martes, 11 de marzo de 2014

Una historia de tres guerras (II)

La Primera Ofensiva. Febrero - Septiembre 1915.

Tirpitz abre la boca.

El 21 de noviembre de 1914 el almirante Tirpitz concedió una entrevista a un periodista norteamericano de origen alemán que trabajaba para la United Press. En ella el Secretario de Marina alemán avisaba acerca de la amenaza submarina que se cernía sobre Inglaterra. En un tono nada meridiano dejaba claro que Alemania disponía de plena capacidad para llevar la guerra a la puerta del enemigo y establecer un bloqueo marítimo en las mismas condiciones que el que ejercía el Reino Unido. "Inglaterra quiere matarnos de hambre; nosotros podemos jugar el mismo juego".

Gracias a algunos errores por parte de la oficina de exterior alemana, la entrevista terminó siendo publicada tanto en Alemania como en el extranjero en diciembre. Su mayor efecto tanto a corto como a largo plazo fue el de "sacar el genio de la botella". Las discusiones sobre el uso del arma submarina para establecer un bloqueo contra el Reino Unido ya llevaban produciéndose en el alto mando de la Marina durante todo el otoño. Pero la entrevista sacó la discusión de los despachos del Admiralstab alemán hacía la calle y hacía el Reichstag. Con ello se perdió toda posibilidad de limitar la discusión de la guerra submarina al ámbito de lo razonable, dentro de círculos que disponían de amplia información. En lugar de ello, la guerra submarina se convirtió en un tema público discutido con emoción por personas que tenían un concepto poco informado acerca de los submarinos, comenzando por el número de éstos que se encontraban disponibles.

20 submarinos eran una cifra ridiculamente pequeña para establecer un bloqueo mínimamente serio de las Islas Británicas. Tan sólo este hecho ya justificaba las dudas que el mando naval tenía acerca de emprender este curso de acción. Sin embargo, Tirpitz había dado a entender con una petulancia característica en la entrevista que Alemania disponía de sumergibles más que suficientes como para atenazar de hambre al Reino Unido. Con tal de no revelar su debilidad en este arma, nadie en las fuerzas navales se atrevió a desmentir al Secretario de Marina.

Las declaraciones habían sido imprudentes en aspectos más graves. En la entrevista Tirpitz había revelado que los sumergibles alemanes eran capaces de mantenerse en el mar durante dos semanas, lo que en aquella época resultaba todo un logro. Sus declaraciones también sirvieron para poner a los ingleses sobre aviso de lo que estaba planeando el mando naval alemán, y con ello pudieron preparar contramedidas.

No cabe duda que el Secretario de Marina se extralimitó en sus funciones tanto al conceder la entrevista sin consulta previa, como en el contenido de sus declaraciones. Con ello irritó tanto al Kaiser, como a miembros del gobierno civil y el estamento militar naval, y dio los primeros pasos que llevarían a su destitución año y medio más tarde, eso sí, tras haber presentado varias veces su dimisión como instrumento de presión política.

Sin embargo, y como eterno publicista antes que militar que siempre fue, consiguió darse una inmerecida publicidad como patriota y defensor de los submarinos, el arma a cuya introducción él mismo había supuesto el principal obstáculo.

La decisión.

Convertido en tema de dominio público, la presión política para declarar un bloqueo submarino contra Inglaterra creció a diario, incrementada por la doble constatación de la intensidad del propio bloqueo británico y el agotamiento de las opciones de ganar la guerra mediante una ofensiva terrestre. Así fue como el 4 de febrero de 1915 Alemania anunció la declaración como zona de guerra de las aguas que rodeaban a las islas británicas. Dicha declaración tendría efecto a partir del 18 de febrero.

Esta última fecha se considera el inicio de lo que se ha llamado la Primera Ofensiva Submarina. Cuando uno lee acerca de este período con frecuencia se encuentra que es definido como "guerra submarina sin restricciones". Esta calificación resulta sumamente engañosa y, por supuesto, tiene muy poco que ver con la realidad.

De cara al público alemán la ofensiva se presentaba como una justa represalia al bloqueo ejercido por los británicos. Cortar el suministro de materiales y recursos lo mismo que dicho suministro era cortado a Alemania.

El Estado Mayor Naval, el Gobierno alemán, y el Kaiser conocían perfectamente lo insuficiente de sus propias fuerzas submarinas frente a la tarea de cortar totalmente el suministro a Inglaterra. Lo que esperaban de la fuerza submarina germana era que se convirtiese en un mero elemento de presión más que forzara al Imperio Británico a negociar, sino una paz, si al menos un atenuamiento de bloqueo contra Alemania.

Existía cierta unidad en cuanto a los objetivos a lograr. Mas había notables divergencias entre las ramas civil y militar acerca de como llegar a ellos.

La Marina de Guerra alemana, de apenas 17 años de antigüedad desde que Tirpitz comenzase a hacer de ella una fuerza considerable, tenía como modelo a seguir al Ejército de Tierra, con una antigüedad de 100 años desde las reformas acaecidas al final de las guerras napoleónicas y con tradiciones que se remontaban hacía mucho más atrás. Al comienzo de la PGM el ejército había logrado imponer sus planes de guerra al gobierno civil alemán y controlado con ello la diplomacia exterior del país. El fallo de esos planes no había dañado la reputación de la institución militar, y continuo manejando sus asuntos sin someterse al poder civil.

La Marina Alemana aspiraba a lograr igual grado de independencia. Sin embargo debía su fundación y fuerza a un hombre ajeno a la fuerza y asociado al poder civil: el Kaiser Guillermo II.

Para la Marina la guerra submarina tenía que llevarse a cabo sin restricción alguna. Es decir, había que hundir sin previo aviso todo barco que navegase en las aguas próximas a Gran Bretaña y que había sido declaradas zona de guerra. La falta de aviso era una forma de proteger a los vulnerables submarinos de cualquier contraataque que los mercantes podrían llevar a cabo. Además, el aviso permitiría escapar a los buques más rápidos, a la vez que dificultaba el uso del arma más letal del submarino, el torpedo. Un barco enemigo que avistase al submarino antes de ser hundido también podía dar una señal de alarma que atrayese buques de guerra enemigos a la zona, y provocaría una estampida de los buques mercantes enemigos que tuvieran aquella área en su ruta.

El bloqueo tendría en su punto de mira a todo barco, incluidos los neutrales. Por un lado, ningún bloqueo sería lo suficientemente amenazador si se dejasen circular sin interferencias a los neutrales hacía las costas enemigas. También se esperaba que el hundimiento de unos pocos buques neutrales tuviera efectos disuasorios sobre el resto de las marinas neutrales. El plazo de preaviso de 14 días en la declaración de zona de guerra se esperaba que también tuviera efectos disuasorios. Por otro lado los alemanes sospechaban que los británicos darían ordenes a sus mercantes de enarbolar pabellones neutrales. La captura de unos documentos del Almirantazgo poco después confirmarían esta sospecha.

Las primeras órdenes impartidas a los submarinos no hacían distinción en el trato entre buques neutrales y enemigos. Al mismo tiempo se aseguraba al Kaiser y al Canciller que se tomaría especial cuidado para no hundir mercantes neutrales. Mediante estas jugarretas esperaba el Alto Mando Naval escaparse del control civil como ya lo había hecho el ejército. La treta no dio resultado porque justo en febrero hubo un cambio de mando y el nuevo comandante del Admiralstab, almirante Gustav Bachmann, informó con toda candidez al Gobierno y el Kaiser del contenido preciso de las ordenes, pensando que esto ya había sido discutido por su antecesor.

El disgusto de Guillermo II y del Canciller Bethmann-Hollweg al descubrir la picardía del mando naval fue mayúsculo. Obligaron a introducir cambios en las órdenes que recibieron los comandantes de los submarinos. Se prohibía expresamente el hundimiento sin previo aviso de neutrales. Con estos únicamente se autorizaba el empleo de procedimiento de Presa, según lo recogido en los acuerdos internacionales.

De acuerdo con el procedimiento de Presa, un barco neutral tenía que ser detenido mediante disparos de aviso. Su carga y documentación eran inspeccionados. Si el buque llevaba contrabando, un trozo de presa del navío de guerra interceptador lo abordaba y lo llevaba a un puerto dónde la parte de carga que era contrabando era descargada. Seguía un largo proceso legal regido por Tribunal de Presa que determinaba de manera definitiva si la carga capturada era contrabando o no.

Las modificaciones retrasaron unos días la entrada en vigor de la declaración de zona de guerra e irritaron profundamente a los oficiales de la Marina. Lo cierto es que el submarino era un arma nueva, que había sido concebida para entrar en combate contra las fuerzas navales enemigas, y que ahora se lanzaba en una campaña para la que apenas se habían trazado planes. A pesar de esto, la oficialidad naval tenía más claridad acerca de que no querían injerencias del gobierno, que las tácticas para un uso efectivo de los submarino. Al gobierno, en cambio, no le interesaba realmente los detalles del uso de los submarinos, únicamente quería evitar que aquella guerra se le escapase más de las manos.

El Hundimiento del Lusitania.

Los comienzos de la Primera Ofensiva fueron bastante modestos. El escaso número de los submarinos, la coincidencia de un período de mantenimiento para muchos de ellos, y el mal tiempo resultaron en una cantidad modesta aunque creciente de hundimientos. En febrero sólo 9 mercantes fueron hundidos. En marzo y abril, 27 y 28 respectivamente. Para más desgracia Otto Weddigen, el héroe que había hundido tres cruceros en septiembre de 1914, caía junto con el U-29 al intentar atacar una escuadra de acorazados británicos.

El 1 de mayo de 1915 zarpaba de Nueva York con destino a Inglaterra el trasatlántico británico Lusitania con 1258 pasajeros y 701 tripulantes. Su ruta transcurrió sin eventos durante la mayor parte del viaje, hasta aproximarse al tramo final de su ruta en las aguas al sur de Irlanda.

En dicha zona se encontraba operando el U-20 bajo el mando del Kapitänleutnant Walther Schwieger. Su presencia allí era conocida no sólo porque ya había hundido varios barcos que habían podido dar aviso, sino también porque el Almirantazgo británico podía leer sin problemas los mensajes de radio de la Marina Alemana.
Kapitänleutnant Walther Schwieger

Ya en 1914, al poco de comenzar la guerra, un barco de guerra alemán había sido hundido en el Báltico en aguas de poca profundidad. Los rusos no desperdiciaron la oportunidad y extrajeron varios libros de claves del pecio, de los cuales algunas copias fueron enviadas con prontitud al Almirantazgo británico. Este sacó por un lado el máximo provecho del regalo centralizando todas las operaciones de interceptación radiotelegráfica en la ultrasecreta Room 40 en el propio edificio del Almirantazgo. Por otro lado, tras la guerra la historia siempre ha planteado dudas acerca de la eficacia de algunos de los oficiales que dirigían el departamento. En más de una ocasión, y sin motivo aparente, retuvieron información importante sin hacer uso ni dar parte de ella.

El Almirantazgo transmitió varios avisos acerca de la actividad submarina germana al sur de Irlanda. Una cantidad de telegramas han desaparecido. Tras el suceso el Almirantazgo se empeñó en hacer todo lo posible por dar cierta versión de los hechos, y es posible que la desaparición de los mensajes fuera parte de la operación de encubierta. Sea como fuere, varios indicios apuntan a que el 8 de mayo el Lusitania se disponía a desviarse de su ruta habitual y tomar refugio en el puerto de Queenstown, en la costa sur de Irlanda.

El cambio de rumbo no pudo evitar que se cruzase con el U-20 de Schwieger. Antes del ataque éste apenas tuvo tiempo de reconocer más que un barco que navegaba rápidamente (21 nudos) con pabellón inglés. Si a través del pequeño visor del periscopio hubiera reconocido las dimensiones del buque que estaba atacando, no se hubiera conformado con lanzarle un único torpedo.

No hizo falta. A las 14:10 el ingenio submarino impactaba en el enorme transatlántico de 44.000 toneladas. Inmediatamente después, una segunda explosión sacudía la nave. A pesar de su tamaño el barco de pasajeros tardó meramente 18 minutos en desaparecer bajo el agua. La rapidez del hundimiento fue la causa principal para la gran cantidad de muertos: 1.198.

Se han formulado muchas teorías acerca del rápido hundimiento del transatlántico. El Almirantazgo logró imponer la tesis de que el Lusitania había recibido el impacto de dos torpedos en lugar de sólo uno. Tenían bastante interés por ocultar el hecho de que el barco transportaba municiones junto con los pasajeros, además de despejar cualquier duda sobre la intencionalidad perversa del enemigo en la tragedia. Hoy en día la explosión secundaria de municiones ha sido prácticamente descartada, y se han barajado otras tales como una explosión de polvo de carbón o el estallido de una o varias calderas con vapor a presión. Tal vez todo sea tan sencillo como el hecho de que el Lusitania se diseñó en un período de paz, sin contemplar nunca que pudiese recibir un impacto de torpedo.

Tan devastador como fue dicho impacto lo fue la reacción pública e internacional al suceso. Se ha escrito mucho acerca del aviso del Imperio Alemán publicado el día de la partida del Lusitania y recomendando no hacer viaje en buques ingleses. Asimismo se ha hecho hincapie en la legalidad del hundimiento, al constar el transatlántico en el registro de navíos movilizables por el Almirantazgo. A pesar de esto es indudable que la muerte repentina de tantos civiles, mujeres y niños es mala para la propia imagen cuando se es el responsable directo de la misma. Los aliados - y en especial los británicos - no perdieron la oportunidad de hacer propaganda con el suceso.

Lo más preocupante para el gobierno alemán fue la reacción en Estados Unidos. Desde el comienzo del conflicto la república norteamericana había protestado por el bloqueo británico que interrumpía su comercio con Alemania. En la oficina de exteriores alemana (Auswärtiges Amt, AA) había esperanzas para que los norteamericanos presionaran a e intercedieran ante el Reino Unido logrando cualquier cosas desde un alivio del bloqueo hasta una negociación de paz. La antigermanización de la opinión pública norteamericana recibió un brusco impulso. No es cierto que el hundimiento del Lusitania llevase a los E.E.U.U. en la guerra. Para eso aún faltaban dos años. Pero si es cierto que cuando los Estados Unidos entro en la guerra, se recordó al Lusitania y a los 128 norteamericanos que habían muerto en él como una de las justificaciones.

El Kaiser y el canciller Bethmann-Hollweg exigieron de la Marina que se prohibiese de manera explícita el hundimiento de cualquier buque de pasajeros, independientemente de su pabellón. A pesar de todo, aún no estaban dispuestos a renunciar al bloqueo submarino. La ofensiva prosiguió.

Los Q-Ships y el incidente del Baralong

Una de los aspectos más llamativos de la Primera Ofensiva fue el limitado éxito defensivo de las armadas aliadas (británica y francesa) frente a los submarinos. Entre febrero y septiembre de 1915 tan sólo 15 U-boote fueron hundidos por la acción enemiga.

Esto es achacable a varios factores que comentaré más adelante. No obstante, se puede decir de manera general que esta falta de éxito se debía más que nada a la novedad de un arma de desarrollo reciente, que era empleada por vez primera en una guerra y además en un papel que no había sido previsto por ninguno de los dos bandos. Ya antes de la guerra había algún precedente para la detección submarina mediante hidrofonos y algún diseño proyectado para cargas de profundidad. Ahora su desarrollo y fabricación eran desarrollados a toda velocidad, pero estás medidas no alcanzarían su madurez al menos hasta 1916. En este año fue hundido el primer submarino mediante carga de profundidad.

Hasta entonces la Real Marina Británica se encontraba con armas insuficientemente desarrolladas para combatir el nuevo reto germano. Embestir a un submarino sorprendido en la superficie era la táctica más frecuente. Esto no justificaba la inactividad, y mientras se desarrollaban nuevas armas y tácticas se recurrió a la improvisación.

Entre otros medios, se recurrió a cargas explosivas que eran arrastradas por pequeños barcos de guerra. También eran arrastradas redes metálicas, con la idea de "pescar" a los submarinos germanos. Asimismo, se inicio un programa por el cual se convertían barcos pesqueros en patrulleras, y se encargaba la construcción de una gran cantidad de este tipo de barcos provisto de armamento.

El arma antisubmarina improvisada que más tinta ha generado era, sin embargo, el Q-Ship. Consistía básicamente en un buque mercante adquirido/requisado por la marina de guerra al que se le dotaba de un armamento camuflado. Los barcos elegidos solían tener bastante poco tonelaje y navegaban con pabellones neutrales, preferentemente de Estados Unidos. La idea era que el submarino alemán al ver el barco se aproximará hacía el desde la superficie con la intención de inspeccionarlo, y porque por su tamaño no valía la pena de gastar uno de los escasos torpedos (recordar que cada submarino alemán portaba como máximo 6 torpedos). Una vez estuviera lo suficientemente cerca del Q-Ship, éste desplegaría repentinamente todo
su armamento y hundiría al sorprendido germano mediante un huracán de disparos.

Los Q-Ships lograron su mayor efectividad en 1915, durante esta ofensiva, cuando hundieron 6 submarinos. 2 de ellos en colaboración con otros navíos. Una vez pasado el efecto sorpresa los comandantes de U-Boote se volvieron más y más precavidos y los hundimientos de sumergibles se fueron reduciendo hasta que en 1918 los Q-Ships no se anotaron ningún éxito, salvo dañar algún sumergible. A pesar de esto el Almirantazgo continuó armando buques-trampa hasta el final. Unos 200 barcos se emplearían de esta manera durante toda la guerra, y pasado 1915 los resultados difícilmente justifican estos esfuerzos.

Rodeados de secretismo, a bordo de los Q-Ships no se seguía la disciplina militar tradicional para no estropear el "camuflaje" civil del barco. En alta mar se cambiaba varias veces la apariencia del barco cambiando la pintura, los aparejos, o algunos elementos de la cubierta. Los encuentros con un submarino alemán estaban cargados de tensión, porque el barco-trampa a menudo estaba sólo, y lo mismo podía ser hundido en el encuentro que ver como se escapaba su presa. La informalidad a bordo y el peligro otorgan cierto aire de aventura a las singladuras de estos navíos, lo que constituye buen material para los libros. De entre todos destaca el comandante Gordon Campbell, quien llego a hundir 3 submarinos y cuyas peripecias parecen sacadas del guión de  una película.

Uno de los encuentros con buques-trampa de 1915 destaca por su crueldad. El 19 de agosto el submarino U-27 había detenido al vapor norteamericano "Nicosian", cargado de mulas para los ejércitos aliados. Había permitido a la tripulación abandonar el barco en botes y se encontraba cañoneando su objetivo cuando se acerco otro barco con insignia americana que anunciaba mediante señales que se disponía a recoger a los náufragos.
HMS Baralong

En realidad era en buque-trampa "Baralong". Al acercarse a los botes pasó por detrás del "Nicosian" y aprovechó que estaba oculto del U-27 para desplegar su armamento. Cuando quedó de nuevo descubierto disparó a discreción sobre el submarino que encajó 34 impactos y se hundió rápidamente. Quedaban nadando sobre el agua 11 marineros alemanes indefensos. Desde el Baralong se continuó disparando sobre ellos, y cuando 4 lograron refugiarse a bordo del "Nicosian" se envió un bote con una partida armada que los persiguió sin piedad por todo el barco hasta matarlos. De todo esto dieron testimonio los tripulantes del "Nicosian" que, al ser ciudadanos estadounidenses, no pudieron ser acallados por la censura militar británica.

Este incidente causo cierto revuelo internacional, esta vez perjudicial para la imagen de Gran Bretaña aunque no tan grande como en el caso del Lusitania. Refleja también hasta que punto se estaba encarnizando la guerra en el mar. Cuando Otto Weddigen hundió tres cruceros en septiembre de 1914 aprovechó que dos de ellos estaban auxiliando a los náufragos del tercero. El hundimiento del Lusitania en mayo de 1915 había convertido a los tripulantes de submarinos en viles asesinos sin piedad, que merecían un trato acorde con su carácter.

La U-Flotille Flandern.

A pesar de todas las improvisaciones, el arma antisubmarina más efectiva de toda la guerra sería la mina naval de toda la vida. Ingleses y franceses dedicaron bastantes recursos a cerrar el Canal de la Mancha mediante redes y campos de minas. Dos factores dificultaban la tarea. Por un lado estaban las fuertes corrientes marinas de la zona que rompían las redes y los anclajes de las minas. Por otra parte, las minas navales inglesas eran bastante malas.

La barrera de Calais no resultaba en realidad muy efectiva, pero causó algunos problemas a los submarinos que trataban de cruzarla. Tras desaparecer el U-37 el comandante de los submarinos, vicealmirante Bauer, prohibió a sus comandantes subordinados el trayecto del Canal de la Mancha. Ello obligó a los submarinos alemanes a recorrer trayectos más largos por el norte de las islas británicas, lo que reducía su tiempo de patrulla en el área sur - dónde se concentraban las rutas marítimas - y su efectividad.

Pero eso no quiere decir que todos los submarinos alemanes dejasen de cruzar el Canal de la Mancha. Bauer sólo tenía el mando sobre la la 1ª Flotilla de submarinos, basada en Helgoland, frente a Hamburgo, y subordinada al mando de la Hochseeflotte de la cual era parte. Al comienzo de la guerra ésta era la única unidad de submarinos alemana, pero 1915 vería el nacimiento de otros dos mandos de submarinos.

Desde el fracaso de la ofensiva alemana en el Marne en septiembre de 1914 hasta finales de ese mismo año, en el frente occidental ambos bandos habían intentado sobrepasar el flanco del enemigo en lo que se ha conocido como "La Carrera hacía el Mar". Así fue como el frente se fue extendiendo y consolidando desde el sur hacía el norte hasta llegar hasta el mar. Al final de todo los alemanes quedaron en posesión de casi todos los puertos belgas, incluyendo Amberes y Zeebrugge.

Naturalmente, la marina inglesa hizo lo posible por asaltar estos puertos y bombardearlos desde el mar. La marina de guerra alemana en seguida tomo control de esta zona mediante infantería de marina, y la dotó de atrincheramientos, fortificaciones , y baterías de costa que repelieron cualquier ataque hasta el final de la guerra.

Además de la infantería de marina, algunas unidades navales pequeñas - patrulleras, dragaminas, y minadores - fueron también emplazadas en los puertos de Flandes. Como se suele decir, una cosa llevó a la otra y hacía finales de 1914 se decidió situar allí también una flotilla de submarinos.

El tiempo que transcurría desde el encargo de un submarino de flota (los que hemos estado viendo hasta ahora) hasta su entrega era de 18 a 22 meses. Así, sólo existían dos opciones para establecer una base de submarinos en Flandes. Que la flotilla principal de Helgoland cediese unos cuantos de los suyos, o aguardar hasta mediados de 1916 a que hubiera más submarinos disponibles.

Se recurrió a una "tercera vía". Se desarrollaron planos de submarinos que podían ser construidos en muy pocos meses, y podían estar disponibles ya para la primavera de 1915. Estos submarinos, los UB I y UC I, fueron los primeros de una serie de modelos independientes de los submarinos de flota. Lo que más llama la atención de los mismos es su pequeño tamaño. Se puede decir que eran la mínima expresión de un submarino. Lo único que los separaba de los mini-submarinos que durante la Segunda Guerra Mundial se emplearon para atacar al Tirpitz en Noruega era que, al menos, podían desplazarse hasta su área de patrulla por sus propia propulsión.
Dos pequeños UB I

Los UB I tenían dos tubos de torpedos sin recargas. Alcanzaban una velocidad máxima de 6 nudos en superficie y 5 en inmersión. La cota de profundidad máxima era de 50 metros. Las condiciones de habitabilidad de los submarinos de flota nunca fueron muy lujosas, pero en el caso de los UB I dichas condiciones eran aún más penosas para sus 14 tripulantes debido a lo pequeño de este minúsculo sumergible.
Submarino UC I. Los pozos de las minas se encuentran a proa de la torre.

Los UC I eran sumergibles minadores. No portaban torpedos, pero sí unas 12 minas en unos "pozos húmedos". Su velocidad y capacidad de inmersión eran iguales que las del UB I. También estaban tripulados por 14 hombres. Eran algo mayores que los UB I, aunque no para acomodar mejor a los hombres, sino para poder acomodar las minas.

Algunos de estos sumergibles llegaron a Zeebrugge desmontados y por vía ferrea, otros lograron llegar por mar desde Alemania. El 9 de abril zarpaba en patrulla el primer sumergible de la flotilla de Flandes, el UB 4.

Los UC I dieron buenos servicios en su función de minado, logrando sembrar campos allí donde los aliados no se lo esperaban. Las pérdidas y molestias causadas por estos campos de minas justifican en cierta manera los recursos dedicados a la construcción de estos sumergibles. Sin embargo, su pequeño tamaño había obligado a equiparlos con "pozos húmedos" para las minas. Estos eran unos fosos que cruzaban el submarino de arriba hacía abajo. En puerto las minas se cargaban por arriba, y una vez llegado a la zona objetivo se soltaban por abajo. El término "húmedo" quiere decir que estos pozos estaban abiertos al mar pero cerrados al resto del submarino. Ello impedía manipular la mina durante la travesía, para adaptar a las condiciones locales el largo de la cadena que la sujetaba al fondo. También provocaba accidentes, en los cuales el agua de mar causaba el armado de la mina cuando aún estaba en el pozo, y su subsecuente explosión.

El empleo de los UB I fue mucho más problemático. Su escasa velocidad era inferior a la de la mayoría de los mercantes enemigos y neutrales. Sin armamento de cañón su única opción era el ataque en inmersión con torpedos. Los torpedos eran susceptibles de fallar en impacto. Pero lo que complicaba más su fiabilidad era que su trayectoria de disparo tenía que ser calculada "de cabeza" sin más ayuda que una tablas de trigonometría y en base a las observaciones realizadas fugazmente por el periscopio. Los hundimientos logrados por los UB I fueron modestos, en los mejores casos.

Dada la premura de su construcción, muchos de estos sumergibles tuvieron problemas técnicos. En las fuertes corrientes del Canal de la Mancha donde operaban, a menudo no podían avanzar o se veían arrastrados en sentido diferente al que se dirigían. Su propulsión consistía en un único motor diesel, en lugar de dos como los submarinos de flota. Cuando este único motor se averiaba el sumergible se encontraba en serias dificultades, llegando a darse casos en los que la tripulación llegó a armar una vela para impulsar a su averiada nave.

Como aspectos favorables, su pequeño tamaño les permitía navegar muy próximos a la costa. También hacía que la inmersión fuera extraordinariamente rápida, llegando a los 22 segundos en el UB I.

En vista de los resultados, el vicealmirante Schröder - comandante de las fuerzas navales de Flandes - demandó equipar su flotilla con submarinos de flota. Los UB I y UC I fueron un expediente temporal con el que poder cubrir números, pero sus resultados escasamente justificaban los recursos empleados en su construcción. Subsecuentes series de submarinos UB y UC reconocerían implícitamente los problemas de los primeros modelos, al ser diseñados con mayor tamaño, velocidad,  y armamento.

Schröder tampoco dio ordenes prohibiendo el cruce del Canal de la Mancha. Hubiera supuesto una severa restricción a su ya exigua fuerza. Además, los submarinos que habían experimentado dificultades en ese área, y el propio U-37 desaparecido, pertenecían todos la la flotilla principal basada en Alemania. Los pequeños UB y UC o bien no experimentaron semejantes dificultades, o bien reconocían que no tenían más remedio que soportarlas. Así fue como, mientras la fuerza principal de submarinos alemana evitaba el Canal de la Mancha y tomaba una ruta más larga, una fuerza submarina secundaria continuo operando en esa área con problemas ocasionales pero sin demasiado peligro, lo cual hace patente lo realmente efectiva que era la barrera aliada en ese tiempo.

Otro hecho que revela la historia de la creación de la U-Flotille Flandern es la ausencia de un mando centralizado de submarinos como si tendría la marina germana en la SGM. Si bien Bauer era nominalmente "Führer der U-Boote" (Director o Jefe de submarinos), en realidad sólo controlaba la I.Flotille de la cual también era comandante directo en Alemania. El resto de flotillas que ser establecerían, como la de Flandes o la del Mediterráneo, tenían mandos con bastante independencia en como dirigían sus operaciones. Tan sólo una orden "de lo más alto", es decir, del Kaiser mismo, podía imponerse a todas las diferentes flotillas.

Esta estructura de mando, o de falta del mismo, fue uno de los puntos débiles del arma submarina alemana durante la PGM. Complicaba la coordinación en la consecución de un objetivo conjunto decisivo en la guerra. En el campo clave de la inteligencia militar había trabas para que las diferentes flotillas intercambiasen información entre sí. Los alemanes habían logrado también descifrar las claves navales británicas, pero cada base tenía su propio equipo de descifrado y hasta muy tarde en la guerra los alemanes no emprendieron la tarea de centralizar toda la información y su distribución a los diferentes mandos. Además, en lo que a recursos como piezas, municiones, combustible, y personal técnico especializado se refiere, cada flotilla veía a las demás como competidores y así se dificultaba una distribución de los recursos basada en un plan centralizado con objetivos claramente marcados.

Auge de la Primera Ofensiva.

Durante el mismo mes en el que fue hundido el Lusitania, mayo de 1915, fue cuando finalmente la ofensiva submarina comenzó a arrancar tras su tímido comienzo. En ese mes la cifra de hundimientos pasó de los 28 mercantes de abril a los 55, y el tonelaje se incrementaba desde los 36.000 hasta los 126.000.

No fue un resultado aislado, en los meses subsiguientes los éxitos de los submarinos alemanes se incrementaron en el número de mercantes hundidos. 108 en junio, 91 en julio, y 112 en agosto. El tonelaje total descendía hasta 111.000 en junio, y 100.000 en julio, pero en agosto despegaba de nuevo hasta las 185.000 toneladas hundidas.

¿Cómo se explica este incremento frente a los magros resultados iniciales?. La mejoría del tiempo en primavera y verano es sin duda un factor relevante, en tanto que tenemos que recordar que los sumergibles operaban casi todo el tiempo en superficie y veían su efectividad muy reducida por las tormentas y el oleaje.

Otro hecho relevante es que, simplemente, había más submarinos disponibles. Esto no sólo se debía a la ineficacia de las medidas antisubmarinas de los aliados sino al hecho de que los alemanes comenzaron a construir más submarinos. A lo largo de todo 1915 botaron unos 52, que más que compensaron las 19 pérdidas sufridas en ese mismo período. En el lado negativo, 37 de estas nuevas unidades eran UBs y UCs de limitadas capacidades que ya hemos comentado. En el lado positivo, los 15 submarinos de flota que se botaron en este período eran todos modelos avanzados que reemplazaban a las viejas unidades de petróleo y algunos llegaron a tener largas y fructíferas carreras, como es el caso de los "treintas" (U-30 al U-39). Así fue como la 1ª Flotilla - la principal unidad en la ofensiva - vio incrementada su fuerza desde los 20 hasta los 25 sumergibles, y pudo mantener una media de 5-7 unidades de manera permanente en los accesos marítimos a Gran Bretaña.

Pero el factor más importante tal vez fuera el más ignorado. El desarrollo de tácticas adecuadas para la guerra submarina contra el tráfico mercante. A la hora de comprender estás tácticas tenemos que recordar las órdenes bajo las cuales los comandantes de submarinos zarpaban en cada patrulla. Tenían como objetivo la marina mercante enemiga, y al mismo tiempo debían evitar atacar mercantes neutrales a menos que portasen contrabando. Más adelante se añadió la prohibición expresa de atacar buques de pasajeros, incluidos los enemigos. Junto con todo esto, se esperaba que los comandantes no arriesgasen sus naves innecesariamente.

Este conjunto de órdenes resultaba algo contradictorio. Antes de disparar contra un barco había que determinar si era neutral o enemigo, y había que estar 100% seguro si no se quería provocar un incidente internacional. Hacerlo en inmersión a través de los primitivos periscopios de la época era azaroso, sino imposible. Como consecuencia de esto, para identificar a un barco con plena seguridad había que encontrarse en superficie y a suficiente distancia.

La forma más segura de atacar a un barco era en inmersión, por sorpresa, y con torpedos. La seguridad para la nave entraba en conflicto directo con la seguridad a la hora de determinar si se podía disparar al blanco. Si se emergía para realizar una inspección, el ataque sorpresa con torpedos perdía todo el sentido. Por esta razón, los mandos navales germanos consideraban un estorbo las restricciones que distinguían entre neutrales y enemigos. Para ellos, la única forma efectiva de llevar a cabo la guerra era de manera irrestricta. Disparar a toda nave que se encontrase en una zona declarada de guerra sin reparo a su nacionalidad.

Empero, los comandantes de los submarinos intentaron sacar algo provechoso de las ordenes contradictorias recibidas. Los resultados indican que tuvieron bastante éxito. El método que desarrollaron consistió simplemente en emerger ante el mercante y detenerlo mediante un par de disparos de aviso. Si era enemigo se daba un tiempo (10 minutos era lo habitual) para que la tripulación abandonará el barco y después se le hundía. En el caso de los neutrales, el hundimiento se producía únicamente si cargaban contrabando, para lo cual adoptaron las listas ampliadas de los británicos.

Los encuentros con los Q-Ships obligaron a realizar la emersión a una distancia prudente de unos 2.000 metros - como cuenta Castroviejo - desde la cual el submarino se acercaba a su objetivo. Tras abandonar la tripulación el barco, éste se hundía al cañón, mediante cargas explosivas colocadas por una partida en un bote, abriendo los grifos o - si el barco era lo suficientemente grande y valía la pena - disparando un torpedo.

Esta forma de proceder no solo garantizaba la identificación del barco, sino que también optimizaba el armamento a disposición de los sumergibles. Si se hubiera recurrido exclusivamente a ataques por sorpresa con torpedo, como pensaban los caballeros del Admiralstab, los 6 torpedos que como máximo portaba un submarino alemán en aquel tiempo hubieran permitido 6 hundimientos como mucho, aunque teniendo en cuenta los fallos ya fuera en los propios torpedos como al calcular su dirección de tiro, 3-4 mercantes enemigos hundidos hubieran sido el resultado esperable de una patrulla.

En cambio, los resultados de las patrullas de aquel verano de 1915 fueron muy superiores. Destaca el comandante Max Valentiner quien, en 25 días de agosto envío al fondo 30 barcos con un total de 71.000 toneladas en lo que resulto ser la patrulla más exitosa de la guerra en tonelaje hundido. Todos al cañón. Otras patrullas que tuvieron lugar en aquella época y esas aguas tuvieron éxitos menos llamativos. Había entre 5 y 14 buques hundidos por patrulla, con tonelajes entre los 14.000 y los 38.000. Pero el conjunto resultaba bastante excepcional y arrojaba las elevadas cantidades de hundimientos que hemos visto para los meses de verano.

Otros dos aspectos llaman la atención de las cifras de hundimientos. El primero es la poca cantidad de mercantes hundidos por sorpresa mediante torpedos. De una muestra de las 11 patrullas más exitosas de abril a septiembre, Schröder indica que de un total de 111 buques hundidos, sólo 8 se hundieron con torpedos sin aviso previo. También llama la atención los pocos mercantes neutrales hundidos. De la muestra antes descrita sólo 15 eran neutrales. La mayor parte fueron hundidos tras comprobar que portaban contrabando y tras permitir a la tripulación abandonarlos. Sólo 2 de ellos se hundieron sin aviso previo con torpedos, como resultado de confusiones. Hubo más hundimiento accidentales sin aviso de neutrales, la mayor parte a cargo de los UB I que, por su escasa velocidad y su armamento no tenían otra forma de obtener resultados.

En varios casos de estos neutrales hundidos por accidente, el gobierno alemán se preocupó de someter los incidentes a arbitraje de un tribunal y pagar las indemnizaciones correspondiente. Esto y el trato humano que las tripulaciones de submarinos dispensaban a los marineros mercantes (no sólo les permitían abandonar la nave, sino que también les indicaban la ruta a tierra, les llevaban incluso parte del trayecto, entregaban provisiones, etc.) entra en conflicto con la imagen de sanguinarios asesinos que la propaganda aliada y la historia han dado a los alemanes en la guerra submarina. Si bien el alto mando naval presionaba para recrudecer la guerra submarina, el gobierno civil se oponía y los hombres en la "línea de frente" no veían necesidad alguna de ello.

Igualmente se puede decir, a la luz de los datos, que el calificativo de "ofensiva sin restricciones" para la campaña submarina de 1915 es totalmente errónea. La perpetuación de este concepto equivocado en varias obras y páginas web sobre el tema sólo es explicable por el recurso de los autores a obras escritas previamente y que ya contenían estos fallos, a falta de medios para dirigirse a las fuentes primarias. Si se "escarba" un poquito y se accede a estas fuentes, como por ejemplo sucede con el último anexo del libro de Castroviejo, se comprueba que el uso del procedimiento de presa y el trato humano a los tripulantes era la norma en los submarinos alemanes.

Las manos de los submarinistas germanos no estaban totalmente limpias de sangre. Por muy buena disposición que se tuviera, siempre surgían accidentes y errores que costaban vidas civiles. A pesar de lo cual el número de víctimas resulta muy bajo para la cantidad de barcos civiles hundidos. Resulta paradójico comprender que justo en un período en el que en los frentes terrestres se utilizaban las últimas tecnologías para recrudecer la guerra - en abril de 1915 los alemanes usaban gas por primera vez en el frente occidental - en el frente marítimo el uso de la última tecnología resultaba en una guerra menos cruel de lo planeado.

El incidente del Arabic y la suspensión de la ofensiva.

El mismo día en el que el HMS Baralong sorprendía al U-27, el 19 de agosto, el U-24 al mando de Rudolf Schneider hundía al buque de pasajeros inglés Arabic. Las circunstancias que llevaron al comandante del submarino a torpedear sin aviso un buque de pasajeros cuando tenía ordenes explícitas de no hacerlo son poco claras. Cuando el Arabic apareció por el horizonte el U-24 se encontraba en el proceso de hundir otro mercante al cañón tras haber permitido a su tripulación abandonarlo. Tras un cuarto de hora en superficie, el U-24 se sumergió y Schneider continuó contemplando por el periscopio como el recién llegado tomaba curso hacía el mercante que se estaba hundiendo. De repente, o al menos eso contó Schneider, el barco cambió su rumbo bruscamente y se dirigió directamente hacía la posición del submarino. Schneider interpretó que su periscopio había sido avistado y el barco se proponía embestirle a cota periscopica. Días antes otro barco - ¿un Q-Ship? - había efectuado disparos contra el sumergible. Como consecuencia de todo esto Schneider parecía tener ese día un "gatillo fácil" y maniobró con el submarino para evitar al barco que suponía enemigo y de 5.000 toneladas (en realidad tenía más de 15.000) y soltarle un torpedo.

Como en el caso del Lusitania, fue todo lo que hizo falta para hundir al buque de pasajeros, que también cargaba municiones y armas junto con el pasaje. Afortunadamente, y a diferencia del famoso transatlántico, el hundimiento fue más lento, la evacuación más ordenada, y se pudieron largar 15 botes salvavidas. Murieron "sólo" 40 personas, de las que 3 eran ciudadanos norteamericanos.

Si bien es verdad que el hundimiento del Arabic generó más publicidad negativa para Alemania, no es menos cierto que ésta se veía atenuada por la coincidencia con el asunto del Baralong y porque la cifra de víctimas era muy inferior a la tragedia del Lusitania, con la cual no resiste comparación. Sin embargo, el hundimiento del Arabic llevó a la suspensión de la ofensiva submarina. ¿Cómo fue ello posible si el hundimiento del Lusitania con muchísimas más víctimas no había detenido la ofensiva?.

La respuesta está en el constante conflicto entre el alto mando naval y el gobierno civil germanos y sus diferentes puntos de vista sobre como tenía que conducirse la guerra en el mar. Las restricciones al ataque de buques de pasajeros del mes de mayo habían generado protestas por parte de los oficiales navales, que afirmaron que ello restaría efecto a la guerra submarina. Los resultados posteriores los desmentían totalmente, pero ellos siguieron como si nada.

Entretanto, el gobierno norteamericano había enviado una nota al alemán en el que se reconocía que la forma de guerra submarina que los alemanes estaban practicando entonces seguía las normas internacionales, y hacía una muy buena oferta de mediación para obligar al gobierno británico a aliviar su bloqueo marítimo. Diplomáticamente era una ocasión dorada, pero perdidos en un laberinto de burocracia del Departamento de Exteriores y su propia indecisión, el gobierno alemán dejó pasar semanas sin dar una respuesta... hasta que se encontraron sobrepasados por el incidente del Arabic.

Del canciller Bethmann-Hollweg partieron instrucciones a la Marina con mayores restricciones al hundimiento de buques de pasajeros. La Marina se negaba. La discusión se demoró aún unos días mientras ambas partes esperaban el retorno del U-24 para enterarse en detalle por su comandante de lo que había sucedido realmente. Los submarinos estaban equipados con radios, pero su fiabilidad y prestaciones eran muy pequeñas, y el Admiralstab daba por sentado que sus propios mensajes de radio no llegaban a los submarinos.

La confrontación se saldó finalmente con un plante por parte de los oficiales navales. Ni con las restricciones en vigor ni con las que se pretendía imponer era viable continuar con una guerra submarina efectiva, y así fue como el nuevo jefe del Admiralstab - Henning von Holtzendorff - dio orden secreta el 18 de septiembre para interrumpir la ofensiva.

La interrupción no fue ni total ni secreta. Los submarinos minadores continuaron actuando y hundiendo buques con sus "huevos". Si se considera que las minas hundían barcos sin previo aviso y sin distinguir si eran enemigos, neutrales, o de pasajeros, resulta paradójico que sus actividades no generasen tanto revuelo en círculos propagandísticos y diplomáticos como los ataques con torpedo. Es como sí detrás hubiese la curiosa noción de que las minas son menos "malintencionadas" que los torpedos. Digamos que se trata de una de las incógnitas de la naturaleza humana.

El secreto de la interrupción tampoco pudo ocultarse, en tanto que las cifras de hundimientos de mercantes descendieron de manera demasiado brusca como para achacarlo meramente a la llegada del otoño y del mal tiempo.

Durante meses la moral del público alemán había sido "alimentada" con las cifras de hundimientos logrados por los U-Boote. Teniendo en cuenta que la interrupción partía de la Marina y no del gobierno civil, la orden constituía una jugada para que con la falta de hundimientos la presión pública se incrementase de nuevo y obligase al gobierno a aceptar una reanudación de la campaña submarina en las condiciones que los almirantes deseaban.

Conscientes tal vez de ello, el canciller y el Kaiser insistieron en que el parón del arma submarina no podía ser total. El Admiraltstab ofreció entonces como alternativa enviar algunos submarinos de la Hochseeflotte desde el Mar del Norte hacía el Mediterráneo. Italia había entrado en la guerra en el bando aliado el 23 de mayo. El Mare Nostrum ofrecía perspectivas de ser una "zona de caza" rica en objetivos y, tal vez lo más importante, era una zona con muy poca presencia de pasaje norteamericano y ello reducía notablemente la posibilidad de incidentes internacionales con la poderosa democracia del otro lado del Atlántico.

La propuesta fue aceptada, y así fue como se abrió un teatro de operaciones submarinas que, por sus eventos y sus cifras, no puede ser ignorado.

1 comentario:

  1. Gracias por el enorme esfuerzo de redactar tan extenso artículo sobre los submarinos de la 1GM. Esperando ya los 2 de la 2GM

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