Entre otras muchas cosas, 2015 ha sido el año en el que por fin he terminado de ver la serie Breaking Bad.
No es nada meritorio. Mucha gente ha visto la serie, a juzgar por los permanentes comentarios que uno puede escuchar sobre la misma. De hecho, se ha hablado tanto de ella que la perspectiva otro chalado más escribiendo sobre ella en un blog debería desanimar a cualquiera de seguir leyendo.
Para los que aún seguís ahí, para mí Breaking Bad más que una serie ha sido en cierto modo una experiencia formativa. He visto la serie a trompicones, deteniéndome durante meses a mitad de alguna que otra temporada, para luego consumir otra ristra de capítulos antes de detenerme de nuevo. Así me ha sucedido que he tardado varios años en llegar hasta el último capítulo. ¿Tres?, ¿cuatro?, no me acuerdo de cuando comencé.
Lo malo de haber visto The Wire es que inevitablemente tiendes a comparar todas las series de televisión con ella. Por eso cuando comencé a ver Breaking Bad quise entender que era una crítica a toda la Guerra contra las Drogas que el gobierno de los Estados Unidos de América libra desde hace ya unos cuarenta años.
Y la verdad es que hay muchas críticas más o menos patentes en la historia a dicha lucha, como cuando el protagonista - Walter White - le pregunta a su cuñado que trabaja en la DEA si todo lo que hace sirve de algo. Lanza la pregunta, así como comentario, y se queda sin respuesta.
Otra crítica que entendí ver en la serie era al sistema sanitario norteamericano, y resulta bastante patente en el argumento que da pie a la historia. El protagonista es un honrado ciudadano a quién diagnostican cáncer y que, sin poder costearse el tratamiento y ante la perspectiva de dejar a su mujer e hijos en la intemperie económica, opta por la vía del crimen y de la producción y comercio de estupefacientes - metanfetamina, para ser más exactos - como solución a sus problemas.
Así, Walter White ha sido una especie de héroe para mí. Alguien que luchaba contra el sistema exponiendo sus contradicciones e injusticias. Este tipo de héroes resultan ser bastante comunes hoy en día en nuestra ficción audiovisual. Vease sino a Tony Soprano, a Dexter, o alguno de los barriobajeros de The Wire. Walter White era, como todos los mencionados, un tío que se veía obligado a hacer cosas inmundas pero que aún así tenía cierta moral que permitía al espectador sentir admiración por él.
Después de eso - a caballo entre la primera y segunda temporadas - la historia del héroe antisistema fue perdiendo importancia para mí, y la fue ganando la perspectiva de la serie como un manual de introducción al mundo de las drogas. Todas las fases de este comercio ilegal estaban desplegadas allí a medida que el dúo de Walter White y Jesse Pinkman se van enfrentando a cada una de ellas en su camino a una pila de pasta: la obtención de materia prima, la producción, la distribución, la aplicación de "músculo" como "policía" en un sector no ya desregulado, sino totalmente ilegal,...
En su enfrentamiento a los problemas derivados de todas estas fases de la cadena de producción ambos protagonistas van perdiendo su inocencia, y yo iba perdiendo mi capacidad de admiración por ellos. Aún así, seguía viendo la serie. Era por fascinación con el horror. El horror de como la corrupción del mundo criminal va poco a poco atrapando a los protagonistas y atrapándolos a ellos y a sus familias. Era este horror el que me obligó a hacer paradas en mi visionado de la serie. La situación en las vidas de los personajes de la serie se iba deteriorando y complicando hasta que parecía que no había alternativa a ser "cazado", ya fuera por las autoridades o por otros delincuentes. Pero la astucia de Walter White lograba dar con un plan desesperado que salva la situación y restaura cierta calma, hasta que la espiral de caos y deterioro se reproduce de nuevo. Y así varias veces hasta el último capítulo, en el que Walter White encuentra una solución a todos los problemas, y la redención de sus pecados.
En esos ciclos de crisis y resoluciones de las crisis sucede en cierto modo con Jesse Pinkman y Walter White lo que sucedía con Sancho Panza y Don Quijote. Sus caracteres se cruzan. Jesse comienza siendo un delincuente de poca monta un tanto inconsciente, y termina siendo una persona con ideales, moralidad, y meticulosa. Walter White comienza siendo un ciudadano modelo, y termina siendo un delincuente carente de moral.
Yo también comencé sintiendo odio por la mujer de Walter, Skyler. ¿Es qué no era capaz de apreciar lo que su marido hacía por ella y sus hijos?. Sin embargo, hay que entender las leyes americanas, que castigan no sólo a los involucrados en el tráfico de estupefacientes, sino también a sus familiares no involucrados, para comprender en buena medida las reacciones y la forma de ser de Skyler.
No está a la altura de The Wire - maldita sea, tengo que comparar todas las series con The Wire - pero aún así es una muy buena serie, que te mantiene pendiente de lo que sucede, y maravillado ante lo que va a suceder.
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