lunes, 30 de junio de 2014

Historia de Tres Guerras (V)

GUERRA SUBMARINA SIN RESTRICCIONES

Una última oportunidad para la paz.

Una combinación de factores propició la iniciativa germana para la paz a finales de 1916. En primer lugar destaca el fracaso de la ofensiva de Verdún y de la salida fallida de la Hochseeflotte en mayo de ese año. Una resolución honrosa del conflicto por las armas parecía así vetada a los alemanes. Por otro lado, la ofensiva aliada en Somme también había resultado en un estrepitoso fracaso, a lo que hay que sumar en el Este la contención de la ofensiva de Brusilov con graves bajas tanto para las Potencias Centrales como Rusia, y la debacle de Rumania tras entrar en la guerra del lado de los aliados. De hecho, la pareja de militares que comandaba ahora el ejército - Hindenburg y Ludendorff - no dieron el visto bueno a las iniciativas de paz hasta la conclusión satisfactoria de la campaña rumana. Se pensaba que los reveses de los aliados los harían más receptivos a una propuesta de negociación. Esta era una sensación que se pensaba se reforzaría por los crecientes éxitos de los U-Boote.

El presidente norteamericano Woodrow Wilson se había mostrado anteriormente dispuesto a convertirse en interlocutor de un propuesta de paz de las Potencias Centrales. Sin embargo, inicialmente había que esperar a la conclusión de las elecciones presidenciales de 1916 a comienzos de noviembre. Incluso cuando éstas resultaron en la reelección de Wilson, el gabinete del presidente se encontraba dividido sobre la conveniencia de presentarse como intermediario de los alemanes ante los Aliados. La presión de miembros anti-germanos en el gabinete causo más demoras.

El tiempo también apremiaba a Bethmann-Hollweg, el canciller alemán, quien llevaba dos años conteniendo a los militares para que no diesen otra vuelta de tuerca y empujasen a su país a una vía de no retorno con medidas bélicas cada vez más extremas. Fue por eso por lo que el 12 de diciembre de 1916 hizo pública una oferta para la apertura de negociaciones para un acuerdo de paz. El presidente americano Wilson, por su parte, dio su apoyo a esta iniciativa el 18 de diciembre. 

La respuesta de los Aliados osciló entre la indiferencia y un rechazo teñido con cierta sorna dirigida más que nada la propia población con intenciones propagandísticas. Lo cierto es que terminar la guerra con un acuerdo que mantuviese el status quo anterior a la guerra no fue nunca una opción para Francia y Reino Unido. Estos países no habían ido a la guerra realmente ni por Serbia ni por Bélgica, sino con la intención de acabar con la capacidad germana para intervenir en los asuntos mundiales como potencia. Al mismo tiempo, a estas alturas la guerra ya había generado elevadísimos niveles de endeudamiento con los Estados Unidos, y los Aliados veían en la derrota de Alemania la manera de conseguir que ésta se hiciese cargo de esta deuda por la vía del pago de reparaciones.

Finis Germaniae

El rechazo aliado a la propuesta de negociación genero en Alemania un cierto "efecto rebote". Si bien la oferta de Bethmann-Hollweg había gozado de amplio apoyo - incluso el respaldo público del Kaiser - su rechazo empujó a muchos políticos y militares germanos al extremo opuesto, apoyando ahora a quienes veían la solución en el recrudecimiento de la guerra. La hambruna de la población civil, que con la llegada del tercer invierno de la guerra se hacía más aguda, y las crecientes protestas y huelgas que generaba apremiaban cada vez más.

En este agitado ambiente el memorado "La economía inglesa y la guerra submarina" logró amplia distribución en los círculos de la cúpula militar y política germana, llegando a ser leído incluso por el Kaiser. Elaborado por un grupo de expertos civiles con simpatías nacionalistas al servicio del Estado Mayor de la Marina, el informe concluía que concluía que el Reino Unidos se vería forzado a capitular al cabo de 5 meses si sufría pérdidas mensuales de 600.000 toneladas en su marina mercante.

Ya a comienzos de 1915 y 1916 expertos civiles habían emitido su opinión a favor de la ofensiva submarina contra el tráfico mercante británico. Pero esta vez sus opiniones contaban con el respaldo de datos sobre la cuantía de los submarinos que Alemania disponía realmente, y ofrecía una promesa concreta: la derrota de Inglaterra y con ella el fin de la guerra en el oeste en el plazo de cinco meses.

Pero, ¿se podía lograr esta cifra de hundimientos de 600.000 toneladas al mes?. Hasta entonces, la cifra más alta lograda habían sido 334.000 toneladas en octubre 1916. Sin embargo, al Estado Mayor de la Marina si le salían las cuentas... siempre y cuando se eliminasen las últimas limitaciones al arma submarina y se autorizase la guerra submarina sin restricciones. 

Su argumento era el siguiente. La modestia de las cifras logradas hasta entonces estaba causada por las restricciones impuestas a los comandantes de los U-Boote, que tenían que dedicar para cada barco cierto tiempo para la inspección de la carga en el caso de los neutrales, y cerciorarse de que la tripulación podía evacuar el barco y se encontraba segura. En ocasiones incluso se dejaba pasar a algunos buques cuando el estado de la mar no garantizaba la supervivencia de los potenciales náufragos. Además, la prohibición de atacar buques de pasajeros permitía que muchos de estos fuesen utilizados para el transporte de tropas y equipamiento militar justo delante de las mismísimas narices de los alemanes. El razonamiento estaba claro. Si se levantaban todas las restricciones, los comandantes de los submarinos podrían atacar sin previo aviso, sin distinguir entre neutral o enemigo, y sin tener que preocuparse por el bienestar de los supervivientes. Actuar así requería menos tiempo por barco hundido, y así cada sumergible podría hundir más barcos en el mismo período de patrulla. Además, al atacar sin restricciones habría más blancos disponibles.

Había un serio inconveniente. El lanzamiento de la guerra submarina sin restricciones alienaría a los Estados Unidos hasta el punto de empujarlos a la guerra en el bando de los aliados. Nadie se hacía ilusiones acerca del papel decisivo que un país con semejantes recursos humanos y materiales tendría en el resultado de la guerra. Sin embargo, aquí entraban en juego el cálculo del tiempo y las distancias. En enero de 1917 el ejército de los Estados Unidos apenas alcanzaba los 100.000 hombres. Una cantidad insignificante en una guerra en la que luchaban millones. Era previsible que transcurriese tiempo - se estimaba un año - antes de que los americanos pudiesen formar una fuerza de cantidad suficiente como para tener cualquier efecto. Sin embargo, la guerra submarina ya habría resuelto el conflicto en el plazo de 5 meses, con lo que a los "yankees" no les daría tiempo para hacer sentir su potencial en la guerra. E incluso si les daba tiempo, sus refuerzos tendrían que llegar a Europa a través de aguas infestadas de submarinos alemanes que seguramente podrían enviar al fondo del mar a muchos de ellos.

La decisión a favor del levantamiento de toda restricción al arma submarina germana se tomo en una reunión entre dirigentes militares y políticos en el cuartel general alemán, en la localidad de Pless en Silesia, el 9 de enero de 1917. En vano intentó Bethmann-Hollweg oponerse como ya llevaba haciendo durante dos años. Pero toda la serie acumulada de factores que hemos estado viendo hasta ahora habían desgastado su posición, y el fracaso del intento negociador le había puesto la puntilla final. Por si fuera poco, los militares habían preparado cuidadosamente esta reunión, y antes de la misma habían acordado reemplazar a Bethmann-Hollweg como Canciller si se negaba a firmar la orden. Si algo demuestra hasta que punto Alemania se encontraba en manos de los militares, es esta reunión de Pless.

Con resignación el Canciller estampo su firma en la orden que levantaba las restricciones operativas del arma submarina. Un año antes, cuando abogaba por mantener esas restricciones avisaba que la guerra submarina sin restricciones supondría "Finis Germaniae", "el final de Alemania". Ahora, sin más confianza que entonces en las promesas del Estado Mayor Naval, se veía forzado a respaldar públicamente una medida cuyo único resultado cierto era una expansión de la guerra.

Éxitos sin precedentes

El 31 de enero de 1917 se anunció que la ofensiva sin restricciones comenzaría al día siguiente, 1 de febrero. Se declararon unas zonas de bloqueo alrededor de las islas británicas y la costa francesa en las cuales se atacaría "con todos los medios a cualquier tráfico marítimo".

Lo mismo que la Segunda Ofensiva de 1916 nunca se había detenido del todo realmente, de manera que la "Tercera Ofensiva" fue una prolongación de la ofensiva anunciada en invierno de 1916 a la que se habían vuelto a unir los submarinos de la Hochseeflotte, el inicio de la Guerra Submarina sin restricciones fue realmente una prolongación de la Tercera Ofensiva. No hubo interrupción entre una ni otra, tan sólo un "cambio de reglas" con efecto a partir del 1 de febrero de 1917. Mas ya no iban a suceder más interrupciones, ni cambios importantes en las instrucciones a los comandantes hasta el final de la guerra en noviembre de 1918. La Guerra Submarina sin Restricciones había venido para quedarse.

Con febrero de 1917 se inicio un período "mágico" para el arma submarina germana. Ese mes se rozó el medio millón de toneladas hundidas. Dicha barrera psicológica y otra - la de los trecientos barcos hundidos - fueron ampliamente superadas en marzo con 548.000 toneladas y 355 barcos respectivamente. En abril, mientras en los cielos de Flandes las aviaciones germana y británica luchaban su "Bloody April", en el mar los U-Boote alcanzaban la cúspide de sus éxitos con 841.000 toneladas y 458 barcos hundidos.

En tan sólo tres meses de 1917 los U-Boote ya habían hundido un 150% del tonelaje que había sido enviado al fondo del mar en todo 1916. El tonelaje hundido en abril de 1917 representa por si sólo el 7% del total hundido en los 52 meses de la guerra. En todo 1917 se hundió prácticamente la mitad de las casi 12 millones de toneladas de mercantes aliados y neutrales víctimas de la PGM.

Se pueden considerar estas cifras como una reivindicación de la tesis largamente postulada por el Admiralstab de que únicamente con el levantamiento de las restricciones operativas sería posible un triunfo decisivo de los submarinos. No obstante, si se examinan los datos de manera más atenta se puede ver que hubo más factores a tener en cuenta que un cambio de tácticas.

Lo fundamental es que - simple y llanamente - había más submarinos disponibles. Si en enero de 1916 la marina alemana tenía 41 sumergibles disponibles en todos los frentes, una año más tarde esta cifra superaba el centenar. Se contaba además con unidades más poderosas y con mayor alcance, sobre todo en lo que a los UB y UC se refiere.

Esta potencia numérica fue acentuada además por dos medidas concretas. Por un lado se trasladaron unos 6 sumergibles desde el Mar Báltico al Mar del Norte, quedando en el primero sólo dos unidades, una cifra tan baja como no la había habido en esa zona desde junio de 1915. Pero más importante fue la suspensión inmediata y por un período indefinido de todo tipo de trabajo de mantenimiento en los U-Boote y de todos los permisos de sus tripulaciones. La Kaiserliche Marine tenía fijado el objetivo de tumbar a Gran Bretaña en sólo seis meses, y para ello estaba dispuesta a hacer un esfuerzo máximo y concentrado a cualquier precio.

Los Estados Unidos entran en la Guerra.

En el mismo mes en el que dicho esfuerzo cosechaba sus mayores frutos la decisión por la Guerra sin Restricciones obtenía otro resultado bien diferente: la entrada de Estados Unidos en la guerra dentro del bando aliado.

Como ya hemos estado viendo hasta ahora, el principal motivo que el Canciller y la secretaría de exteriores alemanes habían presentado para resistir las demandas de los militares para recrudecer la guerra levantando las restricciones operativas a los submarinos había sido precisamente evitar que los Estados Unidos se uniesen a la Triple Entente, lo que se consideraba que tendría un peso decisivo en la guerra. Las Potencias Centrales ya tenían bastantes problemas para lidiar con sus enemigos que ya tenían, como para que encima se les uniese uniese un país que se estaba convirtiendo en el más poderoso del mundo a pasos agigantados.

El evento desencadenante de la declaración de guerra norteamericana fue el asunto del Telegrama Zimmermann. Tras la decisión por la Guerra Submarina sin Restricciones, el secretario de exteriores alemán Arthur Zimmermann envió un telegrama codificado al embajador germano en México para que hiciera una propuesta a ese país para apoyarles en una posible guerra contra E.E.U.U. por compensaciones territoriales a costa de los "yankees", en caso de ganar la guerra, claro.

Los ingleses no sólo podían descifrar la clave naval alemana, también la diplomática. Cuando interceptaron y descodificaron el mensaje, pensaron que sería buena idea pasárselo a los norteamericanos a ver que pensaban del asunto. Naturalmente, que un país europeo tratase de conspirar, aunque fuese torpemente, con un país vecino en perjuicio suyo les cabreó soberanamente. La opinión pública pedía a gritos la guerra, y eso fue lo que el Congreso votó el 6 de abril de 1917.

Visto con la perspectiva moderna, el incidente del Telegrama Zimmermann revela una tremenda torpeza diplomática por parte de Alemania. Según esta perspectiva fue dicho incidente el motivo para la declaración de guerra. Pero este punto de vista es incompleto y falso. El auténtico motivo para declaración de guerra era la Guerra Submarina sin restricciones, que causó bastante animadversión contra Alemania en los E.E.U.U., y no menos aún en su presidente - Woodrow Wilson - quien apenas mes y medio antes se había presentado voluntariamente ante la comunidad internacional como interlocutor de una propuesta germana de acuerdo de paz. La decisión alemana por el levantamiento de las restricciones le había dejado políticamente "en el aire". El 3 de febrero de 1917 - tres días tras el anuncio de la Guerra sin Restricciones - los Estados Unidos rompían sus relaciones diplomáticas con Alemania. Pocos días más tarde, el gobierno norteamericano daba orden de armar con cañones los buques mercantes de su país. Todo ello mucho antes de que los británicos hiciesen conocido el telegrama.

El envío del mensaje por parte de Zimmermann más que un acto de torpeza fue un "de perdidos, al río" que reconocía que la decisión tomada en cuanto a los submarinos iba a meter a la potencia americana en la guerra pasase lo que pasase. La Guerra Submarina sin Restricciones fue el motivo real de la entrada norteamericana en la PGM. Un motivo que por si sólo no bastaba para - dentro de la democracia estadounidense - unificar a todas las fuerzas del país detrás del esfuerzo bélico. Para ello hacía falta una excusa, un evento particular y publicable en los medios de la época para que la opinión pública fuese de repente consciente de sus propios motivos para entrar en la guerra y el país diese finalmente el paso. Esa excusa al final fue el Telegrama Zimmermann, pero podría haber sido cualquier otra cosa, como la muerte de más ciudadanos norteamericanos en otro inevitable choque entre U-Boote y mercantes americanos, o el fallecimiento del Presidente Woodrow Wilson al atragantarse con un "pretzel".

Lo cierto es que, por su nivel de apoyo a los aliados, los Estados Unidos se encontraban ya bastante involucrados en el conflicto en favor del bando aliado. La inversión financiera estadounidense en los países aliados - sobre todo Reino Unido - era ya de por sí una motivación muy importante para entrar en el conflicto, decidirlo en favor de los acreedores, y comenzar a liquidar deuda antes de que ésta creciese demasiado y los países que habían tomado préstamos se volviesen totalmente insolventes. No cabe duda que este factor propiciaba el apoyo de los círculos financieros a la entrada americana en la guerra, pero no es posible convencer a la población de un país para meterse en la guerra más grande de todos los tiempos solamente para que los banqueros puedan cobrar sus deudas.

Convoyes y otras contramedidas.

Durante los tímidos comienzos de la primera ofensiva submarina en febrero de 1915 las autoridades británicas habían utilizado el arma submarina germana como objeto de mofa. Para finales de 1916 dicha arma había quintuplicado la cantidad de sumergibles operativos y su efectividad causabas pérdidas severas, aunque llevaderas. El inicio de la Guerra sin Restricciones incrementó esas pérdidas hasta niveles insostenibles. La situación llegó a ser tan seria que durante varias semanas ningún buque neutral se atrevió a dirigirse a las Islas Británicas. En el Almirantazgo cundía la alarma.

Esta institución se encontraba a la sazón dirigida por John Jellicoe, el almirante que había dirigido la Home Fleet durante los dos primeros años de la guerra hasta su encuentro en Jutlandia con la Hochseeflotte. Aunque algunos historiadores - en particular Massie en su Castles of Steel - consideran que este almirante salvó a Gran Bretaña al no exponer su flota innecesariamente, lo cierto es que ya en su época existía cierta polémica en torno suya. Para muchos no era lo suficientemente "lanzado" y que por lo general era una persona poco dada a la innovación.
Lord John Jellicoe

Cuando en otoño de 1916 las cifras de hundimientos de mercantes obtenidos por los submarinos alemanes comenzaban a incrementarse, se barajó dentro del Almirantazgo la posibilidad de introducir el sistema de convoyes protegidos.

El convoy protegido es tan viejo como la marina mercante y la piratería que siempre ha predado sobre ella. Ya en la antigüedad se encuentran abundantes menciones a agrupaciones de buques de transporte escoltados por barcos de guerra más ágiles, generalmente transportes de tropas durante guerras. En la historia naval de España, los éxitos tan puntuales como recordados obtenidos por piratas y corsarios contra la Flota del Tesoro que traía a la península metales preciosos desde América no deben desviar la atención del hecho que durante más de doscientos años el sistema de convoyes fue empleado por la Armada Española con un éxito constante.

Sin embargo, John Jellicoe en su papel de Primer Lord del Almirantazgo se resistió a agrupar el tráfico mercante inglés en convoyes. Sus argumentos eran la falta de disciplina de la marina mercante, que dificultaría la navegación en formación, y que al concentrar tantos barcos en una misma agrupación un único submarino alemán podría "darse un festín" atacando de manera indiscriminada hacía la masa de barcos agrupados. Era mejor dejar que los barcos navegasen de manera individual y que los submarinos alemanes dedicasen un cierto esfuerzo y tiempo en hundir cada barco uno por uno. Cabe también añadir que la adopción de un sistema de convoyes implica de manera automática una reducción en la capacidad de carga del 10-15% de la flota involucrada, pues los barcos tienen que aguardar en puerto hasta que todos los componentes del convoy están listos, el trayecto se tiene que hacer a la velocidad del navío más lento del grupo, y es fácil que la llegada súbita de un gran número de barcos sobrecargue la capacidad de estiba de los puertos de llegada. Un obstáculo irresoluble era que la cantidad de buques de escolta de los aliados era insuficiente para proveer de escoltas a los convoyes, y la capacidad de producción de más buques de escolta tenía que competir con la de buques mercantes necesarios para reemplazar las pérdidas.

Dado que la táctica del convoy es tan antigua y de efectividad tan probada, resultó ser una idea difícil de matar con una simple negativa. El creciente éxito de los submarinos germanos a comienzos de 1917 trajo consigo el retorno de la idea de los convoyes al Almirantazgo, esta vez con más respaldos, sobre todo el del Primer Ministro Lloyd George. Este político pasó buena parte de su mandato batallando contra sus propia cúpula militar para que condujesen la guerra de manera un tanto diferente a la que hasta entonces había generado muchas bajas por escasos resultados.

Con este apoyo político y la propia presión de las cada vez más astronómicas cifras de hundimientos Jellicoe termino cediendo y comenzó con algunos convoyes experimentales en mayo de 1917, hasta que el sistema se introdujo de manera más general a partir de agosto de ese año. A ello contribuyó de manera importante la entrada de los Estados Unidos en la guerra. Si bien el ejército de este país era insignificante en relación a los europeos, su marina de guerra era la tercer más numerosa del mundo, y sus buques de escolta se sumaron de manera casi inmediata a los de la Triple Entente haciendo posible la generalización de los convoyes.

En el ámbito defensivo la introducción de los convoyes fue - por razones que veremos más adelante - la medida que por sí misma más contribuyo al declive de los U-Boote del Kaiser. No obstante, al mismo tiempo que los convoyes eran introducidos, otras medidas de índole más ofensiva entraban en vigor o alcanzaban su madurez.

La más importante de estas era la mina acuática. Finalmente en 1917 los ingleses se dieron cuenta de que sus minas eran bastante ineficaces y - según Cristino Castroviejo - solventaron rápidamente su falta copiando el modelo de mina alemán.

Fabricar minas efectivas era tan sólo la mitad de la solución. La otra mitad consistía en desplegarlas, y aquí las fuerzas navales aliadas en su conjunto desplegaron un nivel de actividad y decisión que les había faltado en los dos años y medio anteriores. Se llevó a cabo un intenso programa de minado en los "cuellos de botella" geográficos del Canal de la Mancha y el Estrecho de Otranto, que conectaba el Mar Adriático con el resto del Mediterráneo. En estos puntos neurálgicos se mejoraron - tras varias pruebas y errores - las tácticas de patrulla y bloqueo, y se incorporaron más naves de patrulla y más y mejores medios, como redes antisubmarinas.

Pero de todos las líneas defensivas de minado es inevitable hablar del Gran Barraje del Norte. La mayor operación de minado de la historia tenía como objeto cubrir de estos artefactos explosivos todo el trecho de mar que separa Escocia de Noruega, por el cual tenían que pasar forzosamente los U-Boote una vez que el Canal de la Mancha fue efectivamente bloqueado. Fue ante todo un proyecto norteamericano, que revela la capacidad que dicha nación ya tenía para "pensar a lo grande", que empleó minas específicamente diseñadas para su despliegue en aquellas aguas especialmente complicadas para el minado por su amplitud, sus corrientes, y su profundidad.

Con respecto a los medios empleados en él, los resultados del Gran Barraje del Norte resultaron más bien modestos. Los campos de minas más efectivos y dañinos tanto para los submarinos alemanes como para la Kaiserliche Marine en general los plantó la marina británica ante sus mismas puertas, a poca distancia de los puertos alemanes en el Mar del Norte. Dichos campos de minas se cobraron una mayor cantidad de víctimas entre los sumergibles germanos que cualquier otra operación de minado, y resultaron un estorbo de tanta importancia que ya a finales de 1917 muchos submarinos alemanes se veían obligados a tomar una ruta más larga por los estrechos de Dinamarca para poder entrar en el Mar del Norte.

El despliegue de estos campos frente a las costas alemanas fue posible no sólo por la supremacía naval británica, sino también por el escaso nivel de desarrollo que aún tenía la aviación. Durante la Segunda Guerra Mundial la supremacía naval británica era incluso mayor, pero se atreverían a desplegar vastos campos de minas tan cerca de la costa germana sólo muy al final del conflicto, cuando la Luftwaffe ya era sólo un recuerdo de si misma. Esta falta de madurez del arma aérea se tradujo durante la PGM en que tan sólo 2 hundimientos de U-Boote fuesen atribuibles a aviones, aunque si resultaban útiles como hostigamiento, pues al avistarlos los alemanes se sumergían inmediatamente.

Toda una gama de desarrollos tecnológicos de guerra antisubmarina (ASW, o Anti-Submarine Warfare, en inglés) alcanzaron ahora su madurez y pudieron ser empleados de manera efecttiva. De estos los dos más importantes eran los hidrófonos y las cargas de profundidad.

Los hidrófonos eran micrófonos adaptados a la escucha bajo el agua, medio especialmente apropiado para la transmisión de sonidos. Una peculiaridad de los mismos era que podían ser "enfocados" de manera que se podía determinar desde que dirección un ruido provenía con más fuerza, y con ello tener una idea de la localización de su origen. Las posibilidades de localización se incrementaban si dos barcos con hidrófonos participaban en la tarea, de manera que entre ambos pudieran triangular las diferentes procedencias de sonido. Esta detección por "sonar pasivo" - como se denomina en la jerga naval - no sólo requería de unos micrófonos lo suficientemente desarrollados tecnológicamente, sino también un personal adecuadamente entrenado que supiera distinguir los sonidos causados por un submarino de entre los muchos que podían escucharse debajo del agua. Además, era preciso que el barco que portaba los hidrófonos navegase lentamente o estuviera parado para que las vibraciones del propio casco, las hélices y la maquinaria no interfirieran con la escucha.

Las cargas de profundidad son algo tan simple como una carga explosiva con un detonador activado por presión del agua que se arroja directamente encima del blanco. La carga explosiva era bastante importante, en torno a los 100 kilos, pero eso no evitaba que para causar daños a un submarino tuviera que explotar relativamente cerca del mismo. Como resultado de esta limitación, el hundimiento de un submarino mediante cargas de profundidad era un proceso que podía llevar varias horas y un número bastante grande de cargas lanzadas medio a ciegas sobre una localización aproximada del objetivo, obtenida previamente mediante sonar pasivo. Su efectividad en relación al coste puede que no fuese muy grande, pero era un arma sencilla de construir y que estaba ya disponible antes de que se hubiera podido desarrollar otra más compleja y precisa.

Todas estas armas y tácticas sirvieron para derrotar en defensa o en ataque a los U-Boote. No obstante, incluso en su ausencia es bastante seguro que los submarinistas germanos hubieran fracasado en su intento de doblegar al Reino Unido. La razón para ello se encuentra en el efecto más directo y previsto que el comienzo de la Guerra Submarina sin Restricciones tuvo sobre la Gran Guerra: la entrada de los Estados Unidos en el conflicto.

Los Estados Unidos de América con su crecientemente gigantesco potencial industrial simplemente hicieron saltar por los aires cualquier cálculo previo sobre las toneladas de mercantes que era preciso hundir para triunfar sobre Inglaterra. Al unir los astilleros americanos a los del resto de los aliados, 600.000 toneladas hundidas al mes ya no eran suficientes para alcanzar la victoria, ni mucho menos en seis meses como se habían prometido los militares germanos al tomar su decisión. Es decir, que por muchos barcos que hundiesen los submarinos, ya no les era posible ganar la guerra en el mar. Ya sólo por esto, y aunque se pueden encontrar más razones, cabe calificar la decisión alemana por la Guerra Submarina sin Restricciones como un tremendo error estratégico.

Hacía finales de 1917 su resistencia a introducir los convoyes contribuyo a que Jellicoe abandonase su puesto en el Almirantazgo. Para cuando dejó este cargo, la derrota de los U-Boote y la supervivencia del esfuerzo bélico británicos eran ya evidentes. Ya tan sólo queda relatar su declive final y sacar conclusiones del mismo.

2 comentarios:

  1. Muy buen articulo. Crees q en PoG o en PuoG se han incorporado estos eventos de G submarina total con el mismo criterio y consecuencias? Conoces estos juegos?

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  2. Gracias.

    Conozco únicamente el caso de PoG. En este juego la Ofensiva Submarina está representada por la carta "Uboats Unleashed" de 2 puntos de operaciones, que incrementa en 1 el estado de guerra, resta un RP británico por turno, e impide jugar refuerzos americanos,

    Históricamente, el efecto de la Ofensiva Submarina fue más bien el de un fuerte "puñetazo" inicial, seguido de una sangría levemente decreciente de mercantes aliados hasta el final de la guerra. Y apenas si hubo efectos sobre los refuerzos americanos. Tal vez esto se podría recrear haciendo perder a GB todos los RPs acumulados en el momento de jugar la carta, y mantener el goteo de -1RP.

    Aparte de eso, es esta carta (Uboats Unleashed) la que metió a los americanos en la guerra, y no el Telegrama Zimmermann. Quiero decir, que los americanos dieron el paso definitivo de entrar en la guerra como reacción a una acción alemana - la Ofensiva Submarina - y no tanto por una acción aliada, que sería el equivalente de jugar "El Telegrama Zimmermann".

    Otro tema aparte es si a efectos del juego interesa que la carta de turno represente el efecto "real" de la guerra submarina. Los alemanes lanzaron a sus submarinos porque con ellos esperaban: A) Que Reino Unido abandonase la guerra; B) Impedir la llegada de refuerzos estadounidenses. Ninguna de ambas cosas se cumplió, y a cambió si se produjo la entrada de E.E.U.U. en la guerra. Si los alemanes hubieran sabido de antemano el efecto real de su acción, casi seguramente jamás hubieran optado por la guerra irrestricta. Un jugador tiene ese mismo nivel de información perfecta, y el resultado es que no le interesa para nada jugar "Uboats Unleashed", que permite a los aliados jugar "Convoys" y llevarse un VP por la patilla.

    Esta problemática está muy bien recogida en la página de "Le Banquet des Généraux". Específicamente en este enlace: http://www.banquetdesgeneraux.com/spip.php?page=brout&article138&debut_page=109

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