domingo, 6 de abril de 2014

Historia de Tres Guerras (III)

Mediterráneo Sangriento

La entrada.

Ya antes de la suspensión de la Primera Ofensiva en septiembre de 1915 se habían enviado submarinos alemanes al Mediterráneo. La mayor parte de ellos eran UBs y UCs enviados por vía férrea a la base austrohúngara de Cattaro en el Adriático ya en marzo, pero como tardaron un tiempo en montarse y ponerse a prueba el pionero fue un submarino de flota, el U-21, que llegó por ruta marítima desde Alemania.

Obviamente, en su ruta hubo de cruzar el estrecho de Gibraltar. Ello no supuso dificultad alguna para el U-21, ni parece que tampoco para ningún otro sumergible germano durante esta guerra. Mientras que en el Canal de la Mancha se volcaron cada vez más recursos para bloquear el paso a los U-Boote, el estrecho de Gibraltar fue un auténtico coladero para los alemanes con submarinos entrando y saliendo a voluntad, en ocasiones durante una misma patrulla. Las razones para ello son básicamente tres:
  1. Geografía. Aunque el estrecho de Gibraltar es la mitad de estrecho (14 km. aprox.) que el Canal de la Mancha (33 km. aprox. en su extremo más estrecho), es mucho más profundo lo cual dificulta o imposibilita el minado. Las minas han de anclarse al fondo del mar, y cuando la profundidad es muy grande se requieren cadenas de anclaje imposiblemente largas.
  2. Política. El Canal de la Mancha se encontraba bordeado enteramente por países beligerantes aliados - Francia, Inglaterra, y Bélgica - por lo que había plena libertad de operación para los aliados para actuar en ese área. En Gibraltar cualquier acción militar estaba limitada por la vecindad de un país neutral: España.
  3. Tecnología. Como ya hemos visto en el transcurso de la primera ofensiva, a estas alturas la tecnología antisubmarina - especialmente la detección - no estaba muy desarrollada.
Galipoli

Una vez en el Mare Nostrum el área principal de operaciones al inicio fue la zona de los Dardanelos, dónde los aliados intentaban forzar la entrada al Bósforo y la caída del Imperio Otomano llegando a la capital, Estambul.

La batalla ha pasado a la historia como una de las grandes pifias de los aliados. Ya en febrero de 1915 habían comenzando bombardeando las posiciones turcas en la península de Galipoli. El bombardeo fue acompañado de desembarcos de destacamentos de infantería de marina que llegaron sin oposición a lugares que luego no alcanzo la ofensiva principal antes de ser retirados. Realmente en este momento las defensas turcas no estaban preparadas, pero los aliados tardaron 2 meses en retornar con tropas suficientes para un desembarco en condiciones y en ese tiempo los turcos prepararon un comité de recepción bajo el mando del alemán Lyman von Sanders. El resultado: guerra de trincheras y las tropas aliadas paradas en sus trincheras a poca distancia de sus propias playas de desembarco.

En la zona había una concentración de navíos aliados, tanto civiles de aprovisionamiento para las tropas, como militares para el bombardeo de costa. Las defensas antisubmarinas se encontraban en pañales en esta época. El resultado fue que los alemanes se anotaron varios tantos contra navíos de guerra enemigos de cierta importancia. Aunque estos éxitos han de ser valorados frente al hecho de que los británicos habían decidido que en el Mediterráneo emplearían únicamente unidades secundarias y obsoletas, manteniendo lo mejor de su flota con la Grand Fleet en Scapa Flow, en Escocia.

No sólo el U-21 se anotó hundimientos. Pronto se le unieron los UB Is y UC Is enviados por vía férrea. Estos pequeños sumergibles se encontraban allí en su elemento si es que alguna vez tuvieron uno. En las aguas constreñidas y poco profundas de los Dardanelos, a poca distancia de sus bases en Estambul o la costa de Asia Menor, su escasa velocidad, armamento o alcance no resultaban una desventaja, y su pequeño tamaño les permitía navegar por entre las obstrucciones aliadas.

En su conjunto, las operaciones submarinas durante la batalla de Galipoli son difíciles de valorar como decisivas por sus resultados, aunque el hundimiento de sus propios barcos por enemigos invisibles ante las mismas narices de las tropas desembarcadas debieron tener un indudable efecto negativo sobre la moral de las mismas.

La base principal de los sumergibles alemanes en el Imperio Otomano era la propia capital de Estambul. Allí no formaban una unidad submarina independiente, sino que se encontraban subordinadas al Admiral Souchon. Al comienzo de la guerra éste había escapado con un acorazado y un crucero de batalla alemanes refugiándose en la capital del entonces neutral Imperio Otomano. Los barcos cambiaron las banderas alemanas por turcas, lo mismo que sus nombres. Pero por mucho que las tripulaciones apareciesen tocadas ahora con un fez, los barcos seguían siendo esencialmente alemanes. Estas dos naves de guerra constituyeron el núcleo de la flota otomana.

Desde Estambul los U-Boote no sólo operaron contra los aliados en los Dardanelos, sino también contra los rusos en el Mar Negro. Sin embargo los éxitos logrados en esta zona fueron muy escasos, en parte por el menor tráfico marítimo y también por el efectivo dominio ruso del mar y del aire en la zona.

La base de Estambul fue siempre secundaria. En el puerto apenas había instalaciones ni personal capacitado para el mantenimiento de un arma tan moderna. Se encontraba al final de una larga línea de abastecimiento para el envío de municiones, piezas de recambio, y combustible desde Alemania. En cuanto un sumergible requería una reparación o mantenimiento de cierta envergadura, se veía obligado a emprender el largo y peligroso camino hacía la costa croata, dónde las instalaciones de Cattaro ofrecían mejores posibilidades.

Otro Mar, otra Guerra.

Tras los combates de los Dardanelos los sumergibles germanos apoyaron otras operaciones de tierra, como la lucha contra el desembarco aliado en Salónica, los combates en Oriente Medio, o el levantamiento de tribus indígenas en Libia. Mas en general quedaron bastante libres para proseguir la guerra contra el tráfico mercante aliado.

Mientras que este tipo de guerra en aguas británicas quedó sujeto a interrupciones motivadas tanto por la presión diplomática estadounidense como por las disputas internas entre el gobierno civil alemán y los militares, en el Mediterráneo no hubo interrupción alguna hasta el propio final de la guerra. Aparentemente los alemanes acertaron cuando juzgaron que los hundimientos en esta zona tendrían menos repercusiones negativas para su imagen.

Ello no quiere decir que no se produjeran incidentes. La declaración de guerra italiana inicialmente estaba dirigida únicamente a Austria-Hungría, por ello los submarinos germanos operaron inicialmente enmascarados como navíos de la doble monarquía. Curiosamente, esta dudosa treta no es mencionada en el libro de Schröder.

Más relevante resulto ser el hundimiento de buques hospital, en ocasiones bajo la acusación de que estaban siendo utilizados como transportes de tropas. En alguna ocasión los alemanes llegaron a negar la acción de torpedos y achacar el hundimiento a campos de minas, lo que si sucedió efectivamente con el Olympic, buque gemelo del infame Titanic. Aparte del cruce de acusaciones y excusas, los hundimientos de buques - hospital parece que no tuvieron más impacto internacional que el del Lusitania.

La presencia de frentes - como el de Salónica y el de Oriente Medio - que tenían que ser abastecidos y reforzados por mar desde Europa Occidental incrementó las posibilidades de ataques contra transportes de tropas, que en ocasiones se saldaban con éxito y cuantiosas bajas en las tropas embarcadas. El 8 de octubre el U-35 hundía al transporte francés Gallia provocando la muerte de 1.397 hombres entre tripulación y tropas. Sin embargo, el mayor número de bajas en tropas embarcadas lo logro el austro-húngaro U-5 al hundir al italiano Principe Umberto y causando la muerte de más de 1.900 hombres.
El transatlántico Gallia

Hasta bien entrado 1917 los sumergibles germanos gozaron de grandes éxitos y bastante impunidad en aguas del Mediterráneo. Aparte de la ya consabida ventaja tecnológica de la ofensiva sobre la defensa, el motivo principal parece ser la falta de un mando unificado en este área para las marinas italiana, francesa, y británica. La falta de coordinación resultante dejaba a muchos mercantes sin escolta cuando pasaban de la jurisdicción de una marina a la de otra que no había recibido aviso. También se planteo cerrar el estrecho de Otranto - entre Italia y Albania - pero se tardó mucho tiempo en poner los cuantiosos recursos de barcos de patrulla y minado requeridos para llevar a cabo dicho barraje de manera efectiva.

Mientras la ofensiva submarina en aguas de Gran Bretaña se encontraba detenida total o parcialmente, los hundimientos logrados por los U-Boote en el Mediterráneo constituían un recordatorio de los éxitos que se no se estaban logrando por la inactividad de los sumergibles de la Hochseeflotte. Max Valentiner y Walter Forstmann, dos de los comandantes de submarinos más exitosos, alcanzaron buena parte de sus cifras de hundimientos en el Mediterráneo.

Sin embargo, un hombre que hacía carrera en el mismo mar les dejaría a todos en la sombra con sus propias cifras de éxitos.

Lothar von Arnauld de la Perière.

Descendiente de una familia de nobles franceses emigrados a Prusia en el siglo XVIII, v. Arnauld era uno de esos ambiciosos y jóvenes oficiales de la Hochseeflotte frustrados por su inactividad. Solicitó sin éxito el traslado a la aviación naval, pero en 1915 logró ser transferido a la creciente arma submarina.

Allí comenzó su carrera como segundo a bordo del U-35, comandado por Waldemar Kophammel, quien terminaría la guerra en el 11º puesto de hundimientos. En otoño de 1915 el U-35 fue uno de los sumergibles enviados por Gibraltar hacía el Mediterráneo. Tras una travesía fructífera, al llegar a puerto Kophammel tuvo que cederle el mando de la nave a su segundo ya que él iba a convertirse en jefe de todos los submarinos germanos basados en la Austria-Hungría.

Así fue como, comenzando en 1916, v.Arnauld inició una brillante carrera que únicamente terminaría con el final de la guerra en 1918 y que se cerraría con ¡196 barcos hundidos con un total de 455.000 toneladas de desplazamiento!. De esta manera, se convertía en el comandante naval más exitoso de todos los tiempos.

La mayor parte de estos logros se los anotó v.Arnauld en sus dos años de carrera (1916-1918) en el Mediterráneo, y a bordo del U-35. En especial destaca una patrulla llevada a cabo entre el 26 de julio y el 20 de agosto de 1916, durante la que el U-35 envió al fondo 54 buques con un total de 90.350 toneladas. Todos los hundimientos de esta patrulla se lograron mediante el sistema de presa, avisando a las tripulaciones de los barcos atacados y dándoles un tiempo para abandonar la nave. De hecho, v.Arnauld evitó atacar tanto a un buque-hospital como a otro de 10.000-20.000 toneladas que navegaba a oscuras y del cuál no podía estar seguro si se trataba de un buque de pasajeros o un transporte de tropas.

Durante esa patrulla el U-35 había disparado 389 proyectiles de su cañón de cubierta. El dato es relevante porque la carga de proyectiles teórica de un sumergible del tipo del U-35 era de 300. A estas alturas de la guerra era práctica habitual que los comandantes "sobrecargasen" sus sumergibles con proyectiles de cañón y cargas explosivas a fin de poder hundir la mayor cantidad de barcos posible sin gastar alguno de sus escasos 6 torpedos que llevaban a bordo.

La habilidad de v.Arnauld era innegable. debía parte de su éxito a la costumbre de cambiar de zona rápidamente tras lograr hundir algunos barcos. Así fue como en varias patrullas cruzó el estrecho de Gibraltar para acosar el tráfico mercante en el área entre cabo de San Vicente y Marruecos, para luego volver al Mediterráneo sin incidente alguno por el mismo estrecho.

A pesar de todo, las patrullas de v.Arnauld no estaban exentas de encontronazos con las fuerzas de defensa aliadas. Durante la citada patrulla un destructor le atacó durante dos horas con cargas de profundidad, mantuvo un duelo a cañón con un barco-trampa italiano (que tuvo que interrumpir) y fue perseguido por una docena de lanchas rápidas. Sin embargo, parece que v.Arnauld desarrolló un cierto olfato para evitar a las fuerzas navales enemigas y huir a tiempo del peligro. Es destacable el hecho de que, de los 196 barcos que hundió, sólo 2 eran barcos de guerra. En su caso la agresividad no estaba reñida con la prudencia.

Valoración global.

El acoso de los submarinos alemanes en el Mediterráneo llegó hasta el punto en que los británicos se vieron obligados a desviar tráfico marítimo con oriente por el Cabo de Buena Esperanza, lo que alargaba el trayecto durante semanas.

Estos logros fueron la obra de unos pocos submarinos - entre 12 y 20 en el Adriático y Estambul - con unos pocos comandantes como v.Arnauld y otros que ya he mencionado marcando la diferencia con elevadas cifras de hundimientos. Su forma de operar la traían aprendida desde la primera ofensiva submarina contra Gran Bretaña. Salvo excepciones seguían el sistema de presa, deteniendo los barcos, inspeccionándolos, y hundiéndolos al cañón o con cargas tras permitir a la tripulación abandonarlo.

A pesar de los barcos hundidos, de las víctimas que iban en ellos, del desvío de tráfico por el sur de África, la guerra submarina en el Mediterráneo era bastante molesta, pero no era decisiva.

Más allá de Galipoli, los UB Is tuvieron éxitos bastante modestos. Los UC Is llevaron a cabo minados efectivos, pero en el trayecto de ida y vuelta no podían atacar ningún buque enemigo. Los sumergibles realmente exitosos en el Mediterráneo eran los de flota, que entraban por Gibraltar.

Estos sumergibles de flota procedían de la Hochseeflotte en Alemania, y hemos de recordar que su traslado al Mediterráneo se produjo como consecuencia de la presión diplomática causada por incidentes con buques de pasaje en aguas de las Islas Británicas.

La presencia de estos sumergibles, y con ellos de las grandes cifras de hundimientos, en el Mediterráneo era un apaño, una distracción. Ninguna cantidad grande o pequeña de buques hundidos en el Mediterráneo iban a forzar a Inglaterra a abandonar la guerra o aflojar su propio bloqueo. Eso sólo iba a suceder si los submarinos alemanes atacaban las rutas marítimas directamente en torno a su principal enemigo naval: Gran Bretaña.

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