Hace un año hubiera sido difícil imaginarse un resultado de las elecciones municipales y autonómicas de 2015 como el que ha tenido lugar hace dos semanas. La dificultad en imaginarse el escenario actual se incrementa si nos vamos más atrás en el tiempo. Durante mucho tiempo el predominio de dos partidos - el bipartidismo - ha sido la imagen que la política española nos trasladaba cuando nos tomábamos cinco minutos para contemplar su panorama.
Ese predominio estaba fundamentado en la idea del "voto útil" por el cual no votar a uno de los dos partidos principales equivalía a votar al otro. Si querías castigar al PSOE votabas al PP, y viceversa si el que se portaba mal era el PP.
Con nuestro sistema electoral que favorece a los partidos grandes, está idea no estaba exenta de razón. A un nivel nacional que a menudo se veía reproducido en las comunidades y los ayuntamientos, los votos a terceros partidos terminaban subrepresentados por un número bastante pequeño de escaños. Ahora vemos esto de manera negativa, como un menoscabo a la "democracia real". Pero desde las primeras elecciones la falta de representación de los partidos menores era un sacrificio necesario en aras de tener gobiernos "estables y fuertes".
La razón para que el status quo de 3 decenios se haya roto hay que encontrarla en que el predominio bipartidista ha sido empleado no para crear gobiernos estables y fuertes, sino precisamente para debilitar y desestabilizar el ayuntamiento/comunidad/país con abusos de poder que se han traducido en decisiones más o menos catastróficas que todos pagamos para beneficio de unos pocos.
Aunque todavía hay una parte muy importante de los votantes españoles que aparentemente creen en la retórica del bipartidismo y de la estabilidad del gobierno, otra parte muy importante del electorado se ha hartado de la misma música de siempre, y aún más cuando no cuadraba para nada con la realidad que tenían ante sus ojos.
Estas personas han votado a partidos más o menos nuevos. La novedad, empero, no está en los partidos a los que han entregado su voto sino la noción de que entregaban su voto de manera más o menos consciente a partidos que sabían que no podrían tener mayorías absolutas. La función de los nuevos partidos no es la formación de gobiernos fuertes con mayorías absolutas que resulten en gobiernos fuertes y estables, sino en la formación de gobiernos de coalición en los que cada partido coaligado fiscalice lo que hacen sus socios.
Lo que ha cambiado en la forma de pensar de muchos españoles - más que una cuestión de ideología - es la idea que un gobierno en mayoría tiene un coste demasiado elevado en estabilidad a través de los abusos que dicha mayoría permite.
Aún es pronto para saber si el nuevo concepto de política de los votantes españoles es mejor que el bipartidismo que reemplaza, lo único seguro es que al menos lo parece. Tampoco se puede saber ahora cuanto tiempo permanecerá esta situación con 4 partidos de presencia relevante.
El poder no sólo corrompe, sino que también desgasta. Ahora que los 2 nuevos partidos - Podemos y Ciudadanos - van a formar coaliciones y/o gobiernos, ha llegado para ellos la prueba final que determinará su durabilidad. Dependen de su resistencia a la corrupción y el desgaste que el poder invariablemente produce cuando entras en un gobierno y algo termina saliendo mal, lo cual sucede siempre por muy bueno que sea el gobernante. Nadie es perfecto.
Podemos parece haber sido una creación pactada entre activistas varios y miembros de partidos de izquierda de toda la vida que han tomado las riendas de esas agrupaciones de activistas y voluntarios. Su mayor fuerza reside en la gran cantidad de descontentos y desamparados del régimen - seguimos teniendo 5 millones de parados, y no parece que a corto plazo vaya a reducirse su número -.
Debilidades tienen varias. Por un lado, y al menos a nivel local, sus programas han sido constituidos como una "lista de la compra" consensuada entre diferentes agrupaciones, lo que a menudo quiere decir que carecen de coherencia interna. Algunas de las propuestas se tendrán que dejar caer de manera inmediata. Lo que necesita Podemos para no desgastarse demasiado por está vía es conseguir sacar adelante "iniciativas estratégicas" (la idea la he sacado de este libro) que tienen un impacto máximo a través de una intervención y gasto mínimos, al tiempo que encauzan la discusión sobre las mismas en términos más favorables a su aprobación.
En la derecha estas iniciativas están muy consolidadas. Un ejemplo de las mismas eran las reducciones de impuestos que se estaban anunciando a diestro y siniestro durante la campaña electoral reciente. Esperanza Aguirre, por ejemplo, prometía recortar un 50% del IBI. Lo que nunca dicen es como se va a cubrir el déficit resultante. Esto es porque la forma de corregir el desajuste por el recorte de ingresos es la reducción de servicios sociales de diversa índole, lo cual es el objetivo final de la medida. Para la derecha lo mejor de las propuestas de reducción de impuestos es que consiguen que incluso los candidatos de izquierda terminen haciéndolas para intentar ganar las elecciones, y que una vez hechas las reducciones de impuestos es muy difícil anularlas porque nadie se atreve a pagar el precio político que ello conlleva.
Así que para sobrevivir a los siguientes cuatro años Podemos tiene que lograr tener un impacto real y positivo en las vidas de muchos de sus votantes con medidas sociales efectivas, y no los proyectos de chichinabo que tanto han servido para caricaturizar a la izquierda. La campaña mediática que augura un horizonte de campos ardiendo y ahorcados en las encrucijadas está más destinada a aquellos que no votan a Podemos, que a los mismos podemistas. Estos esperan cambios efectivos en sus vidas. Si no los ven, acabarán desencantados.
Victoria electoral de Podemos. |
El ascenso de Ciudadanos ha sido el más reciente y por ello el más difícil de explicar para mí. ¿Por qué ellos y no UPyD?. La única explicación que puedo hallar es en su forma de hacer las cosas. Explicar un programa político de manera razonada y detallada con gráficos y diagramas es una novedad en este país. Casi nadie se toma la molestia porque se asume que aburrir a tus votantes con una exposición tan detallada es menos efectivo que las proclamaciones y las soflamas ideológicas, que es lo que hace un partido político normal. Tal vez sea que el cansancio de tanta ideología lo que ha llevado a un grupo nada pequeño de votantes a convertirse en el nicho de votantes para esta forma diferente de hacer política, y con ello a una forma diferente de hacer las cosas.
Mientras que Podemos reivindica una redistribución de rentas y costes de la crisis, Ciudadanos propone una mejora en la gestión de los recursos públicos. Su fortaleza presente y futura reside en la capacidad de PP y PSOE de seguir gestionando mal esos recursos. Entre sus debilidades la principal tal vez sea su rápido crecimiento en los últimos meses. Mientras que Podemos ha tenido más tiempo y una base de activistas, voluntarios y militantes más cuerdos o más chalados con la que alimentar la expansión de sus listas. Ciudadanos ha contado con sólo unos meses y - careciendo de cuerpo ideológico - habrá tenido que aceptar en sus listas a gente de lo más variopinto, algunos de los cuales incluso pueden ser poco fiables.
Como partido que no ha manifestado una intención explícita de gobernar, para sobrevivir Ciudadanos tiene que hacer valer los pactos que vaya a concertar para formar gobiernos a cambio de medidas que se traduzcan en una alteración sustancial de la forma de hacer las cosas. Son las iniciativas estratégicas de antes, sólo que con otro nombre. Para PP y PSOE esto es especialmente peliagudo, porque aunque siempre se han mostrado dispuestos a aprobar medidas concretas para satisfacer algún socio menor en una coalición, siempre han determinado la forma de gestión de las mismas y de todo lo demás, y con ello el poder real de qué se hacía y cuándo. Si Ciudadanos vende su apoyo a cambio de medidas más o menos irrelevantes se verá identificado con su socio de gobierno y de aquí a cuatro años verá esfumarse la reserva de votos que han obtenido ahora.
Más arriba decía que el poder desgasta. Lo que más desgasta al PSOE a nivel nacional es el poder que detenta a nivel regional en su último bastión: Andalucía. Tras perder millón y medio de votos en las elecciones de 2011 de esa comunidad uno podría pensar que habrían aprendido la lección y comenzarían a hacer las cosas de forma diferente. Pero no. En los últimos 4 años hemos visto como continuaba la pantomima de la corrupción y los burdos intentos de taparla en una región de España que tiene las tasas de desempleo más elevadas del país y que, tras decenios de trasvases de ayudas desde otras regiones y desde la Unión Europea aún sigue siendo relativamente subdesarrollada. El peso que el PSOE de Andalucía tiene en el partido a nivel nacional es malo para éste fuera de allí. Si los andaluces quieren seguir apoyando ese modelo de gobierno. Bien para ellos. Pero no creo que despierte pasiones en el resto del país.
Las buenas noticias para el PSOE son que parece haber detenido su caída y que todavía se mantiene como segunda fuerza en muchos parlamentos regionales y ayuntamientos. Los pactos con Podemos pueden facilitarles un lavado de cara. La entrada de podemistas en cargos ejecutivos en ayuntamientos y comunidades puede desgastarles políticamente en los cuatro años siguientes. Si esto es así, en torno a 2019 podemos asistir a un resurgir del PSOE. No es un panorama que me entusiasme, a la luz de su recorrido hasta ahora. En el PSOE son buenos a la hora de señalar problemas y fallos con los gobiernos de derecha, pero cuando finalmente llegan al gobierno resulta ser que por esta razón o por aquella no pueden cambiar nada de lo que antes estaba mal. No sé vosotros, pero yo, si quisiera que no cambiase nada votaría a los conservadores.
Hablando de los cuales. El tortazo que el PSOE se comió en 2011 la ha recibido ahora el PP en estas elecciones de 2015. Una vez más, el poder desgasta, y la caída se achaca a las medidas impopulares que el gobierno ha llevado a cabo durante la crisis. Pero eso sólo explica parte de la historia. En las comunidades dónde han estallado los casos de corrupción más sonoros - Baleares, Valencia, y Madrid - la pérdida en porcentaje de votos del PP ha sido el doble que en el resto.
A pesar de la debacle, es muy pronto para que las hordas bolivarianas canten victoria. Tal como alardeaban los líderes del PP, su partido continua siendo la fuerza más votada en la mayoría de ayuntamientos y regiones. Aún mantienen escaños y concejales con los que formar coaliciones y mantenerse en el gobierno. Lo más importante para el líder del PP Mariano Rajoy es que con las derrotas a nivel local se ha librado de algunos disidentes de su partido que han fracasado en las mismas. Naturalmente estoy hablando en particular de Esperanza Aguirre, ahora también conocida como la niña poseída de El Exorcista.
No hay mal que por bien no venga |
Otros motivos varios por los cuales la derrota del PP no ha sido tan seria como parece pueden hallarse muy bien explicados en este artículo.
Aparte de los cuales, la estrategia de Mariano de esperar a ver que pasa es la más acertada. Lanzarse a correr angustiados e intentar llevar a cabo un cambio de liderazgo de aquí a las generales transmitiría una sensación de fragilidad y división interna que socavaría las bases de votantes que, de la manera tradicional, ven el PP como el emblema del gobierno estable y fuerte que he mencionado al comienzo de esta entrada y que se preside el altar de la política española desde 1978, e incluso antes.
Si hay algo en lo que tengo confianza es en la capacidad de Mariano de capear el temporal. En peores plazas ha toreado el hombre. No en vano perdió dos elecciones consecutivas frente a un Zapatero que tampoco es que fuese el colmo del liderazgo, y a pesar de eso ahí sigue. Si en algo puedo definir la política del PP en estos últimos 4 años es "esperar a ver que pasa, y entre tanto hacer lo menos posible".
La cuenta casi le está saliendo. Lo peor de la crisis económica ya pasó, porque en algún momento se acaban. El incremento de gasto público de cara a las elecciones ha estimulado el crecimiento de la economía, a pesar del monstruoso crecimiento de deuda que nos ocultan y de las protestas que ello ha generado en la Unión Europea, lo que también se ha velado. Y ahora el Banco Central Europeo tiene iniciado un programa de compra de deuda que tal vez (y sólo tal vez) le podrían sacar las castañas del fuego a cualquier gobierno que haya de aquí a 2020. Nada es mérito suyo, pero Rajoy igualmente se ha apresurado a ponerse las medallas.
También hay nubarrones en el horizonte que pueden enturbiar las cosas. La salida de Grecia del euro parece inminente. La alternativa parece ser darle un triunfo a Syriza. Lo primero desestabilizaría la moneda única europea dado que al darse un precedente de salida de un país de la moneda única, ya no habría tabus para expulsar a otros países como solución a los problemas generados por los flujos de capitales dentro del área del euro. Lo segundo podría fomentar el crecimiento de partidos similares a Syriza en otros países de la Unión Europea - entre ellos España - con cambios sustanciales en la política europea que no me atrevo a vaticinar.
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