Una vez más, entre el 30 de septiembre y el 2 de octubre, se ha celebrado en Berlin un Campeonato Mundial de Friedrich. El undécimo. A pesar de tener un año un tanto accidentado, he logrado tomar parte en él. Lo que sigue es el reporte de mi participación en él.
El lugar de celebración del mismo es el zoológico situado en Friedrichsfelde, en los antiguos jardines del palacete de uno de los parientes del propio Federico el Grande. La ambientación es ideal. Este es el tercer año consecutivo que celebramos el campeonato en esta localización.
Hasta ahora he adornado mis reportes sobre este campeonato con fotos tomadas con mi tableta. No ha sido así esta vez. Estaba un poco cansado de llevarla de un lado para otro. De todas formas, cada vez tomaba menos fotos. También la calidad de las imágenes dejaba un tanto que desear.
El formato del torneo consiste en unas clasificatorias de 4 rondas, en cada una de las cuales cada jugador va jugando una partida en uno de los 4 bandos posibles en el juego: Prusia, Rusia, Austria, y Francia. A lo largo de esas rondas, se va puntuando. La puntuación prusiana depende sobre todo de cuantos turnos de partida consiga aguantar. La de cada uno de los aliados, de cuantos de sus objetivos conquisten. Ganar la partida otorga una bonificación de puntos.
1ª Partida. Viernes 30 de septiembre por la tarde.
Cuando leí el papelito que me informaba del orden en el cual iba a jugar los diferentes roles, tan sólo leí "Friedrich" en la primera posición y la mesa que me tocaba. No me tome el tiempo de ver el orden de los otros roles en mi lista. Era la primera vez que me tocaba de entrada el rol más estresante, el que más oportunidades y riesgos ofrece, y aquel en el que me había mostrado imbatible hasta ahora.
La seriedad de la partida dependería en buena parte de la habilidad de mis contrincantes. A mi derecha con Rusia se sentaba AndB. Lleva asistiendo al campeonato desde hace tanto tiempo como yo, aunque afirmaba que no había podido jugar mucho. Delante mía se sentaba BvK. Asistente tanto a varios campeonatos de Berlin como al CAFE. A este le tenía tomada bastante bien la medida y creía que me podía hacer bien con él. El último en llegar, y que jugaría con Francia, era BndP. Un jugador veterano, muy capaz. La buena noticia para mí residía en que se sentaba en el lado de la mesa con más fácil de controlar.
Mis expectativas sobre mis contrincantes se vieron confirmadas ya en las primeras rondas. Austria dudó el tiempo suficiente como para permitirme hacer un repliegue desde Silesia y llevar la mayor parte de las fuerzas de allí hacía Sajonia. Entretanto llevé a cabo una persecución bastante feroz del Ejército Imperial, que me costó varios turnos y unas cuantas cartas, y que requirió de la ayuda de Cumberland (general 2 de Hannover) para liquidarlo en el borde sur del tablero, junto a la frontera con Bohemia. Rusia limpiaba Prusia Oriental en el turno 3, y procedía a atacarme insistentemente en Kammin con 12 tropas frente a 7.
Entre los turnos 5 al 9 la partida comenzó a ponerse peligrosa para mí. Rusia estaba consiguiendo quitarme cartas del palo trébol de forma bastante efectiva de la mano, así que comencé a construir una última línea de defensa al este de Berlin, para defender los últimos objetivos rusos desde picas. Lo que era una solución no demasiado óptima.
Al mismo tiempo Francia internó un general hacía la zona de diamantes en Sajonia dónde había construido mi defensa principal. Si llegaba a atacarme en diamantes, me pondría en grave riesgo. Realmente estaba comenzando a pensar que podía perder esta partida.
Esta vez la suerte vino a salvarme de mis propios errores. La zarina murió en el turno 9, tras el abandono de Suecia el turno anterior. Una de las amenazas más inmediatas se esfumó. El Ejército Imperial, en las nuevas manos de AndB, bloqueo inadvertidamente el paso del incursor francés, al tiempo que éste se quedaba sin suministro por un error del más veterano de la mesa.
Me gustaría poder decir que el resto de la partida fue un paseo. Y en buena medida resultó ser así. Sufrí una reducción de subsidios en el turno 11, y otra en el 18 que dejaron mi mazo de cartas tiritando al final de la partida. Pero aún así me encontraba como amo y señor de la partida, gracias sobre todo a errores del jugador austríaco. Una pieza mía se internó en la "liberada" Silesia y arrastró tras de sí dos generales austríacos durante una decena de turnos. El austríaco hizo mayores sus errores aceptando que le desgastase los diamantes con mis picas en un gran combate, en lugar de intentar zafarse a la primera. En el frente occidental cometí posiblemente un error al meter un hannoveriano en Magdeburgo, que atrajo un 2ª general francés al que estaba allí. Había peligro, pero aún así pude tener la situación controlada.
Victoria prusiana en 20 turnos. Me mantenía imbatible en el papel de Federico el Grande - en los campeonatos, en mi grupo me revientan de cuando en cuando -. Estaba satisfecho por haber superado la prueba, pero se lo debía en buena medida a la suerte y a la falta de efectividad austríaca. Mi eficiencia no era tan grande como podía parecer, y eventualmente resultaría ser mi némesis.
2ª Partida. Sábado 1 de octubre por la mañana.
Habiendo dejado atrás la partida más estresante de las clasificatorias, me enfrenté con optimismo a la primera partida de la mañana. Yo jugaba con Rusia. Mientras que tanto Prusia como Austria estaban en manos de asistentes primerizos al campeonato. De mi aliado austríaco - Rv, un alemán con evidente sobrepeso - no sabía nada. El prusiano - otro alemán, muy joven - había derrotado a Ringard el día anterior, y tenía unas pocas partidas tras de sí. Mi otro aliado era AT, un veterano de varios campeonatos con más de 100 partidas de Friedrich a sus espaldas.
Ya desde el primer turno, cuando aproveché un fallo de mi contrincante en Prusia Oriental para atacar a Lehwaldt, me dí cuenta de que nuestro prusiano era a la vez un poco despistado y que aceptaba combates de muy buen gusto. Estos son defectos que a la larga le pueden costar la partida a Prusia, pero en el corto plazo pueden hacer muy costoso luchar contra él.
Así que tras recibir un sopapo inicial en Prusia Oriental, decidí tomármelo con más calma y atacar con superioridad más amplia en Kammin, en el sector de tréboles al noreste de Berlin. Si atacaba allí y en Prusia Oriental simultáneamente, corría el riesgo de quedar totalmente desbaratado. Me convenía mantenerme como una amenaza existente antes que arriesgarlo todo y perderlo todo.
El prusiano parecía tener cartas de trébol en abundancia. No notaba mella alguna como consecuencia de mis ataques reiterados, pero Suecia iba arrastrándose sigilosamente, conquistando uno tras otro los objetivos primarios hasta que sólo le quedaba uno y... se fueron del juego en el turno 6.
Entretanto, el austríaco se demostraba bastante infectivo. Persiguió a los dos generales prusianos de Silesia hasta Breslau, donde les ataco con fuerzas apenas superiores (16 contra 15) y sufrió una derrota de 7 puntos que le dejó las tropas mal situadas y con pocas ganas de repetir la aventura. Nuestro jugador francés se trabajó lenta y metódicamente los objetivos en territorio hannoveriano, sin dar opciones a los azul claro de recuperarse.
La marcha de Suecia retiró la guarnición prusiana de Prusia Oriental, y pude llevarme los objetivos que allí había. Mi respiro de alivio duró poco porque, por la falta de efectividad austríaca, mi contrincante terminó por concentrar 2 generales con 9 tropas ante mis rusos, anulando mi ventaja numérica. Y en ese momento (turno 9) la zarina decidió dejar este mundo. Tenía sólo 6 puntos a cambio de todos mis esfuerzos.
El minúsculo Ejército Imperial pasó a mis manos, con 1 de 5 objetivos conquistados e intacto. Eso al menos el austríaco lo había hecho bien. A estas alturas me fije que el jugador prusiano había consumido la mayor parte del tiempo de su reloj. De hecho, en posteriores partidas llegó a demostrarse que era uno de los Titanes del Reloj del campeonato. Se comía los minutos en cuestión de segundos. El ejército amarillo es muy pequeño, pero si Prusia agotaba su tiempo y empezaba a tirar de cronómetro, tal vez empezaría a cometer errores que me resultasen beneficiosos.
Aproveche un movimiento austríaco hacía Sajonia para cubrir mi conquista de Dresde y Pirna. Me quedaban sólo 2 objetivos. Austria se marchó de nuevo al este a hacer nuevos intentos mal llevados contra Breslau. Francia había reducido a Hannover a la impotencia, y amenazaba Magdeburgo. Pero la incapacidad austríaca era tal, que Prusia fue capaz de acumular 4 generales prusianos contra 3 franceses. Aún así, el campeón de varios torneos no se desanimo y continuó insistiendo, lo que a mí me permitió robar un objetivo más. Con lo que ya tenía 8 puntos.
La partida terminó 2 turnos después, en la ronda 20 ó 21. Al final había conseguido salvar una puntuación decente de una partida con mala suerte y el aliado más importante incapaz de hacer gran cosa. Podía darme por contento.
3ª Partida. Sábado 1 de octubre por la tarde.
Por la tarde jugaba con Austria. A mi izquierda con Francia jugaba Hibanago, uno de los 4 amigos que habían venido juntos desde la población alemana de Celle tras entrenarse jugando unas 60 partidas en un año.
A mi derecha con Rusia se sentaba PtH. Un veterano de varios campeonatos, y que incluso había llegado a ser finalista, aunque sin culminar una victoria final.
Nuestro contrincante esa tarde era AHf. Uno de los jugadores del "círculo de Berlin" que en esta ocasión jugaba fuera de torneo, cubriendo una plaza en una mesa.
Había un ambiente cordial en la mesa, que se consolidó mediante invitaciones mutuas a rondas de cervezas. Bebímos 4 botellas de 0,5l cada uno, y a ello creo que he de achacar un error que tuve hacía el final de la partida.
Con Austria juego con bastante comodidad. Siento que hasta cierto punto puedo dirigir el devenir del juego. Lleve a cabo mi planteamiento habitual, A5 por Praga hacía el oeste para apoyar al imperio. A2 y A3 hacía Zittau, donde uno se entra en Sajonia y el otro gira hacía Silesia, y Daun y Laudon (A1 y A4) hacía Silesia por Glatz. La próxima vez creo que enviaré a A2 ó A3 en lugar de A5, y este último irá directamente hacía Glatz.
Conquiste Sajonia sin resistencia y con relativa rápidez. Mis ataques en Silesia, en cambio, se demoraron largo tiempo. Por un lado, tuve que desviar uno de mis tres generales allí para impedir que Prusia reforzase con otro general, y además de eso hice un relevo de Daun por el general que estaba en Sajonia. Hay eventos que afectan negativamente a Daun en la ofensiva, pero no así en la defensa. De ahí que le acabe desplazando hacía Sajonia tras tomarla.
Mis aliados estaban llevando a cabo su labor con eficiencia. Francia barría a Hannover. Rusia trituraba las cartas de trébol de Prusia, aunque para ello tuvo que asumir alguna que otra derrota grande (de hasta 7 puntos creo). La suerte se puso de nuestro lado cuando surgió una de las reducciones de subsidios.
Realmente tarde - alrededor del turno 9 ó 10 - comencé con ataques con superioridad de 22 puntos contra 13 puntos de prusianos en Silesia, en el sector de diamantes. Tal vez debiera haber comenzado esos ataques varios turnos antes con los 2 generales que en ese momento tenía disponibles. Aún así me fue bien. La mano de diamantes del enemigo se estaba deshaciendo y mis ataques le estaban creando evidente nerviosismo. Los otros dos generales austríacos se mantenían a la defensiva en Sajonia y Silesia noroccidental, impidiendo la entrada de refuerzos. El imperio conquistaba sigilosamente un objetivo tras otro. Hannover se veía reducido a la ignominia, y Rusia seguía combatiendo insistentemente.
Suecia dejó la guerra, y otra reducción de subsidios angustió más al prusiano. La situación frente a Rusia parecía a punto de colapsar. En Silesia el jugador prusiano cometía un error y se colocaba en la frontera entre picas y diamantes. ¡Le tenía!. Es entonces cuando he de achacar a mi leve ebriedad del momento el que jugase una carta errónea que le permitió escaparse por la mínima.
Francia abandona la guerra, y Hibinago toma el control del Imperio con sólo un objetivo por conquistar, lo que no consigue tras intentar un combate a la desesperada con los corazones prusianos al sur de Magdeburgo. Rusia conquistó su último objetivo. Y yo he de agradecer a un par de fallos de nuestro estresado prusiano el que pudiera hacer lo propio (conquistar Glatz) en Silesia.
Teníamos una doble victoria entre yo y PtH, que valía medio punto menos que una victoria de un único jugador (12 puntos) pero me mantenía con opciones para la final.
4ª Partida. Mañana del domingo 2 de octubre.
En mi 4ª partida llevaba a Francia. Este es un bando que depende más que ningún otro de lo que hagan el resto de jugadores. Nunca antes en el campeonato había ganado con Francia. Y además tenía opciones para la final si ganaba esta partida. Así que tenía ambiciones respecto a la misma.
Cuando me enteré de la identidad de mis compañeros de mesa, aumentaron mis esperanzas de salir de esta con la victoria. Todos eran alemanes, y ninguno era un jugador de primera línea. De hecho, el prusiano - ChK - era bastante "blandito". Este era el 3er o 4º campeonato al que asistía, pero no había jugado mucho más fuera de la competición, y por carácter y edad - es algo mayor - tendía a agobiarse algo.
Mis aliados eran Suse - uno de los 4 de Celle, con el juego mejorado pero sin demostrar gran ambición - y AZ, un tipo majísimo que lleva varios años asistiendo al campeonato, pero que tiene poca experiencia fuera de él y cometía algún que otro fallo.
Comenzamos la partida y no tarde en preguntarme si realmente yo iba a llegar a tiempo para la victoria. Prusia no dejaba de retirarse ante Rusia, buscando un lugar dónde finalmente plantar cara. Y esos lugares cada vez iban siendo menos. Finalmente, parecía que tendría que resistirse frente a las piezas verdes en picas o en corazones, en el área inmediatamente al este de Berlin. Francamente, parecía tenerlo difícil, y para más inri le cayó encima una reducción de subsidios. Pero finalmente la suerte vino a auxiliarle, y justo cuando Rusia parecía estar a 1 ó 2 rondas de ganar, se muere la zarina (turno 9).
El protagonismo en la lista de amenazas a Prusia pasó a ser encabezado por mi aliado austríaco, que limpio Silesia sin resistencia y concentró sus fuerzas en torno a Sajonia. Yo, por mi parte, había conseguido barrer a los hannoverianos hacía el norte, dónde dí rápida cuenta de uno de ellos, pero el otro - Ferdinand - estuvo varios turnos volviéndome loco - parecía que siempre tenía la carta justa para una reitrada por la mímima - en torno a Diepholz. Hasta que me harte y decidí unir dos generales contra él. Algo que tendría que haber hecho mucho antes.
No había forma de acercarme con superioridad a Magdeburgo, hasta que la presión de mis aliados en Sajonia y errores de nuestro prusiano por agotar su tiempo y tirar de cronómetro me permitieron unir dos generales franceses cercando a un único prusiano, liquidándolo y conquistando los dos últimos objetivos: Halberstadt y Magdeburgo. Mi aliado austríaco tuvo que ver como un evento menor (Heinrich cubre hasta 4 ciudades) le arrebataba la victoria, al tiempo que nuestro prusiano concentraba sus esfuerzos contra él y me dejaba a mí tranquilo, y encima cometía un error, como ya he comentado.
¡Mi tercera victoria en un campeonato!. ¡Era la primera vez que lograba algo así!. Y lo más importante es que gracias a ello iba a poder acceder a la final.
La Final.
Por fin, tras asistir a cinco campeonatos, lograba acceder a la final.
Mirando hacía atrás, reconocía que había conseguido ser finalista en parte por mi habilidad como jugador, que había ido creciendo a lo largo de estos años, pero también en buena medida gracias a la suerte. La suerte de tener prusianos que no habían colapsado demasiado rápido como para darle la victoria a otro aliado en la mesa. La suerte que en mi partida con Prusia me había quitado a Rusia de encima justo cuando comenzaba a volverse realmente angustiosa.
El primer clasificado, y el primero en escoger bando fue PtH, con el que ya había compartido mesa la tarde anterior. Demasiado cansado para jugar con Prusia, se sentó en el espacio de Austria.
Yo era el segundo clasificado. ¿Quién quiere jugar con Prusia si se tiene alternativa?. Sin embargo, yo siempre había defendido que era mejor tomar el bando prusiano en la final si le dejaban a uno la posibilidad, y tenía que actuar acorde con lo que decía. Me senté ante el austríaco.
El tercer clasificado, MHf - otro de los alemanes de Celle - también tomo una decisión inusual y jugó con Francia. Si bien el jugador francés tiene bastantes posibilidades de sobrevivir a la zarina rusa, puede ser controlado relativamente fácil por el prusiano, y depende mucho del apoyo de otros jugadores.
Rusia quedo, finalmente, para ChB, campeón del año pasado, campeón en York este año. Dejarle con Prusia hubiera sido fatal para el resto de jugadores.
Sin más dilación ni ceremonia, comenzamos la partida. En las primeras rondas me sentía bastante confiado. Robaba bien de todas las cartas. En tréboles tenía valores altos, en picas y diamantes estaba más o menos empatado hasta el turno 5º, cuando comencé a robar muchos más diamantes. El austríaco se mostraba dubitativo, lo que me permitía esquivar sus amenazas, mantener objetivos sin conquistar, y seguir acumulando cartas. Tan sólo me inquietaba un poco A5, que avanzó por Bohemia occidental en apoyo del imperio y amenazaba con hacerme la vida imposible en sector de corazones de Magdeburgo.
Hannover logró una carta de reserva relativamente pronto, y con ella en la mano no me costó mucho poner a Cumberland en posición de establecer el pivote sur de una defensa ante Francia. Contra Rusia libraba combates intensos en Kammin, en parte por la confianza que me daban los tréboles que robaba, en parte porque esos tréboles eran todos de valor alto y no podía retirarme. En un momento me plantee colar a Heinrich (P3) en apoyo de Dohna (P7). No lo hice, y lo acabé lamentando.
Hacía el turno 5 Austria decidió desviar todas sus fuerzas hacía Sajonia, dejando un único general allí que luego también se marchó al oeste. Al momento me sentí bastante contento. Estaba robando muchos diamantes y ese desplazamiento de fuerzas convenía a mi despliegue de fuerzas. Envié un general con 7 tropas desde Silesia a Sajonia, que llegó "puntualmente" para el turno 8 por una ruta que me tengo muy ensayada.
Me expuse a cerco en el sector de diamantes de Dresde, pero mi contrincante no aceptó, y además leyó en esa posición mi fortaleza en diamantes, así que se dispuso a aislar totalmente ese sector bordeándolo con todas sus fuerzas para dejarme sin suministro y anular mi superioridad en ese palo. La incomodidad que ello me generaba me llevó a sacrificar a Cumberland en un fútil intento de cortar el suministro austríaco, lo que debilitó aún más mi defensa contra Francia. Esperaba compensarla metiendo a Ferdinand (el otro general hannoveriano) en Magdeburgo. Pero el jugador francés le corto hábilmente el suministro y se fue del tablero sin apenas luchar. Al mismo tiempo, Rusia redoblaba sus ataques, lo cual no me hubiera importado gran cosa si al mismo tiempo no hubieran salido las dos cartas que recortaban mis subsidios. Me sentía con la soga al cuello de una forma como no la había notado en ninguna otra partida.
Fue entonces, al comienzo del turno 9, cuando cayó el último mazazo. Surgió un evento, habitualmente menor, por el que una pila de generales prusianos en Sajonia se queda sin suministro. Yo tenía una pila de 3 generales y 16 tropas allí, y no tenían acceso a suministro porque el cerco austríaco era total yo aún pensaba que tenía los 2 turnos de gracia habituales en el juego. Se quedaron insuministrados de golpe, y me enfrente de cara a la pérdida de los objetivos de diamantes en Sajonia que eran el pivote de toda mi estrategia contra Austria y el Imperio. Justo entonces me di cuente de algo que había comenzado ya 4 turnos antes. Austria no era mi enemigo. Mi enemigo era el Imperio. PtH intentaba ganar con el Imperio a costa de Austria.
Intenté apañar la situación como pude. Salvé al Rey Federico con 4 tropas en Jüteborg, un piquito de territorio prusiano en el sector, y deje morir a los otros 12 tropas y 2 generales que difícilmente podía permitirme comprar. Muchos de los que vieron este movimiento no pudieron entenderlo, ellos hubieran metido los 3 generales y todas las tropas allí. Pero es una posición expuesta a un ataque tanto desde picas como desde diamantes, y quería ir ligero de tropas para poder escabullirme de allí.
Mientras el ejército imperial se lanzaba a la captura de Dresde, Pirna, y Meißen, los rusos parecían a punto de ganar la partida. Las reducciones de subsidios y los continuos combates estaban erosionando mi mano de cartas a un ritmo alarmante. Justo en este momento me hubiera venido muy bien tener a Heinrich y a Dohna juntos para poder escabullirme detrás de Gollnow y Masow, pero con un único general allí no podía recurrir a esa maniobra. Con Hannover logre retomar Diepholz de los franceses, pero estaba tan distraído con lo de Sajonia que coloque al general hannoveriano a tiro de dos generales franceses que me lo volatilizaron.
Estaba realmente con el agua por las orejas. Libre dos combates grandes primero con Suecia y luego con Rusia, en los que gasté hasta mi último trébol, pero en los que conseguí ganarme dos turnos más. Y justo entonces (final del turno 12) se muere la zarina. Iluminado por un rayo de esperanza me tome un descanso y me pregunté: ¿Todavía me puedo salir con la mía?.
El descanso me refrescó, y el refresco me hizo ver la situación en su más cruda realidad. Si quería intentar ganar esta partida tenía que evitar que el imperio conquistase su último objetivo primario: Torgau. Eso no dependía enteramente de mi, dependía en parte de lo lejos que quisiera llegar el jugador austríaco. Así que me decidí a lanzarle un órdago. Reforcé los generales que tenía más cercanos a Torgau, en el sector de corazones, y ataque a Austria en ese palo que también necesitaba para defenderme de Francia ante su último objetivo en el cercano Magdeburgo.
Sucedieron dos grandes batallas. Primero una en la que yo ataqué, y luego otra en la que fue mi enemigo austríaco el que contraataco. Entre ambas gaste todas mis cartas de corazones y las dos reservas que aún tenía en la mano, de manera que sólo me quedaron unas cuantas de las muchas cartas de diamantes que había robado en la partida. Austria no cedió, parecía no importarle el peligro de permitirle la victoria a Francia, de manera que, cuando le toco a esta última, tan sólo tuvo que lanzar un simple ataque y barrer a los últimos defensores prusianos del mapa al final del turno 14.
Fue un mazazo para mí. Haber llegado tan lejos, para al final haber hecho un papel no muy digno en la final. Había cometido muchos errores. El más importante era el de no haber leído a tiempo la estrategia de Austria. Los fallos con Hannover ante Francia y no haber reforzado frente a Rusia cuando tuve oportunidad también contribuyeron al resultado final.
¿Qué podía haber hecho de forma diferente para anular la estrategia austríaca?. Evitó combatirme en diamantes, y yo me encontraba inseguro de combatirle en picas, aunque tenía unas cuantas en mi mano. El palo crucial era corazones. Si hubiera conseguido limpiar la mano austríaca de corazones, hubiera podido defender ante Francia y el Imperio sin demasiadas complicaciones, ya que la zona de Magdeburgo-Torgau se hubiera vuelto tóxica para los blancos. En el turno 6 ó 7 se me ofreció un combate entre los corazones austríacos y mis diamantes, pero obcecado con mi estrategia sajona no tome la oportunidad.
La mayor parte de las partidas que juego en el año tienen lugar dentro de mi grupo de juego, con el que tiendo a repetir ciertas pautas que se ven reforzadas con los éxitos. Esas fueron las pautas que, pleno de confianza, aplique a la final con Prusia este año. Pero lo bonito de Friedrich es que no hay una estrategia ganadora, hay que mantener la mente abierta y adaptarse a las circunstancias y a los retos que los enemigos nos lanzan. Olvidé observar la situación en conjunto y adaptarme. En lugar e ello me dejé llevar por mis costumbres y mi rutina y pague el precio de la derrota por ello.
Al volver a Madrid, hemos jugado otra partida en la que yo hacía de Prusia y Ringard, que fue testigo de esta final, jugaba como Austria, y repitiendo una táctica muy similar acabé perdiendo de nuevo ante Francia, habiendo repetido por lo menos los mismo fallos tontos con Hannover. Está claro que soy lo suficientemente bueno para llegar a la final, pero para ganarlo me falta - como diría nuestro amigo Flojich - "un hervor".
Habiendo dejado atrás la partida más estresante de las clasificatorias, me enfrenté con optimismo a la primera partida de la mañana. Yo jugaba con Rusia. Mientras que tanto Prusia como Austria estaban en manos de asistentes primerizos al campeonato. De mi aliado austríaco - Rv, un alemán con evidente sobrepeso - no sabía nada. El prusiano - otro alemán, muy joven - había derrotado a Ringard el día anterior, y tenía unas pocas partidas tras de sí. Mi otro aliado era AT, un veterano de varios campeonatos con más de 100 partidas de Friedrich a sus espaldas.
Ya desde el primer turno, cuando aproveché un fallo de mi contrincante en Prusia Oriental para atacar a Lehwaldt, me dí cuenta de que nuestro prusiano era a la vez un poco despistado y que aceptaba combates de muy buen gusto. Estos son defectos que a la larga le pueden costar la partida a Prusia, pero en el corto plazo pueden hacer muy costoso luchar contra él.
Así que tras recibir un sopapo inicial en Prusia Oriental, decidí tomármelo con más calma y atacar con superioridad más amplia en Kammin, en el sector de tréboles al noreste de Berlin. Si atacaba allí y en Prusia Oriental simultáneamente, corría el riesgo de quedar totalmente desbaratado. Me convenía mantenerme como una amenaza existente antes que arriesgarlo todo y perderlo todo.
El prusiano parecía tener cartas de trébol en abundancia. No notaba mella alguna como consecuencia de mis ataques reiterados, pero Suecia iba arrastrándose sigilosamente, conquistando uno tras otro los objetivos primarios hasta que sólo le quedaba uno y... se fueron del juego en el turno 6.
Entretanto, el austríaco se demostraba bastante infectivo. Persiguió a los dos generales prusianos de Silesia hasta Breslau, donde les ataco con fuerzas apenas superiores (16 contra 15) y sufrió una derrota de 7 puntos que le dejó las tropas mal situadas y con pocas ganas de repetir la aventura. Nuestro jugador francés se trabajó lenta y metódicamente los objetivos en territorio hannoveriano, sin dar opciones a los azul claro de recuperarse.
La marcha de Suecia retiró la guarnición prusiana de Prusia Oriental, y pude llevarme los objetivos que allí había. Mi respiro de alivio duró poco porque, por la falta de efectividad austríaca, mi contrincante terminó por concentrar 2 generales con 9 tropas ante mis rusos, anulando mi ventaja numérica. Y en ese momento (turno 9) la zarina decidió dejar este mundo. Tenía sólo 6 puntos a cambio de todos mis esfuerzos.
El minúsculo Ejército Imperial pasó a mis manos, con 1 de 5 objetivos conquistados e intacto. Eso al menos el austríaco lo había hecho bien. A estas alturas me fije que el jugador prusiano había consumido la mayor parte del tiempo de su reloj. De hecho, en posteriores partidas llegó a demostrarse que era uno de los Titanes del Reloj del campeonato. Se comía los minutos en cuestión de segundos. El ejército amarillo es muy pequeño, pero si Prusia agotaba su tiempo y empezaba a tirar de cronómetro, tal vez empezaría a cometer errores que me resultasen beneficiosos.
Aproveche un movimiento austríaco hacía Sajonia para cubrir mi conquista de Dresde y Pirna. Me quedaban sólo 2 objetivos. Austria se marchó de nuevo al este a hacer nuevos intentos mal llevados contra Breslau. Francia había reducido a Hannover a la impotencia, y amenazaba Magdeburgo. Pero la incapacidad austríaca era tal, que Prusia fue capaz de acumular 4 generales prusianos contra 3 franceses. Aún así, el campeón de varios torneos no se desanimo y continuó insistiendo, lo que a mí me permitió robar un objetivo más. Con lo que ya tenía 8 puntos.
La partida terminó 2 turnos después, en la ronda 20 ó 21. Al final había conseguido salvar una puntuación decente de una partida con mala suerte y el aliado más importante incapaz de hacer gran cosa. Podía darme por contento.
3ª Partida. Sábado 1 de octubre por la tarde.
Por la tarde jugaba con Austria. A mi izquierda con Francia jugaba Hibanago, uno de los 4 amigos que habían venido juntos desde la población alemana de Celle tras entrenarse jugando unas 60 partidas en un año.
A mi derecha con Rusia se sentaba PtH. Un veterano de varios campeonatos, y que incluso había llegado a ser finalista, aunque sin culminar una victoria final.
Nuestro contrincante esa tarde era AHf. Uno de los jugadores del "círculo de Berlin" que en esta ocasión jugaba fuera de torneo, cubriendo una plaza en una mesa.
Había un ambiente cordial en la mesa, que se consolidó mediante invitaciones mutuas a rondas de cervezas. Bebímos 4 botellas de 0,5l cada uno, y a ello creo que he de achacar un error que tuve hacía el final de la partida.
Con Austria juego con bastante comodidad. Siento que hasta cierto punto puedo dirigir el devenir del juego. Lleve a cabo mi planteamiento habitual, A5 por Praga hacía el oeste para apoyar al imperio. A2 y A3 hacía Zittau, donde uno se entra en Sajonia y el otro gira hacía Silesia, y Daun y Laudon (A1 y A4) hacía Silesia por Glatz. La próxima vez creo que enviaré a A2 ó A3 en lugar de A5, y este último irá directamente hacía Glatz.
Conquiste Sajonia sin resistencia y con relativa rápidez. Mis ataques en Silesia, en cambio, se demoraron largo tiempo. Por un lado, tuve que desviar uno de mis tres generales allí para impedir que Prusia reforzase con otro general, y además de eso hice un relevo de Daun por el general que estaba en Sajonia. Hay eventos que afectan negativamente a Daun en la ofensiva, pero no así en la defensa. De ahí que le acabe desplazando hacía Sajonia tras tomarla.
Mis aliados estaban llevando a cabo su labor con eficiencia. Francia barría a Hannover. Rusia trituraba las cartas de trébol de Prusia, aunque para ello tuvo que asumir alguna que otra derrota grande (de hasta 7 puntos creo). La suerte se puso de nuestro lado cuando surgió una de las reducciones de subsidios.
Realmente tarde - alrededor del turno 9 ó 10 - comencé con ataques con superioridad de 22 puntos contra 13 puntos de prusianos en Silesia, en el sector de diamantes. Tal vez debiera haber comenzado esos ataques varios turnos antes con los 2 generales que en ese momento tenía disponibles. Aún así me fue bien. La mano de diamantes del enemigo se estaba deshaciendo y mis ataques le estaban creando evidente nerviosismo. Los otros dos generales austríacos se mantenían a la defensiva en Sajonia y Silesia noroccidental, impidiendo la entrada de refuerzos. El imperio conquistaba sigilosamente un objetivo tras otro. Hannover se veía reducido a la ignominia, y Rusia seguía combatiendo insistentemente.
Suecia dejó la guerra, y otra reducción de subsidios angustió más al prusiano. La situación frente a Rusia parecía a punto de colapsar. En Silesia el jugador prusiano cometía un error y se colocaba en la frontera entre picas y diamantes. ¡Le tenía!. Es entonces cuando he de achacar a mi leve ebriedad del momento el que jugase una carta errónea que le permitió escaparse por la mínima.
Francia abandona la guerra, y Hibinago toma el control del Imperio con sólo un objetivo por conquistar, lo que no consigue tras intentar un combate a la desesperada con los corazones prusianos al sur de Magdeburgo. Rusia conquistó su último objetivo. Y yo he de agradecer a un par de fallos de nuestro estresado prusiano el que pudiera hacer lo propio (conquistar Glatz) en Silesia.
Teníamos una doble victoria entre yo y PtH, que valía medio punto menos que una victoria de un único jugador (12 puntos) pero me mantenía con opciones para la final.
4ª Partida. Mañana del domingo 2 de octubre.
En mi 4ª partida llevaba a Francia. Este es un bando que depende más que ningún otro de lo que hagan el resto de jugadores. Nunca antes en el campeonato había ganado con Francia. Y además tenía opciones para la final si ganaba esta partida. Así que tenía ambiciones respecto a la misma.
Cuando me enteré de la identidad de mis compañeros de mesa, aumentaron mis esperanzas de salir de esta con la victoria. Todos eran alemanes, y ninguno era un jugador de primera línea. De hecho, el prusiano - ChK - era bastante "blandito". Este era el 3er o 4º campeonato al que asistía, pero no había jugado mucho más fuera de la competición, y por carácter y edad - es algo mayor - tendía a agobiarse algo.
Mis aliados eran Suse - uno de los 4 de Celle, con el juego mejorado pero sin demostrar gran ambición - y AZ, un tipo majísimo que lleva varios años asistiendo al campeonato, pero que tiene poca experiencia fuera de él y cometía algún que otro fallo.
Comenzamos la partida y no tarde en preguntarme si realmente yo iba a llegar a tiempo para la victoria. Prusia no dejaba de retirarse ante Rusia, buscando un lugar dónde finalmente plantar cara. Y esos lugares cada vez iban siendo menos. Finalmente, parecía que tendría que resistirse frente a las piezas verdes en picas o en corazones, en el área inmediatamente al este de Berlin. Francamente, parecía tenerlo difícil, y para más inri le cayó encima una reducción de subsidios. Pero finalmente la suerte vino a auxiliarle, y justo cuando Rusia parecía estar a 1 ó 2 rondas de ganar, se muere la zarina (turno 9).
El protagonismo en la lista de amenazas a Prusia pasó a ser encabezado por mi aliado austríaco, que limpio Silesia sin resistencia y concentró sus fuerzas en torno a Sajonia. Yo, por mi parte, había conseguido barrer a los hannoverianos hacía el norte, dónde dí rápida cuenta de uno de ellos, pero el otro - Ferdinand - estuvo varios turnos volviéndome loco - parecía que siempre tenía la carta justa para una reitrada por la mímima - en torno a Diepholz. Hasta que me harte y decidí unir dos generales contra él. Algo que tendría que haber hecho mucho antes.
No había forma de acercarme con superioridad a Magdeburgo, hasta que la presión de mis aliados en Sajonia y errores de nuestro prusiano por agotar su tiempo y tirar de cronómetro me permitieron unir dos generales franceses cercando a un único prusiano, liquidándolo y conquistando los dos últimos objetivos: Halberstadt y Magdeburgo. Mi aliado austríaco tuvo que ver como un evento menor (Heinrich cubre hasta 4 ciudades) le arrebataba la victoria, al tiempo que nuestro prusiano concentraba sus esfuerzos contra él y me dejaba a mí tranquilo, y encima cometía un error, como ya he comentado.
¡Mi tercera victoria en un campeonato!. ¡Era la primera vez que lograba algo así!. Y lo más importante es que gracias a ello iba a poder acceder a la final.
La Final.
Por fin, tras asistir a cinco campeonatos, lograba acceder a la final.
Mirando hacía atrás, reconocía que había conseguido ser finalista en parte por mi habilidad como jugador, que había ido creciendo a lo largo de estos años, pero también en buena medida gracias a la suerte. La suerte de tener prusianos que no habían colapsado demasiado rápido como para darle la victoria a otro aliado en la mesa. La suerte que en mi partida con Prusia me había quitado a Rusia de encima justo cuando comenzaba a volverse realmente angustiosa.
El primer clasificado, y el primero en escoger bando fue PtH, con el que ya había compartido mesa la tarde anterior. Demasiado cansado para jugar con Prusia, se sentó en el espacio de Austria.
Yo era el segundo clasificado. ¿Quién quiere jugar con Prusia si se tiene alternativa?. Sin embargo, yo siempre había defendido que era mejor tomar el bando prusiano en la final si le dejaban a uno la posibilidad, y tenía que actuar acorde con lo que decía. Me senté ante el austríaco.
El tercer clasificado, MHf - otro de los alemanes de Celle - también tomo una decisión inusual y jugó con Francia. Si bien el jugador francés tiene bastantes posibilidades de sobrevivir a la zarina rusa, puede ser controlado relativamente fácil por el prusiano, y depende mucho del apoyo de otros jugadores.
Rusia quedo, finalmente, para ChB, campeón del año pasado, campeón en York este año. Dejarle con Prusia hubiera sido fatal para el resto de jugadores.
Sin más dilación ni ceremonia, comenzamos la partida. En las primeras rondas me sentía bastante confiado. Robaba bien de todas las cartas. En tréboles tenía valores altos, en picas y diamantes estaba más o menos empatado hasta el turno 5º, cuando comencé a robar muchos más diamantes. El austríaco se mostraba dubitativo, lo que me permitía esquivar sus amenazas, mantener objetivos sin conquistar, y seguir acumulando cartas. Tan sólo me inquietaba un poco A5, que avanzó por Bohemia occidental en apoyo del imperio y amenazaba con hacerme la vida imposible en sector de corazones de Magdeburgo.
Hannover logró una carta de reserva relativamente pronto, y con ella en la mano no me costó mucho poner a Cumberland en posición de establecer el pivote sur de una defensa ante Francia. Contra Rusia libraba combates intensos en Kammin, en parte por la confianza que me daban los tréboles que robaba, en parte porque esos tréboles eran todos de valor alto y no podía retirarme. En un momento me plantee colar a Heinrich (P3) en apoyo de Dohna (P7). No lo hice, y lo acabé lamentando.
Hacía el turno 5 Austria decidió desviar todas sus fuerzas hacía Sajonia, dejando un único general allí que luego también se marchó al oeste. Al momento me sentí bastante contento. Estaba robando muchos diamantes y ese desplazamiento de fuerzas convenía a mi despliegue de fuerzas. Envié un general con 7 tropas desde Silesia a Sajonia, que llegó "puntualmente" para el turno 8 por una ruta que me tengo muy ensayada.
Me expuse a cerco en el sector de diamantes de Dresde, pero mi contrincante no aceptó, y además leyó en esa posición mi fortaleza en diamantes, así que se dispuso a aislar totalmente ese sector bordeándolo con todas sus fuerzas para dejarme sin suministro y anular mi superioridad en ese palo. La incomodidad que ello me generaba me llevó a sacrificar a Cumberland en un fútil intento de cortar el suministro austríaco, lo que debilitó aún más mi defensa contra Francia. Esperaba compensarla metiendo a Ferdinand (el otro general hannoveriano) en Magdeburgo. Pero el jugador francés le corto hábilmente el suministro y se fue del tablero sin apenas luchar. Al mismo tiempo, Rusia redoblaba sus ataques, lo cual no me hubiera importado gran cosa si al mismo tiempo no hubieran salido las dos cartas que recortaban mis subsidios. Me sentía con la soga al cuello de una forma como no la había notado en ninguna otra partida.
Fue entonces, al comienzo del turno 9, cuando cayó el último mazazo. Surgió un evento, habitualmente menor, por el que una pila de generales prusianos en Sajonia se queda sin suministro. Yo tenía una pila de 3 generales y 16 tropas allí, y no tenían acceso a suministro porque el cerco austríaco era total yo aún pensaba que tenía los 2 turnos de gracia habituales en el juego. Se quedaron insuministrados de golpe, y me enfrente de cara a la pérdida de los objetivos de diamantes en Sajonia que eran el pivote de toda mi estrategia contra Austria y el Imperio. Justo entonces me di cuente de algo que había comenzado ya 4 turnos antes. Austria no era mi enemigo. Mi enemigo era el Imperio. PtH intentaba ganar con el Imperio a costa de Austria.
Intenté apañar la situación como pude. Salvé al Rey Federico con 4 tropas en Jüteborg, un piquito de territorio prusiano en el sector, y deje morir a los otros 12 tropas y 2 generales que difícilmente podía permitirme comprar. Muchos de los que vieron este movimiento no pudieron entenderlo, ellos hubieran metido los 3 generales y todas las tropas allí. Pero es una posición expuesta a un ataque tanto desde picas como desde diamantes, y quería ir ligero de tropas para poder escabullirme de allí.
Mientras el ejército imperial se lanzaba a la captura de Dresde, Pirna, y Meißen, los rusos parecían a punto de ganar la partida. Las reducciones de subsidios y los continuos combates estaban erosionando mi mano de cartas a un ritmo alarmante. Justo en este momento me hubiera venido muy bien tener a Heinrich y a Dohna juntos para poder escabullirme detrás de Gollnow y Masow, pero con un único general allí no podía recurrir a esa maniobra. Con Hannover logre retomar Diepholz de los franceses, pero estaba tan distraído con lo de Sajonia que coloque al general hannoveriano a tiro de dos generales franceses que me lo volatilizaron.
Estaba realmente con el agua por las orejas. Libre dos combates grandes primero con Suecia y luego con Rusia, en los que gasté hasta mi último trébol, pero en los que conseguí ganarme dos turnos más. Y justo entonces (final del turno 12) se muere la zarina. Iluminado por un rayo de esperanza me tome un descanso y me pregunté: ¿Todavía me puedo salir con la mía?.
El descanso me refrescó, y el refresco me hizo ver la situación en su más cruda realidad. Si quería intentar ganar esta partida tenía que evitar que el imperio conquistase su último objetivo primario: Torgau. Eso no dependía enteramente de mi, dependía en parte de lo lejos que quisiera llegar el jugador austríaco. Así que me decidí a lanzarle un órdago. Reforcé los generales que tenía más cercanos a Torgau, en el sector de corazones, y ataque a Austria en ese palo que también necesitaba para defenderme de Francia ante su último objetivo en el cercano Magdeburgo.
Sucedieron dos grandes batallas. Primero una en la que yo ataqué, y luego otra en la que fue mi enemigo austríaco el que contraataco. Entre ambas gaste todas mis cartas de corazones y las dos reservas que aún tenía en la mano, de manera que sólo me quedaron unas cuantas de las muchas cartas de diamantes que había robado en la partida. Austria no cedió, parecía no importarle el peligro de permitirle la victoria a Francia, de manera que, cuando le toco a esta última, tan sólo tuvo que lanzar un simple ataque y barrer a los últimos defensores prusianos del mapa al final del turno 14.
Fue un mazazo para mí. Haber llegado tan lejos, para al final haber hecho un papel no muy digno en la final. Había cometido muchos errores. El más importante era el de no haber leído a tiempo la estrategia de Austria. Los fallos con Hannover ante Francia y no haber reforzado frente a Rusia cuando tuve oportunidad también contribuyeron al resultado final.
¿Qué podía haber hecho de forma diferente para anular la estrategia austríaca?. Evitó combatirme en diamantes, y yo me encontraba inseguro de combatirle en picas, aunque tenía unas cuantas en mi mano. El palo crucial era corazones. Si hubiera conseguido limpiar la mano austríaca de corazones, hubiera podido defender ante Francia y el Imperio sin demasiadas complicaciones, ya que la zona de Magdeburgo-Torgau se hubiera vuelto tóxica para los blancos. En el turno 6 ó 7 se me ofreció un combate entre los corazones austríacos y mis diamantes, pero obcecado con mi estrategia sajona no tome la oportunidad.
La mayor parte de las partidas que juego en el año tienen lugar dentro de mi grupo de juego, con el que tiendo a repetir ciertas pautas que se ven reforzadas con los éxitos. Esas fueron las pautas que, pleno de confianza, aplique a la final con Prusia este año. Pero lo bonito de Friedrich es que no hay una estrategia ganadora, hay que mantener la mente abierta y adaptarse a las circunstancias y a los retos que los enemigos nos lanzan. Olvidé observar la situación en conjunto y adaptarme. En lugar e ello me dejé llevar por mis costumbres y mi rutina y pague el precio de la derrota por ello.
Al volver a Madrid, hemos jugado otra partida en la que yo hacía de Prusia y Ringard, que fue testigo de esta final, jugaba como Austria, y repitiendo una táctica muy similar acabé perdiendo de nuevo ante Francia, habiendo repetido por lo menos los mismo fallos tontos con Hannover. Está claro que soy lo suficientemente bueno para llegar a la final, pero para ganarlo me falta - como diría nuestro amigo Flojich - "un hervor".
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