Cuando el año pasado compré libros en Amazon busqué algún título que tratase de explicar el origen de la Gran Depresión. Esperaba hallar esa explicación en el clásico de Galbraith sobre el "Crack del 29". Sin embargo, ese libro se limitaba a narrar los eventos de la debacle bursátil que le da título, y al hacerlo me dejaba claro que entre el "Crack del 29" y la Gran Depresión no tenía que haber necesariamente una conexión.
Más suerte en mi empeño tuve con el libro que titula la entrada de hoy: Lords of Finance: The Bankers Who broke the World. Este es un libro que sigue el formato de ensayo histórico ya empleado con gran éxito por la americana Barbara Tuchman, y consistente en retratar personajes históricos mediante algunas pinceladas, y narrar sus actividades con amenidad como una especie de novela sin diálogos.
En este caso el libro se centra en cuatro personajes. El principal es Montagu Norman, que presidió el Banco de Inglaterra durante varias décadas, algo sin precedentes. El segundo es Benjamin Strong, el jefe de la Reserva Federal de Nueva York, y como tal era "de facto" el director de la política monetaria norteamericana. El tercero es Hjalmar Schacht. Alemán, extraordinariamente inteligente y capaz, y por ello ambicioso, arrogante, y propenso a "hacer amigos". Un arribista social de la peor clase que llegó a presidente del ReichsBank. Por último se encuentra Moreau, que dirigió los destinos de la política monetaria de Francia en los años 20 y 30, y que tiene un papel más modesto en el relato.
Si hoy en día Ben Bernanke y Mario Draghi son personajes conocidos a través de nuestros medios de comunicación es por la influencia mediática que estos cuatro personajes tuvieron en su época. Antes de ellos, la dirección de los bancos nacionales disfrutaba de un feliz anonimato y era casi totalmente ignorada por los medios de comunicación. En buena medida, ello se debía a que la política monetaria apenas tenía un papel importante en la economía. En el mundo de las divisas de la época regía el Patrón Oro, por el cuál toda divisa adoptaba un tipo de intercambio fijo con el noble metal, y ese tipo determinaba a su vez la tasa de intercambio de cada divisa con el resto de las integradas en el Patrón Oro.
Era un sistema de fijación del cambio de divisas bastante estable y que disfruto de un éxito prolongado desde el siglo XIX a comienzos del siglo XX sobre todo porque - como nos recuerda el señor Ahamed en su libro - coincidió con un período en el que se hallaron bastantes yacimientos de oro que permitieron que las demandas expansivas de medios de intercambio de la economía mundial pudieran ser satisfechas una y otra vez.
Pero llegó un momento en el que ya dejó de extraerse tanto oro y el Patrón Oro comenzó a mostrarse insuficiente para cubrir las necesidades de economías en franca expansión. Este momento coincidió además con el evento que se narra al comienzo del libro. El inicio de la Primera Guerra Mundial.
La Primera Guerra Mundial reventó cualquier semblanza de la férrea disciplina monetaria impuesta por el Patrón Oro. De alguna manera había que pagar esos ejércitos de millones de hombres y esas flotas con docenas de acorazados. Los contendientes imprimieron divisa a saco para poder hacer los pagos. Reino Unido imprimió libras con cargo a préstamos recibidos de los Estados Unidos. Alemania imprimió marcos con cargo a los bolsillos de sus habitantes a través de una inflación bastante elevada, y los desórdenes sociales precipitaron su rendición. Francia en parte pidió prestado a E.E.U.U., en parte pidió prestado a Reino Unido, y en parte aceptó cierta inflación. Los Imperios Ruso y Austro-Húngaro dejaron de existir.
Al final de la contienda Francia y Reino Unido podían decir que habían ganado la guerra, pero le debían mucho dinero a Estados Unidos. En los Estados Unidos también pensaban que habían ganado la guerra... en favor de Reino Unido y Francia. Se rebotaron, retornaron al aislacionismo, pero aún así estaban preocupados porque les devolvieran todo ese dinero que habían prestado. Francia y Reino Unido dijeron algo así como "que pague Alemania, que es la que comenzó todo este lío", y obligaron a la joven República de Weimar a firmar la Paz de Versallles, por la cual se comprometía a pagarles como indemnización enormes sumas que a su vez ellos destinarían a pagar sus deudas con los norteamericanos. Y todos contentos.
La verdad es que no. Lo de que Alemania fuera responsable exclusiva de la guerra era falso, lo mismo que su capacidad para pagar esas enormes sumas. En cuanto empezaron a fallar en sus pagos, el tinglado de mierda que habían montado entre París y Londres comenzó a desmoronarse. En medio de todo esto los americanos enviaron a París una comisión plenipotenciaria para que intentase arreglar el desaguisado. Lo hicieron. Al final todo quedaba así: Estados Unidos le prestaba dinero a Alemania, Alemania pagaba sus indemnizaciones a Reino Unido y Francia, Francia y Reino Unido a su vez pagaban sus deudas a Estados Unidos.
Si a vosotros todo esto os parece una rueda por la cual se movía la mierda de la deuda de un lado a otro sin resolver nada definitivamente, os puedo confirmar que estáis en lo cierto. Este apaño de bragas y otros trasuntos son relatados de manera bastante amena y comprensible en este libro en una cadena de eventos que condujeron a la Gran Depresión. La explicación que el libro da acerca de este evento decisivo en la historia del siglo XX me ha sido bastante satisfactoria y la considero la mejor y más fiable que conozco. Cuando estaba en la universidad me contaron diversas teorías sobre la Gran Depresión y sus orígenes. Pero ninguna era definitiva y todas tenían puntos flacos.
Aparte de los cuatro personajes ya mencionados, en en libro aparecen muchos más. Básicamente hay un Bueno, un Feo, y un Malo. El Malo es el Patrón Oro, que es bastante responsable de la Gran Depresión. El Bueno es el famoso economista británico Keynes, que en el libro goza de un trato de primera clase. El Feo es el ya mencionado director del Banco de Inglaterra, Montagu Norman, que se empeño en mantener a su país junto a otros en el Patrón Oro con muy buenas intenciones pero funestos resultados.
Lo único que no me ha gustado de la narración son algunos pasajes acerca de la burbuja especulativa bursátil de Estados Unidos en los años 20. He creído notar cierta afinidad del autor con el mundillo financiero estadounidense al quitarle importancia a la influencia que dicha burbuja tuvo en la debacle de crédito que antecedió a la Gran Depresión. También el autor parece contradecirse o no explicar bien sus razones cuando habla del equilibrio presupuestario. Crítica a algunos países por no mantenerlo, y a otros por subir impuestos y recortar gastos en sus esfuerzos por llegar a alcanzarlo.
Los fallos son, no obstante, pocos y totalmente opinables. En general Lords of Finance es un libro que no puedo menos que recomendar. Su mayor logro es contarnos de manera bastante entendible los entresijos del mundo financiero. Aquí y allá hay suelto algún gráfico o tabla que el autor emplea para soportar su narración. Se usan pocas expresiones técnicas, y se toma su tiempo en aclarar algunos conceptos básicos.
Para aquellos que no dominan el inglés, este libro ha sido editado también en español. Pensaba emplear el título traducido como título de esta entrada. Sin embargo, creo que no han acertado al llamarlo Los Señores de las Finanzas. Yo considero que era más acertado Los Amos de las Finanzas. Confío en que en original o traducido, podáis disfrutarlo igualmente.
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