He de reconocer que el fallecimiento de Adolfo Suárez me afectó profundamente.
No se debió a la gripe que me tenía postrado justo esos días. Eso fue mera coincidencia.
El domingo 23 por la noche me encontraba yo en estado profundamente griposo delante del televisor, esperando aliviar mi estado y pasar el rato viendo alguna de las películas que varios canales suelen retransmitir tras los telediarios. Con el mando a distancia cambie un canal tras otro y mirando el programa. En todos lo mismo. Especial Informativo, Especial Informativo, Especial Informativo. Todos de una duración mínima de 2 horas, prolongándose algunos hasta más allá de la 1 de la madrugada.
¡Mierda!, me dije. Estaba claro que no iba a haber películas esa noche. Bastante fastidiado me fui a a la cama a pasar la gripe.
Antes de que alguno se moleste porque aparentemente he soltado una chanza a costa de la muerte del primer presidente de nuestro régimen democrático, he de puntualizar que la chanza va dirigida hacía nuestros medios de comunicación y su reacción al evento. ¿De verdad hacía falta que el "especial informativo" durase más de tres horas?, y eso un domingo antes de lunes laborable. Ya me imagino las escenas en los puestos de trabajo al día siguiente. "Tienes ojeras, ¿estuviste llorando/en vela por la muerte de Suárez?", "No, estuve viendo el especial informativo sobre él".
El cansancio y la fiebre de la gripe no fueron lo único que me impulsaron a ir a la cama y pasar de tanto especial informativo. Simplemente sabía, lo mismo que muchos de vosotros, la forma y contenido que esos programas iban a contener. Que si Suárez fue un tipo genial, que si nos trajo la democracia, retazos de su vida en familia con su mujer como otro ejemplo modélico, el cáncer de una hija suya, entrevistas con personas que le conocieron salpicadas con anécdotas graciosas, etc. etc. Vamos, lo que se dice un panegírico en toda regla.
Yo no necesitaba informarme acerca de lo estupendo que había sido Suárez. Ya lo sabía de antemano. A mi generación, que vivimos la transición siendo niños que apenas se enteraban de nada, le han martilleado una y otra vez en la cabeza lo modélico de nuestra transición y de las personas que la llevaron cabo. ¿Para qué iba a ver más de lo mismo?.
Hablar de Suárez de manera elogiosa en el momento de su fallecimiento era algo obligado por una parte por la tradición que prohíbe hablar mal de alguien que acaba de fallecer. Nadie va a criticar u objetar nada al panegírico de Suárez porque hacerlo es una falta de respeto con su familia. Que es que el hombre acaba de morirse, ¡joder!.
Yo también me he educado a la española. Comprendo esta tradición de no hablar mal de los recientemente fallecidos y la respeto. Pero aprecio el problema que dicho respeto se prolongue más allá de la fecha del fallecimiento, bloqueando cualquier intento de valorar de manera objetiva la vida del fallecido sometiéndola no sólo a elogios, sino también a críticas.
En el caso de Suárez esto es importante, porque su vida esta fuertemente asociada a ese período mítico de nuestra historia reciente: la transición. No hacer una valoración objetiva de Suárez es una manera de no hacer una valoración objetiva de la transición. Si únicamente aplicamos elogios a uno, lo hacemos también con lo otro, que fue su principal "creación".
Y la cosa va más allá. Porque la interpretación que hacemos de nuestro pasado reciente modela nuestra visión del presente. Si la transición fue "modélica" y ejemplar, el país que ha resultado de ella también tiene que serlo. ¿No?. La conclusión es que en nuestro país no pasa nada malo.
Pero eso no cuadra para nada con lo que está sucediendo ahora. El día antes del fallecimiento de Suárez, miles de personas se manifestaban en Madrid por todo lo que está yendo mal ahora. Las cosas no han ido bien. Eso es una realidad. ¿Qué ha sucedido?.
La discordancia entre la realidad que observo y la que nos retransmiten algunos medios me lleva a cuestionar también esa visión del pasado que nos han retransmitido una y otra vez. ¿No será que parte de nuestros problemas derivan de como se llevó a cabo esa transición?. ¿No será que esa transición no fue tan perfecta como nos dicen ahora?.
Estas preguntas me han llevado estos días a la imagen de Suárez. Comparto la visión que se hace de él como gran persona en lo personal y en lo público, pero aprecio que en la forma de gobierno que nos legó un gran defecto. Necesitaba de gente tan buena como él para mantenerse. Y sencillamente no la ha habido. En su lugar le han sucedido una ristra de personajes que se pueden describir como una gama entre las hienas y los chacales.
Es ahora cuando se echa en falta en nuestra política un sistema de "equilibrios y controles" ( checks and balances, en inglés) por el cual ninguna persona mediocre, o más o menos nefasta pudiese acumular demasiado poder hasta resultar impune. Reconozco que no se gran cosa de la transición, pero no puedo evitar tener la sensación que esos controles y equilibrios de poder o no se instalaron en su momento, o resultaron muy fáciles de levantar posteriormente.
Y yo también pienso que no ha sido buena idea llamar Adolfo Suárez al aeropuerto de Barajas.
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