Una de mis principales actividades durante mis recientes vacaciones ha sido la lectura. He dispuesto de suficiente tiempo como para leer de cabo a rabo dos libros, que voy a comentar en esta entrada y en la siguiente. Podría meter los dos libros en una misma entrada, no sería la primera vez. Pero tratan temas diferentes. Y además, combinar los dos libros también generaría una entrada muy grande y tal vez algo tediosa.
El primer libro es Moscow 1812 (de Adam Zamoyski. Harper Perennial, 2005.557 pág.). Como es fácil de inferir por el título, este libro trata la campaña de Napoleón en Rusia en 1812. Los antecedentes de la guerra y la descripción previa de los contendientes y sus fuerzas son resueltos en las primeras 100 paginas. La marcha hasta Moscú ocupa las siguientes 200 páginas. Hay un breve interludio de inactividad por ambas partes, que comienza con la captura e incendio de Moscú. Las últimas 200 páginas aproximadamente cubren la larga y agónica retirada de Napoleón y su ejército, y terminan con una breve descripción de las consecuencias, efectos y relación de esta campaña dentro de marcos sociales, históricos y políticos más amplios.
Adquirí el libro por unos 13€.La edición es bastante aceptable. La letra del texto no es microscópicamente pequeña, y la obra está acompañada de sencillos mapas que ayudan de forma eficiente a seguir la acción. También hay unas láminas con imágenes. Están bien porque unas dan cara a algunos de los principales protagonistas, y otras dan una buena idea de las penosas condiciones en las que se desarrollo la campaña.
En líneas generales, el Sr. Zamoyski hace una narrativa que va soportando con extractos de documentos de la época o escritos por los participantes. No se hace pesado salvo en algunas partes centrales de la obra, cuando estos extractos contemporaneos se hacen más frecuentes. Entonces la acción que narra la obra se reduce, y ésta adquiere un tono menos animado y más descriptivo. Sin embargo, la mayor parte de la narración mantiene un buen ritmo de actividad.
En el libro no hay apartados o capítulos dedicados a conclusiones o análisis. Estos se van produciendo a lo largo del libro. Al inicio, por ejemplo, se deja claro la falta de razones reales que Napoleon tenía para enemistarse con Rusia, y ello tuvo como consecuencia la falta de objetivos claros e indecisión por parte de Napoleon varias veces durante la campaña. Bonaparte hizó varios intentos de contacto diplomático durante su avance. Las condiciones catastróficas de su retirada tienen parte de razón en el excesivo tiempo (1 mes) que aguardo inactivo en Moscú a algún mensaje del Zar Alejandro I. Cuando por fin se decidió a retirarse, no preparó debidamente esta maniobra, en parte porque quería negarse a aceptar que aquello fuera realmente una retirada e intentó disfrazarlo como una maniobra.
El libro recoge de forma bastante vívida, gracias a testimonios, las penosas condiciones logísticas en las que los ejércitos de la época maniobraban. Estas condiciones se fueron convirtiendo en totalmente catástroficas a medida que la temperatura iba descendiendo. El autor nos recuerda en varias ocasiones que estas condiciones afectaban a ambos ejércitos, aunque el ejército ruso contaba con ventajas como las de luchar en su propia casa, y un aprovisionamiento mejor adaptado a las condiciones del escenario de conflicto. Al final, fue ese margén lo que permitió al ejército ruso tener un desgaste un poco más reducido. Y esto fué lo que hizo que al final pudiese acumular una fuerza superior sobre un ejército imperial francés bastante reducido y desgastado.
La visión que Adam Zamoyski nos da del mando ruso es también bastante interesante y, para mí, novedosa. Normalmente se nos da una visión de un mando ruso que adopta consciente y voluntariamente una estrategia de retirada y desgaste, la cual ejecuta de manera consciente bajo el mando de grandes líderes, entre los que destaca un anciano, experimentado, y paternal Kutuzov. Nada más lejos de la realidad. Aunque la invasión napoleónica inflamo el espirítu nacionalista, los generales y mariscales del zar dedicaban considerables esfuerzos durante la camapaña a conspirar unos contra otros, ¡y a veces contra el zar mismo!. Estas conspiraciones no pretendían alterar en absoluto el orden establecido, pero generaron situaciones rayanas en la insubordinación, y que impidieron al ejército ruso plantarle cara de forma efctiva a Napoleón antes de Borodino. Para entonces, el clamor nacionalista y las conspiraciones habían obligado al zar a retirarle el mando a un sensato Barclay de Tolly para darselo a Kutuzov. Este anciano general (falleció 3 ó 4 meses después de esta campaña) se muestra como bastante incompetente en esta obra, y prácticamente su única ventaja sobre Barclay era que era considerado como genuinamente ruso, y no extranjero, con lo cual consiguió acallar la mayor parte de los rumores de traición, reducir las conspiraciones, e incrementar la cohesión de ejército ruso. Al final, lo que necesitaba el ejército ruso en esos momentos tan críticos no era tanto genialidad intelectual como reducir las disensiones internas.
Un aspecto de la guerra que el libro intuye, pero no concreta nunca de manera definitiva, es la cuestión polaca. Napoleón tuvó en varias ocasiones la opción de proclamar el reino de Polonia - coronando seguramente a Poniatowski - para conseguir alienar del imperio del zar varias regiones que habían sido polacas hasta hace poco. Esto le hubiera podido proveer de refuerzos y suministros dentro del propio territorio enemigo. Lo cierto es que Napoleon nunca se atrevió a hacerlo, por miedo a enojar al zar más allá de cualquier posible reconciliación futura. Nunca se hace un análisis de lo importante que fue la falta de apoyo local polaco y lituano durante la campaña, pero se puede entender que hubiera podido ser un factor bastante determinante.
El libro es una lectura bastante aceptable y no demasiado densa. Aporta perspectivas nuevas sobre una campaña crucial. En algún momento la narrativa flojea un poco, pero eso se puede achacar a las características de los acontecimientos que se narran: el estancamiento en Moscú a mitad de la campaña, y la parte final, cruzado el Beresina, cuando La Grande Armeé esta languideciendo y es prácticamente incapaz de cualquier acción más o menos decisiva. En esos momentos, la narración sigue el ritmo de la acción y languidece igualmente.
Adquirí el libro por unos 13€.La edición es bastante aceptable. La letra del texto no es microscópicamente pequeña, y la obra está acompañada de sencillos mapas que ayudan de forma eficiente a seguir la acción. También hay unas láminas con imágenes. Están bien porque unas dan cara a algunos de los principales protagonistas, y otras dan una buena idea de las penosas condiciones en las que se desarrollo la campaña.
En líneas generales, el Sr. Zamoyski hace una narrativa que va soportando con extractos de documentos de la época o escritos por los participantes. No se hace pesado salvo en algunas partes centrales de la obra, cuando estos extractos contemporaneos se hacen más frecuentes. Entonces la acción que narra la obra se reduce, y ésta adquiere un tono menos animado y más descriptivo. Sin embargo, la mayor parte de la narración mantiene un buen ritmo de actividad.
En el libro no hay apartados o capítulos dedicados a conclusiones o análisis. Estos se van produciendo a lo largo del libro. Al inicio, por ejemplo, se deja claro la falta de razones reales que Napoleon tenía para enemistarse con Rusia, y ello tuvo como consecuencia la falta de objetivos claros e indecisión por parte de Napoleon varias veces durante la campaña. Bonaparte hizó varios intentos de contacto diplomático durante su avance. Las condiciones catastróficas de su retirada tienen parte de razón en el excesivo tiempo (1 mes) que aguardo inactivo en Moscú a algún mensaje del Zar Alejandro I. Cuando por fin se decidió a retirarse, no preparó debidamente esta maniobra, en parte porque quería negarse a aceptar que aquello fuera realmente una retirada e intentó disfrazarlo como una maniobra.
El libro recoge de forma bastante vívida, gracias a testimonios, las penosas condiciones logísticas en las que los ejércitos de la época maniobraban. Estas condiciones se fueron convirtiendo en totalmente catástroficas a medida que la temperatura iba descendiendo. El autor nos recuerda en varias ocasiones que estas condiciones afectaban a ambos ejércitos, aunque el ejército ruso contaba con ventajas como las de luchar en su propia casa, y un aprovisionamiento mejor adaptado a las condiciones del escenario de conflicto. Al final, fue ese margén lo que permitió al ejército ruso tener un desgaste un poco más reducido. Y esto fué lo que hizo que al final pudiese acumular una fuerza superior sobre un ejército imperial francés bastante reducido y desgastado.
La visión que Adam Zamoyski nos da del mando ruso es también bastante interesante y, para mí, novedosa. Normalmente se nos da una visión de un mando ruso que adopta consciente y voluntariamente una estrategia de retirada y desgaste, la cual ejecuta de manera consciente bajo el mando de grandes líderes, entre los que destaca un anciano, experimentado, y paternal Kutuzov. Nada más lejos de la realidad. Aunque la invasión napoleónica inflamo el espirítu nacionalista, los generales y mariscales del zar dedicaban considerables esfuerzos durante la camapaña a conspirar unos contra otros, ¡y a veces contra el zar mismo!. Estas conspiraciones no pretendían alterar en absoluto el orden establecido, pero generaron situaciones rayanas en la insubordinación, y que impidieron al ejército ruso plantarle cara de forma efctiva a Napoleón antes de Borodino. Para entonces, el clamor nacionalista y las conspiraciones habían obligado al zar a retirarle el mando a un sensato Barclay de Tolly para darselo a Kutuzov. Este anciano general (falleció 3 ó 4 meses después de esta campaña) se muestra como bastante incompetente en esta obra, y prácticamente su única ventaja sobre Barclay era que era considerado como genuinamente ruso, y no extranjero, con lo cual consiguió acallar la mayor parte de los rumores de traición, reducir las conspiraciones, e incrementar la cohesión de ejército ruso. Al final, lo que necesitaba el ejército ruso en esos momentos tan críticos no era tanto genialidad intelectual como reducir las disensiones internas.
Un aspecto de la guerra que el libro intuye, pero no concreta nunca de manera definitiva, es la cuestión polaca. Napoleón tuvó en varias ocasiones la opción de proclamar el reino de Polonia - coronando seguramente a Poniatowski - para conseguir alienar del imperio del zar varias regiones que habían sido polacas hasta hace poco. Esto le hubiera podido proveer de refuerzos y suministros dentro del propio territorio enemigo. Lo cierto es que Napoleon nunca se atrevió a hacerlo, por miedo a enojar al zar más allá de cualquier posible reconciliación futura. Nunca se hace un análisis de lo importante que fue la falta de apoyo local polaco y lituano durante la campaña, pero se puede entender que hubiera podido ser un factor bastante determinante.
El libro es una lectura bastante aceptable y no demasiado densa. Aporta perspectivas nuevas sobre una campaña crucial. En algún momento la narrativa flojea un poco, pero eso se puede achacar a las características de los acontecimientos que se narran: el estancamiento en Moscú a mitad de la campaña, y la parte final, cruzado el Beresina, cuando La Grande Armeé esta languideciendo y es prácticamente incapaz de cualquier acción más o menos decisiva. En esos momentos, la narración sigue el ritmo de la acción y languidece igualmente.
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