jueves, 30 de junio de 2022

Friedrich United Kingdon Championship 2022

Desde el 17 al 19 de junio de este año se ha celebrado en la ciudad de York el Campeonato de Friedrich del Reino Unido de 2022, o FUKC2022 en siglas en inglés. A comienzos de este año no estaba muy seguro de participar en este evento, pero la convocatoria hecha por uno de los organizadores en febrero me animó y terminé apuntándome.


Viajar se ha hecho más caro estos días. Lo bueno es que, al menos en Reino Unido, no hay restricciones motivadas por la pandemia de COVID. En cuanto al Brexit, tampoco ha supuesto un cambio muy drástico respecto al anterior viaje que hice al país, en 2018. Tuve que responder un par de preguntas en inglés en el control de pasaportes, y eso fue todo. Esta ha sido al menos mi experiencia personal.


York es una ciudad pequeña situada a unos 300 kilómetros al norte de Londres. Recomiendo su visita porque no sufre de masificación turística, se puede ver perfectamente en un día, y mantiene un definido carácter medieval fomentado por las autoridades locales. Los lugareños siempre se mostraron educados e incluso amigables.

La Micklegate de York. La ciudad tiene una marcada ambientación medieval.

Pero vayamos al campeonato, que se celebro desde la tarde del viernes 17 de junio hasta la tarde del domingo 19 en 4 rondas clasificatorias y una final, con 12 participantes. A continuación procedo a narrar mis partidas, tal como las fui resolviendo.


1ª Partida. Viernes tarde.

Comenzar el campeonato jugando con Francia tenía la ventaja del poco estrés que tiene asociado este bando. El problema es que personalmente es el que peor se me da. Y considero que cualquier jugador prusiano mínimamente competente es capaz de de detener a Francia si ésta no recibe algo de apoyo de sus aliados, como suele ser el caso..


Como aliados tenía a Ringard dirigiendo la muy alejada Rusia. Más cerca contaba con uno de los dos hermanos holandeses que participaban en el campeonato y que, a pesar de llevar asistiendo a torneos más tiempo que yo, apenas había desarrollado su juego con el tiempo. Enfrente de prusiano teníamos a LL, un jugador neofito en su 2º campeonato, procedente de Irlanda.


Las cosas se me torcieron muy rápidamente al quedarme corto en un palo de cartas importante para mí. Diamantes. Gaste 20 puntos que había logrado en mis primeros 2 turnos esperando recibir más, pero la estadística y el barajeo supuestamente meticuloso de lasa cartas antes del comienzo de la partida se burlaron de mí y me dejaron seco hasta el turno 6 ó 7. De resultas de esto, y de que mi aliado austríaco no mostraba la menor intención de apoyarme, me quedé parado en seco y con el peligro de terminar la partida con muy pocos puntos.


Afortunadamente para mí el devenir en otros frentes obligó a mi adversario a emprender medidas desesperadas y llevar a Cumberland a Sajonia con un tren de suministro en la zaga. Naturalmente podría haber intentado interceptarlo, pero si Austria no me ayudaba a mí, yo no iba a ayudar a Austria. Una vez allí Hanover gastó algunas de sus cartas en diamantes, y entretanto yo había recibido también unas pocas. Gracias a lo cual pude contraatacar al hanoveriano que quedaba sólo en el norte e irme de la partida con el mínimo indispensable de 8 puntos.


La victoria final fue para Ringard con Rusia, logrando avanzar y expulsar a Prusia de un objetivo tras otro y ganar en 11 turnos. Austria también estaba amenazando con ganar, pero la demora que había mostrado en atacar en los primeros turnos le hizo llegar demasiado tarde, aunque no es menos cierto que se convirtió en una fuente de problemas para el prusiano.

Situación al final de la primera partida.

2ª Partida. Sábado por la mañana.


Si en la partida anterior se sentaba en la mesa uno de los holandeses, esta vez lo hicieron ambos, uno como prusiano, el otro como francés. Esta repetición de contendientes se debía al bajo número de participantes, que hacía de ello una necesidad. Como ruso teníamos al mismísimo diseñador del juego, Richard Sivél. Yo me sentaba frente al prusiano llevando las fuerzas de Austria y el Imperio.


Si bien nuestro contrincante no era muy ducho, si que había aprendido a reconocer cuando se había metido en problemas y como intentar salir de ellos, aunque en el proceso desperdiciaba demasiadas cartas. Conseguía maniobrar muy bien contra su hermano, pero a continuación desperdiciaba la ventaja lograda permitiendo que su hermano volase sus piezas hanoverianas del tablero. Durante varios turnos antes del abandono de Francia estuvo trayéndolas de vuelta al tablero y perdiéndolas inmediatamente a un terrible coste en carta para Hanover, y sin ganar mucho en el proceso.


Por mi parte, hallé ya en el turno 2 que había 16 puntos de tropa prusianos en Sajonia. Esto quería decir que la defensa azul en Silesia debía ser muy débil. Y así fue. En 9 turnos logré expulsar y aniquilar a los prusianos de Silesia, dejándoles allí un tren de suministro intacto pero que estaba demasiado lejos como para ayudarles en nada, y entonces me pude concentrar en el sector de diamantes en Sajonia. Tenía dos opciones: atacar el suministro, o formar una pila de tropas y desgastar la mano de cartas prusiana con una sucesión de ataques. Al final lleve a cabo una mezcla de ambas estrategias por la cual la amenaza a su suministro en la zona le forzaba a dejar expuesta una pieza muy débil en diamantes que a continuación atacaba con bastante superioridad, mermándole en el proceso. He de reconocerle a mi adversario la persistente habilidad que mostró en cubrir su suministro frente a mis constantes amenazas.


Si bien esta estrategia estaba dando resultado, se em acababa el tiempo. El motivo de ello no eran las Cartas del Destino, sino el avance ruso, que terminó por acorralar a Prusia y obligarla a una desventajosa defensa en el sector de diamantes de Stettin. En un momento determinado decidí que era el momento de dejarse de picotazos y pasar a lanzar un ataque decisivo con toda la fuerza disponible en Sajonia. Así lo hice, pero el ataque fracasó y como consecuencia de ello perdí 3 de mis 5 generales. Sentí que mi momento había pasado. Prusia iba a perder, pero yo no iba a ganar. Este estado de ánimo influyo seguramente en lo que sucedió a continuación.


Rusia atacaba cada vez más a la desesperada a Prusia, quien logro un turno más gastando una reserva que parecía sorprendente que aún tuviera en la mano. El Imperio cambió a manos de Francia, y yo concentré fuerzas para intentar un último ataque a pesar de todo. Este ataque lo lleve a cabo en inferioridad numérica y con tan sólo dos cartas de diamantes en mi mano - un 10 y un 2 - pero dado el desgaste prusiano se convirtió inmediatamente en una retirada prusiana de 4 espacios. ¡Aún podía ganar el turno siguiente!. Más por los nervios, el agotamiento, o la sensación de la derrota previa no presté atención a esta retirada y situé a los generales prusianos de tal forma que le regalé la victoria al Imperio ese mismo turno. ¡Me equivoque por un único espacio!. Me llevé 9 puntos a mi total, pero una pifia monumental me llevó a renunciar a la victoria.

Situación al final de la 2ª partida, con el ataque final de Hildi que le llevará a la victoria. Si tan sólo hubiera retirado a esos dos prusianos encima del último objetivo amarillo hubieramos podido tener una triple victoria de todos los aliados.

3ª Partida. Sábado tarde.


La partida vespertina me reservaba un duelo en la cumbre pues compartía una vez más mesa con el diseñador Richard Sivel, sólo que esta vez él hacía de prusiano. Me sentaba a su siniestra como ruso. De austríaco teníamos a un jugador noruego con buenas aptitudes pero algo inexperto. En el lado francés teníamos al único jugador norteamericano del torneo, quien en cambio tiene una vasta experiencia en competiciones pero ha evolucionado muy poco como jugador.


Es su juego y sabe jugarlo bien. El inicio de la partida fue desazonador para los aliados. Francia se topaba con un muro de picas hanoverianas que le detenía en seco. Austria lograba limpiar Sajonia de enemigos, pero el Imperio era destruido dos veces y tres generales austríacos en Silesia se quedaban inanes durante la mitad de la partida haciendo evidente una carencia de picas que se veía incapaz de resolver. Por mi parte, expuse mis dos trenes de suministros rusos a cambio de batallas en palo cruzado. Logre quitarle dos reservas a Sivel, pero era el turno 10 y aún me encontraba en el área de Prusia Oriental. Suecia abandonaba la guerra en el turno 8.

En un combate contra Austria (que ganó) Sivel pidió que hicieramos una foto como testimonio de que había jugado todos los 13 de corazones que había en los mazos.

Pero la fortuna acudió a salvarme de mis pecados permitiendo que Rusia continuase hasta el final de una larga partida, y pude retornar con ganas de venganza. Mientras que mi esfuerzo principal con dos generales se concentraba en el sector de tréboles de Kammin, un general solitario llegaba al sur hasta Silesia y procedía a atacar a Prusia en picas. Esto ánimo al hasta entonces inane austríaco a atacar a su vez. El momento álgido de la acción se produjo cuando mi tercer ataque llevo a una retirada prusiana a un espacio en diamantes donde podía ser cercado. Austria no perdió la oportunidad, rodeo a los 3 generales prusianos en Grottkau y comenzó un ataque a muerte en un palo en el que hasta entonces ambos apenas habían combatido. La victoria en esta batalla daría a Austria la victoria en la partida....


... y fallaron estrepitosamente, quedando con tres generales y más de 20 tropas fuera de suministro. En la mesa no pudimos contener un grito, y sentí a la vez alivio y satisfacción. La partida continuaba y mi adversario y mi principal competidor se habían desgastado mutuamente. Poco más tarde Prusia lanzó un ataque en tréboles en Sajonia contra el Imperio que resultó en la destrucción de la única pieza azul que defendía los objetivos que le quedaban a Hildburghausen en esa zona. El ataque resultó ser, en mi opinión, innecesario puesto que el Imperio se había mostrado muy renuente a entrar en el sector de corazones y una actitud defensiva allí hubiera bastado. Lo cierto es que esta debacle terminó por sellar el resultado de la partida para Sivel, y simultáneamente impuso un límite de tiempo para que ganase la partida con los rusos: el Imperio iba a tardar 3 turnos en conquistar sus últimos objetivos, y ese era el tiempo que yo disponía, aunque a la vez soñaba con una muerte de la zarina que pusiera la victoria con el Imperio en mi regazo.


Estos últimos 3 turnos vieron una concentración de piezas rusas y prusianas en torno a Küstrin, con múltiples ataques. Prusia triunfaba en Silesia en el sector de diamantes. Francia tomaba Magdeburgo y Halberstadt, pero era contraatacado por Hanover en picas y perdía varios objetivos allí. Finalmente conseguí ganar junto con el Imperio en los 3 turnos necesarios. La partida terminó tarde, y me fui a la habitación de hotel sin cenar.

Con sus cartas reducidas a un puñado y casi todos sus generales fuera del tablero, Prusia tuvo que capitular en el turno 21.

4ª Partida. Domingo mañana.


Mi partida final de la clasificación iba a ser con Prusia. La noche anterior había dormido muy bien, y la dura victoria de la partida previa me dejaba confiado en mis capacidades. Frente a mí tenía un "equipo de las Islas Británicas" con ambos organizadores del evento - habitantes de York - como Austria y Francia, y el irlandés de mi primera partida con Rusia.


Frente a este último tuve problemas relativamente pronto, al no recibir inicialmente una mano muy grande en tréboles. Lo resolví llevando a Heinrich (P3) rápidamente hasta Dohna (P7)  para que ambos se pudieran refugiar en Golnow-Massow ofreciendo diamantes contra tréboles, que mi adversario rechazó, manteniéndose a la espera. Lehwaldt (P8) era eliminado de Prusia Oriental en el turno 4 ó 5, y quedaba disponible para estorbar a Suecia en torno a Malchin. En el lado francés del tablero Archbold - apodo del jugador - asumió pérdidas voluntarias con una de sus piezas para tenerla disponible con 2 tropas y que pudiera cazar a mis hanoverianos. Por el momento acepté el desafío y logré colar a Cumberland (H2) como la punta sur de un triángulo, mientras que Ferdinand (H1) bailaba con los otros dos generales franceses, que ni se acercaban a Prusia, dejándome cierto espacio de maniobra.


Pero era con Austria con quien inicialmente tuve mis mayores problemas. Desvió 4 de sus 5 piezas hacía Sajonia. Un ataque mío en Silesia en el turno 3 me reveló que casi todas las fuerzas austríacas (28) tropas convergían sobre 4 tropas mías en Sajonia, mientras que el grueso de mis fuerzas se encontraba en Silesia. Todo apuntaba a que Austria iba a intentar una victoria con el Imperio, y mi despliegue era muy débil para impedirlo. Uno de los generales prusianos de Silesia se encamino a toda prisa a reforzar al rey Federico en Sajonia. Y de repente, en un turno, la situación dio un vuelco. Una amenazadora pila de 3 austríacos con 24 tropas dio media vuelta y fue hacia Silesia justo cuando parecía que iba a atacar mi débil cobertura en Sajonia. Logré cazar al Imperio y acabé destruyéndolo. Y mi mano empezó a llenarse con diamantes y tréboles.  Tenía muy claro que mi defensa se iba a establecer en diamantes en Sajonia. Y desde este momento sentí que tenía la partida bastante encauzada.


Francia consiguió eventualmente deshacer el triángulo que había formado contra ella, desgastando tremendamente la mano de Hanover, pero conseguí ganar un tiempo que fue suficiente para ver a los galos abandonar la partida. En Silesia conduje una campaña dilatoria con el único general que permanecía allí, y que consiguió escapar a través del interior de Austria gracias a un tren de suministro que había podido colar allí. Sobre Rusia logré inicialmente reafirmarme volviendo a salir a tréboles para derrotarla allí. Pero el jugador ruso respondió con una incursión sobre Sajonia que amenazaba con desgastar mis diamantes. Afortunadamente disponía de un general libre por la zona para amenazar su suministro, y con ello pude lograr su repliegue.


La amenaza más seria de los últimos turnos fue mi propio despiste. Olvidé mover los dos generales que tenía en Neu Stettin, y ello permitió a Rusia atacarme desde picas contra mis tréboles. Logre escabullirme con "un arañazo" puesto que pude jugar cartas de tréboles que sabía que no tenía en picas... porque las tenía en mi mano. Aún así lo intento con todas las ganas jugando 4 reservas (!) para dejarme a 0. Lo dicho. Logre escapar y mantener el control de los 2 últimos objetivos rusos, pero únicamente el final relativamente temprano - turno 16 - de la partida impidió medir hasta que punto este lapsus mío hubiera podido ser fatal. Durante esos mismos turnos finales el poderío pleno de Austria atacó en Sajonia. Pero para esas alturas había tenido tiempo de sobra para reforzar mi posición, y tenía en mi mano una cantidad tan monstruosa de diamantes que incluso me plantee luchar contra el incursor ruso en ese palo si hubiera sido necesario.


Esta victoria fue suficiente para colocarme en la final. Así que aún me queda una última partida por narrar.


Final. Domingo por la tarde.


Mi posición en la clasificación era tercero, así que fui el tercero en escoger bando. Jugar con Prusia me producía cierta desazón por el esfuerzo que suponía tras las cuatro partidas anteriores, pero el jugador sueco - contra quien no me había enfrentado aún en el campeonato - me liberó del dilema al tomar él el papel de Federico tras coger el jugador americano el mando de Austria. Así que escogí Rusia, y tras de mí el jugador noruego asumió el control de Francia.


Desde el primer turno olí la sangre. BvK - el sueco - es un jugador bastante competente que ha llegado a varias finales en Madrid. Pero en esta ocasión noté rápidamente que estaba cansado y tenía una oportunidad. Ya en el primer turno se equivocó en el movimiento de Lehwaldt en Prusia Oriental y pude lanzar un ataque diamantes-corazones que perdí, pero que le puso algo nervioso y le hizo gastar dos cartas innecesariamente. Una ventaja que extrajo de esto, sin embargo, es que mi persecución de Lehwaldt por Prusia Oriental tuvo cierto retraso por el accidente de mi general.


En el frente principal de Pomerania interponía mis generales R1 y R2 entre Dohna (P7) y Heinrich (P3) que prefería entretenerse reconquistando objetivos de Suecia. Dohna se retiró rápidamente tras la frontera de picas-tréboles que hay en Neu Stettin, y ese cansancio que he mencionado más arriba le hizo mantenerse inmóvil allí mientras yo iba urdiendo una emboscada. En este período de tiempo Francia sufría una derrota ante Cumberland (H2) e iniciaba con uno de sus generales una larga caminata por el sur de Sajonia detrás de un general austríaco y del Imperio. En el resto la actuación austríaca era vacilante, moviendo piezas primero aquí, para luego volverlas a dejar donde estaban el turno anterior. La defensa prusiana se estableció en diamantes tanto en Sajonia como en Silesia, y las fichas blancas no estaban muy por la labor de atacarlas. La cabalgata tricolor de Austria, Imperio y Francia resultaba muy lenta y con piezas estorbándose las unas a las otras. Lo más decisivo que hizo Austria fue intentar establecer una presencia en el área de Berlin en un costoso combate en picas. Perdió la batalla y se retiró.


Tras estos compases iniciales pude desencadenar mi emboscada, taponando Neu Stettin con un tren de suministro ruso y y situando mis generales R1 y R2 de manera que ofrecía combate tanto tréboles-tréboles como picas tréboles y la amenaza de un cerco el turno siguiente. BvK aceptó el desafío e intento escapar tomando el tren y desencadenando una batalla que terminó enseguida al aceptar la primera retirada de -1 que le ofrecí, algo que inmediatamente pudo ver que fue un error. El cansancio...

Esta es la posición inicial de la emboscada

Desencadeno la emboscada, amenazando a P7 con ser acorralado el turno siguiente o aceptar batalla ahora contra dos palos.

Toma mi tren de suministro y acepta la batalla, inciandola primero contra R1.

Su gran error, aceptar una retirada de -1 espacio a las primeras de cambio.

Al turno siguiente pude cercarle y combatir con él con picas y tréboles contra picas. Un combate ventajoso para el ruso. La emboscada había salido a pedir de boca. Lástima que no fuera capaz de aprovecharla en el momento decisivo...


Sin embargo, no pude cerrar la emboscada con éxito a pesar de tenerlo todo a mi favor. Realmente podría haber volatilizado a Dohna y haber adelantado bastantes turnos mi intento de victoria, pero me equivoque en una retirada - de nuevo - y P7 pudo retornar al sector de tréboles e iniciar una retirada en lucha constante que me llevó bastantes turnos. Finalmente logre expulsarle de aquel sector y, percibiendo que ya estaba en la recta final, lancé sendos ataques en Greifenhagen y al este de Küstrin agotando todas mis picas y corazones en el proceso, al tiempo que desgastaba tremendamente la mano prusiana de diamantes. Perdí los enfrentamientos, y estaba claro que no iba a poder ganar con Rusia (al menos inmediatamente), pero logre abrir paso a Suecia para que intentase tomar el último objetivo primario en Malchin, y animé a mis aliados a ser algo más activos en sus frentes respectivos. Austria comenzó a atacar en Silesia ante exiguas fuerzas prusianas (algo que me resultó evidente desde muy pronto en la partida al ver que tenía 15 puntos de tropas prusianas en Sajonia; ¡uno no puede ser fuerte en todas partes a la vez!). Francia comenzó a comerle terreno a Hanover y se acercaba a Magdeburgo y Halberstadt.


Tenía encarrilada una victoria con Suecia. Estaba a un turno de conquistar Malchin, mi último objetivo primario pendiente, y tras eso la muerte de la zarina me hubiera supuesto la victoria. Si Suecia se iba primero, tenía más tiempo para ganar con Rusia. Y si Rusia caía también, heredaría el Imperio en una posición ventajosa. El problema de todo el plan era que Rusia daba cobertura a los objetivos suecos y se fue de la partida un turno antes de lo necesario. Mi contrincante estaba tan agotado que cuando sacó la carta de Elisabeth lo primero que pensó era que ya había perdido la partida.


Los tres turnos que quedaron hasta el final vieron como mi victoria sueca se esfumaba, pero la fortuna de mis aliados crecía gracias a mis denuedos. La victoria final, y con ella el campeonato, fueron para ML - el jugador americano - al culminar un ataque que tomó los últimos objetivos del Imperio. Un turno más, y hubiera sido yo quien podría haber robado esa victoria.


Una partida dura, luchada a cara de perro contra un adversario que no estaba en su mejor momento y en la que estuve cerca de ganar en dos ocasiones y fui crucial en levantar la partida para los aliados. Me podía ir a casa satisfecho. Tan sólo un poco más de suerte, y el campeonato hubiera sido mío.


Ahora sólo me queda intentarlo de nuevo en septiembre, en el campeonato mundial en Berlin.