martes, 30 de agosto de 2011

Fin de la Campaña de Verano 2011

Durante el mes de agosto he estado dos semanas de vacaciones, durante las que he estado leyendo un libro (¡otro!) sobre la Segunda Guerra Mundial. Especificando más, trata sobre el Frente Ruso en los años 1943 y 1944. Como se puede esperar, uno de los temas recurrentes en el libro son las decisiones, malas decisiones, de Adolf Hitler. Por un lado mandó la diplomacia a tomar por culo. Por otro, se implicó cada vez con más detalle en la toma de decisiones militares y de manera cada vez más desastrosa. Todo ello, los errores diplomáticos y los militares, eran soportados por una visión del mundo terriblemente alejada de la realidad.

Hitler ha pasado al imaginario popular como un loco, aunque más por los gritos o gestos que se pueden oir y ver en sus discursos, o por la atrocidad del Holocausto que por los errores que cometió como gobernante. De todas formas, si se le pregunta a alguien si estaría dispuesto a comportarse como Adolf Hitler, la respuesta que uno obtendrá casi seguro de la gente medianamente cuerda es un rotundo "NO".

Sin embargo, setenta años más tarde, me junto con amigos a jugar una partida de un wargame multijugador y en seguida brotan los Hitlers como setas. Negocian únicamente a base de amenazas y toman unas decisiones estratégicas basadas en ideas preconcebidas. Esto último no es malo. Lo hacemos todos. Si sale mal, entonces es que la idea era errónea y pruebas con otra cosa. Pero los aprendices de Hitler se empeñan en mantener las mismas estrategias partida tras partida. Lo de cambiarlas para probar con otra cosa no se les pasa por la cabeza, aparentemente.

Es imaginarmelo en una partida de Diplomacia, ¡y flipo!

Al final estos jugadores acaban desequilibrando la partida y se la regalan a otro jugador, acabando la cosa en menos que canta un gallo y quedando un mal sabor de boca, algo así como que sólo has podido jugar una parte del juego y que para poder jugar al resto necesitas no contar con los Hitlers en la siguiente sesión.

Retornado de mis vacaciones a finales de agosto quería montar una partida multijugador, pero no quería exponerme otra vez a las veleidades de los aprendices de Hitler. Tenía solución: partida de Titan. Un juego en el que la negociación casi no importa y todo depende de la propia habilidad y de la suerte.

Y así fué como el sabádo 27 de agosto por la tarde 6 valientes nos juntamos para otra partida de Titan. La última partida del verano porque, por diversas razones, la disponibilidad para partidas como esta vuelve a los niveles habituales. En el caso de Ringard, Chris y yo se trataba de jugadores fogueados. Esta vez, no obstante, contabamos con carne de cañon fresca. Rufo, quién se había estrenado brevemente como Papa en una partida de Machiavelli este verano, acudió a la llamada a las armas y se trajó a dos amigos suyos: Rulo y Jose.

En Titan no se lucha por controlar territorios, se lucha por eliminar a tus contrincantes. El mapa es una especie de laberinto simétrico. Por ello es díficil hacer una descripción espacial de la partida, algo así como "ataqué Venecia, invadió Francia". Así, al relatar una partida de Titan sólo nos queda el aspecto temporal. Qué sucedió y en que orden tuvieron lugar los hechos.

Lo más importante es el orden en el que van desapareciendo los contendientes. En esta partida lo primero en caer fué una botella de tinto de verano que Rufo se había traido. A esas alturas todo el mundo había jugado de manera conservadora, exponiendose únicamente a unas pocas escaramuzas. Tres jugadores teníamos acumuladas puntuaciones por debajo de los 100. Aproximadamente a las 3 horas de partida se eliminó al primer jugador. El Titan de Rulo, al que sólo acompañaban 3 criaturas, fué atacado por una pila mía con un ángel y 6 criaturas más. Mi puntuación ascendió por encima de los 300 puntos y Rulo tuvó la amabilidad de ir a calentar las pizzas en el horno.

Liquidadas las pizzas, Rulo se encontraba sólo y con ganas de irse. Así que Rufo y Jose, sus amigos, se suicidaron para poder marcharse los tres juntos. Se acabaron empalando contra las pilas de Ringard, que era el que tenían más a mano y salió bastante beneficiado, uniendose conmigo en el club de los 300 puntos.

Seguimos Ringard, yo y Chris durante un buen rato dando vueltas por el tablero. Con 3 jugadores menos había mucho espacio y cada uno intentó maximizar las oportunidades de reclutamiento. Hubo una serie de combates y escaramuzas en los que el agredido principal fue Chris, que había comenzado a acumular algunas criaturas bastante curiosas.

A eso de las 12 de la medianoche Chris comenzó a sentirse cansado. Es habitual en él, y por ello le había advertido el día anterior que si venía a la partida era para aguantar hasta el final. No tuvo ningún reparo en cumplir su promesa y acelerar el final suicidandose de manera bastante absurda contra dos apilamientos míos. Subí hasta los 500 puntos y quedamos sólos yo y Ringard.

Podría parecer una partida igualada, pero a lo largo de mis escaramuzas y combates había ido perdiendo algunas criaturas clave. Por ejemplo, perdí mi único Ranger en una lucha contra Chris que yo utilice para reunir un ángel en el apilamiento de mi Titan. A resultas de ello, mis pilas estaban compuestas mayoritariamente de gorgonas, que están bien pero son un callejón sin salida. El callejón se cerró del todo cuando se terminaron las gorgonas y los ciclopes. Por ahí únicamente tenía una pila con 3 ciclopes que consiguió juntar un behemoth, y por otros dos lados tenía unos leones que estaban intentado multiplicarse y evolucionar. Pero lo tenían crudo, porque también se estaban agotando.

Entretanto, Ringard había aprovechado muy bien el árbol de reclutamiento y estaba reclutando criaturas que no había visto nunca sobre el tablero: dragones y colosos. Una pila suya atacó la legión donde tenía un ángel y mi arcángel y la liquidó. La vengué en la ronda siguiente con la pila de mi Titan y quedamos 600 puntos míos frente a 500 suyos, pero me encontraba en franca inferioridad en lo que al reclutamiento se refiere. Y muertas mis dos mejores criaturas sin apenas contraprestación no tenía mucho interés en terminar la partida y se la concedí a Ringard.

Titan es un juego que cada vez me gusta más. Es una lucha a muerte, lo que supone una buena inyección de adrenalina. La diplomacia casi no existe y ello hace superfluas las negociaciones con idiotas. Es también muy díficil que varios jugadores se unan contra otro.  Es un wargame multijugador, pero por un diseño elegante consigué librarse de la mayor parte de los problemas que adolecen juegos de ese tipo. Y a pesar de la influencia de la suerte - se tiran dados a casco porro - yo sigo pensando que la habilidad y la experiencia del jugador son decisivas, sobre todo en los combates tácticos.

A pesar de todo, creo que encontrar gente que se anime a jugar a este juego no va a ser fácil. Esta partida también demostró eso. La duración puede ser bastante elevada, sobre todo si hay más de 4 jugadores. La mayor parte de la gente no está acostumbrada al nivel de tensión que tiene el juego, por eso tienen tanto éxito los gilijuegos. En cambio, yo y mi grupo habitual de jugadores buscamos esa tensión. Pero incluso dentro de este grupo de jugadores agresivos el juego tiene una pega: le falta temática histórica. Esta es la razón por la que, por ejemplo, C_M declinó participar cuando se lo ofrecí. Puede parecer una chorrada, pero para algunos de los que les gusta participar en wargames les impulsa su afición por la historia, y a falta de esta tienden a perder interés y a buscar formas de abandonar el juego.

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