territorio al oeste del Misissipi será Transmisissipi.

Otra característica general de todos los Estados Unidos (confederados o no) era que, al haber sido colonizados recientemente por europeos, el terreno no estaba tan cubierto de campos cultivados como Europa. Incluso en la costa atlántica, que tenían un período de colonización más antiguo, los campos despejados a menudo eran islas en medio de zonas boscosas. ¿Qué relevancia tiene esto?. Lo veremos más adelante, cuando examinemos las tácticas napoleónicas que los generales americanos tenían como material escolar.

2. Estrategia Confederada.

Estipulado por su Constitución, los Estados Unidos realizan un censo nacional cada 10 años para determinar la composición de los asientos del Congreso. El censo de 1860 arroja una población de 31.400.000 personas. De todas estas, aproximadamente 12.500.000, se encontraban en la Confederación en al consolidarse su secesión en mayo de 1861. Dentro de esa población confederada 3.500.000 eran esclavos, lo que deja unos 9.000.000 de habitantes "libres" en la Confederación frente a 18.900.000 habitantes libres en la Unión. O sea, que la Unión disponía del doble de capital humano.

El resto de estadísticas son incluso más favorables a la Unión. Tenía una ventaja de 9 a 1 en marina mercante, de 10 a 1 en producción (medida en su valor) de factorías, 14 a 1 en producción textil, 15 a 1 en producción siderúrgica, 38 a 1 en producción de carbón, 32 a 1 en producción de armas de fuego, 3 a 1 en tierra cultivada, 1,8 a 1 en animales de tiro, 1,5 a 1 en ganado, 4,2 a 1 en producción de grano y 2 a 1 en producción de maíz. La Confederación tan sólo lo petaba en la producción de algodón, en la que superaba en 24 a 1 a la Unión nordista.

Con unas cifras así, lo sorprendente no es que la Confederación perdiese la GCA, sino que pudiese aguantar 4 años. Desvelar las razones para este misterio es parte del motivo de esta narrativa. Una de esas razones es que la Confederación llegó a agotar todos sus recursos en pos de la supervivencia. Así, en 1864 tenía en armas a un 90% de los hombres libres aptos. Es decir, que la GCA fue una "guerra nacional" en la que se movilizaban todos los recursos del estado para mantenerse en la lucha, y aunque la Unión contaba con muchos más de estos recursos su victoria no fue posible hasta agotar los recursos de su oponente, lo que llevaba su tiempo.

Las elites y buena parte de la población confederadas eran conscientes de su inferioridad en 1861 y por ello no aspiraban a una victoria total por invasión del norte. Confiaban más bien en quebrar la voluntad de luchar de los federales mediante un par de victorias militares que mostrasen a la opinión pública nordista la díficil tarea que supondría subyugar a la Confederación. Otra baza que consideraban tener en su mano era la opinión internacional. Como principales suministradores de algodon de las factorías textiles de Reino Unido y Francia, pensaban que en estos países tan importantes la opinión pública se decantaría del lado confederado. Seguramente podrían contar con las industrias de las naciones europeas para suplir lo que les negase su enemigo del norte. Eventualmente, esperaban, la presión de estos países estimularía al gobierno federal a una negociación.

Curiosamente, las esperanzas sureñas respecto a su apoyo internacional no andaban desencaminadas del todo. Ciertamente las elites gobernantes de Reino Unido y Francia estaban dispuestas a obviar el tema de la esclavitud para dar todo el apoyo que pudieran permitirse a ese nuevo país que albergaba tres millones y medio de personas sin derechos. Así que estos caballeros del sur no estaban tan locos como podría parecer a simple vista. Aunque las motivaciones de las potencias europeas no tenían que ver tanto con el algodon como con la esperanza de pescar algo en las revueltas aguas de la GCA. De hecho, durante este período Napoleon III de Francia intentó colocar a un familiar suyo como gobernante de México (le salió mal, muy mal). ¡Europa! ¡Europa! ¡Faro que ilumina el mundo!

Con todo esto la estrategia confederada sería fundamentalmente defensiva. A pesar de su claridad esta estrategia tenía el inconveniente de la gran extensión de los ECA. Con los recursos a mano no era posible defenderlo todo. Ni la línea de aproximadamente 2.000 kilómetros que la separaba de la Unión por el norte, ni la aún más larga línea costera que iba desde la desembocadura del río Potomac hasta la del río Grande. La ocupación de partes de la ECA por las fuerzas armadas unionistas sería inevitable, ¿sería el liderazgo de la Confederación lo suficientemente tenaz cómo para resistirse a diluir sus escasos recursos intentando defenderlo todo?.

La respuesta la tenía Jefferson Davis, quien había sido nombrado presidente del gobierno confederado por su respectivo congreso. De apróximadamente la misma edad que Lincoln, su carrera hasta 1860 había sido bastante distinguida, y de no ser por la Secesión hubiera podido ser un buen candidato democráta a la presidencia de la Unión. Había servido en la Guerra con México (como casi todos los que vamos a encontrar en esta historia) y fue Secretario de Guerra con uno de los presidentes de la década de 1850. Parecía, pues, la persona indicada precisamente para dirigir un gobierno en guerra. Sin embargo, su experiencia militar acabó por acaparar la mejor parte de su juicio. Creyendose con los mismos o mejores conocimientos que sus generales, se inmiscuyó en las decisiones de muchos de estos y desarrolló inquinas a unos y favoritismos hacía otros.

Enmendando aún más esta situación, en el novísimo congreso confederado no había partidos políticos establecidos. Por mucho que nos quejemos de la "política de partidos" hoy en día, ésta tiene algunas ventajas. En el congreso confederado no había disciplina de partido ni de voto alguna, por lo que la fragmentación de la cámara era muy alta y resultaba extremadamente complicado sacar adelante medidas coherentes.

Así pues, la Confederación entraba en la GCA con una estrategia clara, bastante limitada, y complicada por su cuadro político.

3. Estrategia de la Unión.

Si la Confederación podía quedarse de brazos cruzados esperando, para la Unión esa no era una estrategia viable. La mera existencia de los ECA ponía en cuestión a los E.E.U.U..

La aproximación directa al problema era invadir y ocupar todos los Estados Confederados. Mas esta se presentaba como una tarea colosal, dado lo amplio del territorio a ocupar y lo numeroso de la población (potencialmente hostil) a controlar. Por no decir de la resistencia y las batallas que se pudieran encontrar las fuerzas unionistas en el proceso.

Por este motivo al comienzo de la guerra el general Winfield Scott propusó el Plan Anaconda, por el cual únicamente hacía falta controlar todo el río Misissipi y la costa confederada para ahogar económicamente a la Confederación. Las ventajas de este plan eran que aprovechaban la enorme supremacía naval de la Unión (en términos de tonelaje naval la superioridad de la Unión respecto a la Confederación era de 25 a 1) y minimizaba la exposición de los soldados azules a tan sólo algunos puntos fortificados en la costa y en el gran río, donde gozarían de la cobertura de la artillería naval.

Las pegas del Plan Anaconda eran que podía llevar años forzar una rendición confederada, y que se parecía mucho a quedarse de brazos cruzados esperando. Puedo decir ya que al final se implementaron ambos planes, el Anaconda y la aproximación directa. Porque esto son los Estados Unidos y van así de sobrados, ¡yeah, baby!.

Una baza disponible a la Unión era la Emancipación. En la casi totalidad de los estados que se habían declarado a favor de mantenerse en la Unión la esclavitud estaba prohibida. Por ello no hubiera supuesto un sacrificio demasiado grande para ellos aceptar una proclamación general de emancipación de los esclavos que únicamente hubiera afectado a los estados secesionistas. La idea era que, por un lado, tener a más del 25% de la población de los ECA a favor de la Unión y como posibles rebeldes dentro de la Confederación. Otra ventaja era que se lograría apoyo internacional, dado que la opinión pública en los países europeos (la única parte del mundo que contaba, fuera de América) estaba visceralmente en contra de la esclavitud por cuestiones morales. Esto pondría en un brete a esos líderes europeos que - como ya hemos visto más arriba - eran por su naturaleza oportunista favorables a la Confederación y que tendrían que explicar la coherencia entre su prohibición de la esclavitud y del comercio de esclavos y su apoyo a un país esclavista.

Pero en 1861 la Emancipación involucraba más problemas de los que solucionaba. Reforzaría la resolución sureña de aguantar hasta el final, exacerbando sus peores pesadillas de revueltas de esclavos y de la abolición de la esclavitud que avanzaría junto con las tropas unionistas. Aún más importante era la disensión interna en la propia Unión. No todos los líderes políticos en Washington estaban a favor de forzar un conflicto total con la Confederación, que era lo que la Emancipación conllevaba consigo. Muchos pensaban que todavía era posible llegar a un acuerdo que pusiera fin al conflicto y llevase a los estados secesionados de vuelta al redil de forma voluntaria. Tan sólo harían falta un par de batallas - que esperaban que ganase la Unión - y si las condiciones planteadas a los confederados no eran demasiado severas, se acabaría la revuelta. La Emancipación claramente dinamitaría este planteamiento y restaría apoyos internos a Lincoln en la dirección de la guerra. Aparte de esto, en 1861 había algunos estados con esclavos (especialmente Kentucky) que aún no se habían declarado firmemente a favor de ninguno de los dos bandos y era importante no alarmarlos con medidas radicales para intentar llevarlos del lado de la Unión.

Incluso con cierto nivel de disensión interna la Unión tenía una estructura política más estable que la Confederación, alrededor de la cual podían estructurarse consensos y una política coherente. Esto no quita que Lincoln tuviera que lidiar durante toda la guerra con congresistas recalcitrantes y que emprendiera algunas medidas de dudosa constitucionalidad a la hora de reprimir algunas de las manifestaciones proconfederadas más ruidosas en el norte. De hecho, se llegó a suspender temporalmente el derecho de habeas corpus. Pero, ¿acaso en los ECA se respetaba ese derecho?. Lo único cierto es que Lincoln no rechazó ninguno de los medios a su disposición para ganar la guerra, y su genio radicaba en equilibrar el uso de la fuerza y la política en las dosis justas para mantenerse con ventaja respecto a sus adversarios.

4. El Arte de la Guerra en tiempos de la GCA.

Entre el final de las guerras napoleónicas en 1815 y el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914 la forma de hacer la guerra de las naciones tecnológicamente más avanzadas del planeta experimentó bastantes cambios. Y el responsable fue en gran medida esa misma tecnología, que a su vez hizó grandes progresos durante ese mismo período. La GCA (1861-1865) se encuentra justo en medio de ese período de transformación y por ello muestra aspectos tanto de las guerras napoleónicas como de las guerras del siglo XX.


4.1. La infantería. El dilema táctico.

La infantería era la reina de los campos de batalla de la GCA. 50 años antes, durante las guerras napoleónicas, también lo había sido, pero la caballería también había tenido su protagonismo. 50 años despúes, en la Primera Guerra Mundial, la artillería era el arma dominante. Fue en la GCA donde un hombre y su rifle representaban la quintaesencia del poder armado de un estado.

Durante el conflicto que nos ocupa la infantería formaba en largas líneas de hombres que avanzaban a la descubierta por el campo de batalla. La motivación que esto tenía era la tremenda inefectividad de sus armas. Al comenzar la guerra el arma estándar era un mosquete de alma lisa y carga por la boca, cuyo alcance efectivo era de unos 100-150 metros y tenía una cadencia de tiro de 2 disparos por minuto. La formación en línea maximizaba la cantidad de bocas disparando a la vez, lo que con un arma tan ineficaz era necesario para causar algún tipo de impacto a una formación enemiga.

La distancia de 100-150 metros puede no parecer mucho, pero ante una línea de infantes disparando mosquetes constituía una poderosa barrera, motivo por el cual dicha línea era la formación preferida. Durante las guerras napoleónicas los franceses habían logrado romper líneas concentrando masas de infantes armados disparando contra una parte de la línea enemiga - a menudo contando con apoyo de artillería - desbordando su capacidad de responder al fuego y causando una ruptura que a menudo decidía la batalla. Sin embargo, esa táctica requería hombres bien entrenados que pudiesen llevar a cabo todos los pasos de la formación bajo fuego enemigo. El ejército napoleónico fue perdiendo la capacidad de llevar a cabo estas maniobras a medida que campaña tras campaña iba perdiendo a sus soldados más veteranos. Y además sus adversarios encontraron formas de contrarrestar las tácticas napoleónicas aprovechando un terreno que diera mejor cobertura a sus líneas o, como en el caso británico, con una ejército pequeño, pero profesional y bien entrenado que tenía una cadencia de fuego superior que rechazaba los embates franceses.

Todas estas tácticas de la era napoleónica formaban parte, junto con el mosquete de alma lisa que las imponía, de la doctrina militar con la que se habían empapado en las academias militares - básicamente, West Point - los oficiales americanos que habrían de luchar en la GCA, y con las que intentarían una y otra vez superar el dilema táctico que suponían esos 150 metros finales antes de llegar al enemigo.

4.2. La bala Minié.

El dilema de cómo llegar a la línea enemiga y romper su resistencia se acentúo durante la GCA como consecuencia de un avance tecnológico reciente: la bala Minié. Desarrollada por dos oficiales franceses, de los cuales parece que sólo uno dió su nombre al proyectil, éste tenía forma cónica y una abertura por su base que formaba un hueco dentro del cono. Los gases de la detonación de la pólvora actuaban con el hueco expandiendo el cono de la bala por su base y ajustando ésta perfectamente al contorno del cañón.

¿Y esto para qué servía?. Hacía viable el uso de los rifles en el campo de batalla.

El cañón riflado tiene unas muescas de forma helicoidal a lo largo del alma del cañón. Cuando una bala corre por el interior de un cañón riflado, estas muescas proveen a la bala de una movimiento giratoria centrífugo que le daba a ésta mayor velocidad, alcance, y precisión. Con las antiguas balas de plomo redondas hacía falta meter a porrazos la bala en el cañón del mosquete de cañón riflado - o rifle - lo que requería demasiado tiempo en el campo de batalla y dañaba el alma del cañón. La bala Minié permitía emplear rifles con la misma cadencia de tiro que los mosquetes de alma lisa porque podía ser tan pequeña como para caer por el alma riflada sin dañarla.

En teoría, el rifle duplicaba el alcance de los disparos de infantería hasta los 300 metros e incluso más. Sin embargo, las fuentes que he consultado hacen hincapie en que para lograr ese alcance las tropas necesitaban un entrenamiento (había que apuntar el cañón por encima de tu objetivo) que no recibieron, y que en la práctica el alcance continuó siendo de 150 metros. Aún así, ambos bandos se entregaron al rifle con gusto y durante el conflicto fueron cambiando por estos sus antigüos mosquetes de alma lisa. Así que algo debieron encontrarle de favorable en la práctica.

Tal vez fuera que la bala Minié era más letal. Esta ya no era la esfera sólida de plomo que disparaba el mosquete y se alojaba en el cuerpo del soldado creando un agujero, del que podía llegar a ser extraída por el cirujano en una sencilla aunque dolorosa operación. La bala Minié se fragmentaba en esquirlas al topar con un cuerpo y estas esquirlas se introducían produciendo desgarros. Para un cirujando extraer todas los minúsculos fragmentos era poco menos que imposible, y para evitar infecciones lo mejor era amputar. Esto explica la imagen que tenemos de los hospitales de campaña de la GCA como factorías de amputaciones.

La bala Minié fue uno de los muchos desarrollos tecnológicos del período que transcurre entre 1815 y 1914. En la GCA también observamos una interesante transición. Nunca se abandonaron del todo las tácticas napoleónicas y la fila de soldados avanzando hombro con hombro y disparando continúo siendo la táctica de asalto hasta el final. Mas al mismo tiempo los ejércitos tendieron a construir parapetos y defensas "de campaña" (es decir, fortificaciones no fijas) que hacia el final de la guerra se extendían a lo largo de kilómetros. Los campos de batalla de la GCA comenzaban recordando a los de Napoleón, y al acabar la guerra se parecían más a los de la Primera Guerra Mundial.

4.3. La caballería americana: en su propia tradición.

Hasta mediados del siglo XX los Estados Unidos tendían a desmovilizar casi enteramente sus ejércitos en tiempos de paz, quedandose únicamente con una fuerza militar relativamente pequeña para lo que era el tamaño del país y su población. Esta minúscula fuerza tenía que cubrir grandes espacios, y su escenario principal de acción eran las vastas extensiones del oeste. Lo que conocemos como El Salvaje Oeste. Ello obligaba a que la mayor parte de esta fuerza militar residual de paz fuera montada. Así era como, mientras para la doctrina de infantería los estadounidenses (y los confederados) tiraban mucho del manual de tácticas napoleónicas, en lo tocante a la caballería habían desarrollado su forma de luchar propia.

La caballería de ambos bandos tendía a mantenerse alejada, o en todo al caso al margén, de los campos de batalla de la GCA. No veréis cargas de caballería arroyando a una masa desorganizada de infantes. La caballería norteamericana no tenía unidades de coraceros ni lanceros como las había en Europa. Había muy buenas razones para ello.

La primera era que en las grandes batallas las líneas de infantería con bayonetas montadas en sus largos mosquetes constituían el equivalente a una barrera de picas bastante disuasoria de cualquier carga de caballería. De hecho, hasta que la Primera Guerra Mundial terminó de enterrar al caballo como arma de guerra, los fusiles de infantería en todo el mundo continuaron diseñandose con una inusual longitud para este propósito.

La segunda era que la tradición americana de caballería era la de luchar  contra bandidos e indios que no se quedaban esperando en formación en campo abierto, sino que tendían a actuar en la emboscada. Así que la doctrina de caballería se acomodó a esta forma de luchar tendiendo sus propias emboscadas, con combates breves y rápidos cambios de posición. Este era el estilo de lucha que los soldados de caballería americana traían consigo al comenzar la GCA.

Por último, la caballería era un recurso demasiado escaso como para malgastarlo en un campo de batalla con decenas de miles de soldados y docenas de cañones haciendo trizas a una pequeña fuerza que por si sóla no hubiera resultado decisiva.

En lugar de esto, cuando la caballería se encontraba formando parte de un ejército grande, actuaba fundamentalmente en una tarea de reconocimiento. Avisaba de la proximidad de cualquier fuerza enemiga que intentase flanquear al ejército principal y negaba al enemigo el reconocimiento de las propias posiciones. En esta tarea la caballería combatía principalmente contra la caballería enemiga que asumía la misma función.

Cuando operaba de forma independiente, la caballería se dedicaba a hostigar la retaguardia enemiga destruyendo sus líneas de telégrafo, las instalaciones de ferrocarril susceptibles de ser dañadas, y sus bases de suministros. En esta función destacó sobre todo la caballería confederada, dado que era el norte el que invadió al sur y tuvo que trazar largas y vulnerables líneas de suministros a través del territorio conquistado. En estas tareas de guerrilla también participaron bandas de irregulares que actuaban de forma completamente autónoma y cuyas actividades apenas eran distinguibles del bandidaje, y en no pocas ocasiones continuaron como tales muchos años despúes de acabada la GCA.

La caballería durante la GCA luchaba casi siempre desmontada, disparando unas carabinas de repetición que eran más cortas y manejables que los aparatosos mosquetes de la infantería. Unos pocos hombres de cada unidad se quedaban detrás del frente de combate cuidando los caballos de todo el grupo, y cuando eran necesario volver a montar los hombres desmontados se cubrían unos a otros disparando y manteniendo alejado al enemigo hasta que el último hombre se encontraba sobre su caballo y volvían a emprender la marcha.

4.4. La artillería. Justo antes del amanecer.

La artillería de la GCA no era demasiado diferente de la que había luchado durante las guerras napoleónicas. Cierto es que el desarrollo de 50 años de siderurgía permitía hacer cañones de mayor calibre que todavía podían ser transportados de un campo de batalla al siguiente. Pero por lo demás, continuaban siendo los mismos cañones que se cargaban por la boca y que disparaban esas canicas de metal sobredimensionadas que en aquella época pasaban por balas de cañón. La cadencia de tiro era menor que la del fusil.

Se había desarrollado la granada. Y tuvo empleo durante la GCA. Esta tomaba el proyectil redondo tradicional, lo ahuecaba, llenaba el hueco de pólvora y le ponía una mecha. En un campo de batalla lo ideal era dispararlo hacía una línea cerrada de infantería enemiga y que estallase justo encima de las cabezas de los desafortunados infantes, lloviendoles encima metralla, muerte, y destrucción. No obstante esto requería una precisión en la medición de la mecha que era más un arte que otra cosa. Las granadas que estallaban inofensivamente antes de llegar a la línea enemiga, o detrás de ella clavadas en el suelo, eran tan frecuentes como para preferir disparar las bolas de metal de toda la vida.

La carga más efectiva de una pieza de artillería tanto en las guerras napoleónicas como en la GCA era la metralla. Era como tener una escopeta de perdigones, pero a lo bestia. El problema era que la metralla tenía un alcance muy corto.

En tiempos de Napoleón el corto alcance de los mosquetes había permitido en muchas batallas acercar piezas de artillería a la línea de infantes enemiga para llevar a cabo un bombardeo efectivo de la misma. No pocos asaltos franceses comenzaron con un barraje preparatorio. En la GCA los rifles y la bala Minié hacían imposible que la artillería se pudiera acercar tanto, con lo que se redujó su potencial ofensivo. A pesar de eso, los cañones siguieron siendo útiles en la defensa y en tareas de contrabatería. Esto es, en neutralizar a distancia las piezas de artillería enemigas.

La distribución de la artillería entre las unidades de los ejércitos varió bastante a lo largo de la GCA. La podemos encontrar directamente encuadradas dentro de brigadas, divisiones, y cuerpos, como podía suceder también que el comandante de un ejército quisiera tener la mayor parte de las piezas de artillería bajo su mando directo para poder llevar a cabo concentraciones artilleras directamente extraídas de los manuales militares napoleónicos. Había un poco de todo y la organización cambió incluso dentro de un mismo bando de un ejército a otro, tanto en el espacio como en el tiempo.

4.5. Organización, mando, y control.

¿Cómo organizar todas estas armas y los hombres que las manejaban y traerlos de forma efectiva al campo de batalla?. Para obrar este portento, los ejércitos unionistas y confederados seguían de forma bastante fiel la organización militar napoleónica.

La unidad más pequeña por la que voy a comenzar es el regimiento, y lo hago porque los soldados que las componían a menudo eran reclutados todos dentro de un mismo estado. De hecho a menudo eran los propios estados, más que el gobierno federal o confederado, los que reclutaban, entrenaban, y armaban a los hombres para servir en las unidades más grandes que - ya si - se encontraban bajo el mando directo del gobierno centralizado. Es por esto por lo que nos encontramos regimientos denominados por un número y el nombre del estado de origen, como el 3º de Texas o el 21º de Pennsylvania (no los busquéis que me los acabo de inventar) y así. Dentro del ejército el regimiento era el hogar del soldado, la unidad a la cúal pertenecía y en la que esperaba permanecer su tiempo completo de servicio. Su estamento sobre el papel era de unos 1.000 hombres. Pero con el tiempo de campaña este número podía verse bastante reducido, puesto que los estados preferían levar nuevos regimientos en lugar de establecer un sistema de reemplazos (sospecho que había una motivación política detrás de esto, pero no he podido confirmarlo).

El siguiente escalón organizativo era la brigada, formada por la unión de al menos 2 regimientos. Como los regimientos que componían la brigada a menudo procedían de estados diferentes, variaban en cantidad, y podían ser traspasados de una brigada a otra, las brigadas eran denominadas por el nombre de sus comandantes. La brigada era una unidad a medio camino entre el regimiento y la división, con 1.000-2.500 hombres que estaba ahí para que el oficial al mando del siguiente escalón - la división - no sufriera un sincope intentando lidiar con entre 20 y 40 comandantes de regimiento. En lugar de eso conferenciaba con los 3-5 comandantes de brigada directamente debajo suyo, !y a descansar!.

La división (compuesta de varias brigadas) era una unidad fruto de las ideas de teóricos militares franceses del siglo XVIII. Era lo suficientemente grande como para ser capaz de resolver de forma autónoma tareas operacionales, ocupando un enclave geográfico con suficiente fuerza como para que se hiciese necesario un esfuerzo importante para desalojarla. Una vez más su composición variable hacía que fueran denominadas con el nombre de su comandante. Su fuerza numérica varió también durante la GCA según el bando, el escenario en el que luchaba, y el período de la guerra del que estemos hablando. Su fuerza numérica también era bastante variable, con divisiones de sólo 2.000 hombres y otras de hasta 8.000. Las divisiones confederadas eran por lo general más grandes.

Varias divisiones agrupadas formaban un cuerpo de ejército. Esta era una formación típica del período napoleónico que confería gran flexibilidad y rápidez en la marcha. Con ella un ejército ya no se desplazaban en una gran y única masa de hombres de un campo de batalla al siguiente, sino que se trasladaba separado en cuerpos a través de diferentes carreteras. Así también se conseguía controlar una extensión mayor de terreno y era más fácil obtener inteligencia de las disposiciones enemigas. Una vez localizado el enemigo, se trataba a menudo de ver que ejército conseguía concentrar sus cuerpos antes para poder derrotar por separado los cuerpos aislados del oponente. Entender los cuerpos como los brazos y piernas del ejército es un buen símil. Aunque tenían denominación numérica (en numerales romanos, I, II, III, ...) la denominación más frecuente en los libros de historia es empleando el nombre del comandante del cuerpo. La personalidad de los comandantes de cuerpo era crucial para el desempeño del ejército que conformaban, y en este sentido el Ejército de Virginia del Norte bajo Lee disfrutó de un "dream team" de hábiles comandantes de cuerpo como Longstreet, Jackson, y Stuart. Los cuerpos confederados tendían a ser más grandes que los de la Unión, con 20.000-30.000 hombres de los primeros frente a 10.000-20.000 de los estos últimos. La caballería adscrita a un ejército a menudo era denominada como cuerpo aunque su fuerza numérica fuera bastante menor que las de los cuerpos de infantería.

Por último tenemos los ejércitos. Estos eran grandes agrupaciones de hombres armados reunidos con algún propósito estratégico, como conquistar o defender un área tan grande como un estado o la cuenca de algún río importante. Podían ser tan pequeños como treinta y pico mil hombres, o tan grandes como algunos ejércitos unionistas que llegaron a en torno a los 125.000 hombres. El ejército confederado más grande era el ya mencionado de Virginia del Norte y en su mejor momento no superó los 90.000 hombres. El comandante de un ejército estaba teóricamente bajo el mando del respectivo Secretario de Guerra, en la práctica el general al mando del ejército se comunicaba directamente con el presidente de su bando, Lincoln o Davis, quienes los nombraban o destituían a voluntad. Hay que hacer notar que no todas las concentraciones de soldados del tamaño de un ejército recibían tal denominación oficial aunque funcionasen como uno. Estos eran a menudo ejércitos constituidos "ad hoc" para alguna tarea y/o período bastante específicos, y que posteriormente podían pasar a recibir la denominación oficial o ser disueltos y dispersados sus componentes entre otros ejércitos.

La dirección de un ejército en marcha y combate durante la GCA estaba fraguada de problemas a pesar de innovaciones como las divisiones y los cuerpos. Localizar al oponente y determinar su fuerza era una cuestión crucial. Despúes de eso venía el concentrar las propias fuerzas, que los comandantes de cuerpo y división entendiesen bien las ordenes recibidas y luego las llevasen a cabo de la manera en la que el comandante de ejército esperaba que lo fuesen. La transmisión de ordenes de un cuartel superior a otros inferiores tenía lugar mediante mensajeros, puesto que no siempre había puestos de telégrafo disponibles. Todo esto ya le era díficil a Napoleón, y a los generales norteamericanos que pretendían emularle mucho más. A menudo un plan de batalla no salía bien, o salía bien sólo a medias. Pero unas pocas veces salía todo más o menos como debía, se flanqueaba la posición enemiga o se sorprendía a un cuerpo aislado del ejército, y se lograba una victoria clara. Y eran estas pocas victorias las que animaban a seguir intentando aplicar planes cuya ejecucuón era cualquier cosa menos fácil.
Ya en el campo de batalla las ordenes se daban de viva voz, transmitiéndose de un mando al inferior por toda la cadena de mando, mediante mensajeros, toques de corneta, señales de banderas... vamos, los mismos medios de comunicación empleados desde la Antigüedad. Y lo mismo que en aquel período remoto, la presencia del comandante en primera línea resultaba imprescindible en la mayor parte de las ocasiones. El terreno abrupto, los bosques, el humo de la pólvora y las propias masas de soldados limitaban la visión del campo de batalla. El jefe del ejército/cuerpo/división no podía quedarse en retaguardia esperando informes que tal vez llegasen demasiado tarde como para tomar alguna decisión efectiva. Durante la GCA esto llevó a los oficiales cerca de la línea de frente, y no pocos de ellos lo pagaron con sus vidas.

5. Telégrafos y ferrocarriles.

Dos importantes innovaciones tecnológicas estuvieron presentes en esta guerra y que la distinguían de las guerras napoleónicas de las que tanto derivaba en su forma de combatir. ¿Cómo afectaron a la guerra?.

Una de ellas era el telégrafo eléctrico que permitía una comunicación prácticamente instantánea. Desde la Antigüedad los monarcas del mundo entero se habían tomado bastantes molestias en establecer sistemas de comunicación rápidos entre las diferentes partes de sus dominios. Sabían que les iba su corona en ello el acortar el tiempo de reacción entre la noticia de una revuelta o invasión y el correspondiente ejército que iba a hacerles frente.

El telégrafo eléctrico hacía realidad los sueños húmedos de control centralizado por cualquier gobierno, las noticias ya no tardaban días o semanas en ir de un territorio a otro, sino horas.

El inconveniente era la instalación. La comunicación se realizaba a través de cables que portaban las señales eléctricas. Y estos cables estaban colocados en postes que, por comodidad en su colocación, seguían caminos y carreteras (y vías de ferrocarril, como se leerá más abajo). La significación que esto tiene dentro de la GCA es que los postes y los cables eran extremadamente vulnerables a acciones enemigas, ya fueran actos de población simpatizante o fuerzas incursoras. Mantener una red telegráfica en territorio enemigo requería una guarnición considerable.

Otro inconveniente de la telegrafía por cable era que no podía mantener el ritmo de avance de los ejércitos. Una vez que una fuerza armada dejaba atrás sus estaciones telegráficas el contacto con estas se mantenía mediante mensajeros. Por lo menos hasta que el avance se detenía y daba tiempo a extender la línea de cables. Con esta limitación el telégrafo no podía tener un impacto ni a nivel táctico ni a nivel operacional, aunque si lo tenía a nivel estratégico.

Si la transmisión rápida de noticias es crucial para un gobierno centralizado, no lo es menos que la reacción a dichas noticias sea igual de rápida. La innovación del ferrocarril hacía posible esa reacción rápida al permitir el transporte de hombres, caballos, armas, y materiales a largas distancias en una fracción del tiempo que habría sido necesario en tiempos de Napoleón, tan sólo 50 años antes.

En ferrocarriles el Sur estaba en seria desventaja. Sus conexiones ferroviarias eran mucho menores que las los estados norteños (la relación era de 1 milla de vía ferroviaria confederada por 2,4 millas unionistas). El impacto que esto tuvó durante la guerra fue el que no pocas batallas se libraron en, o próximas a, nudos ferroviarios del sur que la Confederación no podía permitirse perder.
Mapa de ferrocarriles de la Confederación.

Pero lo más importante era que al carecer la Confederación prácticamente de una industria siderúrgica pesada, los reemplazos de máquinaría, vías, y piezas eran muy escasos. El impacto que esto tuvo fue que, incluso sin tener en cuenta el progresivo avance de la Unión capturando territorio y conexiones ferroviarias, los ferrocarriles sureños sufrieron un deterioro imparable por desgaste conforme avanzaba la guerra.

Para los estados del norte, no obstante, no todo era cantar y coser en lo que al ferrocarril se refiere. Lo mismo que los telégrafos, las instalaciones ferroviarias eran vulnerables al sabotaje y requerían una guarnición constante cuando las vías se adentraban en territorio hóstil. Mas la ventaja de transportar grandes cantidades de tropas y suministros tan velozmente era tan grande, que los ejércitos de la Unión no dudaron en destacar las fuerzas necesarias para ello. Y si las líneas de telegráfos iban paralelas a las de tren, tenías un dos por uno (es decir, protegías ambos por el coste de proteger uno de ellos).

Esto fue otro de los motivos por los que, a pesar de disponer de una gran superioridad en hombres armados, la Unión tardase años en derrotar a los confederados. Una buena proporción de sus hombres armados se encontraba en retaguardia, vigilando las instalaciones ferroviarias y telegráficas, en lugar de estar engrosando las filas de los ejércitos que avanzaban en territorio enemigo.

Nunca hubo dudas acerca de si dicho esfuerzo vía la pena. Esos ejércitos de avance unionistas no hubieran podido subsistir sin sus vías ferroviarias. Si cabe alguna prueba de ello, hay que verla en las breves invasiones que la Confederación llevó a cabo sobre los estados norteños. Carentes del personal necesario para guarnecer instalaciones de retaguardia, todos los hombres estaban concentrados "en primera fila", avanzaban viviendo a base del saqueo del terreno, y el más mínimo revés hacía que el ejército invasor tuviese que dar la vuelta y retornar a su territorio para recuperarse. Los ejércitos de la Unión, en cambio, avanzaron, sufrieron derrotas, se recuperaron de estas con refuerzos enviados por ferrocarril (o por ríos, como veremos más adelante), y continuaron insistiendo en su avance.

6. La guerra naval.

Ya se ha dejado claro más arriba la tremenda preponderancia de la Unión en la marina mercante y militar, que permanecieron casi integramente en el bando nordista al producirse la Secesión. La Unión disponía así de una importante baza en tanto que podía desembarcar con impunidad sobre cualquier punto de la costa confederada.

Otra de las posibilidades que ofrecía la supremacía naval era el bloqueo. Se trataba de interrumpir el funcionamiento habitual de la economía de la Confederación, por el cual obtenían todo aquello que necesitaban (grano y productos manufacturados) exportando los productos de sus plantaciones. Esencialmente el algodón. Dado que la marina mercante estadounidense ya era unionista, el bloqueo consistía en impedir el acceso de mercantes extranjeros a los puertos sudistas. Este tipo de bloqueo se encontraba bastante regulado por leyes internacionales que lo contemplaban como una medida de guerra entre estados soberanos. Como la Unión jamás podía reconocer a la Confederación como un estado soberano, el bloqueo unionista flojeo en el aspecto legal, aunque no por ello resulto menos efectivo.

La Confederación intento responder con corsarios, que cosecharon algún éxito y recibieron de Francia e Inglaterra todo el apoyo que les fue legalmente posible a estos países (uno de los corsarios confederados fue construido en un astillero británico). Pero que en su conjunto tuvieron muy poco efecto. Lo mismo se puede decir de los "blockade runners" o "rompedores de bloqueos". Esos pocos mercantes confederados que una y otra vez violaron el bloqueo unionista hasta que se acababa su suerte o la guerra, lo que primero sucediese de los dos.

En el aspecto tecnológico las dos innovaciones más importantes para la guerra sobre el agua eran la propulsión por vapor y la siderurgía. La unión entre ambos avances hizó posible la construcción de buques blindados y que podían desplazarse por sus propios medios. Ambos bandos de la GCA iniciaron la construcción de este tipo de navíos, pero de nuevo la preponderancia de la industria de la Unión se llevó el gato al agua.
Recreación artística de la batalla de Hampton Roads.

El enfrentamiento entre el CSS Virginia y el USS Monitor en la desembocadura del río James (Virginia) el 9 de marzo de 1862 ejemplifica muy bien estas ventajas de la Unión. Si bien el resultado de este combate fue técnicamente de empate - pues ambos buques se cañonearon mutuamente durante horas sin resultados muy evidente - los daños sufridos por el CSS Virginia no pudieron ser reparados por falta de medios y eso selló su destino. Y eso es lo que se puede decir de la capacidad naval confederada. Podían lograr algún éxito y hundir o dañar algunos barcos unionistas, pero estos eran enseguida reemplazados por muchos más barcos que terminaban imponiéndose.

7. La guerra fluvial.

La Confederación disponía de más oportunidades en las aguas constreñidas de los ríos que surcaban su territorio y que constituían vías de comunicación cruciales. Aquí podían llevar a cabo una guerra fluvial "de hombre pobre" pero bastante efectiva a base de obstáculos sumergidos, explosivos sumergidos (que nosotros llamaríamos minas pero en aquella época eran conocidos como torpedos), fortificaciones, piezas de artillería hábilmente colocadas, o el mero fuego de francotiradores. De esta manera a menudo lograron negar a la Unión el uso pleno de las corrientes fluviales, al menos hasta que las fuerzas terrestres de la Unión llegaban y retiraban desde las orillas estos impedimentos al tráfico fluvial.

En cierto modo, los ríos eran armas de doble filo. Cuando uno de los contendientes tenía su control, o se lo negaba al adversario, constituían una vía de comunicación y transporte muy eficaz. Mas si era el enemigo el que controlaba un trecho de río, este cauce bajo control oponente dividía de forma efectiva el territorio amigo en dos mitades. Lo mismo que hubo campañas que se lucharon en torno a vías ferreas, hubo campañas por el control de cauces fluviales.