lunes, 17 de febrero de 2014

Una historia de Tres Guerras (I)

"La Batalla del Atlántico fue el factor dominante durante toda la guerra. Ni por un momento podíamos olvidar que todo lo que acontecía en otras partes, en tierra, en el mar, o en el aire dependían en última instancia de su resultado."

Una y otra vez me he topado con esta cita de Winston Churchill, al leer acerca de la guerra naval de la Alemania Nazi contra los aliados occidentales. No importaba que el libro fuera escrito por un británico, un alemán, o un americano. La dichosa cita aparecía y aparece siempre.

Siendo algo tan repetido, ¡tendrá que ser cierto!. Sin embargo, tras leer unos cuantos libros sobre el tema he ido relativizando la afirmación que la cita implica. Ahora he llegado a un punto en el que deseo repasar los hechos sobre los que la afirmación se basa para determinar cuanto tiene de cierta. Así, esta entrada y otras que la van a continuar van a tratar de responder a la pregunta "¿Fue realmente posible para Alemania derrotar a los aliados (Reino Unido) mediante su arma submarina?".

La pregunta se circunscribe a un tiempo y un lugar. Ese tiempo fue la Segunda Guerra Mundial y el lugar fue el Atlántico Norte. A ese tiempo y lugar se refiere la cita de Churchill. También es el período de tiempo en el que se percibe que Alemania estuvo más cerca que nunca de lograr una victoria militar duradera. Si el arma submarina alemana era tan decisiva como la pintan Churchill y todos los autores que le citan, determinar sus posibilidades de victoria debería indicarnos lo cerca que realmente estuvo el Tercer Reich de lograr la victoria en la guerra.

Lo principal pues, será contar y analizar el desarrollo de la guerra naval germano-británica durante la SGM. Hacerlo así es lógico, pero yo pienso que también sería incompleto. La razón es que estaríamos analizando una única situación en la que se utilizaron submarinos de manera masiva como arma principal para derrotar a un país cortando sus vías de suministro marítimas. El resultado del análisis sería de utilidad dudosa, pues la situación analizada no podría ser comparada más que consigo misma. Cuando se lee historia esto es peligroso, pues es posible que uno sólo atienda a aquellos datos y puntos de vista que refuerzan la propia opinión.

Para evitarlo tendríamos que comparar la Batalla del Atlántico, un evento circunscrito a un tiempo y un lugar, con otros conflictos en lugares y/o tiempos diferentes en los que se intento llegar al mismo resultado por los mismos medios: provocar la rendición de un país cortando sus rutas de suministro marítimo mediante el uso de sumergibles.

Existen otros eventos definibles por la frase que cierra el párrafo anterior y que por ello son comparables a la Batalla del Atlántico. El primero es la guerra submarina que Alemania ya desencadenó durante la Primera Guerra Mundial contra los aliados, pero sobre todo contra Gran Bretaña. El segundo es la campaña de guerra submarina que los americanos desencadenaron contra Japón durante la Segunda Guerra Mundial. 

Naturalmente, la Batalla del Atlántico, la guerra submarina en la PGM, y la guerra submarina en el Pacífico no son eventos iguales. Pero precisamente son sus diferencias lo que hace deseable analizar los tres en su conjunto y comparara sus parecidos, sus diferencias, y los resultados que tuvieron para determinar con cierta ecuanimidad lo realmente efectiva que es el arma submarina en cualquier conflicto.

Voy a seguir un orden cronológico, y también espacial. Comenzaré escribiendo sobre la PGM, y continuaré con la Batalla del Atlántico, que en cierto modo se puede ver como una continuación de la guerra submarina llevada a cabo en la PGM y se decidió en la misma área geográfica. Cerraré con un salto en el espacio, pero no en el tiempo, hacía el Océano Pacífico y la guerra submarina contra Japón.

Tras estudiar estas tres guerras que tuvieron como protagonista a la misma arma - el sumergible - podremos establecer comparaciones entre las diferentes situaciones de las mismas y determinar bajo que circunstancias el submarino era una arma decisiva en la primera mitad del siglo XX, y con ello podremos juzgar la certeza de la afirmación que abre este artículo, y esta serie.

Como ya he hecho en otra ocasión en este blog, he de comenzar con una puntualización. Con frecuencia voy a utilizar la palabra submarino, aunque lo que quiera decir es sumergible. Esta última palabra define al buque que navega regularmente por la superficie y que ocasionalmente y por cortos períodos puede hacer uso de su capacidad de inmersión para esconderse bajo el agua. Este es el tipo de "submarino" que se empleo de manera predominante durante la primera mitad del siglo pasado. Tan sólo hacía el final de nuestra historia encontraremos auténticos "submarinos", es decir, buques que están específicamente diseñados para navegar durante casi todo el tiempo bajo el agua. El público en general no hace está distinción cuando habla de submarinos, y yo tampoco la voy a hacer por comodidad.

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Un poco de bibliografía.

Para esta parte me he basado sobre todo en tres libros. Dos de ellos ya los comenté hace mucho tiempo en una entrada de este blog. El libro de Cristino Castroviejo es rico en detalles de las operaciones de los submarinos, pero por eso mismo es pobre en la "visión de conjunto" que es imprescindible para evaluar el conflicto. Al libro - en alemán - de Joachim Schröder le sucede al contrario. Habla de manera tan general de las operaciones de los submarinos que puede resultar frustrante para el lector que busca acción. En cambio, es una obra muy buena en cuanto a análisis y trasfondo desde el punto de vista alemán.

Otro libro que me ha sido útil es Castles of Steel de Robert K. Massie. Es una narración de las operaciones de la flota de combate británica durante la PGM. Resulta una obra entretenida, con partes que cuentan acción y otras que proveen de cierto trasfondo histórico. En el libro destacaría el análisis que se hace de las personalidades de los almirantes británicos Jellicoe y Beatty, y del enfrentamiento que había entre ellos. El libro trata de manera marginal la guerra submarina, pero tiene valor para tener una imagen de como se veía la guerra desde el punto de vista del Almirantazgo británico.

He recurrido también a algún libro que trata la guerra submarina en general y que por ello tiene algún capítulo dedicado a la PGM. Pero por lo general el primer envite de los submarinos alemanes tiene poca representación en la literatura histórica comparado con la Segunda Guerra Mundial. Como base de datos la página de referencia es uboat.net , la cual me es imposible no recomendar.

Antes de la Guerra.

Dos hombres y un libro.

Si alguna vez ha existido una lista de libros dañinos para la humanidad, La influencia del Poder Naval en la Historia de Alfred T. Mahan tendría cabida en ella. En este libro Mahan - oficial naval norteamericano - exponía la idea que toda nación que aspirase a convertirse en potencia mundial tenía que poseer una gran flota de guerra. Aún más, el autor insistía en que esta flota tenía que consistir en grandes barcos de guerra, navíos de línea, con la capacidad de destruir flotas similares de otros países en una o más grandes batallas decisivas. Con la flota principal enemiga eliminada, el control marítimo del vencedor sería indiscutible y las costas del vencido estarían a su disposición para incursiones, desembarcos, o bloqueos marítimos. Si bien reconocía que la "guerra de corso" - el acoso de las rutas comerciales enemigas por unidades ligeras y rápidas - podía ser dañina, recomendaba no desviar recursos a las unidades navales menores y concentrarlos en la construcción de los grandes y más avanzados barcos de guerra. Esto es lo que se conoce como "Doctrina de la Batalla Decisiva", y tenía su respaldo en el dominio marítimo indiscutible de más de 100 años que Inglaterra ejercía desde la batalla de Trafalgar.
El Kaiser Guillermo II

El libro de Mahan era la lectura de cabecera del Kaiser Guillermo II, monarca del joven imperio alemán desde 1888. Era una persona acomplejada por un defecto congénito en el brazo y por el poderío que exhibía la rama de su familia que reinaba sobre el Imperio Británico. Dispuesto a superar este último complejo promovió en su país la construcción de una flota de guerra que, de acuerdo con los principio expuestos por Mahan en su libro, colocaría a Alemania codo con codo entre las grandes potencias del mundo.
Alfred von Tirpitz

Si bien la influencia del monarca era innegable no le hubiera sido posible por sí sólo hacer su sueño realidad. A falta de otra cosa, no era suficientemente capaz. En cambio, Alfred von Tirpitz si era capaz. Tirpitz era oficial naval alemán y se le puede considerar como el "padre" de la Kriegsmarine lo mismo que más tarde Guderian sería el padre de las fuerzas blindadas alemanas. La función principal de Tirpitz en el armamento naval alemán de comienzos del siglo XX era la de relaciones públicas. La construcción de una flota de guerra que pudiera rivalizar con las de otras grandes países requería enormes cantidades de dinero, y Tirpitz dedicaba la mayor parte de su tiempo a visitar personalidades del Reich, diputados del Reichstag, y a defender su causa en los periódicos. Tuvo un innegable éxito, y desde 1898 hasta 1914 Tirpitz se salió con la suya la mayor parte de las veces consiguiendo equipar a la flota alemana con un número bastante respetable de grandes y modernos barcos de guerra.

El enorme programa de construcción naval germano tuvo un efecto inmediato sobre la gran potencia naval de la época. Gran Bretaña. Los británicos ya sufrían la competencia de la industria alemana en los mercados internacionales, y ahora veían como la flota alemana crecía de la nada y - con el respaldo del poderío industrial del país - recortaba velozmente la distancia en números que la separaba de la británica. El Reino Unido vio amenazado el status quo que se había mantenido en Europa desde el final de las Guerras Napoleónicas, y con ello su propio bienestar. Así fue como Inglaterra tomo dos medidas. Incrementar el tamaño de su propia flota para mantener ventaja sobre Alemania, y aliarse con Francia.

Desde el comienzo de la carrera militar naval los alemanes sabían que su programa de construcción iba a poner a Inglaterra contra Alemania. De hecho, la flota creada por el programa de construcción naval estaba diseñada para luchar contra Inglaterra. No faltaron voces dentro de Alemania que señalaron que para un país situado en medio de dos poderosos enemigos - Francia y Rusia habían establecido relaciones que se consolidarían en una alianza - añadir otro más a la lista no resultaba muy inteligente. Tirpitz rebatió estas objeciones con una teoría de disuasión que recuerda bastante a la que imperaba durante la Guerra Fría. Si bien la flota alemana jamás podría equipararse a la británica en número y potencia, si podía llegar a ser lo suficientemente grande como para que las pérdidas que la flota británica pudiese llegar a sufrir en una previsible gran batalla naval fuesen tan grandes que el Imperio Británico perdiese su posición de predominio naval frente a terceros países como Estados Unidos o Japón. El temor a las bajas y a la pérdida de posición impedirían a Gran Bretaña unirse a cualquier guerra contra Alemania. El tremendo gasto naval de Alemania en una flota de guerra tenía, pues, una función meramente defensiva y disuasoria.

No se pretendía arrebatar al Imperio Británico su control sobre las vías marítimas del mundo.  Pero resultaba difícil que en el Reino Unido vieran esto así. El hecho de que la Hochseeflotte (Flota de Alta Mar, o fuerza principal naval germana) no tuviese un alcance operativo superior a las 560 millas náuticas no podía menos que convencer a los ingleses de que ellos, que se encontraban dentro de ese alcance, eran el blanco elegido para esa arma.

Los primeros U-boote.

A pesar de la enormidad de su presupuesto militar naval, y que se procuraba gastar éste en lo más avanzado tecnológicamente, Alemania fue el último país entre las grandes potencias que incorporó submarinos a sus fuerzas navales. La principal oposición a los submarinos provenía del propio Tirpitz. Siendo nada menos que Gran Bretaña el enemigo a batir en construcción naval militar, dedicar recursos a la construcción de unidades distintas a los grandes buques de batalla que formaban la espina dorsal de la Hochseeflotte era visto como un despilfarro. Sucedía también que el submarino, lo mismo que el avión y el automóvil, era un desarrollo tecnológico reciente y como tal adolecía en sus primeros años de defectos de desarrollo.

Cediendo al final a presiones del hermano del Kaiser e Inspector General de la Marina, Tirpitz aprobaba en 1904 la construcción de un submarino que fue botado en diciembre de 1906 con la denominación U-1. Este primer sumergible de la marina alemana puede ser visitado hoy en día en Munich, en el Deutsches Museum.

El tardío comienzo alemán en la construcción de submarinos tuvo una cara y una cruz. En el lado malo está que para cuando estalló la guerra en 1914 la Marina Imperial disponía apenas de una veintena de sumergibles. Lo bueno era que habían podido aprender de los errores de otros y estos pocos submarinos se encontraban entre los más avanzados de su época, teniendo todos un diseño de "doble casco" en el que los tanques de lastre y combustible se encuentran fuera del cuerpo de presión.

Comenzando con el U-1 y hasta el U-18 la propulsión en superficie de los submarinos alemanes era mediante motor de gasolina. El U-1 tenía una velocidad máxima en superficie de 10 nudos, y desde ahí fue creciendo con cada unidad construida hasta llegar a los 14-16 nudos de los últimos "submarinos de gasolina". También fue creciendo el tamaño de cada serie, y con ello su radio de acción efectiva. El armamento quedo establecido relativamente pronto en 4 tubos lanzatorpedos - dos a proa y dos a popa - con dos torpedos de reserva a proa. La velocidad máxima bajo el agua quedo estable en 8-9 nudos, y la cota máxima de inmersión era de 50 metros.
U-15. Fue el primer submarino alemán hundido en la guerra.
Los motores de gasolina tenían bastantes inconvenientes. Eran ruidosos y planteaban problemas a la hora de lograr un gran radio de acción. La desventaja más importante tal vez fuera la de los gases que el propio motor generaba. Su acumulación bajo cubierta era bastante peligrosa. Para expulsarlos el submarino montaba una pequeña chimenea a popa que tenía que ser recogida cuando se iba a llevar a cabo la maniobra de inmersión, lo cual retrasaba esta maniobra de ocultación. Además, el humo generado por el motor era de un color blanquecino que muy bien podía delatar la posición de la nave.

Todos estos inconvenientes se terminaron con el U-19, el primer submarino con motor diesel. Este sistema de propulsión resultaba más fiable, menos ruidoso, permitía submarinos con mayor alcance, generaba menos gases peligrosos y menos humo. Desde el U-19 en adelante todos los submarinos alemanes tendrían propulsión diesel. U-19 se convirtió en el modelo base para los "submarinos de flota" (Flotten U-boote) hasta el final de la guerra. Con sucesivas mejoras en cuanto a alcance, motores, y diverso equipamiento técnico, estos submarinos mantuvieron constante la configuración de armamento de torpedos, velocidad en superficie y en inmersión, cota de profundidad máxima y tripulación (35 hombres) que los últimos modelos de submarinos de gasolina.

Habiendo crecido a la sombra de la Hochseeflotte, los primeros submarinos alemanes se integraron como unidad subordinada de ésta, participando en maniobras conjuntas. El cometido principal de los submarinos era el de fuerza de avanzada, sirviendo a al vez para el reconocimiento y - si se presentaba la oportunidad - atacar a la fuerza principal del enemigo (Gran Bretaña) y lograr reducir la desventaja en navíos de línea de los alemanes causando alguna baja entre los del oponente.

Este es el motivo por el cual no se consideró necesario proveer de un cañón de cubierta a estos primeros submarinos. Estarían en desventaja en un duelo de artillería contra cualquier unidad naval militar. En principio, pues, y a pesar de que los submarinos que se construían tenían cada vez un alcance mayor, no se contemplaba su uso para atacar las rutas mercantiles de Reino Unido.

Incluso así, la "guerra de corso" si tenía cabida como ejercicio intelectual. Sólo así se explica un informe muy citado en la literatura, elaborado por el Kapitänleutnant Ulrich-Eberhard Blum. En él se estudiaba un bloqueo del Reino Unido mediante submarinos. Cifraba en 222 los submarinos necesarios para que dicho bloqueo fuese efectivo, siguiendo como criterio que en todo momento 1/3 de los submarinos estarían en puerto en reparación y mantenimiento, 1/3 estarían en tránsito de ida y vuelta de las zonas de operaciones, y 1/3 estaría patrullando en las zonas de operaciones que el informe consideraba necesario ocupar. Unas 48.

Para cuando Blum emitía su informe, faltaban ya sólo unas semanas para el estallido de la Primera Guerra Mundial. Alemania contaba únicamente con poco más de 20 submarinos.

Comienzos de la Guerra.

El Bloqueo.

Nada más comenzar la guerra en agosto de 1914 la Real Marina Británica tenía dos importantes misiones que cumplir.

La primera era una misión de corto plazo y efecto inmediato: dar cobertura al traslado de la Fuerza Expedicionaria Británica a través del Canal de la Mancha hasta Francia. Cumplió esta misión a la perfección y sin incidencias. Al buen fin de la operación contribuyó sin dudas el hecho de que por parte de la Marina Imperial germana no se hiciera ningún intento por estorbar en lo más mínimo los convoyes de tropas.

En no poca medida ello se debía a que en Alemania no existía un planeamiento conjunto entre Ejército y Armada. El Ejército se metió en la guerra con un plan para ganar el conflicto en solitario, sin intervención alguna de fuerzas navales. Tras fracasar este plan, el Ejército alemán solicitaba puntualmente la ayuda de la Marina, por ejemplo, para tratar de interceptar subsecuentes transportes de tropas a través del Canal de la Mancha. Entonces la Marina enviaba un par de unidades de destructores y submarinos durante un tiempo, y luego los retiraba hasta que el Ejército se volvía a acordar de hacer otra petición. En Alemania no hubo jamás un Estado Mayor que llevase a cabo una estrategia global para la guerra coordinando las acciones de ambos ramos de las fuerzas armadas e imponiéndoles decisiones que sirviesen a dicha estrategia. Marina y Ejército alemanes luchaban cada uno su guerra por separado, y ello fue una de las razones para la derrota final de las Potencias Centrales.

La otra misión que debía ser resuelta por la Royal Navy era de largo plazo: establecer un bloqueo marítimo sobre las Potencias Centrales.

El bloqueo naval como arma había resultado una constante de la estrategia británica desde el siglo XVII. Había establecido dicho bloqueo con mayor o menor éxito en todas las guerras con potencias europeas que había librado desde entonces. Antes de la PGM había establecido uno muy efectivo contra Napoleón y que había sido motivo de una guerra (la Guerra de 1812) contra la joven nación de Estados Unidos.

El bloqueo marítimo era una herramienta de la guerra sobre la cual se habían convocado conferencias internacionales que establecieron reglamentos acerca de como debía llevarse a cabo dicho bloqueo, y que mercancías eran las que podían ser interceptadas y cuales se podía dejar pasar. En principio, todos los buques mercantes enemigos eran susceptibles de ser capturados independientemente de su carga. En cambio, los buques neutrales únicamente podían ser detenidos si - tras comprobar sus manifiestos de carga - se determinaba que llevaban hacía el enemigo mercancía que se podía considerar le ayudaba a proseguir la guerra. Es decir, "contrabando de guerra". En los mencionados acuerdos internacionales se establecían detalladas listas de contrabando.

La Marina Británica se las saltó todas. Desde muy pronto elaboraron sus propias listas que contenían muchas mercancías que no se habían considerado contrabando previamente. Y lo que no estaba incluido se fue incluyendo paulatinamente hasta terminar incorporando prácticamente todo. En una guerra que se iba a convertir en total el bloqueo marítimo británico fue bastante total desde el inicio.También ilegal al saltarse los acuerdos, aunque siempre se puede presentar como excusa que el último de estos acuerdos - La Declaración de Derechos del Mar de Londres de 1909 - no había sido ratificado por el parlamento inglés.

Independientemente de cualquier discusión legal, lo cierto es que para Reino Unido el aceptar cualquier limitación del bloqueo hubiera supuesto arrojar al suelo su arma más efectiva.

Las consecuencias del bloqueo fueron muy serias. Se puede considerar como una de las principales razones para la capitulación de las Potencias Centrales en 1918. El efecto no fue, obviamente, inmediato y el símil más apropiado es tal vez el de una bomba de tiempo que - expirado un plazo - le iba a estallar a Alemania y sus aliados con serias consecuencias.

En Alemania se hizo todo lo posible para demorar dicho estallido. Gracias a las minas de hierro y carbón que había tanto en el territorio ocupado por las Potencias Centrales, como en los países neutrales vecinos - como Suecia - cuyo flujo de mercancías no podía ser interrumpido por el bloqueo, el grueso de la industria de guerra alemana pudo seguir operando hasta el final sin demasiados problemas.

En otros materiales menos frecuentes (como el caucho) se produjeron con el tiempo escaseces bastante agudas cuyo efecto hacía el final de la guerra se hizo inevitable. Hasta entonces se pudo aguantar gracias a medidas de racionalización impulsadas por hombres como Walther Rathenau, que vio recompensados sus esfuerzos con el asesinato a mano de radicales antisemitas en 1922. También es destacable el desarrollo por científicos alemanes del Proceso Haber-Bosch, gracias al cual se pudo compensar la interrupción de suministro de Nitrato de Sodio, indispensable para la producción de explosivos. Sin este oportuno desarrollo científico los alemanes se hubieran quedado literalmente sin municiones al cabo de pocos meses.

Pero lo que no pudo evitar el ingenio económico ni científico era el hecho de que el bloqueo afectaba al suministro de alimentos de las Potencias Centrales. Antes de la guerra Alemania no sólo importaba alimentos, sino también piensos y fertilizantes para sostener su propia producción agrícola. Durante año y medio aproximadamente la producción agraria alemana pudo mantenerse a cierto nivel. Pero en el invierno de 1915 a 1916 la falta de piensos y la propia temporada invernal (en la que no crecen pastos) obligó a realizar una matanza generalizada de ganado que fue el inicio de una espiral de catastrófico declive agrario (el ganado muerto dejó de aportar a su vez fertilizante a los campos).

La principal víctima del bloqueo era, al final, la población civil de las Potencias Centrales. Los altos mandos aliados seguramente eran plenamente conscientes de esto y no titubearon ni un sólo instante. En el lado alemán al principio hubo estupor por el extenso alcance del bloqueo naval, que se convirtió en rabia conforme las consecuencias del bloqueo sobre la población civil se iban haciendo más evidentes.

La extensión del bloqueo no fue el único motivo de sorpresa para los alemanes, también lo fue la estrategia de su aplicación.

Bloqueo Cercano - Bloqueo Lejano.

Siendo una constante de su estrategia desde hacía siglos, el bloqueo marítimo británico era algo en lo que todo país podía contar con total seguridad si se enfrentaba al reino insular. La táctica de su aplicación también se había mantenido constante durante todo ese tiempo, siendo conocida como Bloqueo Cercano. Es decir, la flota británica hacía una vigilancia cerrada de las costas enemigas a no mucha distancia de las mismas.

Este sistema tenía bastantes ventajas. Garantizaba que sólo se iba a inspeccionar la carga de aquellos barcos que iban dirigidos hacía las costas enemigas, o intentaban partir desde ellas. Además, si la flota enemiga intentaba realizar una salida, la flota bloqueadora se encontraría directamente a la salida del puerto esperándola a menudo en una posición ventajosa. También servía para interceptar la navegación costera, que puede llegar a ser importante para la economía interna de un país.

Este era el tipo de bloqueo que se había utilizado contra Napoleón cien años antes. Hasta cierto punto era una táctica de bloqueo impuesta por la tecnología de la época, anterior a la telecomunicación por radio. Tan sólo la presencia de la flota bloqueadora ante el puerto permitía su acción inmediata ante cualquier salida del enemigo y con ello la efectividad del bloqueo.

Ya en tiempos de Napoleón el Bloqueo Cercano tenía sus inconvenientes. Imponía a los barcos de la Royal Navy un desgaste de material y hombres por tener que encontrarse constantemente en el mar. También era inefectivo a veces, cuando el mal tiempo o una retirada temporal de los ingleses para aprovisionarse permitía a la flota enemiga escapar del puerto bloqueado.

Para comienzos del siglo XX el avance de la tecnología había hecho obsoleto el Bloqueo Cercano. La radio permitía que la flota de bloqueo permaneciese amarrada en un puerto cercano, saliendo de manera inmediata cuando era avisada a distancia por un pequeño buque de reconocimiento. La propulsión de los barcos ya no era a vela, sino por máquina impulsada con carbón o petróleo, lo que permitía por un lado una mayor velocidad de reacción, y por otro hacía más costoso que antes la mera permanencia en el mar de la flota. Por último, el desarrollo de minas y torpedos hacían muy peligroso el despliegue de unidades pesadas de la flota cerca de las costas enemigas.

Como consecuencia de todo esto, en 1913 el Almirantazgo británico decidió cambiar su concepto táctico y se decidió emplear el Bloqueo Lejano en caso de guerra con Alemania. De acuerdo con este plan, el Canal de la Mancha sería cerrado mediante campos minados y unidades ligeras (cruceros y destructores). Más fuerzas ligeras patrullarían el trecho de mar entre Noruega y Escocia e interceptarían a todo barco que intentase entrar por esa vía hacía el Mar del Norte. Mientras, la Grand Fleet - el grueso de la marina de guerra británica con todos los acorazados más modernos - aguardaría en puertos de Escocia como el de Scapa Flow, lista para salir en cuanto tuviese la menor noticia de acción por parte de la Hochseeflotte.

La aplicación de este Bloqueo Lejano se hacía con bastante poca violencia. Cualquier mercante alemán interceptado no tenía más opción que rendirse. Los neutrales eran interceptados, registrados y, si su carga iba destinada a Alemania se les llevaba a un puerto británico dónde era comprada y descargada por el Reino Unido. Tras eso el barco neutral podía continuar libremente. Los aliados pronto instituyeron un sistema de Certificados de Destinatario Final para cerciorarse que aquellas mercancías que iban a naciones neutrales como Dinamarca o Países bajos no fuesen desviadas a las Potencias Centrales. Algunos países neutrales protestaron, pero ninguno se planteo una resistencia seria al Bloqueo.

La flota de guerra alemana había sido concebida y preparada con la idea que los británicos iban a practicar un bloqueo cercano. Toda posibilidad disuasoria de la Hochseeflotte sobre la política británica descansaba en la idea que mediante el uso de minas, lanchas torpederas, y submarinos, la flota británica sería debilitada lo suficiente en su aproximación a la costa germana como para que la flota alemana pudiese enfrentarse al enemigo en condiciones favorables. A pesar de recibir avisos acerca del cambio de táctica naval británica, los alemanes siguieron pensando que el comienzo de cualquier guerra con Inglaterra estaría marcado por una aproximación de la flota británica a las costas alemanas, donde se lucharía una gigantesca batalla naval de proporciones épicas.

Así que al comenzar la guerra la flota de guerra alemana se mantuvo en puerto esperando a que la flota británica apareciese en el horizonte.

Y esperaron.

Y esperaron.

Y esperaron.

Transcurridas unas cuatro semanas, estaba claro que Gran Bretaña se había decidido por imponer un bloqueo lejano y la flota británica no iba a acercarse a lo loco al apocalíptico encuentro naval que se esperaba. Aún más, el 28 de agosto de 1914 tenía lugar una escaramuza en la que los alemanes se llevaban la peor parte y perdían tres cruceros ligeros. No era más que una pequeña parte de la Hochseeflotte, pero demostraba lo fácil y rápido que se podían perder barcos muy valiosos en la guerra naval moderna.

Tras el combate el Kaiser hacía uso de sus prerrogativas monárquicas e imponía a la Hochseeflotte una prohibición de hacer cualquier salida de puerto sin su autorización expresa. Le impulso a esta decisión el miedo razonable a perder años de costosísima construcción naval en muy pocas horas de combate. También pensaba en la posición internacional de Alemania tras la guerra, que quedaría muy mermada si perdía su flota aunque ganase la guerra terrestre.

Se puede considerar también como una reacción ante el estamento militar alemán. Con la excusa del Plan Schlieffen como solución al cerco diplomático que experimentaba el país, el ejército alemán había secuestrado el control de la política exterior de Alemania durante aquel verano de 1914 y la había metido en una guerra ante la incredulidad del Kaiser y del Canciller Bethmann-Hollweg que habían querido detener todo aquel proceso muy poco antes del estallido del conflicto. El mando de los ejércitos de tierra estaba completamente en manos del Estado Mayor y allí el Kaiser no pintaba nada, pero dentro de la marina de guerra que había contribuido a crear, Guillermo II podía recuperar terreno y demostrar que todavía tenía cierta capacidad de control sobre el rumbo de la guerra.

La prohibición de salir a la mar sentó muy mal a la Marina Imperial. El principal perjudicado fue Tirpitz, quien había soñado con tomar el mando directo de la Hochseeflotte en caso de estallar una guerra y liderarla a su gloriosa batalla final. Ahora, desprestigiado por no haberse cumplido el pronóstico de que la flota disuadiría a Inglaterra de entrar en guerra con Alemania, y porque los ingleses tampoco se habían ceñido al plan alemán y habían acudido hacía la costa alemana, se sentaba ocioso en Berlin. Barruntando alguna forma de recuperar protagonismo.

Primeros éxitos.

Al ser unidades menores, los U-boote no estaban sujetos a las mismas restricciones operativas que el grueso de la flota alemana. Ello no contribuyo a que sus primeras semanas fueran más brillantes que las del resto de las fuerzas navales germanas. De acuerdo con la noción del esperado Bloqueo Cercano los submarinos se mantuvieron a la espera cerca de la costa o hacían patrullas a no mucha distancia de la costa, en áreas desprovistas de navíos enemigos. Finalmente se lanzó una operación de búsqueda de la flota enemiga con 9 submarinos en la que no se logro nada salvo la pérdida de dos sumergibles. En un mes los alemanes habían perdido un 10% de su fuerza de submarinos a cambio de nada.

El panorama cambió de manera espectacular con el hundimiento en pocas horas de tres cruceros británicos por parte del U-9 el 22 de septiembre de 1914, que ya he narrado de manera más detallada en otra entrada anterior. El 5 de ese mismo mes otro crucero ligero era hundido por el U-21. Mientras la flota principal permanecía amarrada en puerto, los pequeños submarinos salían al mar y causaban serias pérdidas a la misma flota enemiga que amenazaba con el hambre a la población civil de Alemania. El arma submarina se hacía tremendamente popular y muchos jóvenes y ambiciosos oficiales solicitaban su traslado a sumergibles.

Poco tiempo después de aquello, en octubre de 1914, el U-17 salía de patrulla. Como otras tantas veces, el mar se encontraba vacío de navíos de guerra enemigos. Cansado por la falta de acción y ante la falta de blancos militares, el comandante alemán decidía interceptar y detener al pequeño mercante inglés Glitra, de 866 toneladas. Tras hacerse detener al mercante, se permitió a la tripulación abandonar el barco antes de hundirlo. Las condiciones metereológicas eran buenas y la costa noruega se encontraba a siete millas. La tripulación del mercante no sufrió daños.

A pesar de todo, a su retorno a puerto el comandante del U-17 tuvo que dar muchas explicaciones por lo que había hecho. El hundimiento del Glitra se ha presentado en ocasiones como un hito en la historia de la guerra naval. El comienzo de la guerra submarina contra el tráfico mercante. Tal vez sea más adecuado ver en aquella travesía del U-17 una versión reducida de lo que le sucedía a toda la Marina Imperial: la búsqueda de una nueva misión ante la falta de perspectivas de aquella para la que había sido concebida.

1 comentario:

  1. Muy interesante, excelente artículo y como siempre quedan ganas de seguir leyendo

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