Este verano me encontraba en compañía de Floy Buñuel, de charla en su casa. En un momento le enseñe un post del escritor Sanchez-Drago que se titulaba "Si yo fuera rey" en el que este señor hacía una lista de todas las cosas que pondría en orden si tuviera el poder para hacerlo. Floyd se fijo en una línea en la que el polémico escritor decía:
"Devolvería a la enseñanza el uso obligatorio del usted, la tarima, el principio de autoridad, el respeto a la jerarquía, el criterio de excelencia..."
Mi amigo no pudo evitarlo, y espetó un:
"Estos de derechas... es que no atinan ni una".
Y después me comento su experiencia haciendo un CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica) de inglés. Fue bastante deprimente. Los compañeros asistentes al curso eran gente si otra aspiración en la vida más que mantenerse como estaban, eludiendo en le medida de lo posible cualquier responsabilidad por si mismos y por los demás. Lo triste de todo aquello era, me dijo mi amigo, el darse cuenta que era precisamente esa gente la que iba a acabar dando clases a los jovenes en las escuelas. Son gente que, por su forma de ser, hacen que se les pierda cualquier respeto. No importa la altura de las tarimas, ni llamandoles de "usted" ni "excelentísima señoría" ni nada parecido.
Cambiamos de escena y fecha. Nos encontramos en una gran sala en una universidad en Sevilla, en la segunda mitad de los noventa. Es el inicio del curso, y unos quinientos alumnos de Pedagogía están reunidos en la sala para una especie de ceremonia de inauguración del curso. En un momento de sinceridad, el rector pide a los presentes que levanten la mano aquellos que han elegido Pedagogía como primera opción de carrera.
Dos personas, ¡dos de quinientos y pico!, levantan la mano.
El rector solicita ahora que levanten la mano aquellos que han escogido Pedagogía como segunda opción.
Nadie levanta la mano.
Algunos empezaron a levantar la mano cuando se pregunto por la 3ª opción, y la mayoría lo hizo cuando se consulto por la 5ª.
Para un buen puñado de pedagogos formados en ese curso, su carrera se encontraba muy, pero que muy al final de una lista de preferencias e intereses.
La chica que me contó esto fue una de las dos personas que levantaron la mano en primera instancia.
Estoy seguro de que no es nada díficil encontrar más historias semejantes en lo relativo a la formación del profesorado en este país. Esta certeza mía surge al acordarme de algunos de mis más desmotivados e incompetentes compañeros de curso en el Instituto. Terminado el bachillerato, Magisterio, Pedagogía, o alguna Filología eran sus refugios para poder seguir chupando del bote en casa de sus padres y aparentar que estaban haciendo algo.
No les interesaba realmente la materia que se suponía tenían que estudiar. Únicamente sabían que la nota que habían conseguido en Selectividad les daba para eso, y poco más. Y que si no conseguían plaza en una Universidad, no podrían mantenerse en el domicilio paterno sin hacer algo que les horrorizaba: ponerse a currar.
Hace cosa de un años, G. nos visitó desde Francia, donde supero unas oposiciones y se convirtió en profesor de español en un insituto. Dando por sentado que en Francia la situación del profesorado es tan lamentable como en España - porque la juventud está muy mal criada, ¡que se le va a hacer! - le pregunté como era ser profesor ahora mismo. Me dijo que estaba encantado, y que hubiera deseado ser alumno hoy en día más que antes. Antes - me comentaba - había un respeto impuesto a los profesores. Hoy, en cambio, son los profesores los que han de ganarse el respeto de sus alumnos. Eso hacía de su trabajo algo mucho más interesante.
Desde hace unas pocas semanas en la Comunidad de Madrid se ha puesto en marcha una campaña de Respeto y Apoyo a los Profesores. Al ver los carteles no pude evitar preguntarme: ¿son los profesores dignos de respeto?.
Antes de continuar, quiero aclarar que no todos los profesores son unos zanganos desmotivados. Hay muchos ellos que realizan su trabajo con convencimiento día a día. Sin embargo, mucho me temo que estos "pocos buenos" están empantanados por los negados que, según todos los indicios, han tenido acceso a la actividad docente sin restricción alguna. ¿Cómo ha sucedido algo así?.
No me es posible, por el momento, dar una explicación total a por qué se ha llegado a poner la educación del futuro del país en manos de los menos capaces de mi generación. En la parte que si conozco, el ambiente social en el que me muevo, muchos de estos inútiles no parecían tener alternativa. No entrar en la universidad, hacer un FP y comenzar a trabajar es considerado como un fracaso. Es un fracaso para los padres, y también para muchos de los amigos de estos malos estudiantes. Así que esta gentecilla tiene presión familiar y social para meterse en la universidad a cualquier precio, incluso si ese precio consiste en acabar haciendo algo para lo que realmente no están cualificados y en lo que no tienen auténtico interés. El mercado de trabajo español, con salarios reales decrecientes y condiciones laborales cada vez más crudas, ha desanimado también a muchos de estos jovenes a probar suerte en el sector privado y les ha impulsado a encontrarse una ocupación "segura".
Pero ¿es que no hay filtros que impidan a los más incapaces de nuestra sociedad llegar a puestos de semejante responsabilidad como la educación?. Ciertamente, así es. Y puedo dar fe que esta gente que conocía en el instituto es tan incapaz de superar unas oposiciones como de aprobar los exámenes de Lengua, Matemáticas o Ciencias en el instituto. Sin embargo, siempre hay formas de superar cualquier barrera. No se como será en otras Comunidades Autónomas, pero en el especialmente hiriente caso de la Comunidad de Madrid, que conozco bien, el sistema no sólo ha dejado entrar a los inútiles a dar clases en las escuelas, es que incluso lo ha fomentado.
Cuando Esperanza Aguirre se hizo con el control de la Comunidad de Madrid, al inicio del milenio, se encontró con un tremendo problema en la Educación. El último coletazo del " boom" (sobre todo) y la afluencia de población inmigrante con hijos (menos importante de lo que se ha dicho; la mayor inmigración que ha tenido Madrid ha sido de gente de dentro de la propia España; y yo mismo, que nací en Asturias, soy buen ejemplo de ello) hacían que la cantidad de pequeños hijos de puta que necesitaban una educación en Madrid no dejase de aumentar. Construir más escuelas, contratar profesores con salarios determinados por ley, tras unas oposiciones que había que organizar y costear...el presupuesto en Educación se disparaba.
Es entonces cuando Esperanza Aguirre, o más seguramente el consejero de Educación de turno, dió con una solución que proveía de Educación a las masas, al tiempo que permitía economizar prespuesto que se dedicase a otras cosillas más vitales (por lo menos electoralmente). La solución era ofrecer a escuelas privadas la matriculación de niños demandantes de educación pública. A cambio la escuela privada recibía un importe fijo anual por alumno. Limitando el gasto por alumno de la Comunidad de Madrid, fue posible colocar a las masas crecientes de críos pagando sólo un "alquiler" anual, sin tener que incurrir en costosisímos gastos de inversión como la construcción de edificios de escuelas, la adquisición de equipos, etc. ¿Para qué hacer todo eso si lo puedes comprar ya hecho?. Había nacido "la escuela concertada". "Espe" pudó respirar tranquila, y apuesto a que el consejero de Educación que montó el tinglado está ahora colocado en el sector privado, cobrando un pastizal en reconocimiento a su buena gestión.
Ahora los alumnos estaban en manos de escuelas privadas. Estas no son otra cosa que empresas privadas dedicadas a prestar servicios de educación. Como todo el mundo bien sabe, el objeto primordial de toda empresa privada es obtener beneficios. Los gestores de las escuelas privadas tenían por un lado el importe fijo que percibían de la Comunidad, y por el otro los gastos en los que tenían que incurrir para proveer del servicio de educación por alumno. La diferencia entre lo primero y lo segundo (si este es menor) es 100% beneficios. Beneficios legales, y legítimos moralmente desde el punto de vista del capitalismo. Así que lo lógico es que las escuelas concertadas se dedicasen a racanear en la medida de lo posible el gasto por alumno. Si la Consejería de Educación hubiera hecho el racaneo ella misma, se hubiera desatado una tormenta política, pero como lo hicieron empresas privadas en cuya gestión el Estado ha de inmiscuirse lo mínimo, el racaneo pasa inadvertido.
El que este leyendo esto, ha de ponerse ahora en el lugar del gestor de la escuela concertada. La labor está clara: recortar gastos a tope. ¿Cómo hacerlo?. En primer lugar las instalaciones han de ser lo más cutres posible. Los materiales de estudio: baratos, malos, y de 2ª ó 3ª mano. Pero nos queda otra partida de gasto: los profesores. ¿A quién pillar?. ¿A los profesionales capacitados y motivados, que se pirarán si no satisfago sus demandas salariales?. No. Pillo a los pringados e inútiles que jamás en su puta vida van a conseguir superar una oposición, y que hicieron la carrera de Magisterio(o la que sea, ¡cómo que importa mucho la titulación!) por los pelos. Justo la gente a la que puedo imponer condiciones laborales infernales . Le encasqueto muchas clases y muy grandes de manera que con un único pringado estoy dando servicio a más alumnos que en una escuela pública, a menor coste. El resultado se nota en la cuenta de beneficios. La nómina del desgraciado tampoco es muy alta, puesto que no tiene otro sitio a dónde irse. Su estabilidad laboral es proporcional a su disposición a tragar con toda esta mierda. Menos gastos, más beneficios. El gestor de la escuela se mete por la noche en la cama con la tranquilidad que da el trabajo bien hecho.
Como la cuota por alumno es fija, a la escuela concertada le da igual dar un servicio bueno o malo, sólo le conviene dar clase a la mayor cantidad posible de alumnos, al menor coste por alumno. Una escuela puramente privada ha de competir con otras escuelas (privadas, públicas y concertadas) equilibrando la cuota que cobra a los padres con la calidad del servicio que presta. Una escuela concertada ha sido liberada por la conserjería de Educación de esta esclavitud del mercado y puede hacer con los alumnos lo que le sale de los cojones. Como prueba de ello, recientemente las escuelas privadas se unieron a las públicas en Madrid en la protesta por la proliferación creciente de escuelas concertadas, que les hacen una competencia desleal (no he encontrado el enlace del artículo que daba la noticia).
El sistema, en su conjunto, funciona de manera maravillosa e infernal a la vez. Exonerada de gastos de inversión (compra de escuelas y materiales, contratación de profesores) la Comunidad paga una cuota por alumno para librarse de la responsabilidad de su educación y traspasarla a una entidad privada, cuyo principal objeto no es la educación. La escuela concertada se centra en la gestión de recursos, y descarga a su vez la responsabilidad del servicio que da sobre los profesores que ha malcontratado. Estos, como ya hemos visto, han dedicado su vida precisamente a escurrir el bulto y no ser responsables de nada. Tampoco es cuestión de empezar a serlo ahora que pagan una mierda.
El receptor final de todo esto, el alumno, ve como todo el mundo pasa de él (o ella). Le dicen que debe respetar a su profesor, pero este es un pringado que a todas luces intenta hacer lo menos posible. Para tener autoridad, para merecerla, hay que asumir responsabilidades. Cuando esto no se hace, el respeto hacía el representante de la autoridad se desvanece. ¿Quién va a hacer caso a alguien de quien no se puede esperar respaldo si las cosas salen mal?.
Al terminar las clases, la lección que el alumnado ha aprendido es que no hay razones para obedecer a las autoridades, ni a las leyes. No es una rebeldía contra el sistema. Sino la interiorización de un sistema basado en la rebeldía sistemática.
Y eso es lo que explica cosas como Pozuelo. Cuando aquellos chavales persiguieron a la policía local en desbandada, no estaban haciendo nada nuevo. Se traían la lección muy bien aprendida de la escuela: los representantes de la autoridad son débiles y unos fracasados. A muchos les chocó que aquello sucediese precisamente en una población con un elevado nivel de renta y calidad de vida. Pero precisamente son los sectores sociales mejor situados los que más expuestos están al declive educativo. Muchos de ellos colocan a sus hijos en colegios privados, pagando a tocateja cada aprobado que obtienen. Los niños consiguen acceder a la universidad y además aprenden una lección muy importante en la vida: no hay ley ni normativa que detenga un fajo de billetes. Son precisamente las localidades con rentas más bajas las que siguen utilizando todavía educación pública, de mayor calidad todavía, porque sencillamente no pueden costearse otra cosa. Allí es más posible que los alumnos encuentren profesores realmente cualificados de quienes aprender el respeto por la autoridad y la convivencia.
Hay otros factores que han perjudicado la educación. El cambio de Plan de Estudios con cada nuevo gobierno indudablemente ha causado desconcierto y desorden. Pero si los que tienen que aplicar el programa de estudios son unos mediocres, ningún plan podría salvar la situación.
Otros han dicho, como Torrente, que "la culpa es de los padres" que no saben hacerse responsables de sus hijos ni educarlos. Esto me parece absurdo. Los padres de hoy en día trabajan los dos de ocho de la mañana a ocho de la tarde. ¿Quién se encarga entonces de educar a los hijos?. Los abuelos, las niñeras (extranjeras) y sobre todo, instituciones como los colegios. De ahí la importancia de que estos últimos funcionen bien. No voy a exonerar de toda culpa a los padres, alguna tendrán, pero lo cierto es que apenas ven a sus hijos, y la culpa de ello la tiene en buena medida nuestro mercado laboral infernal.
Todo el mundo es ahora consciente del declive de nuestro sistema educativo, y muchos proponen ahora ideas para darle remedio. Colocar a los profesores sobre tarimas es tan sólo una de las más absurdas y rídiculas escuchadas hasta ahora. Lo peor de todo, por lo menos aquí en Madrid, es que con el sistema ya implantado de escuelas concertadas se hace muy díficil, sino imposible, dar marcha atrás. Para traer de vuelta a la educación pública a todos los alumnos que están ahora en educación concertada haría falta un vasto programa de construcción de escuelas y contratación masiva de profesorado que, con o sin crisis, la región no puede costearse. Es más, el propio éxito económico - que no educativo - del modelo de educación concertada contribuye a que éste se extienda y reciba cada vez más fondos, en detrimento de la escuela pública.
¿Qué hacer?. No sé. Se hace necesario ante todo un cambio de actitud. Esto me quedo claro tras contarme Floyd lo que su abuela - antigüa maestra - le relató acerca de la Segunda República:
"Cuando llegó la República, lo primero que hicieron fue doblarnos el salario a todos los profesores".
Lo que una medida así implicaba era un cambio en la apreciación, en la estima que había hacía los profesores. El Estado, la sociedad, decían de repente: apreciamos a los responsables de la educación el doble de lo que lo hacía el regimén anterior. Tal vez ese sea el mensaje que haya que transmitir: que la importancia, la responsabilidad imbuida en los maestros es merecedora de respeto. Tal vez de esa manera - y mejorando sus condiciones laborales - consigamos que sean de nuevo las personas más capaces, en lugar de los más inútiles, quienes se sientan atraidos por la enseñanza.
"Devolvería a la enseñanza el uso obligatorio del usted, la tarima, el principio de autoridad, el respeto a la jerarquía, el criterio de excelencia..."
Mi amigo no pudo evitarlo, y espetó un:
"Estos de derechas... es que no atinan ni una".
Y después me comento su experiencia haciendo un CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica) de inglés. Fue bastante deprimente. Los compañeros asistentes al curso eran gente si otra aspiración en la vida más que mantenerse como estaban, eludiendo en le medida de lo posible cualquier responsabilidad por si mismos y por los demás. Lo triste de todo aquello era, me dijo mi amigo, el darse cuenta que era precisamente esa gente la que iba a acabar dando clases a los jovenes en las escuelas. Son gente que, por su forma de ser, hacen que se les pierda cualquier respeto. No importa la altura de las tarimas, ni llamandoles de "usted" ni "excelentísima señoría" ni nada parecido.
Cambiamos de escena y fecha. Nos encontramos en una gran sala en una universidad en Sevilla, en la segunda mitad de los noventa. Es el inicio del curso, y unos quinientos alumnos de Pedagogía están reunidos en la sala para una especie de ceremonia de inauguración del curso. En un momento de sinceridad, el rector pide a los presentes que levanten la mano aquellos que han elegido Pedagogía como primera opción de carrera.
Dos personas, ¡dos de quinientos y pico!, levantan la mano.
El rector solicita ahora que levanten la mano aquellos que han escogido Pedagogía como segunda opción.
Nadie levanta la mano.
Algunos empezaron a levantar la mano cuando se pregunto por la 3ª opción, y la mayoría lo hizo cuando se consulto por la 5ª.
Para un buen puñado de pedagogos formados en ese curso, su carrera se encontraba muy, pero que muy al final de una lista de preferencias e intereses.
La chica que me contó esto fue una de las dos personas que levantaron la mano en primera instancia.
Estoy seguro de que no es nada díficil encontrar más historias semejantes en lo relativo a la formación del profesorado en este país. Esta certeza mía surge al acordarme de algunos de mis más desmotivados e incompetentes compañeros de curso en el Instituto. Terminado el bachillerato, Magisterio, Pedagogía, o alguna Filología eran sus refugios para poder seguir chupando del bote en casa de sus padres y aparentar que estaban haciendo algo.
No les interesaba realmente la materia que se suponía tenían que estudiar. Únicamente sabían que la nota que habían conseguido en Selectividad les daba para eso, y poco más. Y que si no conseguían plaza en una Universidad, no podrían mantenerse en el domicilio paterno sin hacer algo que les horrorizaba: ponerse a currar.
Hace cosa de un años, G. nos visitó desde Francia, donde supero unas oposiciones y se convirtió en profesor de español en un insituto. Dando por sentado que en Francia la situación del profesorado es tan lamentable como en España - porque la juventud está muy mal criada, ¡que se le va a hacer! - le pregunté como era ser profesor ahora mismo. Me dijo que estaba encantado, y que hubiera deseado ser alumno hoy en día más que antes. Antes - me comentaba - había un respeto impuesto a los profesores. Hoy, en cambio, son los profesores los que han de ganarse el respeto de sus alumnos. Eso hacía de su trabajo algo mucho más interesante.
Desde hace unas pocas semanas en la Comunidad de Madrid se ha puesto en marcha una campaña de Respeto y Apoyo a los Profesores. Al ver los carteles no pude evitar preguntarme: ¿son los profesores dignos de respeto?.
Antes de continuar, quiero aclarar que no todos los profesores son unos zanganos desmotivados. Hay muchos ellos que realizan su trabajo con convencimiento día a día. Sin embargo, mucho me temo que estos "pocos buenos" están empantanados por los negados que, según todos los indicios, han tenido acceso a la actividad docente sin restricción alguna. ¿Cómo ha sucedido algo así?.
No me es posible, por el momento, dar una explicación total a por qué se ha llegado a poner la educación del futuro del país en manos de los menos capaces de mi generación. En la parte que si conozco, el ambiente social en el que me muevo, muchos de estos inútiles no parecían tener alternativa. No entrar en la universidad, hacer un FP y comenzar a trabajar es considerado como un fracaso. Es un fracaso para los padres, y también para muchos de los amigos de estos malos estudiantes. Así que esta gentecilla tiene presión familiar y social para meterse en la universidad a cualquier precio, incluso si ese precio consiste en acabar haciendo algo para lo que realmente no están cualificados y en lo que no tienen auténtico interés. El mercado de trabajo español, con salarios reales decrecientes y condiciones laborales cada vez más crudas, ha desanimado también a muchos de estos jovenes a probar suerte en el sector privado y les ha impulsado a encontrarse una ocupación "segura".
Pero ¿es que no hay filtros que impidan a los más incapaces de nuestra sociedad llegar a puestos de semejante responsabilidad como la educación?. Ciertamente, así es. Y puedo dar fe que esta gente que conocía en el instituto es tan incapaz de superar unas oposiciones como de aprobar los exámenes de Lengua, Matemáticas o Ciencias en el instituto. Sin embargo, siempre hay formas de superar cualquier barrera. No se como será en otras Comunidades Autónomas, pero en el especialmente hiriente caso de la Comunidad de Madrid, que conozco bien, el sistema no sólo ha dejado entrar a los inútiles a dar clases en las escuelas, es que incluso lo ha fomentado.
Cuando Esperanza Aguirre se hizo con el control de la Comunidad de Madrid, al inicio del milenio, se encontró con un tremendo problema en la Educación. El último coletazo del " boom" (sobre todo) y la afluencia de población inmigrante con hijos (menos importante de lo que se ha dicho; la mayor inmigración que ha tenido Madrid ha sido de gente de dentro de la propia España; y yo mismo, que nací en Asturias, soy buen ejemplo de ello) hacían que la cantidad de pequeños hijos de puta que necesitaban una educación en Madrid no dejase de aumentar. Construir más escuelas, contratar profesores con salarios determinados por ley, tras unas oposiciones que había que organizar y costear...el presupuesto en Educación se disparaba.
Es entonces cuando Esperanza Aguirre, o más seguramente el consejero de Educación de turno, dió con una solución que proveía de Educación a las masas, al tiempo que permitía economizar prespuesto que se dedicase a otras cosillas más vitales (por lo menos electoralmente). La solución era ofrecer a escuelas privadas la matriculación de niños demandantes de educación pública. A cambio la escuela privada recibía un importe fijo anual por alumno. Limitando el gasto por alumno de la Comunidad de Madrid, fue posible colocar a las masas crecientes de críos pagando sólo un "alquiler" anual, sin tener que incurrir en costosisímos gastos de inversión como la construcción de edificios de escuelas, la adquisición de equipos, etc. ¿Para qué hacer todo eso si lo puedes comprar ya hecho?. Había nacido "la escuela concertada". "Espe" pudó respirar tranquila, y apuesto a que el consejero de Educación que montó el tinglado está ahora colocado en el sector privado, cobrando un pastizal en reconocimiento a su buena gestión.
Ahora los alumnos estaban en manos de escuelas privadas. Estas no son otra cosa que empresas privadas dedicadas a prestar servicios de educación. Como todo el mundo bien sabe, el objeto primordial de toda empresa privada es obtener beneficios. Los gestores de las escuelas privadas tenían por un lado el importe fijo que percibían de la Comunidad, y por el otro los gastos en los que tenían que incurrir para proveer del servicio de educación por alumno. La diferencia entre lo primero y lo segundo (si este es menor) es 100% beneficios. Beneficios legales, y legítimos moralmente desde el punto de vista del capitalismo. Así que lo lógico es que las escuelas concertadas se dedicasen a racanear en la medida de lo posible el gasto por alumno. Si la Consejería de Educación hubiera hecho el racaneo ella misma, se hubiera desatado una tormenta política, pero como lo hicieron empresas privadas en cuya gestión el Estado ha de inmiscuirse lo mínimo, el racaneo pasa inadvertido.
El que este leyendo esto, ha de ponerse ahora en el lugar del gestor de la escuela concertada. La labor está clara: recortar gastos a tope. ¿Cómo hacerlo?. En primer lugar las instalaciones han de ser lo más cutres posible. Los materiales de estudio: baratos, malos, y de 2ª ó 3ª mano. Pero nos queda otra partida de gasto: los profesores. ¿A quién pillar?. ¿A los profesionales capacitados y motivados, que se pirarán si no satisfago sus demandas salariales?. No. Pillo a los pringados e inútiles que jamás en su puta vida van a conseguir superar una oposición, y que hicieron la carrera de Magisterio(o la que sea, ¡cómo que importa mucho la titulación!) por los pelos. Justo la gente a la que puedo imponer condiciones laborales infernales . Le encasqueto muchas clases y muy grandes de manera que con un único pringado estoy dando servicio a más alumnos que en una escuela pública, a menor coste. El resultado se nota en la cuenta de beneficios. La nómina del desgraciado tampoco es muy alta, puesto que no tiene otro sitio a dónde irse. Su estabilidad laboral es proporcional a su disposición a tragar con toda esta mierda. Menos gastos, más beneficios. El gestor de la escuela se mete por la noche en la cama con la tranquilidad que da el trabajo bien hecho.
Como la cuota por alumno es fija, a la escuela concertada le da igual dar un servicio bueno o malo, sólo le conviene dar clase a la mayor cantidad posible de alumnos, al menor coste por alumno. Una escuela puramente privada ha de competir con otras escuelas (privadas, públicas y concertadas) equilibrando la cuota que cobra a los padres con la calidad del servicio que presta. Una escuela concertada ha sido liberada por la conserjería de Educación de esta esclavitud del mercado y puede hacer con los alumnos lo que le sale de los cojones. Como prueba de ello, recientemente las escuelas privadas se unieron a las públicas en Madrid en la protesta por la proliferación creciente de escuelas concertadas, que les hacen una competencia desleal (no he encontrado el enlace del artículo que daba la noticia).
El sistema, en su conjunto, funciona de manera maravillosa e infernal a la vez. Exonerada de gastos de inversión (compra de escuelas y materiales, contratación de profesores) la Comunidad paga una cuota por alumno para librarse de la responsabilidad de su educación y traspasarla a una entidad privada, cuyo principal objeto no es la educación. La escuela concertada se centra en la gestión de recursos, y descarga a su vez la responsabilidad del servicio que da sobre los profesores que ha malcontratado. Estos, como ya hemos visto, han dedicado su vida precisamente a escurrir el bulto y no ser responsables de nada. Tampoco es cuestión de empezar a serlo ahora que pagan una mierda.
El receptor final de todo esto, el alumno, ve como todo el mundo pasa de él (o ella). Le dicen que debe respetar a su profesor, pero este es un pringado que a todas luces intenta hacer lo menos posible. Para tener autoridad, para merecerla, hay que asumir responsabilidades. Cuando esto no se hace, el respeto hacía el representante de la autoridad se desvanece. ¿Quién va a hacer caso a alguien de quien no se puede esperar respaldo si las cosas salen mal?.
Al terminar las clases, la lección que el alumnado ha aprendido es que no hay razones para obedecer a las autoridades, ni a las leyes. No es una rebeldía contra el sistema. Sino la interiorización de un sistema basado en la rebeldía sistemática.
Y eso es lo que explica cosas como Pozuelo. Cuando aquellos chavales persiguieron a la policía local en desbandada, no estaban haciendo nada nuevo. Se traían la lección muy bien aprendida de la escuela: los representantes de la autoridad son débiles y unos fracasados. A muchos les chocó que aquello sucediese precisamente en una población con un elevado nivel de renta y calidad de vida. Pero precisamente son los sectores sociales mejor situados los que más expuestos están al declive educativo. Muchos de ellos colocan a sus hijos en colegios privados, pagando a tocateja cada aprobado que obtienen. Los niños consiguen acceder a la universidad y además aprenden una lección muy importante en la vida: no hay ley ni normativa que detenga un fajo de billetes. Son precisamente las localidades con rentas más bajas las que siguen utilizando todavía educación pública, de mayor calidad todavía, porque sencillamente no pueden costearse otra cosa. Allí es más posible que los alumnos encuentren profesores realmente cualificados de quienes aprender el respeto por la autoridad y la convivencia.
Hay otros factores que han perjudicado la educación. El cambio de Plan de Estudios con cada nuevo gobierno indudablemente ha causado desconcierto y desorden. Pero si los que tienen que aplicar el programa de estudios son unos mediocres, ningún plan podría salvar la situación.
Otros han dicho, como Torrente, que "la culpa es de los padres" que no saben hacerse responsables de sus hijos ni educarlos. Esto me parece absurdo. Los padres de hoy en día trabajan los dos de ocho de la mañana a ocho de la tarde. ¿Quién se encarga entonces de educar a los hijos?. Los abuelos, las niñeras (extranjeras) y sobre todo, instituciones como los colegios. De ahí la importancia de que estos últimos funcionen bien. No voy a exonerar de toda culpa a los padres, alguna tendrán, pero lo cierto es que apenas ven a sus hijos, y la culpa de ello la tiene en buena medida nuestro mercado laboral infernal.
Todo el mundo es ahora consciente del declive de nuestro sistema educativo, y muchos proponen ahora ideas para darle remedio. Colocar a los profesores sobre tarimas es tan sólo una de las más absurdas y rídiculas escuchadas hasta ahora. Lo peor de todo, por lo menos aquí en Madrid, es que con el sistema ya implantado de escuelas concertadas se hace muy díficil, sino imposible, dar marcha atrás. Para traer de vuelta a la educación pública a todos los alumnos que están ahora en educación concertada haría falta un vasto programa de construcción de escuelas y contratación masiva de profesorado que, con o sin crisis, la región no puede costearse. Es más, el propio éxito económico - que no educativo - del modelo de educación concertada contribuye a que éste se extienda y reciba cada vez más fondos, en detrimento de la escuela pública.
¿Qué hacer?. No sé. Se hace necesario ante todo un cambio de actitud. Esto me quedo claro tras contarme Floyd lo que su abuela - antigüa maestra - le relató acerca de la Segunda República:
"Cuando llegó la República, lo primero que hicieron fue doblarnos el salario a todos los profesores".
Lo que una medida así implicaba era un cambio en la apreciación, en la estima que había hacía los profesores. El Estado, la sociedad, decían de repente: apreciamos a los responsables de la educación el doble de lo que lo hacía el regimén anterior. Tal vez ese sea el mensaje que haya que transmitir: que la importancia, la responsabilidad imbuida en los maestros es merecedora de respeto. Tal vez de esa manera - y mejorando sus condiciones laborales - consigamos que sean de nuevo las personas más capaces, en lugar de los más inútiles, quienes se sientan atraidos por la enseñanza.
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