Al campeonato de 2011 Ringard asistió sólo. Al de 2012 le acompañé. Para este año la participación española ascendía a 5 amigos: Ringard, yo, C_M, Rf, y Flojic.
C_M, Rf y yo arribamos dos días antes del campeonato. Visitamos Potsdam dándonos un auténtico palizón de caminar por sus jardines y parques. Por la noche nos encontrábamos en un local berlinés con Sivél y algunos de los participantes en el torneo. La mañana del viernes 20 C_M y yo visitamos el Museo de Pergamo. Esa misma tarde comenzaba el torneo.
Durante la competición hubo un poco de todo. Alegrías, momentos de tensión, alivio, decepciones... y al final del todo, una sorpresa. Una gran sorpresa. Tal como hice el año pasado, pasaré a comentar de manera lo más sucinta posible las partidas que en las que jugué, y ocasionalmente echaré un vistazo al papel de mis compañeros de viaje.
1ª Partida. El Hannoveriano Errante.
La primera partida tuvo comienzo pasadas las 5 de la tarde del viernes 20. Tenía asignado el papel de ruso. Mis aliados eran dos conocidos míos del campeonato anterior. Personas bastante agradables y simpáticas, aunque tuviera dudas acerca de su habilidad. Nuestro enemigo prusiano era llevado por uno de los cuatro participantes suecos de este campeonato quien tiene en su curriculum jueguil haber ganado el campeonato de 2009 y haber escrito una guía de estrategia que podéis encontrar colgada en la BGG.
El campeón optó por la novedosa estrategia de enviar al general hannoveriano nº1 (Ferdinand) contra Suecia. Mis primeras manos con Rusia y Suecia tenían bastante buenas cartas de tréboles, así que mi pieza verdiclara aceptó un enfrentamiento con Hannover. Perdí tras comprobar que Ferdinand estaba equipado con el máximo de 8 tropas, las cuales después se dedicaron a amenazar el punto de reclutamiento sueco y perseguir el tren de suministro de esa misma nacionalidad. Lo menos que puedo decir de esta táctica es que le quita un gran peso de encima al francés.
Con el ruso tenía un tropiezo en el turno 3 ó 4 al dejar un tren de suministro en Waldenberg. Buen sitio para una emboscada si dejas un ejército guardándolo. Pero en lugar de eso envíe el ejército al sur para hacerse con Küstrin. Con esos suministros perdí 2 turnos que luego lamentaría porque la zarina de Rusia terminó en un féretro en el turno 10 u 11. Justo cuando estaba acorralando de verdad al ejército prusiano nº 7 (Dohna). Suecia había abandonado justo el turno anterior.
Comienzo del último turno ruso antes de la muerte de la zarina. |
Como me temía, mis aliados hicieron cualquier cosa menos lucirse. El francés intentó atacar varias veces, pero sólo hacía el final de la partida se le ocurrió hacer una pila. Demasiado tarde. No es que tuviera mucha oposición. Aparte de tener un general hannoveriano de visita por Stralsund, el otro se tiro 5 turnos sin volver al tablero.
El jugador austríaco también respondió a mis expectativas. Tras tirarse 6-8 turnos en quitarse de encima los 2 (!) puntitos de tropas que guarnecían Silesia, se decidió por fin entrar a entrar con una torre triple de 19 puntos contra una prusiana de misma altura y 23 puntos. Lo intentó varias veces con el resultado que se puede esperar: ninguno. Los otros 2 generales y 11 puntos austríacos se mantenían inmóviles, mirando. El jugador sueco se llevó la victoria en el turno 17 con bastante comodidad. Yo me llevé 8 puntos.
Tras escuchar con más cortesía que interés una charla de estrategia de nuestro cordial vencedor, me concentré en la mesa en la que jugaba C_M. La suya fue la partida que más tiempo duró aquella tarde, y la más emocionante. El jugador español había llevado con habilidad las piezas austríacas y había contrarrestado la superioridad prusiana en diamantes y su defensa de Sajonia atacando sus trenes de suministro. Lo consiguió a costa de dejar desprotegidas sus conquistas en Silesia. Y justo cuando el prusiano iba a cambiar Sajonia por Silesia y darle con queso, Suecia abandonaba la guerra y el Ejército Imperial cambiaba de manos y se colocaba a dos movimientos de una victoria.
Partida de C_M. Dos banderas clavadas en el mapa indican lo cerca que el Imperio y Austria están de la victoria. |
Eso obligo al jugador prusiano a mantenerse en Sajonia y luchar con uñas y dientes. Algunas de las jugadas de C_M fueron objeto de cierta controversia porque se arriesgó a que el ejército imperial tuviera una victoria. Yo seguí esta fase de su partida con mucha atención y no puedo decir que mi amigo tuviese un error de bulto. Al final, Prusia ganó de manera bastante merecida y C_M se situó aquella noche como el mejor de los españoles con 9 puntos y pico.
2. Con cartas y a lo loco.
Para la mañana del sábado 21 me tocaba asumir el papel de Prusia. Es el mejor momento de todo el campeonato para asumir la partida con mayor esfuerzo. Y me hizo falta. Entre mis contrincantes el ruso lo llevaba un jugador británico que ya conocía y al que no tenía por muy brillante. El francés lo llevaba otro de los suecos. El jugador austríaco era un alemán participante de otros campeonatos pero que tras la partida me contó que llevaba bastante tiempo sin jugar (este año sólo había hecho 3 partidas).
Mi punto de partida era el habitual. Defensa en Sajonia en diamantes. Defensa contra Rusia en tréboles. Defensa contra el francés en corazones e intentar hacerle el triángulo.
La situación no tardó mucho en irse a tomar por el culo. Austria concentró 21 puntos en Sajonia y me empecé a quedar corto en diamantes a pesar de dejar Magdeburgo sin tropas. El británico demostró que había aprendido cosas en el año que no nos habíamos visto y estuvo realmente a punto de ganar, pero en el momento crítico cometía un error al mover al ejército sueco y logré un par de turnos más que bastaron para que a la zarina le diera un patatús y me dejase tranquilo.
Con la defensa estándar hecha jirones no tuve más remedio que improvisar. Mantuve presencia en Silesia sobre una buena reserva de picas que me ganó tiempo cuando Sajonia cayó. Cedí Magdeburgo y Halberstadt a Francia, pero a cambio los dos ejércitos de Hannover bailaban en la retaguardia gala y la mano de cartas de mi aliado ganaba fondo. En el turno 14-15 Francia también abandonaba la guerra.
Situación tras el abandono de Francia. |
La situación parecía bastante controlada. Pero Suecia aún estuvo a punto de darme un susto por culpa de mi confianza y despiste. En el frente austríaco hubo una serie feroz de locas batallas entre los límites de varios sectores por los cuales cambie mi mano de corazones y de picas por la de diamantes y tréboles del austríaco. Con ello perdí la mayor parte de Silesia que se había mantenido libre hasta entonces, pero recuperaba Radeberg, Liegnitz, y mantenía a distancia otro objetivo al final de la partida, que tuvo lugar en el turno 21. Esto era para mí tanto un record de aguante como la victoria de esta partida.
En conjunto fue una situación bastante caótica, en la que tuve que improvisar bastante e incluso correr contra el reloj, lo cual posiblemente explicase la escapada sueca al final. La sensación durante buena parte de la partida era de caos. ¿A ver qué hago ahora?. Al final me considero tan hábil como afortunado. Si bien en el turno 8 tuve una reducción de subsidios, la zarina se fue de la partida en el momento justo y la rendición de Francia se produjo también algo pronto.
El resto de los españoles no parecía haber hecho tan buen resultado salvo por Rf, que ganaba su partida de esa ronda aunque no tuviera muchos puntos por culpa de la partida del día anterior, en la que sólo se había anotado 5.
3. Carrera hacía el sur.
Tras el estrés de llevar a Prusia por la mañana, jugar con Francia por la tarde parecía un descanso. Tuve el honor de compartir mesa con tres veteranos y pesos pesados. El jugador austríaco era un alemán que había llegado a ser finalista, el jugador ruso era otro alemán que se llegó a hacer con el campeonato y fue "playtester" del juego. Prusia era llevada por el único participante norteamericano del torneo, otro veterano cuya simpatía no estaba reñida con su habilidad.
Como ha sucedido en muchas otras partidas de Friedrich, ésta fue bastante determinada por el abandono ruso en el turno 7. Es mi opinión, porque el jugador americano afirmaba después que lo tenía todo bastante controlado. No me lo parecía así desde mi punto de vista. Defendía Silesia desde picas y tréboles al mismo tiempo que también gastaba tréboles contra Rusia. Su mazo de cartas se reducía a mis ojos de manera peligrosa. Tras la muerte de la zarina el jugador austríaco termino de limpiar Silesia y se dedicó a realizar varios ataques en Sajonia sin suerte hasta el final de la partida.
En mi parte del tablero comenzaba persiguiendo con todas mis tropas al hannoveriano nº2 (Cumberland) hasta liquidarlo por falta de suministro en Sajonia occidental. Tras ello volvía a quedarme atascado en la zona de Minden, dónde Hannover se atrincheraba desde diamantes y me obligaba a atacarle desde corazones. En el momento de la muerte de la zarina controlaba sólo 2 objetivos, y la carta de India salía en el turno siguiente. Me dejé llevar por el pánico o la codicia y cometí un error - entre varios, si lo pienso bien - que permitió a un Cumberland resucitado escapar hacía el sur y continuar mareándome durante toda la partida a cambio de conquistar un objetivo más.
La partida terminó con una merecida victoria prusiana tras 23 turnos. Mis errores me habían llevado a perseguir a Cumberland hasta el mismísimo borde sur del mapa.
Me levantaba de la mesa con 8 puntos y seguía las partidas de mis compañeros. Fue así como me enteré que Rf había vuelto a anotarse una victoria y se colocaba por delante de todos los españoles con 29 puntos. Se retiró pronto a dormir. Con dos victorias en su haber tenía buenas posibilidades de llegar a la final. Tan sólo le quedaba el mayor reto de todos: una partida con Prusia a la mañana siguiente.
4. La debilidad de los números.
A pesar de haberme quedado un buen rato bebiendo y charlando con participantes del torneo en la noche anterior, en la mañana del 22 de septiembre me levanté despejado y de buen humor. Me tocaba jugar con Austria, y con ella tenía buenas posibilidades de anotarme una victoria.
En la mesa tenía a viejos conocidos. Con Francia jugaba un alemán que no se había distinguido en varios campeonatos salvo por su cordialidad y simpatía (lo digo de verdad, es el tío más majo que he conocido en Alemania). Con Rusia jugaba el propio Sivel, y de esta manera ya hacíamos 5 veces las que compartíamos mesa en el espacio de un año. Delante mío, jugando con Prusia, se sentaba uno de los dos participantes holandeses - hermanos los dos - que llevan varios años acudiendo al torneo con resultados cada vez mejores aunque todavía no demasiado buenos.
Mis primeras 10 cartas con Austria eran 5 de picas, una reserva, y 4 cartas muy altas (39 puntos) en tréboles. El Imperio también había robado un 11 de tréboles. Con todo esto metí dos generales y 15 tropas en Löbau, en esa peligrosa esquina donde se unen las fronteras de Sajonia, Silesia y Bohemia y al mismo tiempo se tocan las fronteras de 4 sectores de todos los palos de cartas del juego.
Mi contrincante prusiano unió en ese área 4 generales desde Sajonia y Silesia y me lanzó un ataque de cerco desde corazones. No contaba - y lo entiendo - con mi tremenda potencia en tréboles. Logre romper el cerco y colocarle a su vez en una posición de cerco en corazones (en Rumburg) dónde lograba destruirle 2 generales y 15 tropas.
Tras esta paliza nuestro pobre jugador prusiano quedo bastante desanimado. Yo me tomé la cosa con calma - Austria siempre tiene tiempo - y decidí no forzar demasiado la situación en mi frente para que se pudiese concentrar en mis otros dos aliados que ahora avanzaban a pasos agigantados. No me sirvió para lograr la victoria. El holandés cometía varios errores de bulto - entre ellos el lugar para la batalla final contra Rusia - que precipitaban su caída y el triunfo de Sivel en el turno 10. Completé la partida con 8,13 puntos.
Tras la partida comenté con el holandés la batalla de cerco que tanto le costó en el turno 3 de la partida. Le dije que metí allí mis tropas sin miedo alguno a verlas destruidas porque sabía que con mi fuerte mano de cartas de trébol a lo menos le iba a hacer pagar un precio muy alto en palos (corazones, tréboles, o diamantes) que necesitaba mucho en otras áreas. Él me contesto con cálculos estadísticos y medias de cartas. Parecía no entender que un punto de carta no vale lo mismo en todas las partes del mapa, ni que un punto de tropa tiene un valor diferente según la nación que lo tiene y el momento de la partida. No insistí y lo dejé estar.
Cuando me levante de la mesa me encontré a Rf que me dijo que su partida ya había terminado. Yo dí por sentado que había sufrido una derrota, porque cuando levantaba la mirada hacía su tablero veía una estrategia muy rara y una situación cada vez más insostenible. Me sorprendió agradablemente al decirme que había ganado. ¡Las cartas del destino habían beneficiado al muy suertudo y habían acabado el juego en el turno 14!. Se marchó pronto a echarse en la habitación del hotel antes de la ceremonia de la tarde.
En otra mesa Flojic se batía el cobre como Austria. Me había levantado varias veces durante mi partida y había observado con curiosidad como un ejército prusiano se internaba en Bohemia por el Oeste y avanzaba a través de todo el territorio austríaco para salir en Silesia. En un momento crítico Flojic tenía acorralado al prusiano quien, presa de la desesperación, se metía con 23 tropas en la boca del lobo en el norte de Silesia para defender sus últimos 2 objetivos. Pero entonces el agotamiento (la partida ya duraba 6 horas) se llevaba la mejor parte de Flojic y le hacía cometer un tremendo error que permitió al prusiano escapar de rositas y largarse con la partida. A esta partida se le podía aplicar con toda justicia el término "El Milagro de la Casa de Brandenburgo".
La Final.
A eso de las cuatro y media de la tarde tuvo lugar la ceremonia en la que se anunciaba la clasificación final, se repartían algunos premios, y se anunciaba quienes iban a participar en la final. Aunque yo ya lo esperaba tras saber de su victoria, la participación de Rf en la final no estaba exenta de sorpresa. No en vano, al comenzar la 4ª ronda había como 9 jugadores con más puntos que él.
Mientras Rf se batía en aquella final que terminó con la victoria del jugador prusiano, un alemán que de esta manera repetía como campeón, el resto de los españoles pasamos el tiempo charlando, jugando alguna otra partida los que todavía teníamos ganas, y bebiendo unas cuantas cervezas.
No observé la final de manera muy detenida. No quería entrometerme. Un par de vistazos me dan a pensar que no fue un encuentro reñido. Creo también que en parte ello se debe a Rf, quien no creo que jugase de manera muy efectiva. En un momento dado se levantó de la mesa y se puso a charlar con el norteamericano. Al rato el jugador austríaco - el sueco que había hecho de Francia en mi segunda partida - se le unía en la aparentemente entretenida charla. Era un ambiente muy poco de final, muy poco de encuentro decisivo entre jugadores dedicados. No sabría decir hasta que punto los aliados no tenían nada que hacer contra Prusia, o simplemente pasaban de intentarlo.
A la mañana siguiente nos levantamos, desayunamos, recorrimos la ciudad hasta la Puerta de Brandenburgo, y tras eso marchamos al aeropuerto y retornamos para España.
Tras el estrés de llevar a Prusia por la mañana, jugar con Francia por la tarde parecía un descanso. Tuve el honor de compartir mesa con tres veteranos y pesos pesados. El jugador austríaco era un alemán que había llegado a ser finalista, el jugador ruso era otro alemán que se llegó a hacer con el campeonato y fue "playtester" del juego. Prusia era llevada por el único participante norteamericano del torneo, otro veterano cuya simpatía no estaba reñida con su habilidad.
Como ha sucedido en muchas otras partidas de Friedrich, ésta fue bastante determinada por el abandono ruso en el turno 7. Es mi opinión, porque el jugador americano afirmaba después que lo tenía todo bastante controlado. No me lo parecía así desde mi punto de vista. Defendía Silesia desde picas y tréboles al mismo tiempo que también gastaba tréboles contra Rusia. Su mazo de cartas se reducía a mis ojos de manera peligrosa. Tras la muerte de la zarina el jugador austríaco termino de limpiar Silesia y se dedicó a realizar varios ataques en Sajonia sin suerte hasta el final de la partida.
En mi parte del tablero comenzaba persiguiendo con todas mis tropas al hannoveriano nº2 (Cumberland) hasta liquidarlo por falta de suministro en Sajonia occidental. Tras ello volvía a quedarme atascado en la zona de Minden, dónde Hannover se atrincheraba desde diamantes y me obligaba a atacarle desde corazones. En el momento de la muerte de la zarina controlaba sólo 2 objetivos, y la carta de India salía en el turno siguiente. Me dejé llevar por el pánico o la codicia y cometí un error - entre varios, si lo pienso bien - que permitió a un Cumberland resucitado escapar hacía el sur y continuar mareándome durante toda la partida a cambio de conquistar un objetivo más.
Cumberland ha escapado hacía el sur y Francia ha caído de nuevo en la manida Defensa en Triángulo.Rusia ha abandonado, y Prusia resiste en diamantes tanto en Silesia como en Sajonia. |
Me levantaba de la mesa con 8 puntos y seguía las partidas de mis compañeros. Fue así como me enteré que Rf había vuelto a anotarse una victoria y se colocaba por delante de todos los españoles con 29 puntos. Se retiró pronto a dormir. Con dos victorias en su haber tenía buenas posibilidades de llegar a la final. Tan sólo le quedaba el mayor reto de todos: una partida con Prusia a la mañana siguiente.
4. La debilidad de los números.
A pesar de haberme quedado un buen rato bebiendo y charlando con participantes del torneo en la noche anterior, en la mañana del 22 de septiembre me levanté despejado y de buen humor. Me tocaba jugar con Austria, y con ella tenía buenas posibilidades de anotarme una victoria.
En la mesa tenía a viejos conocidos. Con Francia jugaba un alemán que no se había distinguido en varios campeonatos salvo por su cordialidad y simpatía (lo digo de verdad, es el tío más majo que he conocido en Alemania). Con Rusia jugaba el propio Sivel, y de esta manera ya hacíamos 5 veces las que compartíamos mesa en el espacio de un año. Delante mío, jugando con Prusia, se sentaba uno de los dos participantes holandeses - hermanos los dos - que llevan varios años acudiendo al torneo con resultados cada vez mejores aunque todavía no demasiado buenos.
Mis primeras 10 cartas con Austria eran 5 de picas, una reserva, y 4 cartas muy altas (39 puntos) en tréboles. El Imperio también había robado un 11 de tréboles. Con todo esto metí dos generales y 15 tropas en Löbau, en esa peligrosa esquina donde se unen las fronteras de Sajonia, Silesia y Bohemia y al mismo tiempo se tocan las fronteras de 4 sectores de todos los palos de cartas del juego.
Mi contrincante prusiano unió en ese área 4 generales desde Sajonia y Silesia y me lanzó un ataque de cerco desde corazones. No contaba - y lo entiendo - con mi tremenda potencia en tréboles. Logre romper el cerco y colocarle a su vez en una posición de cerco en corazones (en Rumburg) dónde lograba destruirle 2 generales y 15 tropas.
Tras esta paliza nuestro pobre jugador prusiano quedo bastante desanimado. Yo me tomé la cosa con calma - Austria siempre tiene tiempo - y decidí no forzar demasiado la situación en mi frente para que se pudiese concentrar en mis otros dos aliados que ahora avanzaban a pasos agigantados. No me sirvió para lograr la victoria. El holandés cometía varios errores de bulto - entre ellos el lugar para la batalla final contra Rusia - que precipitaban su caída y el triunfo de Sivel en el turno 10. Completé la partida con 8,13 puntos.
Situación del último turno al final del movimiento ruso. Para defender el último objetivo Prusia ha escogido un espacio atacable desde Picas y desde Corazones. |
Cuando me levante de la mesa me encontré a Rf que me dijo que su partida ya había terminado. Yo dí por sentado que había sufrido una derrota, porque cuando levantaba la mirada hacía su tablero veía una estrategia muy rara y una situación cada vez más insostenible. Me sorprendió agradablemente al decirme que había ganado. ¡Las cartas del destino habían beneficiado al muy suertudo y habían acabado el juego en el turno 14!. Se marchó pronto a echarse en la habitación del hotel antes de la ceremonia de la tarde.
En otra mesa Flojic se batía el cobre como Austria. Me había levantado varias veces durante mi partida y había observado con curiosidad como un ejército prusiano se internaba en Bohemia por el Oeste y avanzaba a través de todo el territorio austríaco para salir en Silesia. En un momento crítico Flojic tenía acorralado al prusiano quien, presa de la desesperación, se metía con 23 tropas en la boca del lobo en el norte de Silesia para defender sus últimos 2 objetivos. Pero entonces el agotamiento (la partida ya duraba 6 horas) se llevaba la mejor parte de Flojic y le hacía cometer un tremendo error que permitió al prusiano escapar de rositas y largarse con la partida. A esta partida se le podía aplicar con toda justicia el término "El Milagro de la Casa de Brandenburgo".
La Final.
A eso de las cuatro y media de la tarde tuvo lugar la ceremonia en la que se anunciaba la clasificación final, se repartían algunos premios, y se anunciaba quienes iban a participar en la final. Aunque yo ya lo esperaba tras saber de su victoria, la participación de Rf en la final no estaba exenta de sorpresa. No en vano, al comenzar la 4ª ronda había como 9 jugadores con más puntos que él.
Mientras Rf se batía en aquella final que terminó con la victoria del jugador prusiano, un alemán que de esta manera repetía como campeón, el resto de los españoles pasamos el tiempo charlando, jugando alguna otra partida los que todavía teníamos ganas, y bebiendo unas cuantas cervezas.
No observé la final de manera muy detenida. No quería entrometerme. Un par de vistazos me dan a pensar que no fue un encuentro reñido. Creo también que en parte ello se debe a Rf, quien no creo que jugase de manera muy efectiva. En un momento dado se levantó de la mesa y se puso a charlar con el norteamericano. Al rato el jugador austríaco - el sueco que había hecho de Francia en mi segunda partida - se le unía en la aparentemente entretenida charla. Era un ambiente muy poco de final, muy poco de encuentro decisivo entre jugadores dedicados. No sabría decir hasta que punto los aliados no tenían nada que hacer contra Prusia, o simplemente pasaban de intentarlo.
A la mañana siguiente nos levantamos, desayunamos, recorrimos la ciudad hasta la Puerta de Brandenburgo, y tras eso marchamos al aeropuerto y retornamos para España.
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