sábado, 3 de septiembre de 2011

¿A qué viene tanta prisa?

Una de las noticias de actualidad que ha tenido más eco ha sido la reforma de la Constitución española, iniciada por acuerdo de los dos partidos políticos mayoritarios de nuestro país con objeto de poner un límite al déficit público, que vendría impuesto por el rango legal superior que tiene la Ley Básica. Este proceso de modificación nos ha llegado intercalado con las noticias del fin de la guerra civil en Libia, y que ha servido para lanzarnos un montón de propaganda acerca de lo guais que son nuestras democracias occidentales, lo que apoyan las libertades civiles (en otros países), lo que van a ayudar a Libia (y forrarse en el proceso), y bla, bla, bla. El resultado de ambas noticias coexistiendo ha generado una impresión algo esperpéntica.

Y digo esperpéntica porque mientras que los medios se regocijaban por el derrocamiento final de un tirano de libro que ha mantenido oprimido a su pueblo, aquí la mencionada reforma constitucional se está llevando a cabo sin convocar un referendum y consultar la opinión de los ciudadanos acerca de un cambio tan importante. Ni siquiera se ha planteado someter dicha reforma al refrendo de las urnas en las próximas elecciones generales el 20 de noviembre. Si este es el modelo de democracia que les queremos vender a los libios...

Aparte de la ausencia de consulta popular, el proceso de reforma constitucional se caracteriza por la rápidez y urgencia con que se esta llevando a cabo. De hecho, una cosa es consecuencia de la otra. Para no someter la modificación a ningún tipo de consulta popular - ni referendum, ni refrendo post-electoral - es preciso que los pasos de la misma se lleven a cabo a toda prisa antes de que las Cortes queden disueltas ante la próximidad de la convocatoria electoral.

La excusa aducida por los dos principales impulsores de la reforma - que hace falta aprobarla a toda leche para evitar que los mercados financieros nos den una leche - no se sostiene, dado que la modificación que va a ser aprobada ahora no entrará en vigor hasta 2018. De hecho, la reacción de una de las agencias de calificación que estaban puteando nuestro rating se puede considerar de bastante tibia. Incluso después de emprender una reforma de este calado la hostia de los mercados sigue oscilando encima de nuestras cabezas como la espada del Damocles ese. Muy poco efecto para tanto esfuerzo.

Realmente, la razón para tanta prisa es, como ya he dicho, no someter la aprobación de la reforma a la consulta del pueblo que va a ser afectado por dicha reforma. La reforma ha de ser aprobada sí o sí. No existe alternativa. En la práctica sucede que un mínimo del 10% de los votos en el Congreso o en el Senado pueden forzar la convocatoria de un referendum. La razón para hacerlo todo tan deprisa es precisamente esa. Tras las elecciones generales se prevé que el PP ascienda hasta los 180 y pico votos, pero que el PSOE caiga hasta los 120-130. Entre ambos podrían no llegar a la mayoría del 90% necesaria para bloquear la convocatoria de un referendum. Esa mayoría del 90% si la tienen ambos partidos ahora, antes de las elecciones. Es el único momento en el que esta modificación se puede llevar a cabo con un 100% de seguridad, sin arriesgarse a que una consulta mediante referendum pueda tumbarla.

Dicho de manera breve. Las prisas son la prueba de que no existe el más minímo interés por consultar a la población.

Corre prisa para que no haga falta consultar a los ciudadanos. En los medios de comunicación oficiales se da la vuelta al binomio causa-consecuencia y se nos dice justo lo contrario: "no se puede consultar a los ciudadanos porque corre prisa".

Si limitar el déficit es preciso o no es algo que cae fuera del ámbito de esta entrada. Puede haber importantes argumentos tanto en un sentido como en el otro. Por la misma razón no voy a entrar en la discusión de si ha sido Merkel, Sarkozy o el BCE quienes han espoleado al PSOE a llegar a este acuerdo de reforma con la oposición,  en contra de sus propios intereses, ideología, y mensajes lanzados hasta la fecha. Estos son temas que podrían discutirse muy bien antes de un referendum que no se va a convocar. Durante las elecciones se evitará hablar del tema porque la reforma ya estará aprobada. Será un hecho, y punto.

Lo que si voy a alegar es que emprender una reforma de este calado e irreversibilidad sin que exista un proceso en el que se explique y se discuta las razones y el porque de todo esto tendrá necesariamente consecuencias nefastas. Es la segunda modificación que se emprende en nuestra Ley Básica (la primera permitió a los extranjeros residentes en España votar en la municipales, y fué impuesta por acuerdos de la UE). Es una modificación muy importante, que afecta a la elaboración de los Presupuestos del Estado, la ley cuya votación es la más importante cada año en las Cortes. Las consecuencias de los Presupuestos las sufrimos todos, y saber que su elaboración está limitada por una Ley sobre la cual los afectados no fueron consultados supone una puñalada en la legitimidad de todo el sistema.

Aunque la clase política a menudo nos traicione en los temas menos relevantes, la base de todo el sistema democrático es la legitimidad basada en la consulta a los gobernados para, por lo menos, los temas importantes, como lo fue en su momento el referendum de la Constitución, o lo es la composición de las Cortes cada cuatro años. Si no hay consulta, no hay legitimidad.
Otra consecuencia no menos severa es la ventana que se ha abierto a futuras reformas de la Constitución empleando este mismo método de ahora. En la actualidad se ha aducido a la urgencia por la crisis. Pero en el futuro es inevitable que haya más urgencias y crisis. El mundo es muy grande y España es muy pequeña. ¿Serán las crisis y urgencias del futuro los motores para futuras modificaciones de la Constitución sin contar con apoyo popular?. En su ascenso al poder, Adolf Hitler recurrió a la urgencia del momento para aprobar medidas extraordinarias con las que acumuló en sus manos todo el poder de la República de Weimar. La Constitución de una democracia se convirtió en la Constitución de la que sin duda es la dictadura más terrorífica de la Historia.

Estando de acuerdo con los del 15-M en que, antes de esto, la democracia en nuestro país estaba severamente límitada, no puedo evitar pensar que, con esta reforma sin consulta, hemos asistido al comienzo del fin de la poca democracia de la que ya disfrutabamos.

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