La Segunda Ofensiva. Febrero - Mayo 1916
Motivos
Los crecientes éxitos logrados por los U-Boote en el Mediterráneo no podían ocultar que en las aguas en torno a Gran Bretaña ya casi no se producían ataques a las rutas de comercio que abastecían a los aliados. Incluso más. Las cifras de hundimientos del Mediterráneo animaban a pensar que relanzar la guerra submarina en aguas inglesas incrementaría aún más las pérdidas enemigas, y además dónde más les dolía.
Con todo esto, se incrementaba la presión en círculos de la política y la opinión pública alemanas en favor de retomar la guerra submarina en el área de las islas británicas. A comienzos de 1916 un grupo de expertos en economía, agricultura, e industria urgía al gobierno alemán a dar este paso inmediatamente. Según ellos, a partir de febrero comenzarían a llegar a Inglaterra barcos cargados con grano desde el hemisferio sur - sobre todo Argentina - de la cosecha recogida durante el verano austral. Este grano sería crítico para que la población inglesa "puentease" el período hasta el verano en el cual podrían recoger su propia cosecha.
No era la primera vez que profesionales no pertenecientes a las fuerzas armadas alemanas aportaban razones y estudios a favor de la guerra submarina. En enero de 1915 habían presentado estos mismos razonamientos para impulsar la primera ofensiva en febrero. Ni será la última vez que aparezcan en esta historia.
Un promotor inesperado del retorno de los U-Boote a las aguas de Gran Bretaña fue el propio ejército, encarnado en la persona de su Jefe de Estado Mayor, Erich von Falkehayn.
Erich von Falkenhayn |
A finales de 1915 Falkenhayn comenzó a respaldar a la Marina en sus presiones para retomar la ofensiva submarina sin restricciones. Hasta entonces, el jefe del ejército había mostrado una actitud entre la reserva y el rechazo a las actividades de los submarinos en torno a Gran Bretaña, puesto que arriesgaban la entrada de Estados Unidos en en bando aliado con funestas consecuencias para la estrategia de las Potencias Centrales.
Dada la ausencia de un organismo de discusión y toma de decisiones conjuntas entre los diferentes ramos de las fuerzas armadas, la Marina alemana no fue informada del motivo para el cambio de opinión de Falkenhayn. La razón era la ofensiva prevista en Verdún para febrero de 1916. Desde el ejército se pensaba que añadir el arma submarina como elemento de presión adicional incrementaría las posibilidades de éxito de la ofensiva. Los planes para ésta eran, sin embargo, estricto secreto y por ello Falkenhayn no consideró recomendable transmitir la información a los oficiales navales. Este episodio es una muestra más de la falta de coordinación existente en la cúpula de las fuerzas armadas germanas.
A las presiones externas de la opinión pública, el ejército, y la marina, el gobierno civil alemán dirigido por el Kaiser Guillermo II y el canciller Bethmann-Hollweg tuvo que añadirle presiones internas por la falta de éxito de las negociaciones con Estados Unidos. Este fracaso se debió en parte a la torpeza de la diplomacia alemana. Mas para ser justos hay que tener presente una contradicción de la posición norteamericana en el conflicto.
Antes de la guerra Alemania había sido el principal cliente europeo de los Estados Unidos. El Bloqueo total británico no sólo cortó de raíz el flujo de mercancías y personas entre ambos países, sino que además sirvió para que Reino Unido reemplazase a Alemania como importador y principal cliente de la industria estadounidense. Acompañando a este desplazamiento de relaciones comerciales, Gran Bretaña estaba contrayendo una deuda cada vez más grande con los Estados Unidos por sus importaciones de armas, municiones, y otros pertrechos necesarios para la guerra. En la obra de Schröder se tratan las relaciones diplomáticas entre Alemania y E.E.U.U. como si éste último hubiera sido realmente un canal viable de negociación. Pero cabe preguntarse como podían los E.E.U.U. resultar un mediador neutral en el conflicto cuando uno de los contendientes les debía enormes cantidades de dinero.
Por todos estos factores había cierta unidad entre la Marina y el gobierno alemanes acerca del inicio de otra ofensiva submarina. Sin embargo existía desacuerdo acerca de cómo llevarla a cabo. Continuando la discusión por el punto en el que se había zanjado el año anterior, el Estado Mayor de la Marina defendía que los submarinos atacasen sin aviso alguno y por debajo del agua para minimizar riesgos. Basaban su posición en el armado de sus mercantes por parte de Inglaterra y en los incidentes con los Q-Ships. La guerra submarina, según ellos, no era viable de otro modo. Acompañaban estas advertencias con vagas promesas de que los submarinos eran el medio para rendir a Reino Unido por hambre.
A falta de conocimientos técnicos con los que responder a estos argumentos, el canciller Bethmann-Hollweg solicitó a la Marina informes sobre el arma submarina. El jefe del Estado Mayor, el almirante von Holtzendorf, se negó a remitir estos informes argumentando que eran estricto secreto y no podían salir en forma escrita de su despacho. Que las fuerzas armadas de un país denieguen abiertamente una solicitud de información del jefe del gobierno nos puede parecer una aberración hoy en día, pero es una muestra del tremendo poder que los militares habían logrado en Alemania durante la guerra.
Finalmente, y tras varias presiones, von Holtzendorf aceptó entrevistarse durante varias horas con el canciller en el despacho del primero, para informarle verbalmente y de manera detallada acerca del arma submarina, los tipos de sumergible, su número, su armamento, sus tácticas, etc. La reunión duró varias horas. Tras la misma el canciller solicitó informes al departamento de exteriores acerca de los requisitos de aprovisionamiento de las Islas Británicas y su población. Con estos datos pudo llegar a la conclusión que el estrangulamiento de Gran Bretaña tal como lo prometía von Holtzendorf no cabía dentro de lo posible con los 35 sumergibles disponibles en el Mar del Norte, Flandes, y el Adriático. La Marina quería imponer la guerra submarina sin restricciones, que podía acarrear graves consecuencias diplomáticas, sin que Alemania alcanzase ningún objetivo a cambio.
De esta manera, y con apoyo del Kaiser, el gobierno civil alemán consiguió imponerse una vez más a los militares. El 11 de febrero de 1916 Alemania anunciaba un "recrudecimiento" (Verschärfung) de la guerra submarina. De manera interna se había acordado que la ofensiva comenzase el 29 de febrero. Una víctima de los debates entre marina y gobierno fue Tirpitz, quien tras cometer un desaire con el emperador fue obligado a dimitir en abril.
Una vez más, las ordenes que los comandantes de los U-Boote llevaban consigo eran algo contradictorias. Tenían autorización para disparar sin previo aviso sobre mercantes enemigos armados, pero al mismo tiempo debían poner especial cuidado de no atacar a neutrales sin antes asegurarse de que las tripulaciones se ponían a salvo. Se mantenía, además, la prohibición de atacar buques de pasajeros de cualquier bandera. Lo mismo que durante la primera ofensiva, el minimizar los riesgos del ataque a mercantes enemigos armados con el riesgo de equivocación del objetivo iba a resultar ser la cuadratura del círculo para los oficiales de los submarinos. De nuevo, lograrían resolver el dilema con excelentes resultados.
Guerra sin incidentes.
Al comenzar la ofensiva en febrero de 1916 la Hochseeflotte basada en el Mar del Norte disponía de tan sólo 12 submarinos, comparados con 21 disponibles un año antes al comienzo de la primera ofensiva. Cierto es que esta cifra menor quedaba en cierto modo compensada por los 14 sumergibles de la U-Flotille Flandern, pero ya hemos visto que estas unidades eran pequeñas y estaban plagadas de defectos de diseño, de construcción, y cada una de ellas no constituía en absoluto el equivalente de un submarino de flota que seguía siendo el arma contra mercantes más eficaz. De esta dura valoración se pueden salvar los minadores UC I, cuyos "huevos" enviaron al fondo del mar a 112 barcos en el período desde el 1 de octubre de 1915 al 30 de abril de 1916.
La pequeña cantidad de submarinos de flota se debía, por un lado, a su período más largo de construcción (entre 18 y 24 meses) y al desgaste por bajas operacionales. Pero el motivo principal hay que encontrarlo en el despliegue de unidades de este tipo en el Mediterráneo durante el otoño de 1915. Allí pronto lograron los tremendos éxitos que ya hemos comentado antes, pero al mismo tiempo dejaba que la reanudación de la ofensiva en torno a Gran Bretaña fuese iniciada por tan sólo 2 submarinos.
A pesar de estas limitaciones, el comienzo de la ofensiva pronto se hizo notar en las cifras de hundimientos. Si bien en enero se habían hundido 25 barcos con 49.000 toneladas de desplazamiento bruto, en febrero la cifra ascendió a 95.000 toneladas (43 barcos), en marzo a 172.000 toneladas (69 barcos), y en abril a 187.000 toneladas (83 barcos).
Como en 1915, este incremento en los resultados se logró recurriendo principalmente a la táctica de presa, deteniendo al barco mediante disparos de aviso, revisando los manifiestos de carga si era neutral, y permitiendo que la tripulación abandonase el barco antes de hundirle al cañón y/o con cargas explosivas.
Si bien los comandantes involucrados eran amonestados por sus superiores por poner en riesgo sus naves con este proceder, la realidad era que para los hombres en la línea de frente este método ofrecía mejores resultados con tan sólo un incremento marginal del peligro. A estas alturas los submarinos emergían a una distancia prudencial del objetivo e iniciaban la aproximación tras los disparos de aviso. Si el barco era un mercante enemigo armado que iniciaba el contraataque, en un minuto el sumergible hacía honor a su nombre y desaparecía debajo del agua. Si el mercante armado contenía el fuego, corría el riesgo que su armamento fuese detectado por el submarino, con lo que este desaparecía también. El riesgo de un ataque en superficie era tan sólo un poco mayor que el ataque bajo el agua, y dada la fiabilidad dudosa de los torpedos y el escaso número que se portaba a bordo, prometía resultados mucho mejores que los del ataque sumergido con torpedos.
El proceder de los comandantes desmiente cualquier calificativo de "sin restricciones" que intente colgarse a esta ofensiva. Por lo que parece, dejaban pasar tantos buques neutrales como los que detenían para inspeccionar. E incluso en el caso de estos, si se hallaba contrabando en ocasiones la única acción que se tomaba era arrojar éste por la borda. Tan sólo en casos en los que esto no fuera posible o el neutral fuera totalmente cargado de contrabando era el buque hundido, permitiendo a la tripulación hundir el barco. Incluso así se produjeron casos en los que, si el estado de la mar hacía dudosa la supervivencia de los náufragos, la tripulación del mercante era albergada en el U-Boot hasta que podía ser traspasada a otro barco, o incluso los alemanes renunciaban totalmente a hundir el buque y le permitían continuar su travesía. Un ejemplo detallado de este proceder con un buque español se encuentra en uno de los anexos del libro de Castroviejo.
Prueba evidente del predominio del sistema de presa está en las cifras que revelan que, entre los 35 barcos hundidos (7 neutrales) por los 5 comandantes más exitosos de esta ofensiva, tan sólo 6 fueron hundidos sin previo aviso mediante torpedos (1 neutral entre ellos). Es también notable señalar que estos 5 oficiales comandaban todos sumergibles de flota.
El armado de sus mercantes no sirvió a Inglaterra para evitar que sus mercantes fueran el objetivo prioritario de los U-Boote. Aparte de la facilidad que tenía el submarino para escabullirse, el motivo principal era que - simplemente - había demasiados barcos. Inglaterra tenía al comenzar la guerra la flota mercante más grande del mundo. Y además con diferencia. Los barcos que ondeaban la "Union Jack" acaparaban el 43,9% de la capacidad de carga mundial en 1914. El segundo en capacidad eran los Estados Unidos, con un 13,7% que resulta modesto en comparación. Armar a todos los barcos justo cuando la capacidad industrial británica se estaba estirando para satisfacer las demandas de los frentes terrestres y los de una marina de guerra en expansión era pedir demasiado. No es de extrañar que se tuviera que recurrir al prurito de desmontar el armamento de un mercante cuando este llegaba a puerto para montarlo en otro que se disponía a zarpar. Si había que combatir a los submarinos alemanes, el trabajo lo tenía que hacer la Royal Navy.
Con modestos resultados, hay que decir. En el transcurso de esta ofensiva tan sólo 5 sumergibles germanos fueron hundidos, y sólo uno de ellos (U 68) por la acción directa de las fuerzas enemigas, el resto cayeron por errores de navegación que les hicieron embarrancar y enredarse en redes, o por la explosión de minas ajenas o propias. Si bien la marina de guerra británica dedico crecientes esfuerzos a la caza activa del enemigo mediante patrullas antisubmarinas y buques trampa, lo cierto es que su éxito resulto ser prácticamente nulo, sobre todo por falta de un medio que permitiese la detección del sumergible cuando se encontraba debajo del agua.
La U-Flotille Flandern recibe refuerzos.
Los UB I y UC I habían sido diseñados durante el otoño de 1914, cuando todavía se tenía una concepción del submarino como arma defensiva. Una especie de "mina inteligente" que aguardaba el paso de unidades navales enemigas y entonces las atacaba desde debajo del agua.
Para cuando esos sumergibles comenzaron a entrar en servicio, ese papel defensivo había quedado obsoleto y había sido reemplazado por el ofensivo: el ataque a las rutas mercantiles enemigas. Como hemos visto, este cambio de función del arma submarina dejó a estos submarinos costeros con un rendimiento deficiente, especialmente en el caso del UB I.
La Marina Imperial Alemana abordó este problema con el diseño de nuevos modelos. Una vez más, era importante que las nuevas unidades llegasen a tiempo al frente, por lo que se prescindió de construir más "submarinos de flota" y se desarrollaron dos modelos de submarinos costeros: el UB II y el UC II.
El UB II era más grande que su antecesor el UB I. En ese mayor espacio acomodaba no sólo una tripulación algo mayor, sino también 2 motores diesel y 2 eléctricos con dos ejes de hélices, con lo que los tripulantes ya no tenían que quedarse vendidos si se averiaba un sólo motor. Armaba 2 tubos como el UB I, pero albergaba el doble de torpedos, 4. Su armamento se complementaba con un pequeño cañón de 50mm. en cubierta, que en varias unidades acabo siendo mejorado a uno de 88mm. Su velocidad máxima en superficie se ampliaba de 6 nudos en el UB I a 9. Con todas estas prestaciones mejoradas y mayor alcance operacional gozó de mayor éxito que su antecesor, aunque seguía siendo menos efectivo que un submarino "de verdad" de flota. Se podía construir uno en menos de un año, y entre otoño de 1915 y verano de 1916 se entregaron 30 unidades.
El UC II sí que marcó una diferencia notable respecto a su antecesor. La razón principal de esto se puede decir que fue que, en una unidad naval pequeña sus diseñadores había logrado concentrar una gran potencia de fuego. No sólo se incrementó el número de minas transportadas de 12 a 18, sino que también se añadieron 3 tubos de torpedos con 6 ingenios, y un cañón de 88mm. en cubierta. Con toda esta gama de armamento se puede explicar que las 63 unidades de este modelo que entraron en acción lograsen hundir 1.850 barcos entre todas ellas, si es que los datos que aparecen en uboat.net son ciertos. Además de todo este armamento, contaba con una planta motriz doble como la del UB II que le otorgaban una velocidad máxima en superficie de 11,5 nudos y más de 6 en inmersión. Su construcción tardaba aproximadamente un año y las 63 unidades mencionadas se entregaron entre junio de 1916 y junio de 1917.
Estos nuevos modelos sirvieron tanto en el Báltico, como en el Mar Negro, como en el Mediterráneo. Sin embargo el principal receptor de los mismos fue la U-Flotille Flandern, a la que se únicamente se reforzaba con modelos UB y UC.
La entrada en servicio de estos modelos refleja una madurez en el diseño alemán de los submarinos, especialmente en el caso del UC II. La industria alemana estaba comenzando a producir sumergibles lo suficientemente potentes como para ser efectivos y - lo más importante - en cantidades cada vez mayores. A lo largo de 1916 se entregaron 108 submarinos de todos los tipos. Más del doble que en 1915. Con cada vez más submarinos, y mejores, y ante la futilidad de la defensa antisubmarina aliada, en la marina alemana fue creciendo el convencimiento de que los submarinos podrían ser el arma decisiva de la guerra.
El incidente del "Sussex" y la interrupción de la ofensiva.
Fue precisamente un UB II el protagonista de un nuevo incidente que generaría de nuevo la serie de crisis diplomática, conflicto entre gobierno civil y mando militar, e interrupción de la ofensiva submarina.
El 24 de marzo de 1916, el UB 29 al mando del Oberleutnant zur See Pustkuchen avistó al ferry francés "Sussex" (1.353 toneladas de registro bruto) cuando se disponía a entrar en el puerto de Dieppe con 300 personas a bordo. A pesar de que las condiciones atmosféricas para el avistamiento e identificación eran bastante buenas, Pustkuchen determinó que delante tenía un barco minador, y le largó un torpedo sin previo aviso.
El "Sussex" no se hundió. Se consiguió llevarlo a Boulogne, pero en la explosión unas 50 personas fallecieron (incluido entre ellas el compositor español Enrique Granados) y más resultaron heridas, entre ellas varios ciudadanos norteamericanos. Sin ser una catástrofe como el hundimiento del Lusitania, este incidente provocó otra crisis diplomática con Estados Unidos que resultó en la determinación de cortar sus relaciones diplomáticas con Alemania si se producía otro hundimiento sin aviso previo de un barco civil.
En las altas esferas del gobierno y las fuerzas armadas alemanas este aviso generó reacciones encontradas. Por un lado - y con razón - había la sensación de sentirse chantajeados por el gobierno estadounidense, que se entrometía en disputas que no le incumbían directamente. Por otra parte, existía la preocupación fundada por una entrada en la guerra de los Estados Unidos dentro del bando aliado, lo cual bien podía decidir la guerra contra Alemania.
El 4 de mayo el gobierno alemán dirigió una nota al gobierno norteamericano. En ella se intentaba hacer ver a la potencia neutral que, en la ejecución de un bloqueo submarino propio justificado por el bloqueo naval británico, era inevitable que se produjesen errores y confusiones que resultasen en víctimas civiles. Estos ataques no se producían como parte de una orden del gobierno alemán que permitiese el asesinato deliberado de civiles. Además, el gobierno alemán se comprometía ante el estadounidense a no atacar buques de pasajeros (prohibición que ya existía previamente), y a hundir buques mercantes únicamente tras garantizar que tripulación y pasaje estuvieran a salvo y registrar la nave para cerciorarse de que portaba armas a los enemigos de Alemania.
Estas restricciones impuestas para bajar la tensión con el gobierno estadounidense causaron indignación en los círculos de las fuerzas armadas alemanas, que lo contemplaban como la primera de una serie de cesiones que terminarían por imposibilitar a Alemania el uso de la única arma con la que Inglaterra podía ser apartada de la guerra. En protesta por estas restricciones arrancadas por presión diplomática el nuevo comandante de la Hochseeflotte, el almirante Reinhard Scheer, dio orden a todos los submarinos bajo su mando de interrumpir la guerra contra las líneas de abastecimiento aliadas y retornar a puerto.
Esta orden pone fin sobre el papel a la "Segunda Ofensiva", pero no detuvo la guerra submarina de manera tan total como el fin de la primera ofensiva. Como ya hemos visto, en el Mediterráneo los sumergibles germanos continuaron haciendo de las suyas a lo largo de todo 1916 y, de hecho, fue en este período cuando los U-Boote alcanzaron sus éxitos más notables, como hemos visto con la patrulla de v. Arnauld que liquidó 54 barcos. La U-Flotille Flandern no se encontraba bajo el mando de Scheer, y abstenerse de atacar las rutas comerciales británicas hubiera significado dejarla totalmente inactiva, con lo que también prosiguieron sus actividades.
Incluso así, la ausencia de los submarinos de la Hochseeflotte se hizo sentir. En mayo de 1916 éstas eran 24 de las 58 unidades que disponía la Marina Imperial alemana en todos sus teatros de operaciones. Y además eran las más modernas, grandes, y mejor armadas. Disponían de suficiente alcance como para llegar a las aguas al oeste de las Islas Británicas y operar allí de manera efectiva durante bastantes días. Con todo esto se explica como las cifras de hundimientos descendieron de 83 mercantes (187.000 toneladas) en abril, a 63 en mayo (119.000 toneladas), y 64 en junio (93.000 toneladas).
Scheer tomó su decisión de manera unilateral, sin recibir ordenes de sus superiores ni consultar con ellos. Constituía una medida de presión al gobierno civil alemán, un reto por el que la guerra submarina tenía que hacerse como lo deseaban los mandos militares - es decir, sin restricciones - o no hacerse en absoluto. Es la misma reacción que había llevado al final de la primera ofensiva en octubre de 1915.
Sin embargo, y aunque no se reconociese así abiertamente, Scheer tenía otro motivo para llamar a sus submarinos de vuelta a sus puertos. Justo en el mes de mayo de 1916 el comandante de la Hochseeflotte tenía un plan de acción para todos los barcos bajo su mando, que resultaría en la batalla naval más grande de la historia hasta ese momento. Los submarinos alemanes formaban parte del plan para esa batalla.
La Tercera Ofensiva. Octubre a Diciembre de 1916.
Interludio: Jutlandia.
Como ya hemos visto en la primera entrada de esta serie, la estrategia que había constituido la base para la creación de la tercera flota de guerra más importante del mundo a comienzos del siglo XX - la Hochseeflotte - se reveló carente de valor ya en las primeras semanas de la guerra. Desde entonces, el grueso de la flota alemana había permanecido amarrada en sus puertos durante la mayor parte de la guerra. Tan sólo se habían producido salidas esporádicas de partes de la misma en misiones específicas. Algunas de dichas salidas, o más bien la capacidad británica para leer las transmisiones de radio de la flota sin que su adversario lo supiera, desencadenaron combates. El balance general de estos encuentros menores no era favorable a las armas germanas.
Con el ascenso de Reinhard Scheer al mando de la Hochseeflotte en 1916 la inactividad iba a finalizar. Persona de indudable carisma y ambición, pudo convencer a sus superiores - entre ellos, el mismo Kaiser - de su plan para el empleo de la flota. Obtuvo autorización para sacar la flota entera del puerto e involucrarla en combate.
En líneas generales, el plan de Scheer se basaba en la noción de atrapar parte de la flota británica con el grueso de la flota alemana, y la destrucción de parte del enemigo en el subsiguiente y desigual encuentro equipararía ambas flotas de manera que sería posible entablar futuros combates con relativa paridad de armas. Para tentar a una parte de la flota británica fuera de sus puertos, una los buques más rápidos de la flota germana lanzarían una incursión y así servirían como cebo.
En el plan de Scheer los submarinos alemanes cumplían la función ya establecida antes de la guerra de emboscada y reconocimiento. La operación de la flota estaba inicialmente prevista para el 17 de mayo. Se retrasó hasta el 23, y tras eso una vez más hasta el 31 de mayo. Estos retrasos tuvieron como efecto que la mayor parte de los submarinos se encontrasen en el mar de manera prematura respecto a lo inicialmente previsto. Ello tuvo consecuencias adversas para la operatividad de los submarinos. Las condiciones de habitabilidad de los mismos eran pésimas, con lo que los días en alta mar conllevaron cierto desgaste. Además, la presencia de varios de ellos fue advertida con antelación.
La batalla naval del 31 de mayo fue uno de los puntos álgidos de la guerra. El plan de Scheer ignoraba un importante factor: los ingleses podían leer sus mensajes de radio. Toda la flota británica se hizo a la mar antes incluso que la flota alemana. Aunque inicialmente el plan germano funcionó bien - los mal acorazados cruceros de batalla británicos se toparon con el grueso de la flota alemana y perdieron varias unidades - en el momento crucial fue la flota alemana la que se topó con el grueso de la flota británica en un lugar dónde ésta no debería haberse encontrado. Enfrentado por dos veces a la terrible potencia de fuego de todos los Dreadnoughts británicos, tan sólo la disciplina y el intensivo entrenamiento de los alemanes salvó su flota de la catástrofe y les permitió una huida a tiempo. En la subsiguiente persecución, en la noche del 31 de mayo al 1 de junio, los defectos de la inteligencia radiofónica británica pesaron más que sus virtudes, y la flota alemana consiguió refugiarse en sus puertos tras una confusa acción nocturna.
La actuación de los submarinos alemanes en esta acción fue inefectiva. Tan sólo uno de ellos logró una posición de tiro, y aún así el disparo no dio en el blanco. La salida anticipada de la flota británica significó además que muchos de los sumergibles llegaron a sus posiciones de intercepción cuando el enemigo ya se encontraba detrás suya, por lo que su función de reconocimiento tampoco tuvo resultados.
En función de las bajas infringidas la batalla de Jutlandia fue calificada en su momento, y lo ha sido muchas veces después, como un éxito alemán. Pero lo cierto es que la Hochseeflotte le había visto los dientes al lobo y había tenido que retornar corriendo a su casa, dando además gracias de haber escapado con daños relativamente leves. La calificación más amable que se puede hacer del resultado de esta confrontación es que resulto un empate. Y eso, con el predominio naval británico previo, era una derrota para Alemania.
Posteriormente se planteó alguna operación más con la flota en agosto de 1916. Pero la operación fue abortada. Hasta junio de 1916 los estrategas navales germanos todavía podían engañarse a si mismos pensando en que la Hochseeflotte podía jugar un papel decisivo en la guerra. Tras Jutlandia, si había algo que quedaba claro era que los U-Boote eran la única baza que quedaba en las manos de la marina alemana.
Interludio: Los Mercantes Submarinos.
Por todos estos factores había cierta unidad entre la Marina y el gobierno alemanes acerca del inicio de otra ofensiva submarina. Sin embargo existía desacuerdo acerca de cómo llevarla a cabo. Continuando la discusión por el punto en el que se había zanjado el año anterior, el Estado Mayor de la Marina defendía que los submarinos atacasen sin aviso alguno y por debajo del agua para minimizar riesgos. Basaban su posición en el armado de sus mercantes por parte de Inglaterra y en los incidentes con los Q-Ships. La guerra submarina, según ellos, no era viable de otro modo. Acompañaban estas advertencias con vagas promesas de que los submarinos eran el medio para rendir a Reino Unido por hambre.
A falta de conocimientos técnicos con los que responder a estos argumentos, el canciller Bethmann-Hollweg solicitó a la Marina informes sobre el arma submarina. El jefe del Estado Mayor, el almirante von Holtzendorf, se negó a remitir estos informes argumentando que eran estricto secreto y no podían salir en forma escrita de su despacho. Que las fuerzas armadas de un país denieguen abiertamente una solicitud de información del jefe del gobierno nos puede parecer una aberración hoy en día, pero es una muestra del tremendo poder que los militares habían logrado en Alemania durante la guerra.
Theobald von Bethmann-Hollweg. Canciller de Alemania |
Finalmente, y tras varias presiones, von Holtzendorf aceptó entrevistarse durante varias horas con el canciller en el despacho del primero, para informarle verbalmente y de manera detallada acerca del arma submarina, los tipos de sumergible, su número, su armamento, sus tácticas, etc. La reunión duró varias horas. Tras la misma el canciller solicitó informes al departamento de exteriores acerca de los requisitos de aprovisionamiento de las Islas Británicas y su población. Con estos datos pudo llegar a la conclusión que el estrangulamiento de Gran Bretaña tal como lo prometía von Holtzendorf no cabía dentro de lo posible con los 35 sumergibles disponibles en el Mar del Norte, Flandes, y el Adriático. La Marina quería imponer la guerra submarina sin restricciones, que podía acarrear graves consecuencias diplomáticas, sin que Alemania alcanzase ningún objetivo a cambio.
De esta manera, y con apoyo del Kaiser, el gobierno civil alemán consiguió imponerse una vez más a los militares. El 11 de febrero de 1916 Alemania anunciaba un "recrudecimiento" (Verschärfung) de la guerra submarina. De manera interna se había acordado que la ofensiva comenzase el 29 de febrero. Una víctima de los debates entre marina y gobierno fue Tirpitz, quien tras cometer un desaire con el emperador fue obligado a dimitir en abril.
Una vez más, las ordenes que los comandantes de los U-Boote llevaban consigo eran algo contradictorias. Tenían autorización para disparar sin previo aviso sobre mercantes enemigos armados, pero al mismo tiempo debían poner especial cuidado de no atacar a neutrales sin antes asegurarse de que las tripulaciones se ponían a salvo. Se mantenía, además, la prohibición de atacar buques de pasajeros de cualquier bandera. Lo mismo que durante la primera ofensiva, el minimizar los riesgos del ataque a mercantes enemigos armados con el riesgo de equivocación del objetivo iba a resultar ser la cuadratura del círculo para los oficiales de los submarinos. De nuevo, lograrían resolver el dilema con excelentes resultados.
Guerra sin incidentes.
Al comenzar la ofensiva en febrero de 1916 la Hochseeflotte basada en el Mar del Norte disponía de tan sólo 12 submarinos, comparados con 21 disponibles un año antes al comienzo de la primera ofensiva. Cierto es que esta cifra menor quedaba en cierto modo compensada por los 14 sumergibles de la U-Flotille Flandern, pero ya hemos visto que estas unidades eran pequeñas y estaban plagadas de defectos de diseño, de construcción, y cada una de ellas no constituía en absoluto el equivalente de un submarino de flota que seguía siendo el arma contra mercantes más eficaz. De esta dura valoración se pueden salvar los minadores UC I, cuyos "huevos" enviaron al fondo del mar a 112 barcos en el período desde el 1 de octubre de 1915 al 30 de abril de 1916.
La pequeña cantidad de submarinos de flota se debía, por un lado, a su período más largo de construcción (entre 18 y 24 meses) y al desgaste por bajas operacionales. Pero el motivo principal hay que encontrarlo en el despliegue de unidades de este tipo en el Mediterráneo durante el otoño de 1915. Allí pronto lograron los tremendos éxitos que ya hemos comentado antes, pero al mismo tiempo dejaba que la reanudación de la ofensiva en torno a Gran Bretaña fuese iniciada por tan sólo 2 submarinos.
A pesar de estas limitaciones, el comienzo de la ofensiva pronto se hizo notar en las cifras de hundimientos. Si bien en enero se habían hundido 25 barcos con 49.000 toneladas de desplazamiento bruto, en febrero la cifra ascendió a 95.000 toneladas (43 barcos), en marzo a 172.000 toneladas (69 barcos), y en abril a 187.000 toneladas (83 barcos).
Como en 1915, este incremento en los resultados se logró recurriendo principalmente a la táctica de presa, deteniendo al barco mediante disparos de aviso, revisando los manifiestos de carga si era neutral, y permitiendo que la tripulación abandonase el barco antes de hundirle al cañón y/o con cargas explosivas.
Si bien los comandantes involucrados eran amonestados por sus superiores por poner en riesgo sus naves con este proceder, la realidad era que para los hombres en la línea de frente este método ofrecía mejores resultados con tan sólo un incremento marginal del peligro. A estas alturas los submarinos emergían a una distancia prudencial del objetivo e iniciaban la aproximación tras los disparos de aviso. Si el barco era un mercante enemigo armado que iniciaba el contraataque, en un minuto el sumergible hacía honor a su nombre y desaparecía debajo del agua. Si el mercante armado contenía el fuego, corría el riesgo que su armamento fuese detectado por el submarino, con lo que este desaparecía también. El riesgo de un ataque en superficie era tan sólo un poco mayor que el ataque bajo el agua, y dada la fiabilidad dudosa de los torpedos y el escaso número que se portaba a bordo, prometía resultados mucho mejores que los del ataque sumergido con torpedos.
El proceder de los comandantes desmiente cualquier calificativo de "sin restricciones" que intente colgarse a esta ofensiva. Por lo que parece, dejaban pasar tantos buques neutrales como los que detenían para inspeccionar. E incluso en el caso de estos, si se hallaba contrabando en ocasiones la única acción que se tomaba era arrojar éste por la borda. Tan sólo en casos en los que esto no fuera posible o el neutral fuera totalmente cargado de contrabando era el buque hundido, permitiendo a la tripulación hundir el barco. Incluso así se produjeron casos en los que, si el estado de la mar hacía dudosa la supervivencia de los náufragos, la tripulación del mercante era albergada en el U-Boot hasta que podía ser traspasada a otro barco, o incluso los alemanes renunciaban totalmente a hundir el buque y le permitían continuar su travesía. Un ejemplo detallado de este proceder con un buque español se encuentra en uno de los anexos del libro de Castroviejo.
Prueba evidente del predominio del sistema de presa está en las cifras que revelan que, entre los 35 barcos hundidos (7 neutrales) por los 5 comandantes más exitosos de esta ofensiva, tan sólo 6 fueron hundidos sin previo aviso mediante torpedos (1 neutral entre ellos). Es también notable señalar que estos 5 oficiales comandaban todos sumergibles de flota.
El armado de sus mercantes no sirvió a Inglaterra para evitar que sus mercantes fueran el objetivo prioritario de los U-Boote. Aparte de la facilidad que tenía el submarino para escabullirse, el motivo principal era que - simplemente - había demasiados barcos. Inglaterra tenía al comenzar la guerra la flota mercante más grande del mundo. Y además con diferencia. Los barcos que ondeaban la "Union Jack" acaparaban el 43,9% de la capacidad de carga mundial en 1914. El segundo en capacidad eran los Estados Unidos, con un 13,7% que resulta modesto en comparación. Armar a todos los barcos justo cuando la capacidad industrial británica se estaba estirando para satisfacer las demandas de los frentes terrestres y los de una marina de guerra en expansión era pedir demasiado. No es de extrañar que se tuviera que recurrir al prurito de desmontar el armamento de un mercante cuando este llegaba a puerto para montarlo en otro que se disponía a zarpar. Si había que combatir a los submarinos alemanes, el trabajo lo tenía que hacer la Royal Navy.
Con modestos resultados, hay que decir. En el transcurso de esta ofensiva tan sólo 5 sumergibles germanos fueron hundidos, y sólo uno de ellos (U 68) por la acción directa de las fuerzas enemigas, el resto cayeron por errores de navegación que les hicieron embarrancar y enredarse en redes, o por la explosión de minas ajenas o propias. Si bien la marina de guerra británica dedico crecientes esfuerzos a la caza activa del enemigo mediante patrullas antisubmarinas y buques trampa, lo cierto es que su éxito resulto ser prácticamente nulo, sobre todo por falta de un medio que permitiese la detección del sumergible cuando se encontraba debajo del agua.
La U-Flotille Flandern recibe refuerzos.
Los UB I y UC I habían sido diseñados durante el otoño de 1914, cuando todavía se tenía una concepción del submarino como arma defensiva. Una especie de "mina inteligente" que aguardaba el paso de unidades navales enemigas y entonces las atacaba desde debajo del agua.
Para cuando esos sumergibles comenzaron a entrar en servicio, ese papel defensivo había quedado obsoleto y había sido reemplazado por el ofensivo: el ataque a las rutas mercantiles enemigas. Como hemos visto, este cambio de función del arma submarina dejó a estos submarinos costeros con un rendimiento deficiente, especialmente en el caso del UB I.
La Marina Imperial Alemana abordó este problema con el diseño de nuevos modelos. Una vez más, era importante que las nuevas unidades llegasen a tiempo al frente, por lo que se prescindió de construir más "submarinos de flota" y se desarrollaron dos modelos de submarinos costeros: el UB II y el UC II.
Sumergible tipo UB II. |
El UB II era más grande que su antecesor el UB I. En ese mayor espacio acomodaba no sólo una tripulación algo mayor, sino también 2 motores diesel y 2 eléctricos con dos ejes de hélices, con lo que los tripulantes ya no tenían que quedarse vendidos si se averiaba un sólo motor. Armaba 2 tubos como el UB I, pero albergaba el doble de torpedos, 4. Su armamento se complementaba con un pequeño cañón de 50mm. en cubierta, que en varias unidades acabo siendo mejorado a uno de 88mm. Su velocidad máxima en superficie se ampliaba de 6 nudos en el UB I a 9. Con todas estas prestaciones mejoradas y mayor alcance operacional gozó de mayor éxito que su antecesor, aunque seguía siendo menos efectivo que un submarino "de verdad" de flota. Se podía construir uno en menos de un año, y entre otoño de 1915 y verano de 1916 se entregaron 30 unidades.
El UC II sí que marcó una diferencia notable respecto a su antecesor. La razón principal de esto se puede decir que fue que, en una unidad naval pequeña sus diseñadores había logrado concentrar una gran potencia de fuego. No sólo se incrementó el número de minas transportadas de 12 a 18, sino que también se añadieron 3 tubos de torpedos con 6 ingenios, y un cañón de 88mm. en cubierta. Con toda esta gama de armamento se puede explicar que las 63 unidades de este modelo que entraron en acción lograsen hundir 1.850 barcos entre todas ellas, si es que los datos que aparecen en uboat.net son ciertos. Además de todo este armamento, contaba con una planta motriz doble como la del UB II que le otorgaban una velocidad máxima en superficie de 11,5 nudos y más de 6 en inmersión. Su construcción tardaba aproximadamente un año y las 63 unidades mencionadas se entregaron entre junio de 1916 y junio de 1917.
Estos nuevos modelos sirvieron tanto en el Báltico, como en el Mar Negro, como en el Mediterráneo. Sin embargo el principal receptor de los mismos fue la U-Flotille Flandern, a la que se únicamente se reforzaba con modelos UB y UC.
La entrada en servicio de estos modelos refleja una madurez en el diseño alemán de los submarinos, especialmente en el caso del UC II. La industria alemana estaba comenzando a producir sumergibles lo suficientemente potentes como para ser efectivos y - lo más importante - en cantidades cada vez mayores. A lo largo de 1916 se entregaron 108 submarinos de todos los tipos. Más del doble que en 1915. Con cada vez más submarinos, y mejores, y ante la futilidad de la defensa antisubmarina aliada, en la marina alemana fue creciendo el convencimiento de que los submarinos podrían ser el arma decisiva de la guerra.
El incidente del "Sussex" y la interrupción de la ofensiva.
Fue precisamente un UB II el protagonista de un nuevo incidente que generaría de nuevo la serie de crisis diplomática, conflicto entre gobierno civil y mando militar, e interrupción de la ofensiva submarina.
El 24 de marzo de 1916, el UB 29 al mando del Oberleutnant zur See Pustkuchen avistó al ferry francés "Sussex" (1.353 toneladas de registro bruto) cuando se disponía a entrar en el puerto de Dieppe con 300 personas a bordo. A pesar de que las condiciones atmosféricas para el avistamiento e identificación eran bastante buenas, Pustkuchen determinó que delante tenía un barco minador, y le largó un torpedo sin previo aviso.
En las altas esferas del gobierno y las fuerzas armadas alemanas este aviso generó reacciones encontradas. Por un lado - y con razón - había la sensación de sentirse chantajeados por el gobierno estadounidense, que se entrometía en disputas que no le incumbían directamente. Por otra parte, existía la preocupación fundada por una entrada en la guerra de los Estados Unidos dentro del bando aliado, lo cual bien podía decidir la guerra contra Alemania.
El 4 de mayo el gobierno alemán dirigió una nota al gobierno norteamericano. En ella se intentaba hacer ver a la potencia neutral que, en la ejecución de un bloqueo submarino propio justificado por el bloqueo naval británico, era inevitable que se produjesen errores y confusiones que resultasen en víctimas civiles. Estos ataques no se producían como parte de una orden del gobierno alemán que permitiese el asesinato deliberado de civiles. Además, el gobierno alemán se comprometía ante el estadounidense a no atacar buques de pasajeros (prohibición que ya existía previamente), y a hundir buques mercantes únicamente tras garantizar que tripulación y pasaje estuvieran a salvo y registrar la nave para cerciorarse de que portaba armas a los enemigos de Alemania.
Estas restricciones impuestas para bajar la tensión con el gobierno estadounidense causaron indignación en los círculos de las fuerzas armadas alemanas, que lo contemplaban como la primera de una serie de cesiones que terminarían por imposibilitar a Alemania el uso de la única arma con la que Inglaterra podía ser apartada de la guerra. En protesta por estas restricciones arrancadas por presión diplomática el nuevo comandante de la Hochseeflotte, el almirante Reinhard Scheer, dio orden a todos los submarinos bajo su mando de interrumpir la guerra contra las líneas de abastecimiento aliadas y retornar a puerto.
Esta orden pone fin sobre el papel a la "Segunda Ofensiva", pero no detuvo la guerra submarina de manera tan total como el fin de la primera ofensiva. Como ya hemos visto, en el Mediterráneo los sumergibles germanos continuaron haciendo de las suyas a lo largo de todo 1916 y, de hecho, fue en este período cuando los U-Boote alcanzaron sus éxitos más notables, como hemos visto con la patrulla de v. Arnauld que liquidó 54 barcos. La U-Flotille Flandern no se encontraba bajo el mando de Scheer, y abstenerse de atacar las rutas comerciales británicas hubiera significado dejarla totalmente inactiva, con lo que también prosiguieron sus actividades.
Incluso así, la ausencia de los submarinos de la Hochseeflotte se hizo sentir. En mayo de 1916 éstas eran 24 de las 58 unidades que disponía la Marina Imperial alemana en todos sus teatros de operaciones. Y además eran las más modernas, grandes, y mejor armadas. Disponían de suficiente alcance como para llegar a las aguas al oeste de las Islas Británicas y operar allí de manera efectiva durante bastantes días. Con todo esto se explica como las cifras de hundimientos descendieron de 83 mercantes (187.000 toneladas) en abril, a 63 en mayo (119.000 toneladas), y 64 en junio (93.000 toneladas).
Scheer tomó su decisión de manera unilateral, sin recibir ordenes de sus superiores ni consultar con ellos. Constituía una medida de presión al gobierno civil alemán, un reto por el que la guerra submarina tenía que hacerse como lo deseaban los mandos militares - es decir, sin restricciones - o no hacerse en absoluto. Es la misma reacción que había llevado al final de la primera ofensiva en octubre de 1915.
Sin embargo, y aunque no se reconociese así abiertamente, Scheer tenía otro motivo para llamar a sus submarinos de vuelta a sus puertos. Justo en el mes de mayo de 1916 el comandante de la Hochseeflotte tenía un plan de acción para todos los barcos bajo su mando, que resultaría en la batalla naval más grande de la historia hasta ese momento. Los submarinos alemanes formaban parte del plan para esa batalla.
La Tercera Ofensiva. Octubre a Diciembre de 1916.
Interludio: Jutlandia.
Como ya hemos visto en la primera entrada de esta serie, la estrategia que había constituido la base para la creación de la tercera flota de guerra más importante del mundo a comienzos del siglo XX - la Hochseeflotte - se reveló carente de valor ya en las primeras semanas de la guerra. Desde entonces, el grueso de la flota alemana había permanecido amarrada en sus puertos durante la mayor parte de la guerra. Tan sólo se habían producido salidas esporádicas de partes de la misma en misiones específicas. Algunas de dichas salidas, o más bien la capacidad británica para leer las transmisiones de radio de la flota sin que su adversario lo supiera, desencadenaron combates. El balance general de estos encuentros menores no era favorable a las armas germanas.
El Almirante Reinhard Scheer |
Con el ascenso de Reinhard Scheer al mando de la Hochseeflotte en 1916 la inactividad iba a finalizar. Persona de indudable carisma y ambición, pudo convencer a sus superiores - entre ellos, el mismo Kaiser - de su plan para el empleo de la flota. Obtuvo autorización para sacar la flota entera del puerto e involucrarla en combate.
En líneas generales, el plan de Scheer se basaba en la noción de atrapar parte de la flota británica con el grueso de la flota alemana, y la destrucción de parte del enemigo en el subsiguiente y desigual encuentro equipararía ambas flotas de manera que sería posible entablar futuros combates con relativa paridad de armas. Para tentar a una parte de la flota británica fuera de sus puertos, una los buques más rápidos de la flota germana lanzarían una incursión y así servirían como cebo.
En el plan de Scheer los submarinos alemanes cumplían la función ya establecida antes de la guerra de emboscada y reconocimiento. La operación de la flota estaba inicialmente prevista para el 17 de mayo. Se retrasó hasta el 23, y tras eso una vez más hasta el 31 de mayo. Estos retrasos tuvieron como efecto que la mayor parte de los submarinos se encontrasen en el mar de manera prematura respecto a lo inicialmente previsto. Ello tuvo consecuencias adversas para la operatividad de los submarinos. Las condiciones de habitabilidad de los mismos eran pésimas, con lo que los días en alta mar conllevaron cierto desgaste. Además, la presencia de varios de ellos fue advertida con antelación.
La batalla naval del 31 de mayo fue uno de los puntos álgidos de la guerra. El plan de Scheer ignoraba un importante factor: los ingleses podían leer sus mensajes de radio. Toda la flota británica se hizo a la mar antes incluso que la flota alemana. Aunque inicialmente el plan germano funcionó bien - los mal acorazados cruceros de batalla británicos se toparon con el grueso de la flota alemana y perdieron varias unidades - en el momento crucial fue la flota alemana la que se topó con el grueso de la flota británica en un lugar dónde ésta no debería haberse encontrado. Enfrentado por dos veces a la terrible potencia de fuego de todos los Dreadnoughts británicos, tan sólo la disciplina y el intensivo entrenamiento de los alemanes salvó su flota de la catástrofe y les permitió una huida a tiempo. En la subsiguiente persecución, en la noche del 31 de mayo al 1 de junio, los defectos de la inteligencia radiofónica británica pesaron más que sus virtudes, y la flota alemana consiguió refugiarse en sus puertos tras una confusa acción nocturna.
La actuación de los submarinos alemanes en esta acción fue inefectiva. Tan sólo uno de ellos logró una posición de tiro, y aún así el disparo no dio en el blanco. La salida anticipada de la flota británica significó además que muchos de los sumergibles llegaron a sus posiciones de intercepción cuando el enemigo ya se encontraba detrás suya, por lo que su función de reconocimiento tampoco tuvo resultados.
En función de las bajas infringidas la batalla de Jutlandia fue calificada en su momento, y lo ha sido muchas veces después, como un éxito alemán. Pero lo cierto es que la Hochseeflotte le había visto los dientes al lobo y había tenido que retornar corriendo a su casa, dando además gracias de haber escapado con daños relativamente leves. La calificación más amable que se puede hacer del resultado de esta confrontación es que resulto un empate. Y eso, con el predominio naval británico previo, era una derrota para Alemania.
Posteriormente se planteó alguna operación más con la flota en agosto de 1916. Pero la operación fue abortada. Hasta junio de 1916 los estrategas navales germanos todavía podían engañarse a si mismos pensando en que la Hochseeflotte podía jugar un papel decisivo en la guerra. Tras Jutlandia, si había algo que quedaba claro era que los U-Boote eran la única baza que quedaba en las manos de la marina alemana.
Interludio: Los Mercantes Submarinos.
Ya en otoño de 1915, y por iniciativa empresarial privada, se desarrollaron planos para la construcción de un "submarino de transporte". Un sumergible carente de armamento alguno pero con un tamaño y espacio de carga jamás conocidos antes en una nave de su tipo, y que harían viable su uso como mercante dotado de la habilidad de sortear sumergido el bloqueo naval británico.
Se obtuvo autorización de las autoridades navales germanas para utilizar un astillero que no estaba siendo ocupado por necesidades militares, y se comenzó la construcción del U-Handelsschiff "Deutschland" en octubre de 1915. La construcción progresó de manera inusitadamente rápida, y el Deutschland era botado en marzo de 1916.
El 16 de junio de 1916 este inusual mercante zarpaba hacía los todavía neutrales Estados Unidos, arribando al puerto de Baltimore el 9 de julio. Allí permaneció hasta el 1 de agosto, causando sensación en la costa este norteamericana y protestas por parte del gobierno británico, que afirmaba que era un navío armado y como tal debía ser internado. A su retorno a Alemania el 23 de agosto la tripulación del mercante-submarino fue celebrada como héroes. En sus bodegas cargaban materiales valiosísimos como caucho, niquel, estaño y oro cuyo valor compensaba varias veces el coste de la operación.
El Deutschland emprendió otro exitoso crucero a Estados Unidos en otoño. Antes de eso, una nave gemela con el nombre "Bremen" había zarpado en agosto para desaparecer sin dejar ni rastro. La entrada de los Estados Unidos en la guerra en 1917 cerró definitivamente sus puertos a los alemanes y con ello desapareció toda viabilidad de los U-Handelschiff como negocio. La marina alemana se apropió del Deutschland y de otras unidades del mismo tipo que se encontraban en construcción, las armó con cañones y tubos lanzatorpedos, y las rebautizó con los numerales del U-151 al U-157 (El Deutschland acabo siendo el U-155).
Sin incidencia directa alguna en la guerra naval, la importancia de los U-Handelschiffen es más la de una curiosidad. Su carga de 700 toneladas era tan pequeña que, para romper efectivamente el bloqueo naval hubieran hecho falta centenares de mercantes-submarinos. Aparte de eso, se puede considerar a estos sumergibles como los primeros antecedentes de los actuales intentos de narcotráficantes por "romper el bloqueo antidroga" haciendo uso de sumergibles, en ocasiones bastante sofisticados.
Más importante fue la influencia indirecta de los U-Handelschiffen en la guerra por su efecto en la construcción naval germana. Alentados por el breve período de construcción (6 meses) de una unidad tan grande, el alto mando naval germano consideró en la primavera de 1916 la construcción de submarinos de gran tamaño, alcance, velocidad, y poderosa artillería que operarían en zonas hasta entonces fuera del alcance de los submarinos más "convencionales" siguiendo las regulaciones del sistema de presa. Se aprobaba la construcción de varios U-Kreuzer, o "Cruceros-submarinos". Grandes sumergibles de los que hablaremos más adelante.
La guerra submarina continua... incluso sin Scheer.
Como ya se ha indicado, el parón de mayo de 1916 afectó únicamente a los sumergibles bajo mando directo de Scheer en la Hochseeflotte. Aunque suponían casi la mitad de los submarinos alemanes operativos, y encima eran la mejor mitad, su ausencia no se notó tanto como la interrupción de la Primera Ofensiva en octubre del año anterior. A falta de los submarinos de flota de Scheer, el grueso de las operaciones contra el tráfico mercantil aliado fue llevado a cabo por la U-Flotille Flandern, y por los sumergibles estacionados en el Mediterráneo.
Ambos mandos recibieron refuerzos. De mayo a diciembre de 1916 los submarinos de Flandes pasaron de 13 a 25, con una notable mejora en la calidad individual de cada unidad. Los submarinos destinados al Mediterráneo se incrementaron de 13 a 20 en el mismo período. Los hundimientos de mercantes, tras tocar fondo en junio, comenzaron a incrementarse de nuevo. 96 en julio (117.000 toneladas), 133 en agosto (163.000 toneladas) y 171 en septiembre (233.000 toneladas).
Es decir, que la ofensiva submarina no se había detenido realmente. Tan sólo la parte que correspondía a Reinhard Scheer, quien actuaba por cuenta propia. El alto mando no había dado orden alguna de interrumpir la ofensiva, y lo suyo hubiera sido que alguien le hubiera dado al comandante de la Hochseeflotte una orden directa para que retomase las operaciones contra el tráfico mercante británico. Pero, según cuenta Schröder en su libro, el jefe del Estado Mayor Naval von Holtzendorff se contentó durante el verano con pedirle "amablemente" a Scheer que diese orden a sus submarinos de zarpar, a lo que este simplemente se negó. Semejante nivel de insubordinación es bastante revelador. La estructura de mando de la marina germana no estaba nada clara, era ineficiente, y cualquier comandante con cierto nivel de popularidad podía llevar su parte de la guerra como le diera la gana.
Hizo falta la presión de las crecientes cifras de hundimientos - que hacían ver las oportunidades que se estaban perdiendo - y el apoyo del mismo Kaiser para que en octubre de 1916 v.Holtzendorff se atreviese finalmente a dar una orden directa a Scheer para que sus submarinos tomasen parte en las operaciones de bloqueo a Gran Bretaña. Comenzaba la Tercera Ofensiva.
Auge de la Tercera Ofensiva.
Para octubre de 1916 la Hochseeflotte disponía de 37 submarinos de gran alcance y poderoso armamento que en ese mes se unieron al ataque a las líneas mercantes aliadas. Su entrada en acción se hizo notar. En octubre se hundieron 100.000 toneladas más que en el mes anterior. En lo que quedaba del año, el desplazamiento mensual de mercantes hundidos ya no bajo de las 300.000 toneladas.
Lo más llamativo de estas cifras tan elevadas es la ausencia de incidentes diplomáticos con Estados Unidos en todo el período que va de mayo a diciembre de 1916. Las estrictas normas que regían la interceptación de buques civiles se siguieron a rajatabla. Los mercantes eran detenidos, inspeccionados si eran neutrales, y en todo caso se permitía a la tripulación abandonar el barco. Si el estado de la mar no garantizaba la seguridad de los potenciales náufragos en sus botes, se aguardaba junto a la presa hasta que el mar se calmaba, se dejaba continuar la travesía tras dirigir una advertencia al capitán del buque, e incluso se llegó a hundir el barco pero tras dar refugio a la tripulación del mismo durante varios días a bordo del propio submarino. Los buques de pasaje tenían vía libre. En este año el Mauretania, gemelo del Lusitania, estuvo a tiro seguro de los submarinos alemanes en más de una ocasión sin que se llegase a consumar el ataque.
El bloqueo submarino no estaba exento de errores e incidentes, como los que comentamos con los buques hospital en el Mediterráneo. Pero estos se mantuvieron en un mínimo, y la diplomacia alemana consiguió disminuir su repercusión, llegando incluso a mentir para ello. Como cuando achacaban a una mina el impacto de un torpedo lanzado sin previo aviso.
De esta manera se consiguió "normalizar" las relaciones con los Estados Unidos de América, dentro de lo que tal cosa era posible en medio de la guerra. Para el canciller alemán esto era importante, puesto que el presidente Wilson - reelegido en noviembre de 1916 con el eslogan "Él nos mantuvo fuera de la guerra" - se había ofrecido en varias ocasiones como mediador entre las partes en conflicto para negociar una paz. Con el apoyo del presidente estadounidense, y con la presión ejercida por las crecientes cifras de hundimientos como muestra de fuerza, los alemanes esperaban tener más oportunidades para llegar a una salida negociada al conflicto.
Hacía finales de 1916 la guerra llegaba a un momento decisivo, resultado de una confluencia en este momento de un conjunto de situaciones:
Auge de la Tercera Ofensiva.
Para octubre de 1916 la Hochseeflotte disponía de 37 submarinos de gran alcance y poderoso armamento que en ese mes se unieron al ataque a las líneas mercantes aliadas. Su entrada en acción se hizo notar. En octubre se hundieron 100.000 toneladas más que en el mes anterior. En lo que quedaba del año, el desplazamiento mensual de mercantes hundidos ya no bajo de las 300.000 toneladas.
Lo más llamativo de estas cifras tan elevadas es la ausencia de incidentes diplomáticos con Estados Unidos en todo el período que va de mayo a diciembre de 1916. Las estrictas normas que regían la interceptación de buques civiles se siguieron a rajatabla. Los mercantes eran detenidos, inspeccionados si eran neutrales, y en todo caso se permitía a la tripulación abandonar el barco. Si el estado de la mar no garantizaba la seguridad de los potenciales náufragos en sus botes, se aguardaba junto a la presa hasta que el mar se calmaba, se dejaba continuar la travesía tras dirigir una advertencia al capitán del buque, e incluso se llegó a hundir el barco pero tras dar refugio a la tripulación del mismo durante varios días a bordo del propio submarino. Los buques de pasaje tenían vía libre. En este año el Mauretania, gemelo del Lusitania, estuvo a tiro seguro de los submarinos alemanes en más de una ocasión sin que se llegase a consumar el ataque.
El bloqueo submarino no estaba exento de errores e incidentes, como los que comentamos con los buques hospital en el Mediterráneo. Pero estos se mantuvieron en un mínimo, y la diplomacia alemana consiguió disminuir su repercusión, llegando incluso a mentir para ello. Como cuando achacaban a una mina el impacto de un torpedo lanzado sin previo aviso.
De esta manera se consiguió "normalizar" las relaciones con los Estados Unidos de América, dentro de lo que tal cosa era posible en medio de la guerra. Para el canciller alemán esto era importante, puesto que el presidente Wilson - reelegido en noviembre de 1916 con el eslogan "Él nos mantuvo fuera de la guerra" - se había ofrecido en varias ocasiones como mediador entre las partes en conflicto para negociar una paz. Con el apoyo del presidente estadounidense, y con la presión ejercida por las crecientes cifras de hundimientos como muestra de fuerza, los alemanes esperaban tener más oportunidades para llegar a una salida negociada al conflicto.
Hacía finales de 1916 la guerra llegaba a un momento decisivo, resultado de una confluencia en este momento de un conjunto de situaciones:
- Fracaso de la ofensiva de Verdún, y el relevo de Falkenhayn por una pareja de comandantes con un gran apoyo popular y político: Ludendorff e Hindenburg.
- Fracaso de la Hochseeflotte en la batalla de Jutlandia en el intento de lograr un papel decisivo en la guerra, lo que definitivamente dejaba a los U-Boote como única arma disponible en el mar.
- Debacle creciente de la producción y distribución de alimentos en Alemania. La efectividad del bloqueo británico era ya patente e inmitigable.
- Madurez en la producción, diseño, y tácticas de empleo de los submarinos. A falta de medidas contrasubmarinas eficaces, en 1916 su número se duplicaba desde los 41 a los 97.
- Período de tranquilidad diplomática con Estados Unidos, lo cual abría las opciones a una solución diplomática.
Muy interesante esta serie de artículos.
ResponderEliminarTe sigo.