La noticia de la semana ha sido, sin duda, el terremoto de Haíti. Ni aunque hubiera tenido apagada la tele y la radio, y no hubiera leido ningùn periódico me hubiera sido posible enterarme. Imagino que a vosotros os habrá sucedido lo mismo.
Tan inevitable como haberse enterado de la noticia, habrá sido oir una frase que prácticamente la ha acompañado: "Siempre le toca a los más pobres". O cualquiera de sus variantes. Además, es también muy probable que la hayáis escuchado varias veces, repetidamente, y en boca de varias personas, no sólo de los medios de comunicación.
En una de las ocasiones en las que he oído está frase, me he puesto a divagar. Me sucede con cierta frecuencia. He dado la vuelta a la manida frase y he pensado "son pobres porque siempre les toca". Tenía cierto sentido. Si una población se asienta en una zona donde las catastrofes inciden con cierta frecuencia, la acumulación de capital necesaria para un desarrollo económico clásico basado en el Libre Mercado es más díficil, incluso mucho más. La pobreza sería pues una consecuencia de la elección del lugar donde se vive.
Algo de esto se transpira de la lectura de Guns, Germs and Steel de Jared Diamond, cuando explica porque ciertas zonas del planeta desarrollaron tecnología y población más rapidamente que otras porque partían con un conjunto de condiciones geograficas y ambientales ventajosas. El libro ha recibido críticas por parecer dar a entender que la pobreza es algo inevitable para ciertas regiones del mundo, y que no pueden escapar de ellas. El autor se defiende de estas acusaciones, pero no voy a entrar en esa discusión, porque se sale del tema de este post. Valga decir que deseché la idea de que la pobreza pueda deberse a la incidencia repetida de catástrofes naturales. El ejemplo que más le viene a uno a la cabeza es Japón, dónde terremotos, volcanes y tifones no han impedido que el país se desarrolle y sus habitantes gocen de buenas condiciones de vida (para ser japoneses).
Fué Japón lo que comenzó a orientar mis divagaciones hacía la causa de la tragedia de Haiti. La idea no terminó de surgir en mi cabeza hasta que en las noticias de la tele ví a un haitiano clamando que no tenían agua, ni electricidad, ni hospitales, ni nada de nada.
Por lo que yo sé de Haití, tampoco tenían nada de eso antes del terremoto.
En un país como Japón, o cualquier otro con un nivel holgado de desarrollo una catástrofe de este tipo puede tener consecuencias inmediatas como las de Haití. Devastación total. Sin embargo, estos países desarrollados tienen los medios para paliar estos efectos inmediatos, mitigarlos a medio plazo, y recuperarse casi totalmente a más largo plazo. En Haití no es así, nunca lo ha sido, ni antes ni ahora.
No se trata de que se construyan casas especialmente diseñadas contra los terremotos como tengo entendido que hacen en Japón y en otras regiones dónde los terremotos son relativamente frecuentes. De hecho, mucho me temo que un terremoto como el de Haití pondría en evidencia la solidez de las construcciones de nuestra España de la explosión inmobiliaria. Lo importante son los medios disponibles para afrontar algo así. En Japón los hay, en España espero que los haya, en Haití ni los hay ni los había.
Al final echar la culpa de la catástrofe de Haití al terremoto es parecido - pero no igual - a culpar de un asesinato al arma en lugar de al asesino que la empuñaba. Lo que ha matado a esa gente es la miseria y la pobreza. Vivir en la subsistencia, en el día a día, sin un margén que permita afrontar un imprevisto. Cuando se vive así, cualquier enfermedad, cualquier accidente, puede ser fatal.
No es que siempre les toque a los más pobres. Es que a los más pobres les toca siempre, porque son pobres.
La miseria y la pobreza. Causantes de que el 75% de la población de Haití hubiese huido de los campos sobreexplotados hacia un Puerto Principe sobrepoblado, a 15 km. del epicentro del terremoto. Las cifras no engañan. Cada vez un porcentaje mayor de la población mundial vive hacinada en grandes, grandísimas urbes. La tendencia parece además más exacerbada en países más pobres, dónde precisamente se encuentran las mayores y más pobladas ciudades del planeta. Hay mucho Puerto Principe por ahí, esperando su terremoto...
La miseria y la pobreza. Llevan mucho tiempo matando, y todavía matarán mucho más. Y sin embargo, no son noticia. Si lo es el terremoto. Parece lógico pensar que se debe a que el terremoto es algo súbito y espectacular. Provee de imagénes y noticias dramáticas a los medios de comunicación, que luego lo vierten sobre los espectadores ávidos. Como yo. La miseria en cambio, es rutinaria, lenta, y aburrida. No deja lugar para los heroes.
Pero yo no pienso que sea por lo mediático del terremoto que la pobreza, culpable real de la matanza, no sea noticia.
Yo pienso que la razón por la que la pobreza y la miseria no sean noticia es otra.
No podemos hacer prácticamente nada para impedir que sucedan los terremotos, los huracanes, los maremotos y las inundaciones.
La pobreza, en cambio, si que es algo que se podría evitar.
Y para olvidarnos de esto, necesitamos que la tierra tiemble de vez en cuando.
Tan inevitable como haberse enterado de la noticia, habrá sido oir una frase que prácticamente la ha acompañado: "Siempre le toca a los más pobres". O cualquiera de sus variantes. Además, es también muy probable que la hayáis escuchado varias veces, repetidamente, y en boca de varias personas, no sólo de los medios de comunicación.
En una de las ocasiones en las que he oído está frase, me he puesto a divagar. Me sucede con cierta frecuencia. He dado la vuelta a la manida frase y he pensado "son pobres porque siempre les toca". Tenía cierto sentido. Si una población se asienta en una zona donde las catastrofes inciden con cierta frecuencia, la acumulación de capital necesaria para un desarrollo económico clásico basado en el Libre Mercado es más díficil, incluso mucho más. La pobreza sería pues una consecuencia de la elección del lugar donde se vive.
Algo de esto se transpira de la lectura de Guns, Germs and Steel de Jared Diamond, cuando explica porque ciertas zonas del planeta desarrollaron tecnología y población más rapidamente que otras porque partían con un conjunto de condiciones geograficas y ambientales ventajosas. El libro ha recibido críticas por parecer dar a entender que la pobreza es algo inevitable para ciertas regiones del mundo, y que no pueden escapar de ellas. El autor se defiende de estas acusaciones, pero no voy a entrar en esa discusión, porque se sale del tema de este post. Valga decir que deseché la idea de que la pobreza pueda deberse a la incidencia repetida de catástrofes naturales. El ejemplo que más le viene a uno a la cabeza es Japón, dónde terremotos, volcanes y tifones no han impedido que el país se desarrolle y sus habitantes gocen de buenas condiciones de vida (para ser japoneses).
Fué Japón lo que comenzó a orientar mis divagaciones hacía la causa de la tragedia de Haiti. La idea no terminó de surgir en mi cabeza hasta que en las noticias de la tele ví a un haitiano clamando que no tenían agua, ni electricidad, ni hospitales, ni nada de nada.
Por lo que yo sé de Haití, tampoco tenían nada de eso antes del terremoto.
En un país como Japón, o cualquier otro con un nivel holgado de desarrollo una catástrofe de este tipo puede tener consecuencias inmediatas como las de Haití. Devastación total. Sin embargo, estos países desarrollados tienen los medios para paliar estos efectos inmediatos, mitigarlos a medio plazo, y recuperarse casi totalmente a más largo plazo. En Haití no es así, nunca lo ha sido, ni antes ni ahora.
No se trata de que se construyan casas especialmente diseñadas contra los terremotos como tengo entendido que hacen en Japón y en otras regiones dónde los terremotos son relativamente frecuentes. De hecho, mucho me temo que un terremoto como el de Haití pondría en evidencia la solidez de las construcciones de nuestra España de la explosión inmobiliaria. Lo importante son los medios disponibles para afrontar algo así. En Japón los hay, en España espero que los haya, en Haití ni los hay ni los había.
Al final echar la culpa de la catástrofe de Haití al terremoto es parecido - pero no igual - a culpar de un asesinato al arma en lugar de al asesino que la empuñaba. Lo que ha matado a esa gente es la miseria y la pobreza. Vivir en la subsistencia, en el día a día, sin un margén que permita afrontar un imprevisto. Cuando se vive así, cualquier enfermedad, cualquier accidente, puede ser fatal.
No es que siempre les toque a los más pobres. Es que a los más pobres les toca siempre, porque son pobres.
La miseria y la pobreza. Causantes de que el 75% de la población de Haití hubiese huido de los campos sobreexplotados hacia un Puerto Principe sobrepoblado, a 15 km. del epicentro del terremoto. Las cifras no engañan. Cada vez un porcentaje mayor de la población mundial vive hacinada en grandes, grandísimas urbes. La tendencia parece además más exacerbada en países más pobres, dónde precisamente se encuentran las mayores y más pobladas ciudades del planeta. Hay mucho Puerto Principe por ahí, esperando su terremoto...
La miseria y la pobreza. Llevan mucho tiempo matando, y todavía matarán mucho más. Y sin embargo, no son noticia. Si lo es el terremoto. Parece lógico pensar que se debe a que el terremoto es algo súbito y espectacular. Provee de imagénes y noticias dramáticas a los medios de comunicación, que luego lo vierten sobre los espectadores ávidos. Como yo. La miseria en cambio, es rutinaria, lenta, y aburrida. No deja lugar para los heroes.
Pero yo no pienso que sea por lo mediático del terremoto que la pobreza, culpable real de la matanza, no sea noticia.
Yo pienso que la razón por la que la pobreza y la miseria no sean noticia es otra.
No podemos hacer prácticamente nada para impedir que sucedan los terremotos, los huracanes, los maremotos y las inundaciones.
La pobreza, en cambio, si que es algo que se podría evitar.
Y para olvidarnos de esto, necesitamos que la tierra tiemble de vez en cuando.
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