Mostrando entradas con la etiqueta España. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta España. Mostrar todas las entradas

domingo, 4 de noviembre de 2018

Eventos, que algo queda

La afición a los juegos de mesa es bastante insular. Quiero decir con ello que está compuesta de islas de aficionados. Islas que tienen constancia de su existencia mutua, e incluso algún isleño visita ocasionalmente una isla vecina. Pero la realidad del aficionado estándar es que su isla es su mundo. Internet provee de un telón de fondo, pero el día a día de un jugador está en su grupo de juegos. Con este panorama, cuando el cuñado te llama raro lo normal es asentir y callar.

Para salir del armario y sentirse un miembro más de la sociedad y no otro de sus marginados están los eventos, jornadas, convivencias, etc. Las hay muy masivas, como lo eran antes las CLN y hoy lo son las Ludo Ergo Sum. Me cuentan por ahí que las Tierra de Nadie son dignas de verse. Lo importante de estos eventos es que te reunes con mucha gente con la que compartes aficiones, ves que no son solo cuatro pelagatos los que os dedicáis a lo mismo, y empiezas a pensar en poner al cuñado en su sitio la próxima vez que te llame raro.

Bueno. Eso es, si no te dedicas a los wargames. Si es así, tu sensación de rareza se va a acenturar. Eres raro incluso para los raros. Las jornadas que he mencionado son generalistas. Es decir, abarcan un segmento de aficiones amplio dentro de su rareza: rol, eurojuegos, juegos de familia, miniaturas, literatura de fantasía, cosplay, vivos, ... ¡santo cielo!, ¡hay hasta niños!. No cabe duda que es una estrategia que ha contribuido a darles un gran éxitos, mas en un ambiente así, el aficionado muy especializado - wargameros, eurojugadores duros, jugadores de miniaturas que no son de Warhammer... - anda más pérdido que el alambre del pan bimbo.

¡No desesperar! Estos aficionados especializados también tenemos eventos igualmente especializados donde conocer a otros que comparten nuestra enfermedad. Aunque los conozco de oídas, no he estado en ninguno fuera de mi afición personal: los wargames.

En lo que a esta afición personal mía se refiere he tenido experiencia directa en dos eventos de este tipo de los que ya he dado cuenta aquí: los campeonatos de Friedrich y las jornadas Antebellum en Almería. Si tras leer este artículo tenéis ganas de participar en algún evento de este tipo la próxima cita "wargamera" tendrá lugar en enero de 2019, en las Bellotacon II.

Estas jornadas de wargames de tablero son organizadas por Sergio, también conocido como el veterano videobloguero Wargamereviewer. Aunque he sido invitado personalmente a las mismas, aún no puedo confirmar mi asistencia. ¡No será por falta de ganas!. ¿Qué puedo decir acerca de este tipo de eventos para animaros a participar en ellos?.

En primer lugar está la ventaja de su exclusividad. Esta deriva no sólo del foco principal de las mismas - en este caso, los wargames de mesa - sino también del hecho de que hay que pagar para participar en ellas. Como ya ha comentado varias veces Kabutor en el podcast El Tablero, si quieres calidad la tienes que pagar. El coste de la inscripción (30€ en estas Bellotacon), del viaje y del alojamiento se ven de sobra compensados por el disfrute de un evento que no está masificado y en el que a donde gires la cabeza contemplas a personas dedicándose a lo mismo que tú.

La asistencia no suele ser demasiado elevada - honestamente, no somos tantos en esta afición - pero aún así suele ser lo bastante numerosa (entre 30 y 50 personas tanto en las Bellotacon como en las Antebellum) como para tomar consciencia de grupo. Que aquello a lo que nos dedicamos no es para nada una rareza, sino una faceta más del cáracter humano.

No puedo expresar con palabras lo que se siente en uno de estos eventos. La satisfacción de hablar de juegos que para otros resultan arcanos, y compartir una pasión por la historia que fuera de ese ámbito te haría quedar como un bicho raro... tenéis que estar allí. Vale la pena hacerlo. Al menos una vez. Salir de nuestra zona de confort, de nuestra isla. Ya sea en las Bellotacon, las Antebellum, el Campeonato de Friedrich, o cualquier otro evento hecho a la medida de vuestros gustos.

Por lo pronto, quien desee inscribirse en las Bellotacon, puede hacerlo a siguiendo las instrucciones que aparecen en este enlace.

miércoles, 18 de julio de 2018

¡Qué mal Huelington!

Wellington es un juego de guerra para entre 2 y cuatro personas publicado por GMT en 2005 y que pretende recrear la - como dice Ringard, y estoy de acuerdo con él - Mal Llamada Guerra de la Independencia en España de 1812 a 1814.

Dicha guerra formó parte de las llamadas Guerras Napoleónicas, y ese posiblemente sea el motivo por el diseñador debió considerar que lo adecuado para este juego era emplear el mismo motor de cartas, acciones, combate, y etc. de su juego anterior Napoleonic Wars que recogía el conflicto a escala europea.

Este sistema no terminaba de funcionar en el juego más antiguo (NW), y será por eso que tampoco lo hizo realmente en el más reciente al cual dedico esta entrada. Aún así, ninguno de los dos juegos resultaba tampoco un fracaso absoluto, y tiene un par de aspectos interesantes que merece la pena considerar aquí.

Los componentes de Wellington lo traicionan de forma bastante declarada como uno de esos juegos impulsados por cartas (más conocidos como CDGs o Card Driven Games en inglés). Contiene todo el elenco necesario para ello. Un mapa de puntos conectados por caminos, 110 cartas con eventos y una puntuación que sirve para pagar acciones, unas fichas que representan a las tropas de forma abstracta, como si fueran monedas en lugar de unidades específicas, y otras fichas que representan a los generales al mando y que contienen dos números que representan sus habilidades.

En el juego hay 2 bandos - aliados y franceses - con hasta 2 jugadores en cada bando. Hay españoles e ingleses en el lado aliado, y franceses "del norte" (azules) y "del sur" (verdes). Si se juega con los 4 jugadores, cada uno coopera con su aliado de forma bastante aceptable - es el jugador al mando el que paga las acciones conjuntas de los dos de sus cartas, pero no hay realmente más inconveniente -. Si un jugador lleva una alianza él solo, entonces maneja dos manos de cartas separadas para los dos bandos de la alianza. Yo he jugado 4-5 partidas a 4 jugadores y una más reciente a 3.

La forma en la que NW y Wellington tienen de implementar el sistema CDG es peculiar de ellos pero resulta más conocida por el más popular Here I Stand que también la implemente. Básicamente, los turnos se componente de varias rondas de todos los jugadores. En su ronda el jugador puede jugar una carta - a veces dos - para ejecutar su evento o hacer acciones con los puntos de la misma. Hasta ahí, es todo muy similar a otros CDGs como Hannibal.

La diferencia está en que el gasto de puntos de una misma carta se puede repartir entre diferentes usos, mientras que en otros CDGs el gasto de puntos puede tener un único uso. Es decir, en el juego impulsado por cartas tradicional te puede gastar los puntos de la carta en comprar tropas, extender influencia sobre el terreno, mover un general y sus tropas... pero en sólo una de esas acciones. En el sistema que emplea Wellington los puntos de las acciones se pueden repartir entre todas las acciones disponibles, así, con una carta puedes comprar tropas y también moverlas y que extiendan influencia. Vas gastando los puntos poco a poco en cada acción hasta que has agotado todos los de la carta. Como ya he indicado más arriba, esta forma peculiar de implementar el sistema CDG será muy reconocida por los aficionados de HIS. De forma similar a HIS, cada bando tiene un pequeño mazo (12 cartas de Francia, 6 para cada uno de los aliados) de cartas "natales" propias que roban en exclusiva.

El sistema de combate también está copiado del NW, y también lo conoceréis muchos del HIS. Se tira un montón de dados en función de una serie de factores, de los cuales los más importantes son la cantidad de tropas y la habilidad del general al mando. En el combate se pueden emplear varias cartas para intentar decidirlo a nuestro favor. Los 5s y 6s son impactos, y el que saque más impactos gana la batalla.

A diferencia de NW pero de forma similar a HIS, en Wellington algunas cartas contienen algunos eventos que es obligatorio jugar (no te lo puedes guardar ni descartar). Son algunos de los eventos que tuvieron lugar en el marco más grande de las Guerras Napoleónicas, como la derrota francesa ante Rusia, o la Guerra de 1812 entre Reino Unido y Estados Unidos. La mayor parte afectan negativamente al lado francés, sobre todo en lo que a la fase de refuerzos de entreturnos se refiere, pudiendo darse el caso de que en dicha fase se tengan que quitar tropas francesas del mapa.

Lo que si carece Wellington y tienen tanto NW como HIS es una fase diplomática. No tiene sentido porque este juego trata un período de tiempo mucho más pequeño, en el que los bandos están bien definidos y no cabe razón para que cambien de forma súbita. Tampoco hay unidades navales, dado que como consecuencia de su victoria de Trafalgar (1805) la Armada británica tiene total dominio de las aguas. Lo que si permite a las fuerzas inglesas hacer desembarcos en territorio enemigo, aunque es bastante arriesgado.

Mi experiencia.

Siendo casi inevitable una comparación entre Wellington con NW e HIS, el primero resulta una buena introducción a los otros dos. Comparte en casi todo los mismos mecanismos, pero requiere menos jugadores, menos de tiempo por partida. Aún así creo que jugar los 3 años completos puede suponer unas 4 horas. Otra cosa que lo favorece como introducción a esta forma peculiar de implantar el CDG es el menor nivel de complejidad que suponen la ausencia de flotas y diplomacia.

En las cuatro partidas que hemos jugado a 4 al bando francés se le hace la partida muy cuesta arriba, a pesar de comenzar con mucha fuerza. Su tasa de refuerzos es ya de por sí menor, y dado que es raro que no salgan eventos obligatorios que le perjudican, puede acabar sufriendo bastante. Esto se debe a que con el sistema de combate que tiene este juego - tirar montones de dados - se sufre bastante desgaste en las batallas incluso si las ganas.

Esta tendencia se invirtió en nuestra última partida, la primera que jugábamos en años y la única que hemos jugado con 3 participantes. A insistencia mía un único jugador tomo el control de los dos jugadores franceses, mientras que otro jugador y yo nos repartíamos a los aliados británicos y españoles. Francia se mantuvo holgadamente en la península hasta 1814. Lo nunca visto. 
En parte era achacable a la suerte - los eventos negativos peores no le salieron o tardaron en salir, y en cambio si que surgieron dos o tres eventos obligatorios que perjudicaban a la alianza -. También el jugador que hacía de británico estaba un poco despistado - era su primera partida -. Pero definitivamente lo más importante fue que el jugador francés (Ringard) pudo concentrar los recursos de sus dos manos de cartas, en especial la gran cantidad de cartas de reacción y batalla que se pueden jugar en cualquier momento, para decidir bastantes batallas.

Problema: el mazo de cartas, otra vez.

En esto se revelaron algunos de los vicios que tienen muchos juegos de sistema CDG actuales, y estos de GMT en particular. No he realizado una criba de las 110 cartas que tiene el juego, pero probablemente sea tan necesario en este caso como en NW o en HIS. Seguramente haya, como en los juegos más grandes, muchas cartas cuyos eventos no tiene mucho sentido jugar, y con ello debilitan uno de los aspectos esenciales del CDG: la tensión de decidir entre jugar el evento o los puntos de una carta.

Lo que si me parecía indudable era la gran abundancia de cartas de reacción y batalla, que se pueden jugar fuera de turno o en añadido a un turno propio. La mayor parte de las mismas afecta a las batallas y a sus resultados. De manera que es posible hacer un movimiento que termine en batalla y concentrar en ésta la jugada de varias cartas para llevarnos una victoria decisiva. Esto parece en principio una buena idea, pero tiene el inconveniente de que también te lo pueden hacer a tí. Alguna carta de este tipo siempre está bien para crear un poco de incertidumbre, pero una gran abundancia de las mismas crea una situación un tanto caótica en la que es difícil llevar cualquier plan a cabo. El más mínimo avance o combate que inicies puede terminar enterrado en estas cartas de reacción, que por su abundancia nunca faltaran a nuestro oponente. 
Al final es difícil hacer nada o casi nada, lo cual resulta bastante frustrante. Esta situación, además, creo que favorece al bando francés que básicamente necesita defender para ganar la partida. De ahí el resultado de nuestro intento con 2 jugadores.

Como prueba de lo que planteo, recomiendo echar un vistazo al mazo de cartas de un CDG bien testeado y de mucho éxito: Hannibal. Yo lo he hecho. De su mazo de 64 cartas (del juego estándar) tan sólo hay 9 cartas de evento de reacción, y algunas de ellas no se juegan siempre porque tienen que estar en la mano adecuada o se tienen que dar las circunstancias correctas. En Wellington, en cambio 70 de las 110 cartas son cartas de reacción o batalla. Es decir, que pasamos de un 14% de las cartas en Hannibal a un 63% en Wellington. En Hannibal puedes llevar a cabo una campaña con cierta confianza de que vas a poder llegar a algún lado, en Wellington se les ha ido tanto la mano con las cartas de reacción que eso es casi imposible.

Esta claro que en Wellington han cometido un serio error a la hora de diseñar el mazo de cartas al atiborrarlo con este tipo de eventos. Para mí no era el único juego que me traía a la memoria esta sensación de estar pegándose con las cartas de tus enemigos en cualquier avance. En el para mí infame Sword of Rome he contado hasta un 50% de cartas de reacción en mazos individuales de 36 cartas.

El fallo, en mi opinión ha sido doble. Estas cartas de reacción proveen de un efecto de "chúpate esa" y cierta sorpresa que en su justa medida resultan no sólo agradables, sino imprescindibles para que el juego tenga cierta incertidumbre y la tensión que ello conlleva. Pero abusar de ello (pasar del 14% al 63% del mazo) genera más caos que en los dados en una partida de Risk.

El otro problema ha sido que a la hora de diseñar el mazo seguramente se haya tomado una lista de eventos históricos, y el trabajo de diseño se haya limitado a trasladar estos eventos a los términos del juego. Por ejemplo, si un evento implicaba una leva extraordinaria de tropas, el evento de la carta correspondiente otorga una cantidad gran de refuerzos. Lo que sucede al obrar así es que cada evento se tiene en consideración de forma aislada, y no como parte de un todo que es el juego, por no hablar de poner los eventos en su contexto en lugar de considerarlos de forma aislada. De forma bastante clara esto ha sucedido así en Wellington. Si algo me sirve de prueba es precisamente que lo he visto suceder en varios juegos CDG.

Conclusión.

¡Qué nadie se lleve una impresión errónea!. Wellington no es un accidente de tráfico. Yo he pasado buenos momentos con este juego y estoy seguro que cualquiera puede pasarlos. Tampoco falla del todo a la hora de recrear el período y lugar históricos propuestos. Su mayor fuerte reside en emplear el sistema CDG, con el cual es difícil obtener malos resultados incluso si se hacen mal las cosas. El sistema de combate también es efectivo en términos del juego, aunque se pueda poner en duda su realismo.

No obstante, creo que se ha perdido una buena oportunidad de hacer un buen juego. El conflicto que asoló la península ibérica entre 1808 y 1814 recibe un nombre diferente según el país que estuvo involucrado en él. Para nosotros es La Guerra de Independencia. Para los británicos es la Guerra Peninsular. Para los franceses es la Guerra de España. Independientemente del nombre el conflicto puede ser definido como la alianza entre dos naciones bastante distintas entre sí, incluso tradicionales enemigas mutuas, para derrotar a un enemigo común más poderoso que ambas. Con esta idea - que ya han explotado muchas películas de policías - se puede desarrollar sobre un tablero una historia que cautive a los participantes con los tiras y aflojas entre aliados, la amenaza del enemigo común, y otros varios elementos de tensión y emoción inherentes al concepto de partida. En lugar de eso, se ha recurrido al proceso industrial de tomar un esquema predeterminado - el CDG de Napoleonic Wars - y aplicarlo a este caso sin mucha reflexión de por medio.

Si encuentras Wellington saldado, y tienes el grupo de jugadores con la disponibilidad y el tiempo necesarios, te puedo animar a que compres este juego. Los materiales son buenos. Y seguramente disfrutes de unas pocas buenas partidas hasta que, inevitablemente y como me sucedió con NW, os canséis y tengas que venderlo. De nuevo en saldo.

lunes, 27 de marzo de 2017

Antebellum 2017

Hace muchos años me comentaron que se habían convocado unas jornadas de juegos de guerra en Almería. No hice mucho caso. Al mirar por encima el programa me pareció que se jugaba al Twilight Struggle demasiado para mí gusto. Para jugar al TS mejor me quedaba en casa.

El año pasado mis colegas Friki y C_M viajaron hasta Almería para tomar parte en dichas jornadas. Su estancia fue algo accidentada por motivos que no tenían nada que ver con las jornadas, pero al volver me hablaron bastante bien de las mismas. Así que para este año me he animado y he acudido a las jornadas Antebellum en Almería del 24 al 26 de marzo.

Me lo he pasado muy bien. Para mí ha sido una experiencia muy satisfactoria que pretendo repetir si tengo oportunidad para ello. Estoy especialmente agradecido a Santi, hombre para todo y rostro principal de las jornadas. No sólo ha llevado la organización como la seda, sino que mientras la jornadas tenían lugar se mostraba muy atento y cuidando que todo el mundo estuviera jugando y disfrutando. Además, puso a disposición de los asistentes su colección personal de juegos.

La participación en estas jornadas cuesta 25€ por cabeza y son albergadas por el Hotel Tryp Indalo de Almería, en el cual casi todos los participantes nos alojamos. Llegué el viernes 24 por la mañana con algunas partidas ya en curso. Por la tarde ya estaban presentes todos los participantes. Yo, por mi parte, estaba absorto en una partida del juego The U.S. Civil War que disputé con el veterano Julio César. Se trataba del escenario de 1863, que no nos dió tiempo a completar. En este escenario la Confederación - jugada por mí - se encuentra en franco declive. Logré estabilizar el Este y el área de Tennessee, pero en torno al Misissippi el general Grant tomaba Vicksburg y hacía estragos.

Después de la cena jugamos una partida de Quartermaster General 1914. De nuevo Julio César y yo estábamos en bandos enfrentados. Él como Alemania y yo como Francia. Desafortunadamente para mí, mis aliados eran tan novatos como yo en este juego, y esta Primera Guerra Mundial fue un paseo para las Potencias Centrales.

El sábado fue el día que Ringard y yo dedicamos sobre todo al Friedrich. Mañana y tarde. Ese fue el tiempo que nos llevó explicar las reglas y jugar el juego con tres animados participantes en las Antebellum: Seadog, Gonzzy, y Mark. El primero llevó a Prusia por la mañana con bastante asesoramiento mío. Como después del almuerzo había quedado para otra partida, me senté en su lugar e hice lo mejor que pude hasta caer en el turno 21. La victoria fue para Gonzzy con los austríacos. Bastante merecida porque, aunque al comienzo le dimos bastante asesoramiento dado que era su primera partida, para el final ya estaba bastante más suelto y supo llevar a cabo sin asistencia alguna los movimientos que le condujeron a la victoria.

Tras la cena del sábado me dejé enredar para una partida a 7 de Struggle of Empires. ¡Craso error!. Comenzamos tarde y yo asumía una duración de 2-3 horas. Lo habitual en mi grupo... ¡Acabamos la partida a las 5 de la madrugada!. En mi defensa y la de todos los que participamos diré que esa era la noche en la que el cambio de hora recortaba el domingo de 24 a 23 horas. Así que, técnicamente hablando, completamos la partida a las 4. Y eso sí, nos lo pasamos muy bien y nos reímos mucho.

El caso es que a la mañana siguiente estaba cansado y sin mucha gana de hacer nada, lo mismo que Ringard que también había jugado al SoE. A nuestro alrededor el torneo de Combat Commander hacía furor, con cinco mesas ocupadas simultáneamente. Logre arrastrar a Ringard a una partida de Twilight Struggle (¡qué cosas! ¿verdad?) sin mucho entusiasmo. Y cuando la completamos estuvimos un rato caracoleando y viendo mesas.

Tras un tentempié a la hora de la comida - en Almería el tapeo es excelente - me despedí de las Antebellum y de toda la gente que allí había conocido. Y eso fueron las jornadas Antebellum. Para mí, al menos. Mientras jugaba, en las mesas de alrededor estaban teniendo lugar muchas cosas. En especial, se celebraron dos partidas de Virgin Queen y una de Here I Stand que, con 6 jugadores cada una, se convirtieron en auténticas "aspiradoras" de jugadores durante las largas horas que duraron.

Lo mismo que en los campeonatos de Friedrich, las personas que he conocido son el principal motivo que me atrae para acudir de nuevo a estas jornadas "wargameras". Me encontré a mucha gente en un ambiente de muy buen rollo. Resultaba muy interesante escucharlos a todos, por muy diferentes que fueran nuestras opiniones. Un saludo desde este blog a todos ellos, aunque no os haya nombrado.

lunes, 31 de octubre de 2016

La Política del Resentimiento

A pocos días de las elecciones presidenciales norteamericanas, apuesto a que si uno se pasa por las facultades de política de cualquier universidad del planeta no le va a faltar diversión. Están como locos emitiendo explicaciones del evento que jamás debería haber sucedido: Donald Trump.

Yo he leído algunas de esas explicaciones - a través de la muy recomendable página politikon.es - y el desconcierto es evidente por la variedad y falta de precisión de las hipótesis. En algún momento se ha dicho que los votantes de Trump eran "los perdedores de la globalización". Basura blanca que no ha sabido o sido capaz de adaptarse a la nueva economía y se han quedado en el arroyo en un país con un sistema de seguridad social esquelético. Y justo cuando yo me encontraba satisfecho con esta respuesta, leo por otra parte que los votantes de Trump no son una panda de "hillbillies" del Tennessee Profundo. Son gente acomodada, que simplemente están cabreados porque ven que el país se les está llenando de morenos que no se adaptan voluntariamente al modo de vida blanco, anglosajón, y protestante.

Lo más fácil es lo más erróneo. Refunfuñar sobre esta gente llamándoles racistas (y machistas). A mi me parece que esto simplifica en exceso las motivaciones que puedan tener aquellos que votan a Trump. Motivaciones en las cuales el racismo juega un papel, pero más como consecuencia que como causa.

Lo cierto es que hay pocos, casi ninguno, morenos entre los votantes de Trump. Así que la identidad racial juega un papel en todo. En los E.E.U.U. la tendencia demográfica está llevando de manera inexorable a que las minorías dejen de serlo. Ante esta situación impepinable, si eres blanquito tienes dos opciones. Una es subirte a la ola, adaptarte a las costumbres de los recién llegados, y acabar absorbido por ellos en un mestizaje cultural. La otra es la resistencia numantina. O aceptas mis condiciones o te piras. Esta última es la preferida si has vivido toda tu vida en un ambiente bastante homogéneo, lo que te hace menos receptivo a un cambio.

Pero esto únicamente explica una parte de las cosas que estamos viendo. Hay otras explicaciones que podéis encontrar, y que complementan la que he hecho arriba. Sin embargo, creo que ninguna de ellas sirve para aclarar el virulento lenguaje y al ruptura de formas que está haciendo furor en la campaña de Donald Trump. 

Ninguna, salvo la Política del Resentimiento.

Que en E.E.U.U. se vote a quien se vote, cada candidato va a seguir la misma política que su oponente es algo conocido desde hace años. Ya nos lo mostraba Homer Simpson en aquel especial de Halloween.
Como nos pasó en España con la corrupción, cuando las cosas iban bien esto no parecía ser un problema. Pero entonces llega a los Estados Unidos la crisis interna - batacazo financiero de 2008-2009 seguido por depresión económica - y la externa - fracaso de las políticas seguidas por George W. Bush en Oriente Medio -. Y es entonces cuando hay gente que empieza a preguntarse si no será necesario un cambio de rumbo. Un cambio de rumbo de verdad. Nada meramente cosmético.

El color de piel del presidente Obama no tiene nada - a mi entender - de cosmético. Pero la piel sólo recubre la superficie del cuerpo. Puede ser un tío majete (o no, con estos políticos uno nunca sabe), mas en su interior ha llevado unas políticas más bien continuistas.

Si eres votante del Partido Republicano esto te trae sin cuidado porque ya tienes asumido que ningún candidato del Partido Demócrata va a gobernar como tu quieres, sea negro, mulato, chino, latino, o - simplemente - extraterrestre. Lo que si te trae de cabeza es que los propios candidatos republicanos no varíen tanto en sus políticas de lo que hacen los candidatos demócratas. Es entonces cuando surge la necesidad de un candidato diferente.

Pero no diferente a secas. El tiempo no pasa en vano y el votante republicano medio cree que ya le han tomado el pelo bastantes veces con candidatos que parecían diferentes, pero luego no lo eran. El nuevo candidato tiene que romper del todo con las antiguas políticas, y lo tiene que escenificar de manera bastante evidente. Sólo de esa manera puede el votante ansioso de cambio real - por el motivo que sea - estar convencido de verás de que el candidato del cambio está dispuesto a cambiar algo de verdad.

Esto es lo que hay detrás del éxito de toda la falta de ortodoxia e insultos de la campaña política de Donald Trump. Es un estilo que cubre un hueco de demanda política insatisfecha hasta ahora. No nos engañemos, ese hueco estaba ahí porque cualquier político de carrera - y hasta ahora hacía falta una carrera política de años para poder optar a candidato presidencial - lo hubiera encontrado suicida. Esa forma de hacer campaña política sin prisioneros ni compromiso une a más gente en tu contra de la que une a favor tuyo. Pero es que a Donald Trump se la sopla su carrera política. Al día siguiente de su - previsible - derrota en las elecciones, este showman y empresario retornará a sus casinos, y a tirarse una modelo diferente cada noche.

Pero el hueco en la política quedará. E incluso en mi opinión se hará más grande porque la política que va a desarrollar una candidata cuyo eslogan es, básicamente, un cosmético "soy mujer, ¡vótame!" no tiene pinta de ser muy diferente de la de sus antecesores de los últimos decenios.

Y ese hueco, al ampliarse, también verá ampliada su demanda. Hasta el punto de que puede llegar a hacerse lo suficientemente grande como para tentar a un político de carrera a intentar culminar la suya por este camino: El de la Política del Resentimiento. El Resentimiento de aquellos que están cansados de que un sistema democrático que, supuestamente, debería permitir políticas variables y adaptativas, resulte en su lugar en políticas uniformes y un tanto monolíticas.

Los E.E.U.U. no son los únicos que han visto el auge y éxito de la Política del Resentimiento. En Francia el éxito del Frente Nacional puede tener una explicación bastante similar a la del caso estadounidense. No en vano el país galo es uno de los pocos de Europa que disfruta de vitalidad demográfica gracias a sus habitantes de origen no europeo, cuyo número creciente puede amenazar así la prevalencia política como grupo de los blancos de clase media. Tal como he contado que sucede al otro lado del Atlántico. En Alemania sucede lo mismo con el nuevo AfD (Alternativ für Deutschland), cuyas últimas victorias en elecciones regionales y locales han coincidido con un incremento notable (de alrededor de unos 10 puntos porcentuales) en la participación electoral. Muy posiblemente gente que no se sentía identificada por los "partidos tradicionales".

¿Y España?. Es innegable que el hastío del Resentimiento tuvo un papel muy importante en el éxito inicial de Podemos. Sin embargo, ya han pasado dos años desde el primer triunfo de los violetas en las elecciones europeas. La dinámica implícita en la Política del Resentimiento explica algunas de las acciones y lenguaje "rompedores" de los podemistas. Necesitan marcar distancias bien claras con la tradición política. Pero yo no creo que ese éxito inicial hubiera podido mantenerse durante este tiempo sin flaquear. En las últimas elecciones el éxito de Podemos se contuvo, pero no retrocedió. Los sentimientos viscerales no son capaces de explicar un éxito duradero así porque en este país falta el componente de vuelco demográfico que hay en otros países. Si lo explica algo típicamente español que ya comentaré en otra entrada: la falta de voluntad de los antagonistas de Podemos por llegar a un compromiso con sus oponentes.

domingo, 29 de noviembre de 2015

Supóngamos que tenemos un abrelatas: El Dilema de España

Hace poco, y a instancias de un compañero de trabajo, me he leído un libro escrito por un tal Luis Garicano titulado "El Dilema de España".

Hay todo un género de libros conocidos como "de autoayuda" que detesto bastante. Considero que en su mayor parte son negocietes encargados de hacer creer al lector que tiene un problema, para acto seguido ofrecerle la solución a dicho problema desde las mismas páginas.

En el caso de El Dilema el enfermo no es ninguna persona en particular, sino nuestro propio país, España. Y a éste no hace falta hacerle creer que tiene un problema, porque la mera situación del país hace patente que tiene no sólo uno, sino muchos. De hecho, y sin necesidad de ponerse muy filosóficos, se puede decir España ha estado en declive desde el momento mismo de su creación, ya se tome como la fecha de tal evento el año 1492, el 1700, el 1714, o el que sea.

Si bien Garicano no tiene que esforzarse para hacer ver al paciente su enfermedad, si que lo hace para mostrar los varios remedios necesarios para curar el mal. Los últimos años desde 2009-2011 han visto varios libros publicados con diversas recetas para curar a España de una puñetera vez. El autor de cada uno de ellos está a menudo vinculado a uno de los partidos políticos que en pocas semanas estarán en nuestras papeletas electorales. En el caso de Luis Garicano ese partido es Ciudadanos. Así que este libro se puede leer como el programa de dicho partido político.

Hay que reconocer que la mayor parte de lo que aparece en el libro resulta bastante razonable. Con menos de 200 páginas el autor no tiene mucho espacio para extenderse concretando en las medidas necesarias para sacar a nuestro país de su apuro. Aún así se las apaña para, en la "Segunda parte" del libro, hacer un retrato de la situación actual y como hemos llegado hasta ella, mientras que en la parte siguiente (la tercera) perfila de manera general el camino que hay que emprender para salir del atolladero, todo ello escrito de una manera ágil y bastante comprensible para el público.

A la hora de identificar y describir los problemas de España, Garicano se centra en tres aspectos. El económico ya es bastante conocido y allí el autor recorre un camino bastante trillado. Luego está el político, o de selección de élites. Ahí se centra en fomentar la transparencia y democracia interna en los partidos. Este enlaza con el tercer aspecto de los problemas que acosan a nuestro país, y que es la educación, especialmente de nuestros gobernantes. Esta parte me gustó especialmente porque yo ya he reconocido que lo que diferencia a los líderes españoles de los del resto de países de nuestro entorno (el "Mundo Occidental", vamos) no es su nivel de corrupción (vuelvo a insistir, hay reconocidos líderes mundiales que son tanto o más corruptos que los españoles), sino el hecho de que son unos paletos de mucho cuidado.

Las soluciones que ofrece el libro se centran, por lo tanto, en estos tres aspectos. En el lado económico se propone liberalizar mercados que ahora están bajo el control de amiguetes del gobierno de turno. Mientras dichas medidas generan su deseado efecto se lanza una batería de propuestas para mantener a los parados ocupados. Esto no es darles trabajo, sino que estén haciendo "algo". El libro propone que este algo sea impartir y recibir cursos de formación.

Para la política el autor propone obligar a los partidos a llevar a cabo elecciones internas (las "primarias") para elegir sus líderes y juntas de gobierno. En el aspecto educativo se propone una serie de medidas que pasan por fomentar la calidad y el esfuerzo dentro del profesorado con recompensas en forma de incrementos salariales y ascensos a puestos de mayor responsabilidad, al tiempo que las pruebas de acceso se centran más en medir la aptitud del personal que en plantear un examen lo más difícil posible para ver cuantos opositores se logra quitar uno de encima.

Hay también una parte dedicada a tratar los problemas de diseño de la Unión Europea y ahí no pude menos que preocuparme un poco, porque son unos cuantos y, a diferencia del autor del libro, reconozco que su resolución requiere el concurso de otros países europeos, lo cual no está ni mucho menos garantizado.

Tras todo esto llegamos a un apartado de conclusiones en el que se nos presentan dos futuros alternativos para España. En uno de ellos el país está regido por un partido populista de corte chavista y es un infierno venezolano de la peor especie. Llegado a este punto yo pensaba que el libro, que iba bastante bien, la iba a cagar al seguir a continuación con la muy manida descripción del maravilloso Edén que nos espera si hacemos todo lo que el bienintencionado autor nos indica. Y en cierto modo el libro continua justo de esa manera que ya estaba viendo venir, pero es justo la más interesante porque, por única vez en todo el libro, el autor se moja y concreta las medidas que propone de forma vaga en todo el libro que antecede. Así, por ejemplo, lo de que los parados estén ocupados haciendo cursos se concreta en que reciben su prestación por desempleo a cambio de hacer los cursos y superar exámenes que controlan su esfuerzo.

Realmente, si queréis saber las propuestas de Luis Garicano - y por ende, las de Ciudadanos - podéis pasar del 95% de este libro y limitaros a leer la parte "La Dinamarca del Sur" que viene al final. Ya he dicho que el libro está bien escrito, pero la única parte en la cual se dan medidas concretas es en esta visión alternativa de nuestro futuro.

Y hasta aquí una reseña del libro en la que he intentado ser lo más objetivo posible y limitarme a exponer su contenido. Lo que sigue es mi opinión personal sobre el programa propuesto y algunas de las ideas en las que se basa. El que no esté interesado, que pase de leerlo.

*********

Los más avispados entre los que hayan leído lo de arriba habrán notado que no cuento nada acerca de la "primera parte" del libro. Esta, titulada "El mundo en el que vivimos" trata de hacer un perfil general de la economía a nivel mundial. Es en esta parte donde se puede hallar la siguiente afirmación, negro sobre blanco y en mayúsculas:

LOS RECURSOS FÍSICOS NO LIMITAN EL CRECIMIENTO

El autor tiene plena confianza en el ingenio humano y cómo en los últimos 200-300 años éste ha sido aplicado a elevar la condición física y espiritual de amplias capas de la sociedad. Cualquier escasez de un recurso supone un incremento de su precio en el mercado, que incentiva al ingenio humano a hallar soluciones y alternativas a dicha escasez. Por último, hoy en día el sector más puntero de la economía no consiste en la producción de ningún bien físico, sino en la generación de propiedad intelectual en la forma de contenidos o aplicaciones para ordenadores e internet. En la producción de estos servicios, nos dice Garicano, la inversión de recursos físicos es mínima y se reduce a los componentes de nuestro ordenador o tableta.

Cuando estudiaba Ciencias Económicas me contaron un chiste. Era un chiste que sólo podía ser comprendido a la primera por estudiantes de Económicas, y se me dio a entender que cada Facultad tenía su propia versión del mismo chiste, adaptada a la disciplina que en ella se impartía.

En la versión de Económicas, dos economistas se encuentran en una isla abandonada y desierta. Tienen una fuente de agua, y la isla les proporciona acomodo suficiente. Para alimentarse hasta que les llegue algún tipo de rescate disponen de una gran pila de comida enlatada. La putada es que no tienen abrelatas. Deciden reunirse a deliberar para solucionar este inconveniente. Tras muchas vueltas uno de ellos se levanta diciendo: "¡Ya tengo la solución!. Supóngase que tenemos un abrelatas..."

Los mayoría de los enunciados de los ejercicios de Económicas comenzaban enumerando los supuestos del problema en cuestión, siendo uno de los más frecuentes "supóngase un mercado con libre y completa transmisión de información...". La Economía estudia el reparto de los recursos y no su generación, que se da por sentada. Garicano es un economista, y únicamente tiene una vaga idea de como funcionan los procesos físicos que le ponen una tableta en la mano y la dotan de contenidos. Eso lo sé porque yo he estudiado lo mismo que este señor, y tengo muy poca idea de dichos procesos físicos, de cómo funcionan las cosas en realidad.

El mundo es algo muy complejo, y el mundo moderno, más. Intentar comprender su funcionamiento a fin de hallar las soluciones a nuestros problemas requiere una aproximación "multidisciplinar". Algo parecido a lo que hacía Jared Diamond en sus dos libros que he comentado en este blog. Jared Diamond es ornitólogo, pero sus explicaciones no se basan en la variedad y dispersión de especies de aves. En particular me he acordado sobre la teoría de Diamond acerca del progreso tecnológico, y como éste depende de más cosas que la ley de la oferta y la demanda. En los libros de Diamond se ve también claramente que la abundancia de recursos ha influido directamente en el bienestar material de las sociedades, y que el bienestar actual de Occidente tiene que ver mucho con el expolio de recursos de otras regiones del planeta.

Esto es importante, porque se trata de una de las premisas del libro de Garicano: una inversión suficiente en capital intelectual va a generar siempre crecimiento económico independientemente de los recursos.

El propio autor es consciente de que esta afirmación va un poco demasiado lejos, y por ello la frase de los recursos que he subrayado más arriba es seguida poco después por otra que dice "Pero hay razones para pensar que creceremos menos". Garicano se cubre en salud. Es perfectamente posible que en España se implanten todas las medidas que propone, y aún así sigamos siendo pobres.

Parte de esa cautela deriva no sólo del desconocimiento que el autor tiene acerca de los procesos físicos que contribuyen a nuestra riqueza material, también deriva del conocimiento que tiene acerca de la dependencia que nuestro país tiene de otros países. Ya he contado como el autor describe todas las cosas que hay que corregir en la Unión Europea. Leerlo no me ha llenado de optimismo. Más bien al contrario. Son muchas, tantas que explican porque no hay político en Europa que quiera meterse en ese berenjenal y prefiera seguir "pateando la bola" (kicking the can, que se dice en inglés) y esperar que la cosa se solucione por sí sola o que la resuelva otra en el futuro. De verdad, es muy preocupante. España está muy invertida en esto del euro, y su abandono o colapso supondría una debacle para nosotros, y de nuevo no importa que hubiéramos seguido las recomendaciones de Garicano.

La política es otro de los inconvenientes de las medidas que el libro propone. En su defensa diré que sobre el tema de Cataluña propone una reorganización de la financiación autonómica que implica, en cierto modo, hacer ciertas concesiones a los políticos catalanes, y que por eso mismo tiene posibilidades de éxito.

Pero su propuesta de mejorar la selección de élites en los partidos obligando por ley a llevar a cabo elecciones internas es, más que ingenua, reveladora de una visión exclusivamente económica del asunto. Cualquier politólogo te puede contar las mil y una maneras de saltarse o manipular unas elecciones internas.

Y es que en esto de la política yo prefiero seguir a Maquiavelo antes que a Garicano. Desde mi punto de vista, y creo que el de muchos de vosotros, para tener éxito en política hace falta tener algo de eso que llamamos "mala leche" o "mano izquierda". Es el arte de ser un cabrón mientras presumes de virtud. De incumplir la palabra dada, y que te alaben por ello.

El PSOE, el PP, y hasta Podemos tienen mala leche. Tienen un rostro muy duro a la hora de soltar bulos e historias imaginadas sobre sus contrincantes que saben que serán escuchados. Cada uno de esos partidos tiene una explicación para lo que sucede en nuestro entorno. Una historia basada apenas en la razón, pero que apela al corazón de grupos de población que son receptivos a una cierta forma de ver las cosas.

¿Qué tiene Ciudadanos?. Tiene gráficos, tablas, y un montón de buenas ideas. Con fallos y pegas, pero buenas ideas. Pero mucho me temo que eso no basta, que las discusiones políticas son poco razonadas, y poco razonables. No sé si Ciudadanos tiene una historia fácil de contar y equivocada con la que mantener a sus votantes fieles a través de todo el período de tiempo que sus medidas necesitan para surtir algún efecto beneficioso, si es que siquiera se les da oportunidad para ello.

**********

Todo hace parecer que en veinte días Ciudadanos cosechará un triunfo electoral que, por su aparente falta de ideología definitoria, le pondrá en situación de formar una coalición de gobierno con un partido. ¿Cuál?. Eso no importa. Lo que importa es el rendimiento que saquen de esa situación, porque no parece que vayan a tener otra oportunidad.

En este momento, 3 de los 4 partidos con mayores expectativas de voto en España están a favor de revisar la Constitución de 1978. El que se niega es el PP, y creo que se trata más que nada de un postureo de cara a sus votantes que desaparecerá en las negociaciones posteriores al 20 de diciembre.

El motivo oficial que hay para cambiar la Constitución es rediseñar la estructura autonómica para que las regiones que componen nuestro Estado sean sostenibles presupuestariamente y no se les ocurran políticas más o menos aventureras (como la de la independencia) como salida para situaciones económicas comprometidas. Coincido en que es algo a tratar, pero pienso también que hay que aprovechar la ocasión para corregir otros fallos de diseño en nuestro país. Si no se hace ahora, es dudoso que la constelación de partidos que va a dar lugar al acuerdo para modificar la Constitución de manera previsible en 2016 vaya a tener lugar de nuevo en cierto tiempo, y ello quiere decir que tendríamos que apechugar con las reformas que no hemos hecho durante muchos años.

¿Qué otras modificaciones pienso que hay que emprender?. A pesar de las pegas que he descrito más arriba, el catálogo de propuestas de Garicano y Ciudadanos es bastante razonable, pero en política rara vez consigues salirte con la tuya en toda la línea. Hay algunas cosas que tienes que dejar de lado. Hay que priorizar. Y de todas las propuestas de "El Dilema de España" la que considero más relevante es la que aparece en la parte final del libro. Específicamente pone "[...] dimisión inmediata de todos los nombramientos políticos en órganos que debían ser técnicos [...]".

De todas las medidas propuestas por Ciudadanos, la que yo me quedaría sería precisamente la de desterrar los nombramientos políticos de puestos técnicos. No va a bastar con que Ciudadanos imponga nombramientos técnicos como parte de un acuerdo de coalición para formar gobierno. Si dentro de cuatro años o menos se convocan unas nuevas elecciones y Ciudadanos queda fuera de cualquier coalición, sus nombramientos se irán por la puerta y volveremos al enchufismo y a la ineptitud de siempre.

Hace falta que los nombramientos técnicos para una serie de cargos, sin poder para partido político alguno, aparezca específicado en la reforma de la Constitución. No tiene sentido que la dirección de los medios de comunicación público sea designada ni por un partido ni por un comité de los mismos. Lo mismo rige para el Banco de España, cuyo actual presidente está siendo contradicho ahora por sus propios inspectores a cuenta del fiasco de Bankia. En el caso del Consejo General del Poder Judicial ni siquiera estaba previsto que sus puestos tuvieran designación por los partidos políticos. Sucedió así simplemente porque en los 80 el PSOE comenzó a hacer una interpretación de la Constitución en ese sentido, y desde entonces ningún partido gobernante ha querido deshacerse de su juguete. Estos son tan sólo unos pocos ejemplos, pero hay muchos más.

No va a dar trabajo a los millones de parados, ni solventará las deficiencias de la Unión Europea. Tampoco es una tarea fácil ni sencilla. Es preciso determinar cuidadosamente criterios de ascenso y establecer una especie de Cursus honorum que deje fuera de los puestos realmente importantes y decisivos a los inútiles cuya única vocación es hacer amigos. Porque por ahora, realmente, el mayor problema de España no es que tenga malos gobernantes, es que cualquier gobernante que tenga puede acabar haciendo prácticamente lo que le venga en gana, y eso siempre va a acabar echando a perder hasta el más capacitado de los líderes.

¡Ah!. Y los economistas del chiste acabaron muriéndose de inanición.

domingo, 7 de junio de 2015

Partidos imperfectos

Hace un año hubiera sido difícil imaginarse un resultado de las elecciones municipales y autonómicas de 2015 como el que ha tenido lugar hace dos semanas. La dificultad en imaginarse el escenario actual se incrementa si nos vamos más atrás en el tiempo. Durante mucho tiempo el predominio de dos partidos - el bipartidismo - ha sido la imagen que la política española nos trasladaba cuando nos tomábamos cinco minutos para contemplar su panorama.

Ese predominio estaba fundamentado en la idea del "voto útil" por el cual no votar a uno de los dos partidos principales equivalía a votar al otro. Si querías castigar al PSOE votabas al PP, y viceversa si el que se portaba mal era el PP.

Con nuestro sistema electoral que favorece a los partidos grandes, está idea no estaba exenta de razón. A un nivel nacional que a menudo se veía reproducido en las comunidades y los ayuntamientos, los votos a terceros partidos terminaban subrepresentados por un número bastante pequeño de escaños. Ahora vemos esto de manera negativa, como un menoscabo a la "democracia real". Pero desde las primeras elecciones la falta de representación de los partidos menores era un sacrificio necesario en aras de tener gobiernos "estables y fuertes".

La razón para que el status quo de 3 decenios se haya roto hay que encontrarla en que el predominio bipartidista ha sido empleado no para crear gobiernos estables y fuertes, sino precisamente para debilitar y desestabilizar el ayuntamiento/comunidad/país con abusos de poder que se han traducido en decisiones más o menos catastróficas que todos pagamos para beneficio de unos pocos.

Aunque todavía hay una parte muy importante de los votantes españoles que aparentemente creen en la retórica del bipartidismo y de la estabilidad del gobierno, otra parte muy importante del electorado se ha hartado de la misma música de siempre, y aún más cuando no cuadraba para nada con la realidad que tenían ante sus ojos.

Estas personas han votado a partidos más o menos nuevos. La novedad, empero, no está en los partidos a los que han entregado su voto sino la noción de que entregaban su voto de manera más o menos consciente a partidos que sabían que no podrían tener mayorías absolutas. La función de los nuevos partidos no es la formación de gobiernos fuertes con mayorías absolutas que resulten en gobiernos fuertes y estables, sino en la formación de gobiernos de coalición en los que cada partido coaligado fiscalice lo que hacen sus socios. 

Lo que ha cambiado en la forma de pensar de muchos españoles - más que una cuestión de ideología - es la idea que un gobierno en mayoría tiene un coste demasiado elevado en estabilidad a través de los abusos que dicha mayoría permite.

Aún es pronto para saber si el nuevo concepto de política de los votantes españoles es mejor que el bipartidismo que reemplaza, lo único seguro es que al menos lo parece. Tampoco se puede saber ahora cuanto tiempo permanecerá esta situación con 4 partidos de presencia relevante.

El poder no sólo corrompe, sino que también desgasta. Ahora que los 2 nuevos partidos - Podemos y Ciudadanos - van a formar coaliciones y/o gobiernos, ha llegado para ellos la prueba final que determinará su durabilidad. Dependen de su resistencia a la corrupción y el desgaste que el poder invariablemente produce cuando entras en un gobierno y algo termina saliendo mal, lo cual sucede siempre por muy bueno que sea el gobernante. Nadie es perfecto.

Podemos parece haber sido una creación pactada entre activistas varios y miembros de partidos de izquierda de toda la vida que han tomado las riendas de esas agrupaciones de activistas y voluntarios. Su mayor fuerza reside en la gran cantidad de descontentos y desamparados del régimen - seguimos teniendo 5 millones de parados, y no parece que a corto plazo vaya a reducirse su número -. 

Debilidades tienen varias. Por un lado, y al menos a nivel local, sus programas han sido constituidos como una "lista de la compra" consensuada entre diferentes agrupaciones, lo que a menudo quiere decir que carecen de coherencia interna. Algunas de las propuestas se tendrán que dejar caer de manera inmediata. Lo que necesita Podemos para no desgastarse demasiado por está vía es conseguir sacar adelante "iniciativas estratégicas" (la idea la he sacado de este libro) que tienen un impacto máximo a través de una intervención y gasto mínimos, al tiempo que encauzan la discusión sobre las mismas en términos más favorables a su aprobación. 

En la derecha estas iniciativas están muy consolidadas. Un ejemplo de las mismas eran las reducciones de impuestos que se estaban anunciando a diestro y siniestro durante la campaña electoral reciente. Esperanza Aguirre, por ejemplo, prometía recortar un 50% del IBI. Lo que nunca dicen es como se va a cubrir el déficit resultante. Esto es porque la forma de corregir el desajuste por el recorte de ingresos es la reducción de servicios sociales de diversa índole, lo cual es el objetivo final de la medida. Para la derecha lo mejor de las propuestas de reducción de impuestos es que consiguen que incluso los candidatos de izquierda terminen haciéndolas para intentar ganar las elecciones, y que una vez hechas las reducciones de impuestos es muy difícil anularlas porque nadie se atreve a pagar el precio político que ello conlleva.

Así que para sobrevivir a los siguientes cuatro años Podemos tiene que lograr tener un impacto real y positivo en las vidas de muchos de sus votantes con medidas sociales efectivas, y no los proyectos de chichinabo que tanto han servido para caricaturizar a la izquierda. La campaña mediática que augura un horizonte de campos ardiendo y ahorcados en las encrucijadas está más destinada a aquellos que no votan a Podemos, que a los mismos podemistas. Estos esperan cambios efectivos en sus vidas. Si no los ven, acabarán desencantados.
Victoria electoral de Podemos.
El ascenso de Ciudadanos ha sido el más reciente y por ello el más difícil de explicar para mí. ¿Por qué ellos y no UPyD?. La única explicación que puedo hallar es en su forma de hacer las cosas. Explicar un programa político de manera razonada y detallada con gráficos y diagramas es una novedad en este país. Casi nadie se toma la molestia porque se asume que aburrir a tus votantes con una exposición tan detallada es menos efectivo que las proclamaciones y las soflamas ideológicas, que es lo que hace un partido político normal. Tal vez sea que el cansancio de tanta ideología lo que ha llevado a un grupo nada pequeño de votantes a convertirse en el nicho de votantes para esta forma diferente de hacer política, y con ello a una forma diferente de hacer las cosas.

Mientras que Podemos reivindica una redistribución de rentas y costes de la crisis, Ciudadanos propone una mejora en la gestión de los recursos públicos. Su fortaleza presente y futura reside en la capacidad de PP y PSOE de seguir gestionando mal esos recursos. Entre sus debilidades la principal tal vez sea su rápido crecimiento en los últimos meses. Mientras que Podemos ha tenido más tiempo y una base de activistas, voluntarios y militantes más cuerdos o más chalados con la que alimentar la expansión de sus listas. Ciudadanos ha contado con sólo unos meses y - careciendo de cuerpo ideológico - habrá tenido que aceptar en sus listas a gente de lo más variopinto, algunos de los cuales incluso pueden ser poco fiables.

Como partido que no ha manifestado una intención explícita de gobernar, para sobrevivir Ciudadanos tiene que hacer valer los pactos que vaya a concertar para formar gobiernos a cambio de medidas que se traduzcan en una alteración sustancial de la forma de hacer las cosas. Son las iniciativas estratégicas de antes, sólo que con otro nombre. Para PP y PSOE esto es especialmente peliagudo, porque aunque siempre se han mostrado dispuestos a aprobar medidas concretas para satisfacer algún socio menor en una coalición, siempre han determinado la forma de gestión de las mismas y de todo lo demás, y con ello el poder real de qué se hacía y cuándo. Si Ciudadanos vende su apoyo a cambio de medidas más o menos irrelevantes se verá identificado con su socio de gobierno y de aquí a cuatro años verá esfumarse la reserva de votos que han obtenido ahora.

Más arriba decía que el poder desgasta. Lo que más desgasta al PSOE a nivel nacional es el poder que detenta a nivel regional en su último bastión: Andalucía. Tras perder millón y medio de votos en las elecciones de 2011 de esa comunidad uno podría pensar que habrían aprendido la lección y comenzarían a hacer las cosas de forma diferente. Pero no. En los últimos 4 años hemos visto como continuaba la pantomima de la corrupción y los burdos intentos de taparla en una región de España que tiene las tasas de desempleo más elevadas del país y que, tras decenios de trasvases de ayudas desde otras regiones y desde la Unión Europea aún sigue siendo relativamente subdesarrollada. El peso que el PSOE de Andalucía tiene en el partido a nivel nacional es malo para éste fuera de allí. Si los andaluces quieren seguir apoyando ese modelo de gobierno. Bien para ellos. Pero no creo que despierte pasiones en el resto del país.

Las buenas noticias para el PSOE son que parece haber detenido su caída y que todavía se mantiene como segunda fuerza en muchos parlamentos regionales y ayuntamientos. Los pactos con Podemos pueden facilitarles un lavado de cara. La entrada de podemistas en cargos ejecutivos en ayuntamientos y comunidades puede desgastarles políticamente en los cuatro años siguientes. Si esto es así, en torno a 2019 podemos asistir a un resurgir del PSOE. No es un panorama que me entusiasme, a la luz de su recorrido hasta ahora. En el PSOE son buenos a la hora de señalar problemas y fallos con los gobiernos de derecha, pero cuando finalmente llegan al gobierno resulta ser que por esta razón o por aquella no pueden cambiar nada de lo que antes estaba mal. No sé vosotros, pero yo, si quisiera que no cambiase nada votaría a los conservadores.

Hablando de los cuales. El tortazo que el PSOE se comió en 2011 la ha recibido ahora el PP en estas elecciones de 2015. Una vez más, el poder desgasta, y la caída se achaca a las medidas impopulares que el gobierno ha llevado a cabo durante la crisis. Pero eso sólo explica parte de la historia. En las comunidades dónde han estallado los casos de corrupción más sonoros - Baleares, Valencia, y Madrid - la pérdida en porcentaje de votos del PP ha sido el doble que en el resto.

A pesar de la debacle, es muy pronto para que las hordas bolivarianas canten victoria. Tal como alardeaban los líderes del PP, su partido continua siendo la fuerza más votada en la mayoría de ayuntamientos y regiones. Aún mantienen escaños y concejales con los que formar coaliciones y mantenerse en el gobierno. Lo más importante para el líder del PP Mariano Rajoy es que con las derrotas a nivel local se ha librado de algunos disidentes de su partido que han fracasado en las mismas. Naturalmente estoy hablando en particular de Esperanza Aguirre, ahora también conocida como la niña poseída de El Exorcista.
No hay mal que por bien no venga
Otros motivos varios por los cuales la derrota del PP no ha sido tan seria como parece pueden hallarse muy bien explicados en este artículo.

Aparte de los cuales, la estrategia de Mariano de esperar a ver que pasa es la más acertada. Lanzarse a correr angustiados e intentar llevar a cabo un cambio de liderazgo de aquí a las generales transmitiría una sensación de fragilidad y división interna que socavaría las bases de votantes que, de la manera tradicional, ven el PP como el emblema del gobierno estable y fuerte que he mencionado al comienzo de esta entrada y que se preside el altar de la política española desde 1978, e incluso antes.

Si hay algo en lo que tengo confianza es en la capacidad de Mariano de capear el temporal. En peores plazas ha toreado el hombre. No en vano perdió dos elecciones consecutivas frente a un Zapatero que tampoco es que fuese el colmo del liderazgo, y a pesar de eso ahí sigue. Si en algo puedo definir la política del PP en estos últimos 4 años es "esperar a ver que pasa, y entre tanto hacer lo menos posible".

La cuenta casi le está saliendo. Lo peor de la crisis económica ya pasó, porque en algún momento se acaban. El incremento de gasto público de cara a las elecciones ha estimulado el crecimiento de la economía, a pesar del monstruoso crecimiento de deuda que nos ocultan y de las protestas que ello ha generado en la Unión Europea, lo que también se ha velado. Y ahora el Banco Central Europeo tiene iniciado un programa de compra de deuda que tal vez (y sólo tal vez) le podrían sacar las castañas del fuego a cualquier gobierno que haya de aquí a 2020. Nada es mérito suyo, pero Rajoy igualmente se ha apresurado a ponerse las medallas.

También hay nubarrones en el horizonte que pueden enturbiar las cosas. La salida de Grecia del euro parece inminente. La alternativa parece ser darle un triunfo a Syriza. Lo primero desestabilizaría la moneda única europea dado que al darse un precedente de salida de un país de la moneda única, ya no habría tabus para expulsar a otros países como solución a los problemas generados por los flujos de capitales dentro del área del euro. Lo segundo podría fomentar el crecimiento de partidos similares a Syriza en otros países de la Unión Europea - entre ellos España - con cambios sustanciales en la política europea que no me atrevo a vaticinar.

jueves, 19 de marzo de 2015

La verdad intrínseca del salario mínimo

De entre las propuestas que he escuchado para paliar nuestro feroz desempleo en las conversaciones con amigos y compañeros de trabajo, una que ha llegado a tener cierta aceptación ha sido la de reducir el salario mínimo.

El razonamiento detrás de la propuesta es algo así: el salario mínimo impide que la remuneración de los trabajadores caiga por debajo de cierto límite, y al hacerlo hace imposible la creación de puestos de trabajo que serían posibles con remuneraciones inferiores. Si reducimos el salario mínimo interprofesional de los actuales 686€ al mes a, digamos, 400€ al mes, muchos nuevos puestos de trabajo serán ahora posibles y por lo tanto serán creados. Ello permitiría reducir el desempleo y que muchas de esas personas desempleadas que ahora no ganan nada tengan algún ingreso. Siempre es mejor 400€ que nada, ¿no?. Lo mejor de todo es que esta medida no le costaría nada a las arcas públicas, al contrario que otras propuestas, como la renta mínima.

Así presentado, en una conversación rápida y sin profundizar, la propuesta gana adeptos. Lo sé porque lo he visto. Pero si nos tomamos más tiempo para considerarlo se puede ver que - al menos en las presentes circunstancias de España - no resulta una buena idea. Puede que incluso sea más bien mala.

El problema principal es que reducir el SM para crear empleo es una propuesta que parte de dos supuestos. El primero es que la demanda de empleo depende en gran medida del precio del trabajo. El segundo es que el SM es un mecanismo efectivo del Estado para regular el mercado laboral. El primer supuesto no tiene porque ser cierto, y el segundo es bastante falso.

Vayamos con el primer supuesto.

Para un empresario, contratar más personal es una decisión bastante compleja en la que han de tomarse en cuenta muchos más factores que el salario. Cada nuevo trabajador tiene costes asociados en la forma de impuestos y cotizaciones a diferentes instituciones públicas, amen de la consabida burocracia.

Está además el puesto de trabajo del nuevo empleado. A menos que tenga capacidad productiva sin utilizar - lo cual no suele ser habitual porque supone pérdida de dinero - habrá que hacer un desembolso para equipar el puesto de trabajo para el nuevo empleado. Si este desembolso es muy grande, una reducción de salario puede perfectamente no tener ningún efecto.

Luego está el tema de la productividad. Esto es el incremento de producción que aporta el último trabajador incorporado a la empresa. La productividad es, en casi todos los casos conocidos, decreciente. Es decir, cada empleado incorporado a una empresa aporta un incremento inferior al empleado incorporado antes que él. Esto depende de cada sector, pero en aquellos en los que la productividad crece muy poco con cada empleado nuevo hay muy poco incentivo para contratar más gente, incluso si es a menor coste salarial.

Por último hay que tener en cuenta la demanda del producto de la empresa. Si la empresa incrementa su producción contratando a más empleados con el SM reducido, ¿incrementará sus ventas?. Esto puede suceder o no dependiendo del sector económico en el que nos encontremos. Si no es así, el reducir los salarios no va a hacer que el empresario contrate más gente. ¿Para qué, si no vende más?. Atender la demanda es, además, otro tema para un post aparte porque es un mundillo con costes de distribución, competición con otras empresas, más burocracia...

En resumen. El salario no es el único factor que determina la demanda de empleo. No quiero decir que no tenga ningún efecto. Naturalmente que entra en los cómputos por los cuales los empresarios toman sus decisiones de contratación de mano de obra. Lo que quiero decir es que no podemos estar seguros de cuanto empleo se puede crear con una medida como la reducción del SM. Es perfectamente posible que se creen muy pocos puestos, o incluso ninguno.

Y esto nos lleva al segundo supuesto. La efectividad del SM como mecanismo por el cual el Estado regula el mercado de trabajo.

Todo lo escrito arriba ya debería plantear bastantes dudas acerca de dicha efectividad. Pero es que para rematarla sólo necesitamos considerar las decisiones que tanto empleado como empleador hacen a título individual.

Por el lado del empleado, cuando se le ofrece un puesto de trabajo la pregunta básica que se hace es ¿me compensa?. Acudir a trabajar tiene unos costes. El más importante en la actualidad para la mayoría de trabajos es el transporte. Por último hay que tener en cuenta los gastos fijos mínimos en los que debe incurrir el empleado para mantenerse a sí mismo, y que son independientes de si trabaja o no. Estos son básicamente los gastos de alojamiento y alimentación. Todos estos son los gastos mínimos del trabajador.

Creo que es muy razonable suponer que si el SM cae por debajo de los gastos mínimos en los que tiene que incurrir el trabajador, a este sencillamente no le compense aceptar el trabajo con el SM reducido y prefiera dedicar el tiempo que estaría trabajando a salario reducido en buscar algo que sí le compense. Esto puede hacer que la reducción de SM quede sin efecto, o con efecto muy disminuido.

El empresario, por su parte, tiene herramientas para "saltarse" la remuneración fijada a empleados. Y en España se hace bastante uso de ellas. Si la situación del mercado de trabajo es bastante precaria - como ahora - el empresario se encuentra en una posición de negociación ventajosa como ofertante de empleo, y la puede aplicar para presionar a sus empleados y obtener de ellos más horas de trabajo y más producto sin tener que incrementar por ello su remuneración. El uso y abuso de las horas extras no remuneradas en nuestro país es tan generalizado como ignorado oficialmente.

El efecto de las horas extras no remuneradas sobre el salario real del empleado es que lo reduce. Si, por ejemplo, tenemos un trabajador que gana el salario mínimo de 686,60€ por 8 horas de trabajo al día durante 5 días a la semana, entonces el empleado gana 21,62€ al día, o 2,70€ por cada hora de trabajo. Si el empresario le obliga a 2 horas extras diarias no remuneradas para mantener el empleo, el salario por hora del trabajador se reduce a 2,16€ a la hora. El trabajador sigue cobrando sus 21,62€ al día, o 686,60€ al mes, pero en términos reales el salario se ha reducido a 518,40€ al mes, que es lo que cobraría sin las horas extras a cambio de la remuneración por hora que finalmente ha aceptado.

A donde quiero llegar con todo esto es que, en términos reales, me parece que todos los empleos que nuestra economía podría crear con salarios inferiores al SM ya están creados y ocupados. Es decir, que bajar el SM no crearía más puestos de trabajo. Los demandantes de trabajo ya han aplicado las medidas a su disposición para poder emplear a trabajadores por debajo del SM cuando ello es rentable. Y si la remuneración de un puesto de trabajo compensa al empleado de sus gastos mínimos, éste siempre preferirá ocuparlo a estar en desempleo sin ingresos. Si hay un puesto de trabajo que no cubra estos gastos mínimos, a nadie le interesará ocuparlo, y por lo tanto al empresario no le interesa incurrir en los gastos de capital y demás que conlleva crearlo.

Así que la efectividad del SM a la baja es, cuanto menos, bastante cuestionable. Pero, ¿y al alza?. ¿Tendría algún efecto incrementar el SM?.

Indudablemente, alguno tendría. No son descartables algunos despidos. Mas en general se daría una situación en la cual aumentaría el "fraude al SM". Los empresarios pondrían a los trabajadores con SM incrementado en la tesitura de ser despedidos o aceptar horas extras no remuneradas, o tener que pagar al empresario por conceptos como "alquiler de equipo de trabajo" o argucias semejantes que serían aceptadas por los trabajadores a cambio de continuar trabajando por un salario real más parecido al SM antiguo.

*********

Así que el SM tiene una eficacia muy pequeña, e incluso nula, a la hora de regular cual es realmente el salario mínimo que perciben los trabajadores. Entonces, ¿para qué demonios tenemos un salario mínimo?.

Un indicio importante de para qué sirve realmente el SM lo podemos encontrar en Alemania. Allí no había SM hasta que en 2013 los resultados electorales forzaron a los conservadores del CDU y a los socialistas del SPD a formar una coalición de gobierno. En las negociaciones que llevaron a formar dicha coalición el SPD logró colar un SM como condición necesaria.

Este tipo de noticias son las que nos dicen cual es la verdad intrínseca detrás del salario mínimo. En el caso de Alemania era una forma que tenía el SPD de justificar ante sus votantes la formación de una coalición con sus oponentes ideológicos. Es como decir: "¡Eh!, nos hemos juntado con estos tíos. Ya lo sabemos. Pero a cambio hemos obtenido un SM."

Y es que al final, el salario mínimo es más una declaración política que una medida de política económica.

Estableciendo un SM, un país declara que tiene la intención de no permitir que ningún ciudadano se vea obligado a aceptar trabajos remunerados por debajo de ese SM, ni que se creen puestos de trabajo viables únicamente con salarios inferiores a ese SM. Que dicha intención se haga realidad depende varios factores. El importe del SM es sólo uno de ellos, y es importante no "subirse a la parra" (1.200€ al mes, por ejemplo) al establecerlo si no queremos que sea una medida sin efecto real.

Lo importante del SM es que transmite un mensaje de respaldo al trabajador por parte de las instituciones públicas. El mensaje es "si tu remuneración está por debajo del SM, puedes contar con el poder de todo el Estado para que sea incrementado como poco hasta el nivel que se ha acordado como justo". Es un mensaje que, transmitido al ciudadano medio, le da seguridad y confianza, sobre todo si el gobierno es capaz de llevar la aplicación de ese SM a la realidad.

*******

Habiendo dejado claro que el SM es una declaración de cuanto está dispuesto el Estado a proteger los derechos laborales de sus ciudadanos, se puede ver que una reducción de ese SM implica una rebaja en esa cobertura estatal. Es razonable hacer dicha rebaja cuando el SM estipulado es muy superior a lo que realmente están ganando los trabajadores menos remunerados de un país. Se trata únicamente de ajustar la protección declarada por el Estado a lo que dicho Estado puede hacer realmente aplicable.

Si esa diferencia entre realidad y declaración política era muy grande, la reducción del SM no tendrá grandes consecuencias. Seguramente sea aceptada por todos como lo que es: un ajuste de las expectativas a la realidad.

Pero cuando dicha diferencia entre realidad económica y declaración política no es tan palpable, la segunda se hace más evidente en el caso de reducir el SM. El mensaje "hemos reducido la cobertura a los trabajadores" es mucho más palpable, inmediato, y evidente que cualquier discusión sobre el SM real de la economía que, como hemos visto, depende de muchos factores que a menudo son difíciles de medir o sobre los que directamente no hay ni datos.

El problema es que en un país con un 25% de tasa de desempleo, como España, si vas a lanzar el mensaje "vamos a reducir la protección a los trabajadores" antes te tienes que asegurar muy bien de que esa reducción declarada sirva de manera efectiva el desempleo de manera notable y rápida. O de otra forma estás declarando que reduces la cobertura a una parte de la población sin que obtengan nada a cambio.

Como ya hemos visto, hay dudas bastante razonables acerca de la efectividad de un descenso del SM para crear empleo en cantidades distinguibles para un país con más de 5.000.000 de desempleados. Si bajamos el SM no conseguiremos emplear a muchos de esos parados, lo que si conseguiremos indudablemente es transmitir un mensaje por el que el Estado le da un poco la espalda a un segmento de la población.

Este mensaje es lo que va a ser evidente y va a formar parte de las discusiones políticas en el país, y no cuantos empleos haya podido crear la medida. La reducción del SM tiene todos los visos de lograr que se exacerbe la discusión sobre empleo en nuestro país. La compensación en empleos logrados: nula o casi nula.

Se puede ver un ejemplo de lo que sucede en estos casos con lo acaecido en Grecia. Desconozco si fue a iniciativa propia, o impulsado por la troika o el FMI, pero el anterior gobierno griego redujo el salario mínimo. El desempleo no descendió de manera muy perceptible, pero el SM y su descenso pasó a integrarse en la discusión política y no necesariamente de manera racional.

El actual partido en el gobierno griego, Syriza, hizo del SM uno de los pilares de la campaña que le ha llevado a ganar las elecciones. De hecho, una de las primeras medidas que han tomado al llegar al poder ha sido restablecer el SM a los niveles anteriores. No les cuesta nada hacerlo. La economía griega ya está fastidiada por muchos otros factores, entre los cuales el SM puede que sea el menos importante. A cambio de ese incremento del SM han logrado mantener o incrementar el respaldo en la población de Grecia. Es una medida cuyos costes económicos son nimios, y cuyos réditos políticos son enormes.

En España nuestros políticos son muy conscientes de todo esto. No se han atrevido a reducir el SM, sólo a "congelarlo". Y cuando han aplicado medidas de desprotección del trabajador, éstas han sido mucho más difíciles de concretar en un eslogan con el que hacer campaña política en su contra. Francamente, la única persona que, tras pensárselo un rato, puede apoyar un descenso notable (100-200€) del salario mínimo como medida económica es alguien que o no sabe nada ni de política ni de economía, o que tiene un interés oculto para que haya un cambio de partido político en el poder.

lunes, 8 de diciembre de 2014

La Teoría de la Relatividad de la Corrupción

En mi lugar de trabajo tenemos este compañero que parece emitir un carisma especial. Es el más viejo del grupo, pero no está avejentado. Tiene una voz suave, que nunca levanta. Mantiene en todo momento un tono afable. Medio en broma le comparamos con el actor Jesús Puente en su papel de presentador del programa de enlaces "Su media naranja".

Esta semana se dirigió hacía dónde yo y otros compañeros nos encontrábamos con unos papeles en la mano. Era una noticia impresa de un diario digital. La que anunciaba las irregularidades de un destacado miembro del partido Podemos en su relación con la Universidad de Málaga. Hasta había subrayado en rotulador algunas líneas del artículo. De manera inmediata comunicó su conclusión acerca de la noticia: ¿Y está gente pretende acabar con la corrupción?; esta claro que no están cualificados para ello, puesto que son corruptos.

La idea me chirrió al instante, aunque en ese momento no supe explicar por qué. Lo que si acerté a decir a los demás es que la noticia era total y absolutamente irrelevante. No iba a disuadir a mucha gente de votar a Podemos. En mis casi 40 años de vida he visto centenares de denuncias de corrupción y chanchullos en nuestro país, y ello no ha impedido que la población continúe votando a los partidos a los que pertenecían estos corruptos. El motivo de esto lo he visto muchas veces. Los votantes han elegido entre un partido u otro por motivos distintos de la corrupción, como identificación ideológica o porque esperaban que este partido les recompensase con medidas que les favorecían de una u otra manera si conseguían llegar al poder. En este contexto, la corrupción de los miembros del partido al que votan les parece un coste necesario para lograr aquellas otras cosas que les son realmente importantes.

Tendemos a relativizar la corrupción. Exacerbamos la de aquellos cuya posición ideológica o social es diferente de la nuestra, y minimizamos el impacto de los que nos son cercanos. Por ello, el efecto de las noticias de corrupción es mucho menor que lo que podríamos esperar por su espectacularidad. De hecho, llegan a ser hasta irrelevantes. Sobre todo si son muchas y nos sentimos saturados.

¿Quiere ello decir que la corrupción no es un problema en España?. Si lo es. Pero no como un problema en sí mismo, sino como la manifestación patente de otros problemas más profundos de nuestro país que tienen que ver con la opacidad de la gestión pública y la relativa ausencia de separación de poderes. Denunciar una y mil veces los casos de corrupción que resultan de estos defectos es sólo un primer paso, insuficiente en sí mismo. Hay que analizar las raíces del problema y plantear soluciones concretas, realizables, y creíbles. El discurso basado en "ellos (también) son corruptos" se queda es superficial y no contribuye a solucionar nada. De hecho, sirve como herramienta para el atrincheramiento en el discurso político. Cada partido o bando en una discusión se atrinchera en sus posiciones y se limita a ceder lo menos posible frente a los otros.

El atrincheramiento ha sido una herramienta de nuestros partidos políticos desde que nuestra constitución entro en vigor hace 36 años, y en España ha sido una herramienta clásica en cualquier discusión - por nimia que sea - durante siglos. Como mecanismo de interacción social atrincherarse ha tenido sus ventajas, sobre todo en el corto plazo, pero lo cierto es que ha sido una de las rutas que nos ha llevado hasta donde estamos ahora y no sirve para sacarnos de aquí. Es por ello que la mera denuncia de casos de corrupción no basta en sí misma. Es preciso también proponer medidas.

************

¿Pueden estas medidas ser propuestas por alguien que no sea corrupto?. ¡Por supuesto que sí!. Pero la cuestión realmente es, ¿hay alguien a quien podamos definir como no corrupto para que pueda asumir esa tarea?.

En una comida con compañeros de trabajo hace dos años salió el tema de la corrupción con los típicos comentarios de reprobación de la clase política. Entonces uno de nuestros compañeros contesto "¿Pero quien hay que no sea corrupto?, ¿tú no eres corrupto?", dijo señalando a uno de nosotros, "¿y tú?". Acto seguido, y para subrayar su argumento, nos confesó que había mentido para lograr una plaza de guardería para su hijo. La respuesta que obtuvo fue un silencio triunfal para él e incómodo para nosotros mientras repasábamos mentalmente algunos de nuestros pecadillos.

¿Hay alguien que no haya cometido alguna ilegalidad, por pequeña que sea?. ¿Todos han cumplimentado debidamente sus formularios de impuestos sin el más mínimo error intencionado o no?. ¿Nadie se ha saltado una norma de tráfico cuando nadie estaba mirando?. ¿Hemos pagado o cobrado todas nuestras facturas con IVA?. ¿Percibimos nuestro salario en B, aunque sea una parte?. ¿Nadie ha mentido, aunque sea sólo un poco, para obtener una subvención, beca, o plaza por pequeña o poco remunerada que sea?. En banca se contemplan muchas pequeñas irregularidades de este tipo, cubiertas por la confidencialidad bancaria. A ciencia cierta sé, basándome en mi propia experiencia, que millones de las viviendas que cambiaron de manos durante nuestra burbuja inmobiliaria incluyeron algún pago en B para evadir el impuesto de transmisiones y reducir lo declarado por incremento del patrimonio en el IRPF.

Entender la corrupción en los términos que planteaba aquel compañero en la comida de hace dos años nos deja como miembros incorruptos de nuestra sociedad a los elementos más marginales de la misma, aquellos que no tienen ningún poder y apenas interactúan activamente en ella. Bebes y niños, algunos mendigos, eremitas y demás gente que vive aislada. Si entendemos la corrupción como un absoluto en el que se es corrupto o no simplemente con haber cometido un sólo acto no conforme a la ley, entonces podemos decir que toda persona que tome parte aunque sea sólo un poco en nuestra economía moderna termina siendo corrupto invariablemente.

Todos somos corruptos. Este es el planteamiento que se sigue de entender la corrupción como algo absoluto. Según ese criterio, el que ha mentido para obtener un contrato de 1.825€ al mes es tan corrupto como el que ha desviado millones  de fondos de ayuda de la Unión Europea a los bolsillos de algunos amigos suyos. Y si seguimos el planteamiento de mi afable compañero de trabajo, tanto el uno como el otro son igual de inválidos para plantear soluciones a la corrupción. Ninguno de los dos querría eliminar la corrupción porque cada uno perdería lo que obtiene de ella.

Ese planteamiento le puede estar chirriando a más de uno. Pero por el momento lo daremos por válido. La conclusión es inevitable. No existe nadie que sea incorrupto, luego nadie puede acabar con la corrupción, luego no se puede hacer nada al respecto.

Entonces, ¿nos quedamos sin hacer nada?. Atrincherados cada uno en nuestras posiciones, rechazando toda propuesta que se realice para solucionar el problema de la corrupción porque quien la plantea es corrupto según nuestra definición absoluta de corrupción.

No es nada recomendable. Si nadie hace nada, el estado actual de las cosas se consolidará como estructura de valores sociales. De hecho, ya lo es en cierto modo. Y entonces la opacidad de la gestión pública, y la ineficiencia y corrupción resultantes serán tan generalizados que podemos caer en un pozo sin fondo. Hay crímenes peores que un desvío de fondos que pueden acabar sin castigo cuando un país se ha dejado llevar tan lejos por el camino de la corrupción.

Hace falta tomar medidas contra la corrupción y, a falta de un ángel que descienda del cielo con una espada flamígera en la mano con la que purificar la nación, esas medidas tendrán que ser propuestas por personas corruptas, al menos en el sentido absoluto de la corrupción que hemos visto.

***********

Estas medidas están sobre la mesa en las charlas sobre política en nuestro país en este momento. La corrupción es no sólo un tema de actualidad, es una de las principales preocupaciones de la población. Los partidos políticos no son sólo aspiradoras de dinero público, por el momento también siguen siendo la herramienta que articula las preocupaciones de la población y las convierte en medidas de acción pública. Si no responden a estas inquietudes de la población, ésta les da la espalda y deja de votarles, y trasladará su voto a aquellos que si responden a esas inquietudes con propuestas de medidas.

Todos los partidos políticos han adelantado propuestas de medidas contra la corrupción. No pienso entrar a valorarlas una por una. En cambio me atrevo a hacer un pronóstico sobre su efectividad. Si entendemos que todos los partidos políticos son corruptos sin excepción, serán más efectivas las medidas de aquellos partidos que menos se benefician del actual estado de las cosas y de la corrupción.

Es bastante lógico. Iñigo Errejón puede proponer medidas que salvan su parcela de corrupción y sus 1.825€ al mes, pero que perjudican a los que desvían millones. En cambio, los que están metidos hasta el fondo y desvían millones a cuentas en Suiza tienen mucho más que perder, y por ello tenderán a proponer medidas bastante cosméticas que afectan poco o nada a las cantidades que se desvían. Si eso falla en aquietar a la población, pueden optar por atrincherarse, denunciar las corruptelas de los otros y relativizar las propias.

Ello no exculpa a Errejon. Lo que hizo está mal. Pero si queremos evitar el atrincheramiento y solucionar el problema de la corrupción hay que ser realistas. No podemos aspirar a acabar con toda la corrupción de golpe. Eso es tan poco realizable como esperar a que aparezca alguien que no sea corrupto en absoluto para plantear las medidas necesarias, y encima lograr imponerlas. Existe corrupción en nuestra clase política, y existe corrupción en nuestras universidades. Podemos darnos por satisfechos si ponemos coto a la clase de corrupción más seria.

Y es que, una vez más, la corrupción no es un absoluto, sino que es relativa. En el sentido absoluto yo soy corrupto, lo mismo que tú que estas leyendo esto, y lo mismo que muchas personas de nuestro entorno, lo mismo que Errejón, y lo mismo que el tesorero del Partido Popular que acepto dinero de empresas y lo desvió a cuentas en Suiza. Pero ponernos a todos en el mismo nivel no tiene sentido. Yo no he desviado millones de euros a una cuenta en Suiza, ni tú lector tampoco, ni - que yo sepa - Errejón. Nadie está libre de toda culpa, pero la culpa de aquel que desvía millones en relación a nuestros pecadillos es tan grande que equipararnos a él equivale a obviar la viga en el ojo ajeno porque tenemos una astilla en el propio.

Hay que acabar con la corrupción. Y las medidas para hacerlo tienen que provenir de gente imperfecta. Muy probablemente nosotros mismos. Y no podremos acabar con toda la corrupción de un plumazo, pero podemos comenzar terminando con la que más nos cuesta a nuestros bolsillos.

En la vida y en la política puede ser agradable hablar en términos teóricos y absolutos. Pero cuando se trata de plantear soluciones realizables hace falta ser realistas. En la vida y en la política nada es blanco o negro, sino gris. Sin embargo, que el blanco más brillante sea inalcanzable en la realidad no es excusa para permitirnos deslizar hacía la negrura.