sábado, 16 de octubre de 2010

Huelgas, mentiras, y Reformas Laborales


Después de haber realizado una purga de sinceridad, me siento con el suficiente ánimo como para poder emitir una opinión aquí sobre los eventos de los últimos meses: la reforma laboral y la consiguiente huelga. Más que un artículo estructurado, lo que sigue son apuntes de opinión sobre aspectos de lo sucedido. Cosas que me han llamado la atención.

Lo más llamativo ha sido la insistencia, por parte de todos los miembros del Consejo de Ministros, en que la reforma laboral propuesta va a aumentar la creación de puestos de trabajo. Ha sido una insistencia machacona, persistente. Una y otra vez, en cada aparición pública, un ministro u otro han repetido que esta reforma va a crear más empleo, más empleo, más empleo. Una insistencia tal únicamente la ha tenido el actual gobierno cuando se encontraba negociando con E.T.A., que no era negociación con E.T.A., sino "proceso de paz". Jamás dijeron "negociación", en lugar de ello siempre "proceso de paz". Parecía como si tuvieran vergüenza de llamar a las cosas por su nombre, y es inevitable pensar lo mismo ahora de la "reforma que va a crear empleo". "No estamos seguros de que esto vaya a funcionar", o "esta reforma no sirve en verdad para nada" puede que fueran frases más honestas. Pero nuestros políticos están a años luz de reconocer errores, y el público español se encuentra a muchos parsecs de distancia de votar a políticos honestos en lugar de a aquellos que cuentan las mentiras que desean oir.

Lo que más me hace dudar de la eficacia de la reforma es la insistencia que desde el exterior - en particular desde el FMI - se ha recibido para su introducción aquí. No voy a poner en duda la solidaridad entre países - por inexistente que sea en la practica - ni que haya un interés egoísta por salvar la economía de nuestro país, interés que tienen inversores extranjeros con inversiones en nuestro suelo. Mas para estas instituciones y países el interés en el bienestar del pueblo español está subordinado a índices económicos, como el PIB, que la presente crisis económica ha revelado como totalmente ineficaces para reflejar la realidad económica de un país.

No sólo eso. Puede que el Gobierno de España se haya mostrado inepto a la hora de preveer la crisis, en darse cuenta de que estaba sucediendo, y en actuar contra ella. Pero la verdad es que muchos de los organismos e instituciones que, desde un pedestal de moralidad económica, exigen reforma laboral a España se han mostrado igualmente inútiles a la hora de predecir una crisis a nivel mundial... ¡cuando la previsión de tales fluctuaciones es precisamente su función principal!. Me refiero de manera específica al FMI y a las agencias de valoración de riesgos, esas que te ponen una puntuación AA+ ó BBB, o como sea. Estas últimas, en particular, dieron el visto bueno (muchas A´s y muchos "pluses") a aquellos fondos de inversión en deuda bancaria americana que han sido los responsables principales de que la crisis económica y financiera americana sea una crisis a nivel mundial, por el contagio de dichos fondos. Todavía me pregunto: si sus valoraciones eran tan incorrectas entonces, ¿qué las ha hecho mejores ahora?. Dentro de muchos bancos - en el mundo, que no en España - se ha hecho limpieza de directivos. No he oído por ningún lado que la escoba haya pasado también por estas agencias.

Respecto al FMI, me remito únicamente a la experiencia de decenios de muchos países, sobre todo en Latinoamérica, donde los "consejos" y "recomendaciones" de dicha institución no han traído la prosperidad prometida, y sí fuertes desigualdades y desordenes sociales. ¿Pero que sabra el FMI de esto?. Para ellos el PIB es un indicador más que suficiente.

Sin embargo, lo que más me convence de que la inutilidad de la Reforma Laboral es mi experiencia laboral personal. Desde mi puesto de trabajo en el escalafón más bajo del sistema financiero de este país puedo deciros que la razón por la que los empresarios de este país echan a la gente a la calle no tiene nada que ver con "el costo del despido". Rebajar lo que cuesta echar a la calle a un currito no va a hacer que las empresas contraten más gente. Las empresas echan a gente y no contratan a más porque los bancos y cajas de ahorro les hemos cerrado el grifo de la financiación. No les damos más dinero. Sin dinero, no pueden pagar a curritos, ni a proveedores. Estos últimos se ven obligados, entonces, a echar a su vez a gente a la calle y a recortar sus pagos a sus propios proveedores. Y estos replican el proceso, por necesidad. Es una cadena de transmisión que difunde el efecto de la falta de financiación por toda la economía, y que comenzó por el sector de la construcción, que fue el primero en perder la confianza de los bancos y la financiación. Pero eso ya lo comenté en otra ocasión.

Si la Reforma Laboral no va a crear empleo, por lo menos ahora que lo necesitamos, ¿a qué fin sirve?. Yo mismo estuve rompiendome la cabeza con la idea. No entendía porque se pretendía aprobar una reforma cuya utilidad no conseguía ver por más vueltas que le diese... hasta que me dí cuenta de que la respuesta se encontraba en dar la vuelta a todo el concepto. La Reforma se ha presentado una y otra vez como "causa", "motor" o "impulsor" de la "creación de empleo". Yo pienso que lo más correcto es decir que la Reforma no es "causa" de nada, sino una "consecuencia".

Francamente, una Reforma Laboral que reduce los derechos y prestaciones de los trabajadores no es causa de ninguna creación de empleo, sino un indicador de que estos derechos o prestaciones están empeorando. Si las condiciones laborales de nuestro país se parecen cada vez más a las de Ucrania o Indonesia y menos a las de Alemania o Cánada, ¿estamos progresando realmente?. ¿O más bien vamos hacia atrás?.

Y es consecuencia del desastre en el que se encuentra este país. Este desastre no sólo es económico, sino también institucional. De hecho es posible que sea más institucional que económico, puesto que las instituciones que deberían evitarnos el mal trago parece que no han hecho otra cosa que precipitarnos en el abismo. Hay para todos los niveles del Estado, pero pienso en especial en muchos de nuestros Excelentísimos Ayuntamientos, y en la corrupción generalizada que en ellos se encuentra. Prueba de ello ha sido que, durante este verano, el acabado sector de la construcción de este país ha propuesto que se ceda parte del IRPF a los ayuntamientos. Nuestros magnanimos constructores, benefactores de la población, creadores de empleo y filantropos de pro no tienen ninguna duda de en que manos acabaría ese dinero. Yo tampoco.

El resultado es que nuestro país se encuentra en una situación de extrema debilidad, en medio de la cual una institución tan desprestigiada como el FMI puede dictarnos condiciones.

¿Se puede hacer algo para evitarlo?. En Francia llevan años perdiendo productividad, uno de los indicadores por los que se nos mide internacionalmente a los españoles, y estos últimos meses están viendo una combatividad por parte de sectores de la población que parece augurar cierto éxito. Por un lado se trata de persistencia. No una huelga general, sino siete (u ocho, yo ya he perdido la cuenta). Y lo último ha sido un bloqueo de refinerías petrolíferas que revela un pensamiento estratégico brillante. Esa gente si que sabe como meter presión a un gobierno. Otras movilizaciones con los mismos ingredientes (persistencia y concentración en sectores estratégicos) hace unos años obligaron al gobierno francés a dar marcha atrás en otra "reforma". La "reforma" de ahora consiste principalmente en un retraso de la edad de jubilación. Como en nuestro caso, se llama "reforma" a lo que es una reducción de prestaciones y derechos.

¿Y aquí?. La ineptitud insitucional de siempre. Y no me refiero sólo al Gobierno. La CEOE tiene un severo problema de liderazgo. Y nuestros sindicatos salen perdiendo cuando comparamos su actuación con la que tiene lugar en Francia. En primer lugar la falta de persistencia. Una única huelga general, y ya está. También llama la atención la fecha de convocatoria de la huelga. La aprobación del decreto-ley (¡cómo no!) de la Reforma en el Consejo de Ministros tuvo lugar a comienzos del verano, pero la huelga se ha convocado para cuando la temporada estival está bien terminada. Para ser un grave ataque a los derechos de los trabajadores, la reacción de los sindicatos a la Reforma no ha tenido nada de urgente. Creo que todos hemos pensado en que los buenos de los sindicalistas querían esperar a acabar sus vacaciones de verano, y a que sus hijos estuvieran en las escuelas para tener algo de tiempo libre que dedicar a esto de la huelga.

Pero el retraso en la convocatoria de huelga ha sido mucho mayor que sólo un par de meses. Si esta huelga se hubiera convocado hace 2 años, cuando 2 millones de personas estaban comenzando a perder sus puestos de empleo, los sindicatos hubieran podido contar con 2 millones de respaldos más en su movilización. Era gente que no tenía nada que perder, puesto que sus puestos de trabajo estaban en juego. En cambio, lo de ahora ha sido bastante rídiculo. Casi la única movilización que han podido conseguir los sindicatos la han logrado por intimidación. Y lo cierto es que incluso intimidando se encuentran en desventaja, ya que la mayoría de los que todavía mantenemos nuestro puesto de trabajo nos encontramos más intimidados por los jefes que por cuatro tíos con palos y pancartas.

En resumén, que está huelga general ha tenido bastante de paripé, de mero trámite. Parece que unos sindicatos sin ánimo real de lucha han cumplido con su ceremonia de protesta y retornan al apaciguamiento de siempre.

Y es que los parados son precisamente la parte de la masa laboral a quién no representan los sindicatos. De hecho, y si tenemos en cuenta el importante número de parados extranjeros (millón y medio, según creo) que no pueden votar, se puede decir que a los parados no les representa nadie en niguna institución con poder efectivo en este país. No los representan ni el gobierno, ni los sindicatos, ni ningún partido político. Ahora mismo se han convertido en una molestia, por la carga que sus prestaciones supone para el déficit público. No puedo evitar preocuparme. ¿Estaremos asistiendo a la creación de una clase baja de mayoría extranjera condenada a residir para siempre en ghettos?. Me pongo a pensar en algunos barrios de Francia y Estados Unidos, y los veo formandose en este país.

No voy a despedirme sin antes emitir una voz de esperanza: mi sugerencia de solución, de salida de esta crisis. Si la causa principal de la perdida de empleo se encuentra en la falta de financiación de las empresas por parte de las instituciones financieras, que no pueden asumir el riesgo, entonces tendría que ser el Estado - que no puede quebrar como sí lo hace un banco - quién asuma el riesgo y financie a las empresas privadas, que crean empleo de manera más efectiva que cualquier organismo público.

Naturalmente, no estoy planteando financiar sin medida a todas las empresas. Se tendría que hacer cierta selección. La construcción tendría prácticamente vetada la financiación. Se trata de no repetir errores. Se pueden financiar empresas en sectores elegidos estratégicamente para promover una reforma de la estructura productiva del país, encauzandola a sectores más modernos y competitivos. Otro requisito que tendrían que cumplir las empresas que optasen a la financiación sería tener al día su contabilidad y la aceptación de una auditoría de sus cuentas, para ponerlas al día con Hacienda. Se hace imprescindible sacar a la luz ese 16-25% de economía sumergida que en este país se nutre de los beneficios que el Gasto Público hace, por ejemplo, en infraestructuras, pero sin aportar un duro a ese bienestar. Creo que es razonable pedir a muchas empresas que paguen lo que han escamoteado como llave para su propia supervivencia.

Nada de esto saldría gratis. Las medidas que he sugerido arriba requerirían un incremento enorme del déficit público. Incrementar el endeudamiento del Estado ahora que los ingresos por impuestos (a pesar de incrementarse las tasas de los mismos) caen por el bajo nivel de actividad parece suicida, y tiene muchos detractores. Pero la verdad es que es justo lo que más hace falta ahora mismo. El Estado puede asumir un nivel de endeudamiento a corto plazo mucho mayor del que muchos (el propio gobierno, la oposición, el FMI y la Unión Europea) parecen creer. Y ese endeudamiento es tanto más asumible cuando se dedica a medidas que realmente hacen recuperar la actividad empresarial y generar empleo, incrementando con ello los ingresos por impuestos. Con los ingresos incrementados el déficit, al final no sería tan grande.

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