domingo, 28 de abril de 2013

El tamaño no importa

Hay un placer especial en el hecho de recibir un juego nuevo. Es el placer de acceder a nuevos territorios, desconocidos hasta ese momento, que sólo conocíamos de oídas por fotos, comentarios de blogs y foros, y tal vez incluso el reglamento colgado de un enlace.

Y ni toda la información previa disponible hoy en día sobre un juego antes de su lanzamiento puede atenuar la emoción que se siente cuando por fin tenemos la caja en nuestras manos. Es más, incluso incrementa dicha emoción. Y lo hace a propósito, puesto que forma a menudo parte de la campaña de marketing de la editorial de turno.

Finalmente, ya sea tras un corto vistazo en una tienda, o tras una larga espera por un "preorder", tenemos la caja. Si el juego no es de segunda mano, retiraremos con anticipación el fino papel transparente que recubre la caja, la abriremos, e iremos inspeccionando uno por uno los componentes. Cerciorándonos de que está todo, y está todo en su sitio, y apreciando detalles que no eran visibles en las fotos.

Y tras estar un buen rato de esta guisa, cerramos la caja con una sensación de satisfacción.

Si fuera sólo por estas sensaciones, yo compraría juegos con mucha mayor frecuencia y mi colección de juegos sería mucho mayor. En este momento, y sin incluir expansiones ni reediciones, poseo un total de 58 juegos. Predominan los "wargames" de tablero, pero también hay eurojuegos de mesa y de cartas. He de confesar que la cifra me parece sorprendentemente elevada. Hice el recuento hace poco y hasta entonces pensaba que tenía 30-40 juegos.

Y es que aunque dispongo de dinero para comprar, y espacio sobrado para almacenar juegos, habitualmente ejercito bastante contención a la hora de comprar. Eso no quiere decir que no sea inmune a las sensaciones que he descrito al comienzo ni a la tentación que suponen. En mi colección hay algunos "pecadillos", compras impulsivas, o nostálgicas, o simplemente ocasiones en las que he mordido el anzuelo tendido por algún departamento de marketing.

Aún así, mi colección es relativamente pequeña para lo que he visto se mueve en el mundillo de los jugones. Ahora mismo estoy en contacto habitual con dos conocidos que tienen 200 y 300 juegos en su colección. También me han contado acerca de otra persona aquí en la Comunidad de Madrid que, siendo pudiente en medios, dispone de una colección de más de 600 juegos. Su grupo de jugadores funciona como parte de una cinta transportadora. Juegan a cada juego una vez, y apenas han terminado una partida, ya están colocando el siguiente juego, que a su vez recibirá el tratamiento de esta única partida antes de ser consignado a las estanterías de este individuo.

Hace unas pocas semanas escuche en un podcast una defensa de este estilo. El comentador narraba las sensaciones y emociones que les embargaban cada vez que jugaban una partida a un nuevo juego. Era, como ya he narrado, la emoción del descubrimiento. De lo nuevo. Asimismo, narraba como ya en la segunda y subsiguientes partidas, estas sensaciones ya no se hallaban, y la experiencia de juego - aún pudiendo ser buena si el juego estaba bien hecho - era más atenuada.

Las sensaciones de descubrimiento y novedad que se experimentan tanto cuando se recibe un nuevo juego como cuando se juega la primera partida al mismo son peligrosas en una manera similar a la drogadicción. Tanto en un caso como en otro no se necesita esfuerzo personal para obtener la sensación placentera, tan sólo hace falta dinero. Si se tiene dinero - y muchos jugones, personas en edad adulta y con trabajos bien remunerados, lo tienen - puedes comprar tal o cual juego y tener una satisfacción 100% inmediata y segura.

En cambio, contenerse a la hora de comprar, e intentar mantener la diversión con juegos que ya conoces requiere esfuerzo. Hay que hacer un esfuerzo por aguantarse cuando hay foros, amigos, y medios varios que te bombardean todos los días con anuncios y ofertas. Pero ese esfuerzo lo ha de realizar uno mismo en soledad, y eso es relativamente fácil. El esfuerzo de verdad uno lo ha de realizar a menudo dentro de su propio grupo de juego. Cuesta mucho más esfuerzo interesar a tus amigos en jugar una partida a un juego que ya conocen, que simplemente sacar una caja con un juego nuevo y dejar que la magia de lo desconocido haga su efecto, impulsándoles a escucharte mientras explicas las reglas. Y luego, el grupo de jugadores tiene que esforzarse para innovarse y reinventarse de manera que la 2ª, 3ª o n-ésima partida sea diferente de las anteriores gracias a nuevas estrategias que los jugadores desarrollan y aprenden.

Contemplando en su conjunto estos pros y contras, parece que las cosas están a favor de las colecciones grandes si se quiere disfrutar. No obstante, el ampliar y ampliar de manera explosiva las colecciones de juegos me parece un "camino fácil" hacía el placer de jugar que se encuentra plagado de problemas a la vuelta de la esquina.

En primer lugar, porque no es sostenible económicamente. Salvo para unos pocos, claro. Muchos de nosotros gozamos, en la actual coyuntura catastrófica, de trabajos buenos, bien remunerados y estables. Sin embargo, si hay algo que esta crisis económica está demostrando es que nada dura para siempre. Yo ya me he topado con algunos casos, y quienes leáis esto seguramente lo hayáis hecho también, en los que algún conocido anuncia la venta de un gran número de sus juegos a precios de ganga. Lo que añade un toque irónico a esta situación es que muchos jugones se sienten tan irresistiblemente atraídos por las "gangas" que no pueden evitar expandir sus colecciones, de manera que no puedo evitar pensar en cuando les vea a ellos en la situación de tener que vender su colección porque han perdido su puesto de trabajo o se tienen que trasladar de lugar de residencia.

Después se encuentra el hecho de que una única partida no basta siempre para tomarle la medida a un juego. De hecho, y al contrario de lo que le sucedía al narrador de podcast, en mi grupo la sensación de novedad y descubrimiento se ve muchas veces sobrepasada durante la primera partida por la sensación de despiste y falta de visión de lo que está sucediendo. Precisamente porque el juego es nuevo. Es fácil cometer errores al leer, explicar, o interpretar las reglas. Y eso cuando están bien escritas, que cuando no lo están has de retornar a internet y buscar explicaciones, FAQ, y su puta madre. Para mi y mi grupo la diversión viene en la segunda y subsiguientes partidas, cuando ya no tenemos que pensar en que dice tal o cual regla, y podemos entregarnos al placer de probar nuevas estrategias y comprobar sus resultados.

Y si el juego no ofrece nada nuevo tras unas pocas partidas, es un factor en contra del mismo. Aunque no decisivo en sí mismo.

Precisamente la expansión de esa cultura de las colecciones expansivas y unjuego-unapartida favorece que se editen más de ese tipo de juegos en los que tras una partida lo has visto todo o casi todo. Y esto es - en mi opinión - el efecto más dañino de las colecciones expansivas. Si las editoriales perciben que el público compra juegos porque son nuevos, los juega una vez y tras eso los relega al olvido, entonces les será rentable entrar en esa dinámica sacando novedades periódicamente, habiendo realizado una inversión mínima en "playtesting" y calidad en general. El efecto es que tenemos cada vez más títulos, pero son cada vez más parecidos entre sí (no hay nada más seguro que copiar las ideas de otro) y con peor calidad, sino en los componentes, si en como funciona el juego. El fenómeno de Kickstarter, con todas sus ventajas, tiene mucho que ver con esta situación.

Al final, la decisión está en nuestras manos, y hemos de tener muy claro como deseamos que sea el hobby. Entendiendo por "el hobby de los juegos" el conjunto formado por los jugones y la industria. 

¿Queremos un hobby amplio?. Amplio en público, y amplio en industria. Pues entonces las colecciones expansivas son ideales a estos efectos. Por un lado la industria hace buenos números sacando nuevos juegos regularmente con una inversión mínima. Por otro lado, cualquier persona con dinero suficiente - y hablo de una buena porción de nuestra menguante clase media - compra estas novedades sin tener mucha idea ni mucho criterio, las juega una vez, y ya pueden llamarse jugones. 

¿Quieres un hobby minoritario?. Una industria pequeña, y un público reducido. En ese caso está en manos de los jugones el tomar cada juego en sus manos y no dejarlo hasta que han extraído todo su jugo. Las cifras de ventas son pequeñas, y cuando son algo más grandes únicamente en juegos que realmente ofrecen algo por los 30-50€ que te calzan por ellos. Ninguna empresa se puede arriesgar a convertirse en una manguera de novedades en estas circunstancias. Se publican juegos con menor frecuencia, y tras un período de testeo y comprobación de calidad más largo. Es un ambiente de mercado poco estimulante al empresario habitual. Y por ello veo el modelo de "hobby minoritario" poblado por empresas muy pequeñas, que en muchas ocasiones las ha montado un único individuo que ha desarrollado un juego en su casa durante años, y de repente se le ocurre publicarlo no tanto porque busque un beneficio, sino porque le gusta. Por el placer de hacerlo. Simmonsgames e Histogame son dos ejemplos bastante estereotipados de este tipo de microempresa.

A estas alturas no será ningún secreto que yo prefiero el "hobby minoritario". He dado razones lógicas para ello, aunque posiblemente mi personalidad y carácter influyan bastante en mi preferencia. Nunca he necesitado del respaldo de mucha gente para hacer y pensar lo que he considerado apropiado. Ello no quiere decir que me disgusta tener el apoyo y atención de muchas personas. Soy tan susceptible a la vanidad y la adulación como cualquiera.

Y el hecho de que el hobby tenga una "estructura minoritaría" no quiere decir que se tenga que mantener restringido en cuanto al número de aficionados. Lo que quiere decir es que el número de aficionados crece lentamente, sin incrementos explosivos.  Y es que no puedo evitar la sensación de que, en los últimos años y de manera paralela a la burbuja económica que hemos experimentado, en nuestro mundillo también ha habido una "burbuja de juegos". Seguimos siendo pocos, pero somos muchos más que antes, y muchos han entrado a golpe de talonario.

Definir a un jugón por el tamaño de su colección de juegos es enteramente ficticio. Si es cuestión de dinero, Ted Turner, Carlos Slim, y Paris Hilton pueden convertirse en jugones de la noche a la mañana. 

Lo que define realmente a un jugón es su dedicación. Y para medirla el tamaño de la colección de juegos no importa. Si vamos a erigir barreras definitorias en torno a nuestra afición, que no sean las del dinero. Que sean su capacidad para jugar, y jugar bien, innovando y aportando cosas nuevas a la experiencia, haciendo que dicha experiencia sea agradable. Si vamos a erigir barreras yo, al menos, prefiero que sean barreras intelectuales que - al fin y al cabo, y a diferencia de las barreras económicas - nadie impone a otro, sino cada uno a sí mismo.

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