No soy ningún genio. Nunca he pretendido serlo. No todas las ideas que reflejo aquí se me han ocurrido a mí. Muchas de ellas son influencias de otras personas, y de otras páginas de internet que no enlazo por pereza. Y es que tampoco he pretendido nunca ser una persona muy trabajadora.
Reflexiones de Repronto es un videoblog que he seguido con bastante interés. No todas sus entradas son buenas, pero tiene un par de ellas que son francamente geniales. Esta entrada no es una de las mejores, pero me gusto la idea de que las películas de terror reflejaban temores de la sociedad del momento. La actual proliferación de películas (y novelas) de zombies se explica bastante bien por la inmigración - un fenómeno relativamente reciente en nuestro país, que hace 15 años no hacía más que empezar - y los cambios sociales que supone la entrada de grandes cantidades de personas nacidas fuera de España, y que traen sus propia herencia cultural, social, y religiosa. En el imaginario del nativo, los inmigrantes son masas avasalladoras que amenazan con arrasar el orden establecido, justo como lo hacen los zombies. Los inmigrantes, al igual que los zombies, devoran a los nativos y los incorporan a sus filas ... mediante matrimonios mixtos. Los zombies gimen, los inmigrantes vociferan. Ambos en jergas que los nativos no entendemos.
La analogía entre zombies e inmigrantes es bastante clara a poco que se investigue. Cuando vemos una película de zombies protagonizada por el típico heroe de raza caucasiana que se abre paso con su escopeta y su machete, lo que realmente estamos haciendo es dar rienda suelta a nuestos instintos xenófobos.
La serie de dibujos animados South Park recogió el tema de los zombies e hizo de estos una plaga de mendigos (homeless people) que invadían el pequeño pueblo de los protagonistas. Los guionistas de la serie se hacían eco de uno de los mayores miedos de todo miembro de la clase media americana: convertirse uno mismo en mendigo.
Y en estas reflexiones absurdas me encontraba hace varios meses cuando me encontré esto:
Reflexiones de Repronto es un videoblog que he seguido con bastante interés. No todas sus entradas son buenas, pero tiene un par de ellas que son francamente geniales. Esta entrada no es una de las mejores, pero me gusto la idea de que las películas de terror reflejaban temores de la sociedad del momento. La actual proliferación de películas (y novelas) de zombies se explica bastante bien por la inmigración - un fenómeno relativamente reciente en nuestro país, que hace 15 años no hacía más que empezar - y los cambios sociales que supone la entrada de grandes cantidades de personas nacidas fuera de España, y que traen sus propia herencia cultural, social, y religiosa. En el imaginario del nativo, los inmigrantes son masas avasalladoras que amenazan con arrasar el orden establecido, justo como lo hacen los zombies. Los inmigrantes, al igual que los zombies, devoran a los nativos y los incorporan a sus filas ... mediante matrimonios mixtos. Los zombies gimen, los inmigrantes vociferan. Ambos en jergas que los nativos no entendemos.
La analogía entre zombies e inmigrantes es bastante clara a poco que se investigue. Cuando vemos una película de zombies protagonizada por el típico heroe de raza caucasiana que se abre paso con su escopeta y su machete, lo que realmente estamos haciendo es dar rienda suelta a nuestos instintos xenófobos.
La serie de dibujos animados South Park recogió el tema de los zombies e hizo de estos una plaga de mendigos (homeless people) que invadían el pequeño pueblo de los protagonistas. Los guionistas de la serie se hacían eco de uno de los mayores miedos de todo miembro de la clase media americana: convertirse uno mismo en mendigo.
Y en estas reflexiones absurdas me encontraba hace varios meses cuando me encontré esto:
... en todas las paradas de autobus de la zona.
No pude evitarlo. La contemplación del cartel no me impulso a ver la película, pero si a pensar en un montón de estúpideces que ahora estoy poniendo por escrito. Si esto os parece una perdida de tiempo, lo es mucho menos que leer esto. Joderos.
El cartel representa, en mi opinión, los dos extremos a los que se enfrenta una mujer en su elección de pareja. Por un lado esta el cerebro, el intelecto, la elegancia representada por el vampiro. En el otro extremo esta el hombre-lobo: músculo, fuerza, instinto básico y ... potencia sexual. La mujer nunca podrá tener ambos a la vez, siempre tiene que acabar escogiendo más de uno a cambio de deja de lado algo de lo otro. La película ofrece ambos a la vez, el intelecto y la potencia sexual. Es el reclamo perfecto para las adolescentes (y no tan adolescentes) que todavía no han decidido que quieren realmente.
Por cierto, que en el cartel la chica abraza al forzudo de la polla grande. Lo digo por los intelectuales que se podrían estar haciendo ilusiones.
No pude evitarlo. La contemplación del cartel no me impulso a ver la película, pero si a pensar en un montón de estúpideces que ahora estoy poniendo por escrito. Si esto os parece una perdida de tiempo, lo es mucho menos que leer esto. Joderos.
El cartel representa, en mi opinión, los dos extremos a los que se enfrenta una mujer en su elección de pareja. Por un lado esta el cerebro, el intelecto, la elegancia representada por el vampiro. En el otro extremo esta el hombre-lobo: músculo, fuerza, instinto básico y ... potencia sexual. La mujer nunca podrá tener ambos a la vez, siempre tiene que acabar escogiendo más de uno a cambio de deja de lado algo de lo otro. La película ofrece ambos a la vez, el intelecto y la potencia sexual. Es el reclamo perfecto para las adolescentes (y no tan adolescentes) que todavía no han decidido que quieren realmente.
Por cierto, que en el cartel la chica abraza al forzudo de la polla grande. Lo digo por los intelectuales que se podrían estar haciendo ilusiones.
El cartel también me recordo a las antiguas películas de vampiros y hombres-lobo. Antes, las películas de estos genéros no se contaban entre las preferencias de las jovencitas (ni de aquellas que se imaginan que todavía lo son). Hace no demasiado tiempo la idea de liarse con un vampiro o un hombre-lobo era tan absurda como suicida. La chica que lo hacía - siempre había alguna - acaba mal siempre. Su familia o algún joven prometido la acababan perdiendo para siempre, ya fuera porque moría o se convertía al bando "de los otros". Ahora, sin embargo, los vampiros y los hombres-lobo se han convertido en los polos opuestos de la iconografía sexual femenina moderna. Antes detestados, ahora adorados. ¿Qué ha pasado?.
Para responder a esta pregunta hay que plantearse que significado tenían los vampiros y los hombres-lobo para la sociedad hace unos años, cuando eran protagonistas no de romances, sino de películas de terror (o de risa, si la peli era realmente mala).
Ya hemos mencionado algunas de las cualidades de cada uno en el cine actual. En los vampiros predomina el intelecto, en los hombres-lobo el físico. Sin embargo, en casi todas las películas antigüas - y aún todavía muchas de las modernas - los vampiros tienen una característica que nos ayuda a desentrañar el misterio: todos los vampiros son aristocratas. Es decir, pertenecen a la clase alta.
Es entonces cuando se entiende porque las historias de vampiros eran historias de terror. Cuando en una de ellas una joven de la aldea era cautivada por el vampiro-aristocrata y pasaba a convertirse en una vampira ella misma, lo que se estaba representando era el temor de la clase media de que sus hijas desparecieran de su entorno y se convirtiesen en consortes del aristocrata de turno. Unas ascenderían de clase social (se convierten en vampiros), otras acabarían degradadas por el noble (vampiro) y acabarían retornando como marginadas (vampiros) a la clase media, y otras acabarían muertas. Pasase lo que pasase, se perdían para siempre. Algo bastante horrible para unos padres de clase media.
El hombre-lobo representa el mismo ciclo de secuestro, degradación y perdida de una hija, sólo que en el sentido opuesto: en lugar de ascender a la clase alta la abducida por el hombre lobo desciende al infierno de la clase baja, una de cuyas características estereotípicas es el mayor aprecio por las cualidades físicas sobre las intelectuales. Los hombres-lobo son los perfectos representantes de los obreros de la industria, de la construcción, o de los trabajadores del campo. Lugar, este último, originario de todos los hombres lobo. Para la clase media el horror es el mismo que el de los vampiros: no vuelven a ver a su hija jamás.
¿Pero cómo han llegado dos figuras representativas de los miedos de la clase media a convertirse en ídolos sexuales de las nenas?. La respuesta hay que buscarla principalmente en los movimientos de emancipación social de la mujer y en la liberalización del divorcio. En una sociedad en la que las mujeres tienen mayor libertad de decisión la heroína víctima de un macho carece cada vez más de sentido, y acaba siendo bastante anacrónica. La mujer de hoy contraataca, y cuando el vampiro se cansa de su chica y va al pueblo a buscar otra plebeya, al volver al castillo se encuentra una demanda de divorcio de ordago. No puede entrar en el castillo, y una orden de alejamiento le obliga a cambiar su oscuro y lugubre sótano por un container en medio de un descampado, que es lo único que los abogados de su ex-compañera le han dejado de todas sus posesiones familiares.
El vampiro queda así convertido en un medio atractivo para acceder a un mejor nivel de vida y mejor posición social. De objeto del terror de la clase media se convierte en un objeto del deseo de las chicas de cualquier clase.
¿Y el hombre-lobo?. Una demanda de divorcio a un peón-obrero no da para vivir a lo grande. Y es que las únicas expectativas ciertas que un embrutecido miembro de la clase baja puede satisfacer son las sexo salvaje y desenfrenado. Antes, cuando se esperaba que toda chica bien se casase y fuese una buena ama de casa, el acabar liada con un pobreton de clase baja era una tragedia por muy bien que follase. Ahora, sin embargo, una chica no tiene porque comprometerse para nada con sus compañeros sexuales, sólo tiene que tirarselos. Si se cansa o le gusta más otro, pues cortan y adiós. Al final, este ritmo de salto de un joven y musculoso efebo a otro sólo puede ser soportado en el largo plazo por mujeres de clase alta, vampiresas de pro.
Es entonces cuando las vampiresas se empiezan a tirar a los hombres lobo. Tal como aparece en la saga de películas Underworld.
Algunas de nuestras viejas glorias folclóricas liadas con jovenes inmigrantes pobres pero macizos (Marujita Diaz con Dinio) son un buen ejemplo de lo que digo, pero el epítome nacional lo representa una mujer vieja, aristocrata (y, por ello, vampiresa), y liada con un joven: La Duquesa de Alba.
Aún sigo esperando a que a alguien se le ocurra hacer una película de momias follando con hombres-lobo. Es el siguiente paso.
Para responder a esta pregunta hay que plantearse que significado tenían los vampiros y los hombres-lobo para la sociedad hace unos años, cuando eran protagonistas no de romances, sino de películas de terror (o de risa, si la peli era realmente mala).
Ya hemos mencionado algunas de las cualidades de cada uno en el cine actual. En los vampiros predomina el intelecto, en los hombres-lobo el físico. Sin embargo, en casi todas las películas antigüas - y aún todavía muchas de las modernas - los vampiros tienen una característica que nos ayuda a desentrañar el misterio: todos los vampiros son aristocratas. Es decir, pertenecen a la clase alta.
Es entonces cuando se entiende porque las historias de vampiros eran historias de terror. Cuando en una de ellas una joven de la aldea era cautivada por el vampiro-aristocrata y pasaba a convertirse en una vampira ella misma, lo que se estaba representando era el temor de la clase media de que sus hijas desparecieran de su entorno y se convirtiesen en consortes del aristocrata de turno. Unas ascenderían de clase social (se convierten en vampiros), otras acabarían degradadas por el noble (vampiro) y acabarían retornando como marginadas (vampiros) a la clase media, y otras acabarían muertas. Pasase lo que pasase, se perdían para siempre. Algo bastante horrible para unos padres de clase media.
El hombre-lobo representa el mismo ciclo de secuestro, degradación y perdida de una hija, sólo que en el sentido opuesto: en lugar de ascender a la clase alta la abducida por el hombre lobo desciende al infierno de la clase baja, una de cuyas características estereotípicas es el mayor aprecio por las cualidades físicas sobre las intelectuales. Los hombres-lobo son los perfectos representantes de los obreros de la industria, de la construcción, o de los trabajadores del campo. Lugar, este último, originario de todos los hombres lobo. Para la clase media el horror es el mismo que el de los vampiros: no vuelven a ver a su hija jamás.
¿Pero cómo han llegado dos figuras representativas de los miedos de la clase media a convertirse en ídolos sexuales de las nenas?. La respuesta hay que buscarla principalmente en los movimientos de emancipación social de la mujer y en la liberalización del divorcio. En una sociedad en la que las mujeres tienen mayor libertad de decisión la heroína víctima de un macho carece cada vez más de sentido, y acaba siendo bastante anacrónica. La mujer de hoy contraataca, y cuando el vampiro se cansa de su chica y va al pueblo a buscar otra plebeya, al volver al castillo se encuentra una demanda de divorcio de ordago. No puede entrar en el castillo, y una orden de alejamiento le obliga a cambiar su oscuro y lugubre sótano por un container en medio de un descampado, que es lo único que los abogados de su ex-compañera le han dejado de todas sus posesiones familiares.
El vampiro queda así convertido en un medio atractivo para acceder a un mejor nivel de vida y mejor posición social. De objeto del terror de la clase media se convierte en un objeto del deseo de las chicas de cualquier clase.
¿Y el hombre-lobo?. Una demanda de divorcio a un peón-obrero no da para vivir a lo grande. Y es que las únicas expectativas ciertas que un embrutecido miembro de la clase baja puede satisfacer son las sexo salvaje y desenfrenado. Antes, cuando se esperaba que toda chica bien se casase y fuese una buena ama de casa, el acabar liada con un pobreton de clase baja era una tragedia por muy bien que follase. Ahora, sin embargo, una chica no tiene porque comprometerse para nada con sus compañeros sexuales, sólo tiene que tirarselos. Si se cansa o le gusta más otro, pues cortan y adiós. Al final, este ritmo de salto de un joven y musculoso efebo a otro sólo puede ser soportado en el largo plazo por mujeres de clase alta, vampiresas de pro.
Es entonces cuando las vampiresas se empiezan a tirar a los hombres lobo. Tal como aparece en la saga de películas Underworld.
Algunas de nuestras viejas glorias folclóricas liadas con jovenes inmigrantes pobres pero macizos (Marujita Diaz con Dinio) son un buen ejemplo de lo que digo, pero el epítome nacional lo representa una mujer vieja, aristocrata (y, por ello, vampiresa), y liada con un joven: La Duquesa de Alba.
Aún sigo esperando a que a alguien se le ocurra hacer una película de momias follando con hombres-lobo. Es el siguiente paso.
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