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viernes, 19 de febrero de 2021

Historia de Tres Guerras (IX)

APERTURA. Septiembre de 1939 a Mayo de 1940

"Mit Abstand zu sterben".


Para cuando la Batalla del Atlántico tuvo su comienzo oficial el 3 de septiembre de 1939, los dos contendientes principales - Reino Unido y Alemania - ya habían desplegado sus fuerzas con antelación.


Durante la escalada de tensión diplomática previa al comienzo de la invasión de Polonia, en el mes de agosto,  el Führer había comunicado a Erich Raeder, jefe de la Kriegsmarine, que no creía que Francia ni Reino Unido fueran a ir a la guerra por defender Polonia. Tanto Raeder como Dönitz, en cambio, pensaban que la guerra con las potencias occidentales era bastante probable. En consecuencia, Dönitz ordenó que todos los U-Boote disponibles - 29 del tipo II y 19 de los tipos I, VII, y IX - se situasen en posiciones de patrulla en torno a las Islas Británicas. Por su parte, Raeder mando a los "acorazados de bolsillo" Deutschland y Graf Spee a mar abierto con la intención de emprender una guerra de corso en caso de que se rompieran las hostilidades.


Raeder no se hacía ilusiones en tal caso. La Marina de Guerra germana del régimen nazi era en 1939 tan sólo una sombra de lo que había sido la Armada Imperial de la anterior guerra. Mientras que entonces había sido un digno adversario de la Royal Navy, ahora - con el Plan Z de construcción naval incompleto - lo más que podría hacer la Kriegsmarine enfrentada a los británicos era "mit Abstand zu sterben". Morir con distinción.


El 1 de septiembre tuvo comienzo la invasión de Polonia y, a pesar de haberse sacado de la manga el as del Pacto Nazi-Soviético, Hitler perdió por vez primera en muchos años una de sus muchas jugadas arriesgadas, y el 3 de septiembre Francia y Reino Unido (esta última acompañada de todos los componentes de la Commonwealth) declararon la guerra a Alemania.


Siendo consciente de la debilidad de su fuerza de superficie, Raeder dio orden de interrumpir el Plan Z - salvo para completar unas pocas unidades casi terminadas - y dedicar casi toda la capacidad de producción y recursos de la Kriegsmarine a la construcción de la única arma que podía operar con eficiencia en condiciones de inferioridad: los U-Boote.


Y así la guerra comenzaba con una buena noticia para Dönitz y el arma submarina germana. No obstante, tendría que transcurrir más de un año para que dicha orden comenzase a verse reflejada en sumergibles operativos. Hasta entonces la U-Bootwaffe se las tendría que apañar con lo poco que tenía.


El Reino Unido, por su parte, había comenzando a implantar el sistema de convoyes ya desde finales de agosto, con los primeros partiendo desde Gibraltar hacia las Islas Británicas. Para esta Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña ya no estuvo vacilando durante años antes de tomar esta medida, sino que la adoptó desde un primer momento. En cierto modo la Batalla del Atlántico que ahora comenzaba resultaba una continuación del conflicto de 1914-1918, en la que ambos contendientes retomaban la lucha en el mismo punto donde la habían dejado. Otro retorno a 1914 fue vuelta de Winston Churchill a su antiguo puesto de Primer Lord del Almirantazgo el mismo 3 de septiembre.


El caso del Athenia.


A las 16:30 del 3 de septiembre el U-30, comandado por Fritz-Julius Lemp, avistó un buque en el horizonte aproximándose desde las Islas Británicas con rumbo oeste. Tras dos horas de maniobras de aproximación Lemp observo por el periscopio que la nave estaba totalmente oscurecida, navegaba en zigzag, y parecía tener unos cañones montados en la cubierta.

El buque de pasajeros Athenia

Esta última observación debió ser consecuencia de la sobreexcitación del oficial germano. Aquel barco se trataba del Athenia, un vapor británico de pasajeros que el 1 de septiembre había abandonado Inglaterra con 1.103 pasajeros huyendo de los nuevos vientos de guerra que soplaban en Europa. Al enterarse de la declaración de guerra franco-británica dos días más tarde, su capitán decidió oscurecer el buque y navegar en zigzag como medida prudencial. Esto, junto con los cañones imaginarios, sirvieron para que Lemp determinase que lo que tenía delante era un mercante armado y, por lo tanto, un blanco legítimo. En dos ataques sucesivos le lanzó 3 torpedos.


Tan sólo uno de ellos funcionó correctamente y a las 19:43 impactaba al Athenia en la sala de máquinas, iniciando su hundimiento que se vería completado a la mañana siguiente con la muerte de 112 personas. 28 de ellas ciudadanos norteamericanos.


Lemp se había metido en un problema. Al inicio de la guerra Adolf Hitler aún tenía alguna esperanza de llegar a algún tipo de acuerdo con Francia y Reino Unido si la guerra no escalaba demasiado, y por ello había impuesto una serie de restricciones operativas a sus sumergibles, que básicamente consistían en la prohibición de atacar sin mediar aviso, excepto en determinados casos entre los cuales no se encontraba el torpedear un buque de pasajeros desarmado. En cuanto los Aliados hicieron pública la noticia del ataque, Raeder y Dönitz emitieron un mensaje por radio preguntando a sus comandantes quién había hundido el Athenia. Al recibir el mensaje, Lemp se dio por fin cuenta de lo que había hecho realmente y prefirió mantener silencio. El gobierno nazi, por su parte, no espero a recibir información de la Kriegsmarine y se apresuró a denunciar el hundimiento del Athenia como un atentado orquestado por los propios Aliados para poner la opinión pública mundial en contra de Alemania (esto ahora lo llaman fake news y parece que se ha inventado ayer mismo).


Si en aquel entonces alguien esperaba la misma reacción que hubo ante el hundimiento del Lusitania en 1915 y otros de los que ya se ha escrito en episodios anteriores, entonces vería sus esperanzas frustradas. Ciertamente, tanto uno como otro bando intentaron sacar el mayor rédito político posible de la situación. Mas por una parte el mundo ya estaba hecho a la crueldad inherente en la guerra submarina, y por otra parte la cantidad de fallecidos fue considerablemente menor (y en buena parte causados por errores durante el propio rescate más que por el torpedeamiento).


¿Qué posición tenía Estados Unidos en este "Caso de Athenia"? A pesar del fallecimiento de ciudadanos norteamericanos en el suceso, allí no tuvo lugar el mismo nivel de indignación pública que si había provocado la guerra submarina durante la PGM. Adolf Hitler no le era simpático a la mayoría de los norteamericanos, pero al mismo tiempo se encontraban tan escarmentados de su intervención en la anterior guerra europea como para no desear inmiscuirse en la que ahora estaba comenzando. Consciente de esto por las encuestas el presidente norteamericano, Franklin D. Roosevelt, prefirió no insistir en la defensa - como si había hecho Woodrow Wilson - del derecho inalienable de sus conciudadanos a navegar en una zona de guerra sin que les sucediera nada. 1940 era año de elecciones presidenciales y Roosevelt tenía planeado presentarse a un tercer mandato. Por el momento le convenía no ir contra las preferencias de la mayoría de los votantes.


En cuanto al propio Hitler, tras unas pocas semanas pudo constatar quela tibieza de la reacción de la opinión pública norteamericana y que los aliados no se iban a avenir a una paz así como así. Y optó por apretarles las tuercas. Así, acabada la campaña de Polonia, pretendió llevar a cabo una campaña en occidente ya en noviembre. Consiguió ser disuadido para postergarla hasta primavera. En el mar fue levantando poco a poco las restricciones impuestas a la Kriegsmarine. Se autorizó al Deutschland y al Graf Spee para comenzar su guerra de corso contra la marina mercante aliada. En cuanto a los sumergibles, el 4 de octubre se les permitió atacar sin aviso a cualquier buque oscurecido en un área próxima a las Islas británicas. En noviembre también se levantó la restricción sobre los buques de pasajeros.


La primera ronda de los Hunter-Killers.


Pocos días después de hundir el Athenia, el U-30 tuvo un encontronazo con aviones procedentes del portaaviones más moderno de la Royal Navy: el Ark Royal. A pesar de la sorpresa, Lemp pudo sacar su nave de aquel encuentro meramente con el susto y un tripulante herido. Días más tarde, el 14 de septiembre, fue el U-39 el que se topo directamente con el portaaviones y su escolta. El comandante del sumergible, Glattes, tuvo además la suerte de que la rápida nave se le pusiera a tiro y lanzó un ataque con 3 torpedos. Pasado un tiempo la tripulación del U-39 escuchó unas explosiones y se regocijó de haber hundido uno de los buques capitales del enemigo.


Nada más lejos de la realidad. Ya fuera por un fallo en la puntería o de los propios torpedos, éstos estallaron inocuamente en la estela del Ark Royal. Al U-39 tan sólo le quedaba sufrir los cuidados de la escolta del portaaeronaves. Treinta y nueve minutos de disparar sus torpedos, Glattes se veía obligado a ordenar subir a la superficie y echar a pique su submarino al tiempo que su tripulación lo abandonaba. El U-39 tuvo así el dudoso honor de convertirse en el primer U-Boot perdido en esta guerra.


La revancha no tardó en llegar. El 17 de septiembre el U-29, bajo el mando de Otto Schuhart, avistó al portaaviones Courageous con una escolta reducida de 2 destructores. Dada su ridicula velocidad en inmersión - menos de 8 nudos - frente a la de la formación enemiga - 20 nudos - las posibilidades de intercepción eran rídiculas. Pero Schuhart insistió y su persistencia se vió recompensada por un viraje del Courageous que le puso a tiro del U-29, que le lanzó una salva de tres torpedos a 3.000 metros. Trascurridos unos minutos Schuhart y su tripulación escucharon dos explosiones.

El portaaviones Courageous yendose a pique.


En esta ocasión resultaron ser reales. Alcanzado por dos torpedos el Courageous (24.200 toneladas de desplazamiento) escoró y se fue a pique en quince minutos, llevandose consigo a 519 tripulantes. El U-29 consiguió escapar de la escolta y retornar a casa en triunfo.


Las operaciones del Ark Royal y del Courageous habían sido una primera prueba del Almirantazgo con el concepto del Hunter-Killer ("cazador-asesino"): una formación de naves dedicada activamente a la busqueda y destrucción de sumergibles enemigos, en la mejor tradición nelsoniana de ir a buscar al enemigo allí donde se encontrase. La idea al emparejar un portaaviones con una pantalla de destructores era que las aeronaves del primero detectarían a los submarinos a una distancia muy lejana, para destacar una parte de los destructores hacia el contacto.


Si bien el planteamiento gozó de algún éxito, el hundimiento del Courageous y el "roce" del Ark Royal terminaron por persuadir al Almirantazgo de lo absurdo de la idea. Poner en peligro naves de 20.000-30.000 toneladas y más de 1.000 tripulantes en juego para hundir sumergibles de apenas 1.000 toneladas y 45 tripulantes era cazar moscas a cañonazos, con el añadido de que la mosca podía llegar a destruir el cañón.

 

Además, se reveló que el arma aeronaval no disponía del armamento adecuado para la tarea. El U-30 se había salvado del ataque aéreo porque las bombas antisubmarinas empleadas contra él estaban mal diseñadas, rebotaron en el agua, y terminaron derribando a los propios aviones que las habían lanzado. Aparte de eso, los británicos sufrían una gran escasez de buques de escolta para sus convoyes como para dedicar unos cuantos a unas batidas arriesgadas y poco fructíferas.


La primera ronda de los Hunter-Killers demostró que esta táctica era un derroche de medios con pocas perspectivas de recompensa. No obstante gozaba del atractivo de hacer algo activamente para terminar con los submarinos, por lo que si alguna vez los aliados disponían de medios suficientes como para poder derrocharlos, los H-K volverían a ponerse sobre la mesa de decisiones.


Scapa Flow.


Agotados sus torpedos y su combustible, la mayor parte de la fuerza submarina germana retorno a sus bases a finales de septiembre y comienzos de octubre de 1939. Uno de los que retornaba era el Tipo VIIB U-47 al mando del Kapitänleutnant Günther Prien.


Prien era un veterano. Uno de esos oficiales de sumergible de la primera hornada que antes de unirse a la Kriegsmarine habían reunido varios años de experiencia en la marina mercante. La tremenda crisis económica de los años 30 había dejado a muchos de estos lobos de mar en la cola del paro y de esta forma disponibles para la ampliación de la marina de guerra nazi iniciada en 1935. Como ya se ha indicado, este mismo perfil de Prien (alrededor de 30 años de edad y ex-marinos mercantes) lo veremos muy a menudo en otros oficiales al comienzo de la guerra.


Prien fue llamado por Dönitz para participar en una reunión en la que le propuso un plan audaz: internarse con su nave en Scapa Flow, la sacrosanta base naval de la Royal Navy en las Islas Orcadas y atacar al grueso de la Home Fleet en su misma guarida. Las dos ocasiones en las que los alemanes habían intentado tal proeza durante la Primera Guerra Mundial habían fallado, perdiendo un sumergible con toda su tripulación en el intento. Para Dönitz debía ser un desafío personal y, si la operación tenía éxito, una manera de promocionar la U-Bootwaffe dentro del Tercer Reich.


Prien examinó cuidadosamente la documentación que Dönitz le había entregado para ayudarle a tomar la decisión definitiva. En particular, fotos de la Luftwaffe sobre la zona y el reporte de un Tipo II que había estado reconociendo el área. Llegó a la misma conclusión que Dönitz. Había un hueco entre la costa y un buque semihundido por el que podría penetrar por el este en la rada de Scapa Flow. El comandante del U-47 aceptó la misión, preparó su nave, y zarpo desde Kiel el 8 de octubre. Como medidas de precaución, dejo en puerto su máquina de descifrado y los libros de claves. La tripulación del sumergible no fue informada de su destino hasta encontrarse ya en alta mar.


Durante la noche del 13 al 14 de octubre el U-47 logro introducirse en Scapa Flow por el lugar planeado. Una vez dentro Prien y sus oficiales sufrieron la frustración inicial de ver vacío el anclaje. ¡La Home Fleet no estaba allí!. Al poco, no obstante, les fue posible distinguir dos siluetas que identificaron como la de dos acorazados y les lanzaron un ataque con todos los torpedos (4) de proa. Dos de ellos explotaron sobre el blanco más cercano, que resultaba ser el veterano (de la PGM) acorazado Royal Oak. La tripulación de éste despertó, pero las detonaciones no habían sido muy estruendosas, los daños causados leves, y todo ello fue atribuido a explosiones internas. Se hizo una revisión de las santabárbaras y la tripulación fue de vuelta a sus hamacas, plenamente confiadas en la inviolabilidad del fondeadero más seguro del mundo.


Prien hacía todo lo posible para echar por tierra esa confianza. Lanzó un torpedo del tubo de popa que no demostró efecto alguno y recargo 3 de los 4 tubos de proa para otro ataque (el nº 3 tenia atascado un torpedo de la primera salva). Menos de 20 minutos tras el primer ataque, el U-47 arrojó otra salva de 3 torpedos.


Este segundo ataque alcanzó de lleno al Royal Oak y lo echó a pique junto con más de 800 tripulantes. En esta ocasión si que cundió la alarma en la base y el U-47 emprendió la retirada por el mismo hueco que había utilizado para entrar en Scapa Flow, aunque tuvieron que forzar las máquinas al máximo para superar la marea que entraba en el puerto. A pesar de las dificultades, consiguieron evitar las escoltas que merodeaban por el puerto y salir a mar abierta. 

Günther Prien, el héroe de Scapa Flow.


El 17 de octubre Prien entraba en Wilhelmshafen y fue recibido como un héroe, incluyendo un desfile y la condecoración de Günther Prien con la Cruz de Caballero por Hitler en persona. La publicidad y las grandes celebraciones en torno a los comandantes de los submarinos fueron una de las características de la guerra submarina alemana y del gobierno nazi que explotaban propagandísticamente al máximo cualquier logro de sus armas. Al propio Dönitz le convenía esto, dado que la popularidad del arma submarina le daba mayor rédito a la hora de obtener más recursos en un sistema de decisión disfuncional y basado en las personalidades de unos pocos líderes como era el Tercer Reich. 


Aún siendo el HMS Royal Oak un navío antiguo, y siendo su pérdida de un valor estratégico escaso ahora que la superioridad naval británica era mucho más abrumadora que en la anterior guerra, lo cierto es que el Almirantazgo había sufrido su segundo golpe de prestigio en un mes. La Home Fleet se mantuvo alejada de su anclaje favorito durante varias semanas hasta que su seguridad fue revisada y los fallos detectados y corregidos. El tiempo curaría las pérdidas de material y de honra británicos, aunque no así las horribles bajas humanas.


Las primeras Manadas de Lobos.


EL hundimiento de buques de guerra enemigos, si bien constituían un buen estimulo para la propaganda y promoción interna de la U-Bootwaffe, no eran su misión principal. La auténtica valía de los sumergibles de Dönitz a nivel estratégico estaba representada por su capacidad para interceptar y hundir mercantes enemigos y neutrales que transportasen carga al enemigo.


Al estallar la guerra la flota mercante de la Commonwealth ascendía aproximadamente a 3.000 buques con un desplazamiento aproximado de 17,5 millones de toneladas brutas. Estas cifras no incluyen a pequeños barcos costeros y otras naves de menos de 1.600 toneladas cada una. Si incluye 450 petroleros con un desplazamiento de 3,2 millones de toneladas. La flota mercante francesa no está incluida en estos cálculos porque, a pesar de ser el otro miembro importante de la alianza era mucho menor (500 buques con 2,7 millones de toneladas brutas), estaba plenamente ocupada en abastecer la metropoli y colonias francesas, y Francia no podía ser aislada como Gran Bretaña al no ser el Mediterráneo aún una zona de guerra.


La entrada en funcionamiento del sistema de convoyes significó ya de por si un descenso del 25% en la cantidad de carga que llegaba a Gran Bretaña. Para compensar esto además de las bajas y el desgaste Churchill desde el Almirantazgo tenía como objetivo la construcción de 3 millones de toneladas brutas anuales, mas al comienzo de la guerra la capacidad real de los astilleros del Imperio Británico, descontando los destinados a la construcción de buques de guerra y reparaciones, bastaba meramente para 1,2 millones de toneladas brutas al año. O sea, 100.000 toneladas al mes.


Sin contar los Tipo II, los 21 U-Boote de la primera oleada que retornaron a sus bases entre finales de septiembre e inicios de octubre de 1939 habían echado a pique 39 barcos con un desplazamiento de 186.000 toneladas. Esto estaba muy bien, el problema fue que tras retornar a puerto no había sumergibles suficientes que los reemplazasen en los puestos de patrulla que habían tenido que abandonar. Sin contar el U-47 de Prien y sus 30.000 toneladas del Royal Oak, unos 9 sumergibles que partieron de puerto en octubre y completaron su patrulla principalmente en ese mes hundieron otros 24 buques con 124.000 toneladas. Otros 10 sumergibles iniciaron sus patrullas en noviembre. Pero este número cayó a 5 en diciembre, y durante algunos días de este mes tan sólo 2 U-Boote patrullaban las aguas decisivas de los Western Approaches. Durante esta fase de la guerra el sistema de convoyes no estaba aún implantado de forma tan general como lo estaría más adelante. Era uno de esos momentos en la guerra en los que disponer de mayor cantidad de sumergibles en acción se hubiera traducido directamente en cuotas más altas de hundimiento pero, ¡ay!, no había más sumergibles.


Incluso apenas se podía mantener el ritmo con las escasas bajas que todavía sufrían en estos primeros meses. Las nuevas naves aún llegaban al ritmo previsto en el Plan Z que le daba baja prioridad a los sumergibles. Desde septiembre de 1939 hasta el final del año 7 nuevos sumergibles "grandes" - Tipo VII y IX principalmente - entraron en servicio. Durante ese mismo período se perdieron 9 U-Boote, 7 de ellos de los modelos grandes capaces de patrullar en pleno Atlántico. 3 de esas 9 bajas además tuvieron lugar en o cerca del Canal de la Mancha. Los británicos no habían repetido el error de la Gran Guerra y mantuvieron sellado el estrecho desde el comienzo del conflicto. La implicación que ello tuvo para la U-Bootwaffe fue que los Tipo II (una veintena de sumergibles) no pudieron intervenir en las aguas en torno a Irlanda y la costa oeste de Reino Unido por tener menor radio de acción, y tuvieron que conformarse con las áreas de caza menos rentables del Mar del Norte y la costa noruega.


Aún con escasos medios a su disposición, Dönitz se sintió con ánimo suficiente como para someter la Gruppentaktik a prueba con fuego real. En octubre logró organizar con cierto esfuerzo un grupo de ataque con 5 sumergibles y dirigirlos hacía dos convoyes gracias a que el B-Dienst (Servicio de Descifrado de la Kriegsmarine) había resuelto el primitivo código naval británico mucho antes de comenzar la guerra. El ataque sobre el primer convoy fue descoordinado y tan sólo dos sumergibles hicieron contacto, hundiendo 4 buques con 40.000 toneladas de desplazamiento. El ataque al segundo convoy (procedente de Gibraltar) tuvo mejor coordinación gracias a su avistamiento por uno de los sumergibles (U-46) que radió su posición y curso. Sin embargo, estaba mejor escoltado y los torpedos tuvieron un elevado índice de fallos. 3 U-Boote consiguieron hundir 3 barcos con 24.000 toneladas. En estas operaciones se perdieron dos submarinos (U-42 y U-45).


Con información incompleta Dönitz se apresuró a declarar los ataques como un éxito rotundo, que en retrospectiva se puede calificar más bien como marginal. A corto plazo no tuvo mayor relevancia porque, como hemos visto, el BdU no disponía de sumergibles operativos con los que crear otro grupo para reemplazar a este primero cuando se les agotaron los torpedos y el combustible, y así seguiría siendo durante todo un año más. Aparte de eso, la lección más importante era que era perfectamente posible, e incluso preferible, dirigir la manada de sumergibles desde tierra en lugar de hacer que el mando recayera en uno de los propios sumergibles del grupo, el cual no tenía el equipo radiofónico ni un espacio con mapas y personal dedicado expresamente al mando, además de que bastante ya tenía con evitar a la escolta del convoy atacado que podía, sino hundirlo, si al menos mantenerlo largas horas bajo el agua, durante las cuales no podía ejercer mando alguno. Como es posible que estos inconvenientes no fueran puestos de relieve en las maniobras que con la Gruppentaktik se habían llevado a cabo en los años precedentes es algo que se me escapa. Lo cierto es que desde este momento quedo fijado - hasta el final del conflicto - que el mando de las "manadas" de sumergibles se llevaría a cabo de forma centralizada y radiotelegráfica desde tierra. Buena parte de los éxitos y del eventual fracaso de los U-Boote estarían basados en este sistema.


Un evento de mayor relevancia para el futuro pero que pasó prácticamente desapercibido, tuvo lugar también durante estos meses de otoño de 1939. A instancias de Raeder se inició una campaña de minado de las aguas en torno a las Islas Británicas. Las minas habían sido una de las armas más importantes de los submarinos durante la Primera Guerra Mundial, y al comenzar este conflicto los germanos disponían de unas minas fabulosamente avanzadas más grandes, con importantes cargas explosivas en exceso de 1 tonelada, y unos detonadores magnéticos probados y bastante fiables merced a que el departamento que desarrollaba las minas navales germanas no era tan egocéntricos como sus colegas del departamento de torpedos. Además, estas minas podían ser desplegadas desde los tubos de sumergibles de ataque convencionales. Ya no era preciso dedicar al minado naval sumergibles específicamente construidos para ello con pozos atravesando el casco (aunque eventualmente el Tercer Reich si acabó construyendo unos pocos sumergibles minadores).


Dönitz no demuestra en sus memorias un entusiasmo extraordinario por esta campaña de minado. Exponía a sus tripulaciones a los peligros de operar extremadamente cerca de las costas enemigas, donde podían ser avistados tanto por patrullas enemigas como por meros civiles, se encontraban expuestos a las mareas, y la escasa profundidad dejaba poco margen para escapar. Y todo ello a cambio de un resultado incierto. Aún así transmitió la orden a sus comandantes y los resultados de esta campaña de minado fueron tan satisfactorios - aparte de hundir varios mercantes se averió seriamente al acorazado HMS Nelson - de manera que se ordenó una continuación de estas operaciones y además la Luftwaffe se unió a la fiesta arrojando minas con paracaídas desde sus aviones.


Una de estas minas cayó por error en una zona lodosa del estuario del Támesis donde quedo completamente al descubierto con la bajamar y cayó intacta en las manos de los técnicos británicos que en breve diseñaron un proceso para neutralizar los detonadores magnéticos de las minas germanas. Este proceso, conocido como desmagnetización (degaussing) consistía en pasar un cable electrificado por la quilla de un barco, alterando su campo magnético y despistando los detonadores. Un barco debía ser desmagnetizado cada cierto tiempo para mantener su inmunidad, pero era un proceso relativamente sencillo y barato. Y así, sin ruido y sin que nadie lo advirtiese, la U-Bootwaffe había visto reducida la efectividad de una parte de su armamento.


"Fusiles de madera".


Ya desde otoño de 1939 circulaba en el OKW (Oberkommando der Wehrmacht) la idea de una campaña en Escandinavia. Surgió al constatar que la guerra con Francia y Reino Unido no se iba a cerrar diplomáticamente. La Kriegsmarine apoyaba ciertamente la planificación de una operación semejante, en tanto que rompería el embotellamiento que la Kaiserliche Marine ya había padecido durante la Primera Guerra Mundial. La guerra ruso-finesa de noviembre de 1939 hasta marzo de 1940 puso a Escandinavia en el punto de mira tanto de Alemania como de los Aliados. 


En febrero de 1940 el mercante germano Altmark se encontraba en aguas territoriales noruegas. El Altmark había sido buque de aprovisionamiento del crucero Graf Spee y llevaba a bordo prisioneros de los barcos hundidos por éste. El acorazado de bolsillo había terminado hundido en el estuario del Río de la Plata, pero la embarcación que le había dado apoyo logístico había evadido el contacto con las fuerzas navales británicas y una vez en las costas noruegas estaba a punto de llegar a casa.  Sin embargo, el destructor británico HMS Cossack interceptó y abordó al Altmark saltándose a la torera la neutralidad noruega. Para el OKW se hizo patente la actitud del Almirantazgo, que liderado por Churchill bombardeaba al gabinete de Neville Chamberlain para una conducción más energética del conflicto. De no hacer nada, los Aliados intervendrían en Noruega y cerrarían la ruta invernal del mineral del hierro sueco a Alemania. Así que sobre la marcha el OKW trazó un plan para la invasión de Dinamarca y Noruega que recibió el código Weserübung.


El efecto más inmediato de Weserübung para la U-Bootwaffe fue la suspensión de nuevas patrullas durante el mes de marzo. Los sumergibles participarían en apoyo de la operación anfibia y la pausa en las operaciones se emplearía en hacer operativos la mayor cantidad posibles de ellos. Lo ideal hubiera sido contar para ello con las nuevos submarinos cuya construcción había finalizado durante el invierno, pero el invierno de 1939-40 había tenido unas temperaturas inusualmente bajas. El Mar Báltico había quedado cubierto por una sólida capa de hielo que imposibilitó durante muchas semanas el entrenamiento de nuevas tripulaciones y dificultó las reparaciones y botaduras de los astilleros. El hielo incluso cubría la costa del Mar del Norte y los submarinistas tuvieron que trasladarse a la desolada y expuesta isla de Helgoland para poder continuar sus patrullas durante durante enero y febrero. A pesar de la pausa de marzo, la fuerza bajo el mando de Dönitz no se hallaba en su mejor forma.


La invasión germana de Escandinavia iniciada el 9 de abril de 1940 ha pasado a la historia como un éxito indiscutible del Eje. No obstante para la Kriegsmarine en general el éxito resultó ser prohibitivamente costoso, y en el caso concreto de la U-Bootwaffe la operación fue un fracaso humillante.


Según Dönitz unos 33 sumergibles fueron empeñados en las operaciones relacionadas con la invasión de Noruega. Clay Blair llega a un recuento de 22, descontando varios sumergibles que fueron destacados cerca de Escocia para interceptar a las fuerzas aliadas que procedieran de allí y que no tuvieron ningún éxito. Varios de ellos y de los que habían sido enviados más al norte, en torno a Narvik, fueron destacados a sus zonas de patrulla ya en marzo como consecuencia de informes de inteligencia que hacían inminente la operación aliada de ocupación. Dichos informes eran correctos, pero la vacilación del gobierno de Chamberlain anularon esa validez al echarse atrás en el último momento, por una última vez. A consecuencia de ello estos U-Boote llevaban ya un mes de patrulla cuando de verdad comenzaron las operaciones, y las tripulaciones se hallaban cansadas.


Las condiciones de patrullaje en Noruega eran bastante desfavorables. La desventaja más importante era la duración de la noche en primavera en aquellas latitudes, especialmente en torno a Trondheim y Narvik. Eran tan sólo 5 horas, y ese era todo el tiempo que disponían los submarinos para recargar baterías en superficie a cubierto de la intensa cobertura aeronaval aliada que se desató en aquella área. Las otras 19-20 horas tenían que permanecer sumergidos. Las zonas de patrullaje asignadas estaban dentro de los propios fiordos, y si bien ofrecían oportunidades inigualables al canalizar a los buques enemigos en espacios estrechos, esa misma estrechez se volvía contra los propios submarinos a la hora de evadir las escoltas británicas. No podían hacer un uso pleno de la principal ventaja de su arma de esconderse en la profundidad y evadir el contraataque. El agua calma del interior de los fiordos facilitaba bastante la detección de un periscopio o de un submarino navegando en superficie de noche.


Unos 11 Tipo II fueron destacados a las zonas más meridionales de Noruega - en torno a los puertos de Stavanger y Bergen - donde no hallaron caza puesto que los aliados prefirieron evitar esta área bajo cobertura directa de la Luftwaffe. Un total de 5 sumergibles de los tipos VII y IX fueron enviados inicialmente más al norte a los puertos de Trondheim y Narvik, y varios más se les unieron a medida que esos puertos se convirtieron en el foco de las operaciones. 


El desembarco de tropas de los alemanes en el crucial puerto de Narvik había sido encargado a un grupo de 10 destructores. Estos llevaron a cabo el desembarco el 9 de abril sin problemas... al principio. Pronto un grupo de destructores británicos se dirigió al puerto. El U-51 los avistó a la entrada y los atacó dos veces sin éxito. A continuación, una feroz batalla entre los barcos de ambos bandos tuvo lugar, en la cual los cada bando perdió 2 destructores, pero los alemanes sufrieron daños en otros 4 y quedaron atrapados en el fiordo. Los destructores británicos fueron atacados de nuevo por los sumergibles alemanes al retirarse del combate. Les fueron disparados 6 torpedos con detonadores magnéticos entre U-25 y U-51, pero todos fallaron o estallaron de manera prematura. Muy pronto, ambos bandos destacaron refuerzos al puerto de Narvik. Los británicos más buques de superficie, los alemanes más submarinos.


Uno de los U-Boote que se dirigían hacía el norte, el U-48 al mando de Herbert Schultze, encontró el 11 de abril una agrupación de tres acorzados, varios cruceros pesados y uno ligero, y cinco destructores. Llevó a cabo dos ataques contra los cruceros pesados lanzándoles 6 torpedos con detonadores magnéticos. 4 de ellos estallaron prematuramente y ninguno hizo impacto. Tras el informe radiotelegráfico de Schultze y unirlo a los anteriores de los ataques en Narvik, Dönitz llegó a la conclusión de que alguna alteración en el campo magnético terrestre de la zona septentrional debía estar afectando a los detonadores. Un fallo no resuelto en el estabilizador de profundidad de los torpedos (y que había sido reportado durante el otoño de 1939) impedía la simple solución de recurrir meramente al detonador de contacto, así que el BdU tiró por el camino de en medio y remitió a sus submarinos unas complicadas instrucciones para el disparo de salvas mixtas de torpedos de contacto y magnéticos (3 y 1 respectivamente en cada salva) a determinadas profundidades.

Foto del HMS Warspite durante los años 30, antes de la guerra. Este navío se salvó de numerosos ataques durante la campaña de Noruega merced a los defectuosos torpedos alemanes.


El 13 de abril el acorazado HMS Warspite y 9 destructores se dirigieron a Narvik para completar la aniquilación de los destructores germanos atrapados allí. Fueron atacados sucesivamente por U-65 y U-25 sin resultados, y un hidroavión del Warspite avistó y hundió al U-64 en la superficie. Tras eso la fuerza de superficie británica procedió hundir los buques germanos en Narvik, sufriendo 3 destructores británicos daños en el proceso. En la travesía de salida del fiordo de Narvik la fuerza británica se encontró bajo ataque de U-48, U-25, y U-51 que les dispararon torpedos uno tras otro y de nuevo sin aciertos, aunque tampoco sin sufrir bajas.


El 15 de abril una pequeña flota de superficie aliada compuesta por barcos de guerra y transportes de tropas se dirigió al área de Narvik para desembarcar una fuerza terrestre que expulsase a los germanos del puerto. Las operaciones de esta fuerza terrestre se vieron lastradas por la indecisión en su mando y el hecho de que malgastaron su superioridad naval desembarcando a cierta distancia de Narvik en lugar de hacerlo directamente en el puerto. Sin embargo, su aparición proporcionó a la U-Bootwaffe de una nueva oportunidad para distinguirse en esta campaña.


U-38 y U-65 lanzaron cada uno sus respectivos ataques con torpedos a diferentes objetivos... y una vez más no consiguieron acierto alguno. Tras eso dos destructores se destacaron de esta fuerza y bombardearon con cargas al U-49, cuya posición en un fiordo había sido revelada por los noruegos, obligándolo a emerger. Su tripulación pudo echarlo a pique antes de ser capturados, aunque marineros británico se pudieron hacer con una bolsa con un mapa que indicaba la posición de los sumergibles germanos en la zona.


En la noche del 15 al 16 de abril Günther Prien y su U-47 se adentraron en el fiordo de Vaags donde la fuerza aliada se encontraba anclada en el proceso de desembarco. Las siluetas de los buques inmóviles se solapaban unas a otras en la rada formando - en palabras del propio Prien - "un muro sólido ante mí". Era imposible fallar, incluso si los torpedos se desviaban un poco a un lado u otro. Sumergido, Prien lanzó una salva de cuatro torpedos a corta distancia...


... y no sucedió nada. Ni siquiera una alerta en la flota enemiga. U-47 emergió, recargó sus torpedos y lanzó otra salva de cuatro torpedos, uno de los cuales se desvió y estalló contra un acantilado pero sin más efecto. La frustración a bordo del U-47 al no conseguir ningún resultado tras disparar 8 torpedos resulta bastante comprensible. Por lo menos este segundo ataque tampoco generó alarma entre los británicos, y Prien pudo escapar del fiordo sin problemas a pesar de quedar encallado durante un tiempo.


El 16, tras recibir el informe de Prien sobre el fallido ataque, Dönitz llegó a la conclusión de que los torpedos tomaban una profundidad aún mayor de la supuesta y que los detonadores - tanto magnéticos como de contacto - no funcionaban como se esperaba de ellos. "... a todos los efectos, los U-Boote carecían de un arma", fue la conclusión del BdU, quien solicitó a su superior Raeder la retirada de todos los sumergibles de la zona de combate. El jefe de la Kriegsmarine coincidió con Dönitz y tras meramente una semana de operaciones la U-Bootwaffe se retiraba de la zona principal de combate de Narvil y Trondheim humillada y sin haber conseguido hundir ninguna nave enemiga. El resto de sumergibles germanos se retiraría el 26 de abril.


En el transcurso de la retirada se hicieron más ataques con torpedos, que únicamente consiguieron hacer aún más patente la falibilidad de los mismos. Ningún resultado. El propio Prien interceptó un convoy y, aunque transmitió su posición para que acudiesen otros sumergibles, prefirió no atacarlo. Tal como le comunicó a Dönitz a su retorno "no se podía esperar de él que luchase con un fúsil de madera" ("ihm nicht noch einmal zumuten könne, mit einem Holzgewehr zu kämpfen"). El único buque que los submarinistas alemanes consiguieron hundir en la campaña de Escandinavia fue un mercante británico de 5.200 toneladas, y habían sufrido la pérdida de 5 sumergibles para conseguirlo. La moral del arma en su conjunto había tocado fondo. ¿Qué sentido tenía exponer sus vidas al peligro si no era posible obtener resultado alguno de ello?.


La crisis de los torpedos.


Esta "Crisis de los torpedos" llevaba anunciándose desde el comienzo de las hostilidades. Recordemos que uno de los torpedos disparados contra el Athenia no había estallado. Los informes de fallos en los torpedos fueron persistentes durante los primeros meses, y habían sido tomados en serio por Dönitz, quien había propiciado cambios en la dirección del Torpedo Versuchsanstalt (TVA), el organismo militar responsable del diseño, prueba, y fabricación de los torpedos. Aunque parte de la responsabilidad por los fallos se achacó, no sin algo de razón, a errores e inexperiencia de las tripulaciones, la nueva dirección constató algunos problemas y se puso manos a la obra para resolverlos, amén de incrementar la producción. 


Aún así, en octubre de 1939 y tras ordenar Dönitz por un tiempo que se desconectase el detonador magnético, este departamento se apresuró a indicar de que los proyectiles circulaban a una profundidad mayor de lo indicado y que no habían dado aviso antes porque presumían que con el uso del detonador magnético dicho problema carecía de importancia. Este episodio nos deja muy claro cual era el estado mental del personal del Directorio de Torpedos.


Dönitz continuó aceptando la elevada tasa de fallos durante varios meses en parte porque esperaba que con la nueva dirección los problemas podrían ser resueltos en breve, y en parte porque desechar sin más el detonador magnético hubiera reducido notablemente la eficacia de los U-Boote, que hubieran necesitado disparar más torpedos para hundir sus blancos. La campaña de Noruega y la humillante retirada de los U-Boote de la misma forzaron a Dönitz a tomar medidas más decididas que las previas, contando para ello con el respaldo de su superior Erich Raeder.


Se llevo a cabo una revisión completa - de arriba a abajo - de los torpedos. Asimismo, se inició un consejo de guerra contra cuatro oficiales y funcionarios del departamento de torpedos, el cual determinó en febrero de 1942:

  • Que los torpedos navegaban a una profundidad tanto mayor de lo estimado en sus especificaciones como para rendir como inútiles tanto el detonador de contacto como el magnético.
  • Que el detonador magnético resultaba ser excesivamente sensible a las propias vibraciones del torpedo cuando éste se encontraba disparado en rumbo a su curso, resultando de ello detonaciones prematuras que alertaban a los enemigos y ponían a las tripulaciones de los U-Boote en peligro.
  • Que aunque el detonador de contacto estaba diseñado para hacer efecto en ángulos de contacto de 21º en adelante, en realidad no funcionaba en ángulos inferiores los 50º. En resumidas cuentas, era menos sensible de lo previsto.

En las fuentes de que dispongo no he podido hallar las condenas aplicadas a los acusados en este consejo de guerra.


La constatación y solución de todos estos problemas llevó bastante tiempo. En junio de 1940 se ordenó de forma definitiva el uso exclusivo de detonador de contacto, con lo que los torpedos germanos no resultaban más eficaces que los empleados durante el anterior conflicto de 1914-1918.  No fue hasta diciembre de 1942 cuando se pudo disponer de un detonador magnético fiable.


Es llamativo que, habiéndose producido fallos con los torpedos en los meses anteriores a Weserübung, durante la invasión de Noruega dichos problemas alcanzasen niveles escandalosos, con sumergibles que informaban de fallos en el 100% de los torpedos disparados. ¿Había algo especial en las aguas noruegas? ¿Realmente afectaba la masa terrestre de los fiordos al campo magnético y con ello a los detonadores?. ¿Si eso era así, como es que tampoco fallaban más que antes los detonadores de contacto?.


Una explicación plausible nos la da Dönitz en sus memorias cuando nos comenta que el 30 de enero de 1942 - más de año y medio tras Weserübung y al mismo tiempo que el consejo de guerra a los miembros del TVA estaba llegando a su fin - el U-94 envió un mensaje por radio mientras se encontraba de patrulla para informar que se habían saltado las normas relativas al mantenimiento de los torpedos y habían desmontado uno de ellos para inspeccionar sus componentes. Habían descubierto que el sistema que regulaba la profundidad de navegación del torpedo no estaba sellada de forma tan hermética como se precisaba de él, teniendo como resultado que la presión reinante dentro del casco de presión del submarino se trasladaba al aparato medidor de la profundidad, registrándola como la normal. Si la presión dentro de la nave era mayor que la que existía en superficie - algo frecuente, porque para no delatarse los sumergibles tendían a no expulsar el aire comprimido usado al eyectar los torpedos - el aparato de medición registraba la presión a nivel del mar como mayor de lo que era realmente y el torpedo seguía un curso más profundo del indicado.


Este problema tuvo especial incidencia durante las patrullas alrededor de Narvik y Trondheim como consecuencia de las características del área de operaciones. Como ya hemos indicado, las breves noches septentrionales forzaban a los U-Boote a permanecer sumergidos durante 19 y 20 horas, con lo que la presión dentro de los cascos se incrementaba bastante más de lo que habían experimentado los torpedos en los meses anteriores del conflicto. Esto provocaba que la profundidad a la que involuntariamente circularon los torpedos durante la campaña de Noruega fue incluso aún mayor que la experimentada previamente, y de ahí la elevadísima tasa de fallos en este arma.


Los importantes fallos de los torpedos son achacables a la impenetrabilidad de la TVA. Como ya hemos comentado, esta institución controlaba enteramente el proceso de diseño, prueba, y fabricación de los torpedos. No permitían inspecciones externas y, siendo los únicos expertos en el tema, consideraban su propia opinión como suprema y no estaban en absoluto dispuestos a admitir crítica alguna ni tampoco a hacer pruebas para corroborar la eficacia de las municiones que producían. Naturalmente, los cambios en la jefatura del departamento y la severidad del consejo de guerra impulsado por Raeder sirvieron para mejorar la situación y resultados de este departamento. Dönitz, en retrospectiva, afirma que la Kriegsmarine hubiera estado mejor servida si en lugar de dejar la fabricación de los torpedos a un organismo tan onanista como el TVA se hubiera lanzado un concurso público y permitido el diseño y fabricación a la competencia de empresas privadas.


Conclusiones.


Durante los primeros 8 meses de la Segunda Guerra Mundial - de septiembre de 1939 hasta abril de 1940 - la U-Bootwaffe había conseguido echar a pique casi 800.000 toneladas de desplazamiento de buques tanto aliados como neutrales, tanto militares como mercantes. Un logro notable para lo que había sido un arma bastante menospreciada dentro de la Kriegsmarine.


23 sumergibles habían sido hundidos en ese tiempo y, al contar únicamente con 15 nuevos reemplazos la fuerza bajo el mando de Dönitz terminó este período con una fuerza menor que la que disponía al comienzo del conflicto. En consecuencia, y aunque se habían librado de las directivas operativas que guiaron a sus predecesores durante la Primera Guerra Mundial, los U-Boote eran insuficientes en número para ser desplegados conforme a la Rudeltaktik como deseaba el BdU.


Mientras que las minas navales iban camino de perder su efectividad sin que nadie en la Wehrmacht lo advirtiese, la efectividad de los torpedos germanos había tocado fondo de forma bastante palpable en abril de 1940 y a consecuencia de ello iniciarían un lento y laborioso proceso de corrección y mejora que no daría sus últimos frutos hasta 1943.


Este período de logros iniciales y aprendizaje para los U-Boote se cerró con la campaña de Escandinavia, en la que los sumergibles germanos fueron empeñados en apoyo a operaciones terrestres. Esta era una misión nueva para los submarinos, no ya alemanes, sino de cualquier país del mundo. Lo patente de su fracaso en este empleo tuvo una consecuencia determinante en el futuro como resultado de las conclusiones tácticas y estratégicas que se extrajeron de la campaña.


Obcecados por el elevadísimo porcentaje de fallos en los torpedos combinado con las numerosas ocasiones en las que los U-Boote tuvieron a importantes buques de guerra enemigos a tiro, el alto mando alemán (tanto en la Kriegsmarine como en el OKW) llegó a la conclusión de que el fracaso de sus sumergibles durante esta campaña se debía exclusivamente a los mencionados fallos técnicos, y no se hizo una revisión más profunda de lo ocurrido.


Lo cierto es que los sumergibles de la Segunda Guerra Mundial eran armas inadecuadas para el apoyo de operaciones en tierra. Es más, tal uso violaba una regla fundamental de la estrategia militar al exponer esta fuerza allí donde la defensa enemiga era más fuerte, en lugar de donde es más débil. Independientemente de las horas de luz disponibles en las latitudes en las que tuvieron lugar las operaciones, todos los buques enemigos de la zona disponían de la cobertura aérea y de escoltas de superficie más densa que podían desplegar los aliados a esas alturas de la guerra. El área de combate en apoyo terrestre son aguas poco profundas, que privan parcialmente a los sumergibles del abrigo de la profundidad (y en el caso de Noruega, estás aguas costeras estaban constreñidas lateralmente por las paredes de los fiordos). Es decir, eran menos efectivos.


Tras las operaciones Dönitz hizo una estimación por la cual los fallos de los torpedos habían supuesto el fracaso en los ataques a 1 acorazado, 7 cruceros, y otra docena de barcos incluidos transportes de tropas. Lo que no parece que tuvo en cuenta fueron las bajas adicionales que hubiera tenido que asumir por estos logros. ¿Sería que las bajas causadas al enemigo las compensaban?. Los aliados también sacaron conclusiones tras esta primera operación anfibia de la guerra. Parece que fueron bastante conscientes de lo expuestos que habían estado a los fallidos torpedos de los U-Boote, y en futuras operaciones de desembarco la defensa antisubmarina sería aún más intensa e impenetrable. En cambio, para Dönitz todo el problema estaba en los torpedos, y resuelto esto los buques capitales y transportes de tropas enemigos serían hundidos a placer.


Esta perspectiva del BdU no haría sino sumarse al geocentrismo del alto mando alemán, teniendo como consecuencia que en el futuro los sumergibles quedarían subordinados en más de una ocasión a las operaciones militares en tierra. Ello restaría sumergibles de las operaciones contra convoyes en alta mar, que eran su punto fuerte y su principal función estratégica.


Epílogo. Westfeldzug.


Una solución parcial al problema de los torpedos se la encontró Dönitz mientras aún duraban las operaciones en Noruega. El 5 de mayo de 1940 el sumergible británico Seal era capturado en el Mar Báltico. Al inspeccionar los torpedos británicos los técnicos del TVA se encontraron con que el detonador de contacto del enemigo era mucho mejor que el propio, y se optó por copiarlo.


Antes de que los nuevos detonadores de contacto pudieran estar listos, Dönitz envió el 15 de mayo a un único submarino en patrulla al Atlántico. Se trataba del Tipo IXA U-37, y su zona asignada eran las aguas al noroeste de Finisterre. Tras informar de más fallos con los detonadores magnéticos que terminaron de convencer al BdU de abandonar su uso, llevó a cabo una patrulla exitosa retornando el 9 de junio con 10 barcos y 41.000 toneladas en su haber. El éxito de Victor Oehrn - comandante del U-37 - disipó el desánimo en la U-Bootwaffe. Las tripulaciones encontraron ánimos para hacer frente a la adversidad para hundir más buques enemigos.


Pero lo que realmente volvió las tornas en la guerra de Alemania contra las rutas mercantes aliadas en la Segunda Guerra Mundial no tuvo lugar en el mar, sino en tierra al mismo tiempo que U-37 llevaba a cabo su patrulla. La Campaña de Francia (Westfeldzug) comenzaba el 10 de mayo, y en 5 semanas la Wehrmacht doblegaba a Francia, que hasta entonces se suponía dotada del mejor ejército del mundo, y ponían en fuga a sus aliados británicos. El régimen nazi impuso un tratado por el cual una importante parte de Francia permanecería ocupada mientras prosiguiera la guerra contra la Commonwealth. Esta ocupación incluía toda la costa atlántica francesa, y desde los puertos de esa costa los U-Boote zarparían durante uno de sus momentos más gloriosos de todo el conflicto.

martes, 17 de octubre de 2017

Hasta un reloj estropeado da bien la hora dos veces al día

El origen de esta entrada está en un capítulo del podcast "Jugando con los Abuelos" en el que fui invitado a participar. Trataba sobre la SGM en el Océano Pacífico y los invitados hablamos sobre varios juegos, entre los que se encontraba Fire in the Sky, que acumuló críticas mías y de otro invitado, Julius Fairfax.

Dicha entrada, a su vez, ha cosechado unos comentarios defendiendo dicho juego y, lo que encuentro especialmente errado, la viabilidad histórica de la representación que hace del conflicto. Francamente, no me he podido contener. Desde el respeto por las opiniones de otros y el conocimiento que tengo sobre el tema cabe la posibilidad de que alguien se divierta con dicho juego, pero defenderlo como recreación histórica de la Gran Guerra del Pacífico es algo completamente errado. Mi opinión del juego, si bien no es tan extrema como la de Fairfax (en el programa el afirma que el aspecto visual del juego es lo único que funciona del juego, y yo no pienso así), si que es lo bastante negativa como para que me vea obligado a recoger dichos comentarios como quien recoge un guante arrojado ante sí, y les dé debida respuesta.
Eso que cae ardiendo del cielo es la credibilidad del juego.

Poneros cómodos, y coged palomitas y refresco. Que esto va para rato. Inicialmente iba a hacer un comentario de respuesta en la propia página del podcast, pero lo que escribía fue creciendo, y lo mejor era trasladar el texto a una entrada de este blog. La cosa ha crecido tanto que ya no cabe considerarse sólo como una respuesta a unas comentarios, va más allá. En momentos es una especie de reseña del juego, y en otros un poco un tratado sobre la guerra naval en general, y la Gran Guerra del Pacífico en concreto, dado que me ha sido necesario revisar la historia para dejar claro que es histórico y que no lo es.

Ya he dicho que yo no pienso que lo único que funciona de FitS sea la espectacular maquetación. Hay que entender que en un medio como un podcast el tiempo es limitado, y añadir algo a la sentencia de mi compañero de programa hubiera significado alargar el tiempo del audio. Dado que no es mi programa, y sólo soy un invitado, me muestro muy respetuoso con el tiempo y comentó algo únicamente cuando lo considero imprescindible. En el caso del comentario de Fairfax sobre FitS, no quise añadir nada para no iniciar una discusión y porque mi opinión del juego, aún siendo diferente de la suya, es también bastante negativa, y eso era lo que su comentario dejaba claro.

Un compañero mío de trabajo me dijo una vez "Ni queriendo se puede hacer todo mal". Esto mismo se puede aplicar al FitS y a las alabanzas que vertéis sobre él. Efectivamente, FitS logra recrear el avance japonés inicial, la recuperación aliada, y su brutal superioridad material posterior. Pero es que ese mismo logro lo tienen casi todos los juegos de la Campaña del Pacífico. Es el resultado de emplear un artificio de diseño tan fácil como darle muchas más unidades y recursos al japonés al principio, e ir incrementando los del aliado paulatinamente primero, y mucho más rápidamente a partir de 1943. Es algo tan sencillo y extendido, que no considero que haya que atribuirle ningún mérito a FitS por ello.

Recuerdo como, al comprar el juego, me parecía novedoso como el sistema de puntos de transporte y combustible resaltaba el aspecto logístico de la guerra. Pero entonces FitS era el primer juego que me compré sobre la Guerra del Pacífico, y posteriormente he podido ver como otros juegos recogen de una u otra forma las dificultades logísticas de ambos bandos. La única excepción que se me ocurre es Victory in the Pacific (VitP), que pasa olímpicamente del tema. Pero VitP es lo que es, un juego de introducción, más que nada para divertirse. Y aún así ya veremos que en conjunto lo hace mejor que FitS.

Lo que he hecho hasta ahora es relativizar, que no negar, las bondades de FitS. Realmente, no son para tanto. Ahora empiezo con la crítica en sí del juego. Lo que está mal. Me centro en tres aspectos del juego que, sin lugar a dudas, no solamente hacen imposible presentar FitS como recreación histórica en forma alguna, sino que, lo que para mí es incluso peor, generan estrategias degeneradas que perjudican notablemente la jugabilidad. Estos tres aspectos son: Los puntos de transporte; El sistema de combate; Los destructores.

Los puntos de transporte y el ataque a Pearl Harbor.

Empecemos por los puntos de transporte. Estos pretenden recoger la dificultad logística del cambio de base de buques de guerra, dado que con ellos hay que transportar suficiente combustible para que puedan operar de forma continuada en la nueva zona, las piezas de recambio, los talleres, el personal que atiende todo eso, y el alojamiento para ellos y las tripulaciones. Hasta ahí bien. Tanto yo como Fairfax criticamos que el americano no tenga suficientes puntos para mover una parte muy significativa de sus fuerzas, que acaban apiladas en Pearl Harbor sin poder moverse ni ser empleadas para nada. Hasta que punto es bueno que un juego te de piezas con las que no puedes hacer nada, ni siquiera moverlas para entablar combate, es algo que se me escapa. Mucho menos el mensaje que con ello se da sobre esta guerra: que los americanos fueron tan estúpidos como para construir más barcos de los que podían movilizar.

Pero lo peor de este sistema de puntos de transporte es la estrategia degenerada que provoca. Justo al comienzo, en Pearl Harbor.

Jugué bastante a FitS en su momento. Y todas las partidas fueron con un amigo que es muy bueno destripando juegos. Él fue quien dijo que en el ataque inicial a Pearl Harbor al japonés lo último que le conviene atacar son precisamente los acorazados. Yo le dije que no, que no era posible. Históricamente los barcos grandes eran el objetivo primordial del ataque, era imposible que un juego que recrease esta guerra premiase una estrategia que no tenía ningún sentido históricamente. Pero entonces él jugó con los japoneses y me demostró que, efectivamente, en FitS la mejor estrategia japonesa para retrasar la reacción aliada es que en el ataque a Pearl Harbor sean destruidos los cruceros, los destructores, y los puntos de aviación, dejando intactos a los acorazados.

¿Cómo es esto posible?. Mi colega llamaba "escopeteros" a los acorazados americanos iniciales en PH. Tenían mucha potencia de fuego, pero un alcance rídiculamente corto (4 hexágonos, 2 en reacción) lo que obliga a tener que basarlos en puertos más cercanos al enemigo, es decir, a moverlos más lejos, si se quiere hacer algo con ellos. Mover más lejos cuesta más puntos de transporte, y eso encima con las fichas que mayor coste en puntos tienen (2 en general, y 2 y 1/2 en el Maryland). Echando cuentas, mover un acorazado a distancia de reacción de Nueva Guinea y Rabaul cuesta entre 4 y 6 puntos de transporte, de los 14-16 por turno que el americano tiene hasta 1943. Es decir, ni gastandose todos los puntos tiene para mover todos los acorazados de PH (4 en total) a una distancia como para poder hacer algo más allá de Midway.

En cambio, los cruceros y los destructores son mucho más económicos en términos de coste de transporte (lo llamaré peso) y además tienen el doble de alcance que los escopeteros, por lo cual son mucho más útiles a la hora de dejar al japonés con la duda de hasta dónde puede llegar la reacción naval americana. Los aviones son el plato fuerte de mi crítica más tarde, pero también son baratos de transportar y al menos tienen un ZOC que bloquea el movimiento naval japonés. Por esto el ataque a PH debe centrarse en las unidades ligeras y aviones, y dejar de lado a los acorazados de mierda que hay allí. Esta estrategia no es solo recomendable, es que es la única recomendable. Probadla, por favor, y lo veréis. Ralentiza al americano más que ninguna otra. No solamente es totalmente ahistórica, sino que también limita las opciones del juego a solamente una.

No sé vosotros. Pero yo ya me imagino la escena. Es 1941 y Yamamoto ha encargado a Minoru Genda la planificación del ataque a PH. Tras varios días encerrado en su camarote, Genda sale disparado hacía la cabina del almirante. ¡Yamamoto! ¡Ya lo tengo! ¡Tenemos que atacar a los cruceros, los destructores, y los aviones, y pasar de los acorazados! ¡Los americanos son tan tontos que no se han dado cuenta de que no los pueden mover todos! ¡Los acorazados no son una amenaza real!. A Yamamoto se le ponen los ojos como platos y grita ¡GEEEEEEEENDAAAAA!. Parece sacado de un manga bastante malo. Pero es la clase de situación a la que lleva FitS. Más adelante en el juego al americano le llegan acorazados con un alcance más decente, pero incluso en 1944 le siguen entrando de refuerzo otras dos fichas de escopeteros cuyo uso es totalmente antieconómico según las reglas del juego. ¿Qué es lo mejor que puede hacer con ellas?, dejarlas en PH sin hacer nada. Tocate los cojones en Torrelodones.

La aviación y el sistema de combate en general.

Alguien dirá ahora, Ethelberto, ¿y los portaaviones?. No has dicho nada de los portaaviones. ¡Ay!, prepararos, porque ahora viene todo lo gordo.

El papel de la aviación, y con ella de los portaaviones, en FitS es muy subordinado. Y eso en el mejor de los casos, porque llega a ser completamente inútil. Especialmente en el caso de los portaaviones. La aviación basada en tierra es barata en puntos de transporte y tiene un ZOC que estorba el movimiento enemigo. Los portaaviones no disfrutan de tal efecto de área, y una vez empleados hay que gastar de nuevo puntos de transporte para traerlos de vuelta al área de operaciones.

Esto requiere más explicaciones. Pero los que ya han jugado a FitS sabrán ya por dónde estoy yendo.

Vamos a suponer que el jugador japonés quiere lanzar un ataque. Pongamos que es sobre el atolón de Midway. Quiere hacer de ello la batalla decisiva, así que emplea en ello casi toda su flota. Hay varios Task Forces. Uno de ellos compuesto por dos fichas de portaaviones (Kaga/Akagi y Hiryu/Soryu) un acorazado o crucero, y el destructor de escolta de costumbre. Otros TF se forman alrededor de cruceros, acorazados (incluidos Yamato/Mushashi) y la ficha de fuerzas de tierra junto con sus destructores.

La reacción americana, desde PH, consta de 2 TF. Cada uno con una ficha de portaaviones, un crucero, y un destructor. Además de eso, Midway esta guarnecida por el máximo de puntos de aviación, unos 4 en total.

En la batalla aérea subsiguiente cada bando ataca a los portaaviones del otro. Los japoneses logran hundir una ficha de portaaviones americana y destruir un punto de aviación basada en Midway, pero pierden sus dos fichas de portaaviones en el ataque aéreo americano.

Lo que he descrito hasta ahora es el transcurso de la batalla de Midway en junio de 1942. Tras perder los portaaviones, los japoneses optaron por retirarse, carentes de toda cobertura aérea. Hicieron bien, porque al día siguiente, mientras se retiraban, perdieron un crucero pesado y tuvieron otro seriamente dañado por ataques aéreos.

En FitS, en cambio, la batalla continúa. Le toca el turno al grueso de los acorazados y cruceros que el japonés ha traído consigo. Como sería suicida oponer sus dos fichas de crucero a semejante fuerza, el americano se retira. Los japoneses invaden la isla de Midway sin oposición.

No me he inventado nada de esto. Aquí y ahora reto a cualquiera que reproduzca el curso histórico de la batalla de Midway con las reglas y fichas de FitS. Es imposible. En el combate la aviación tiene sólo una ronda de ataque, tras lo cual ya no interviene. En cambio, los combates de superficie "al cañón" tienen lugar durante varias rondas hasta que uno de los bandos es destruido o se retira. Con los aviones puedes tener suerte y dañar o hundir algún barco oponente, pero el resto pasa y logra el dominio naval de la zona.

La fuerza aérea no vale para casi nada en este juego. En mis partidas una y otra vez me vi defendiendo bases con aviones y portaaviones, para tener que retirarme ante una fuerza de acorazados y cruceros. Esto no es una opinión mía. Es la cruda realidad. Los portaaviones no valen para casi nada. Los acorazados son los reyes del mambo en este juego. La aviación, en el mejor de los casos, tiene un papel accesorio en la batalla, debilitando la formación de acorazados/cruceros enemiga antes de la batalla decisiva, que es siembre la luchada al cañón.

Ya me imagino la escena. Es el 5 de junio de 1942, el día tras la batalla de Midway. En el portaaviones Enterprise los pilotos se dirigen a la sala de conferencias, satisfechos y orgullosos tras haber destruido 4 portaaviones japoneses el día anterior. El jefe de la agrupación aérea les informa de que se vuelven a Pearl Harbor. "¡Ja! ¡Ja!, esos japoneses emprenden la huida después de la paliza que les dimos ayer", dice un piloto. "No, no", le aclara el jefe, "siguen aproximándose a Midway con todo lo que tienen, hay un montón de barcos enemigos a distancia de ataque". El piloto pregunta "¿y porqué no les atacamos? ¡les podemos aplastar!". El jefe de grupo le informa de que la aviación siempre ataca sólo una vez, y después de eso se piran. Ya no pueden atacar más. El piloto concluye "creo que voy a pedir que me trasladen a los guardacostas".

La cosa se pone aún mejor. En el ejemplo que he puesto de la batalla de Midway en FitS, existe una forma en la que el americano puede detener la invasión japonesa. En la ronda de ataque aéreo-naval pasa olímpicamente de los portaaviones japoneses y ataca directamente a la unidad terrestre embarcada que forma parte de la invasión. Si le hace suficientes puntos de daño la puede hundir. Es factible para las unidades pequeñas (regimientos de 2 puntos y divisiones de 4), y casi imposible para los ejércitos de 8 puntos. Pero es la mejor forma (casi la única) que tienen los portaaviones de detener invasiones en este juego. En el peor de los casos, debilitan tanto a la ficha de invasión como para poder prolongar el combate terrestre durante más turnos. Eso sí, para eso tienen que ignorar totalmente cualquier otro barco enemigo.

Pero esto, lejos de salvar a los portaaviones en FitS en términos del juego y de reconstrucción histórica, los hunde aún más. Lo cierto es que no sirven ni para cubrir tu fuerza de invasión, que era la misión número uno de toda fuerza de portaaviones. Incluso por encima de atacar a los barcos de guerra enemigos. Nadie sabía esto mejor que los americanos, que construyeron docenas de pequeños portaaviones de escolta que no servían para operaciones ofensivas, pero que tendían una cobertura aérea que servía para que ningún ataque llegase a los transportes.

En la SGM en el Pacífico exponer a tus transportes sin cobertura aérea suficiente tenía consecuencias desastrosas. Por desesperación los japoneses lo intentaron una vez en Guadalcanal. Varios transportes fueron hundidos en el trayecto, y los pocos que llegaron (de noche, cuando no podían atacarles los aviones) tuvieron que embarrancar en la costa y fueron destruidos por la aviación de la base Henderson con todavía mucho material en las bodegas.

En el Mar de Bismarck, en 1943, un convoy de tropas japones fue hundido entero por aviones aliados basados en Nueva Guinea. Tras perder la cobertura de sus portaaviones en la batalla del Mar del Coral, la fuerza japonesa de invasión de Port Moresby se dio la vuelta. Los americanos también habían perdido sus portaaviones, pero la aviación basada en Port Moresby y en Australia aún podía causar grandes bajas o destruir totalmente la fuerza.

En el caso de Midway, la fuerza de invasión se encontraba a cientos de kilómetros a la retaguardia de la fuerza de portaaviones de Nagumo. Esto era así por un buen motivo. Todo hijo de vecino sabía y sabe que exponer a transportes a la aviación enemiga es fatal. La misión de Nagumo era precisamente aplastar toda oposición aérea, de Midway o de los portaaviones que se encontrase. A nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido enviar los transportes junto con el resto de la fuerza en primera línea. Pero hete aquí que FitS supone que todos los Task Forces que participan en un ataque llegan al mismo tiempo, y pueden todos ser sujetos al ataque aéreo enemigo antes de que tus propios portaaviones la neutralicen. 

El combate en FitS en general, y la representación de la aviación en particular son un despropósito monumental. Personalmente pienso que afecta seriamente a la jugabilidad, al reducir las opciones tácticas de los jugadores. Esto alguien todavía me lo podrá discutir, pero lo que resulta imposible es que alguien defienda FitS como recreación histórica de la Gran Guerra del Pacífico. Para nada.

Es posible que en momentos tardíos de la partida, en 1944-45, los portaaviones puedan por fin cumplir su doble función de cobertura y ataque a navíos oponentes. Pero eso sólo es posible por mera acumulación de masa aeronaval (los americanos tienen una abrumadora cantidad de portaaviones) más que por la utilidad de las unidades en sí. Si junto 20 ó más puntos de aviación de portaaviones frente a 4 del enemigo o así, pues la cobertura aérea está asegurada al 99%. La cobertura frente a flotas de superficie enemiga, no tanto, porque aún se te puede colar algún buque de superficie.

Los acorazados siguen siendo el arma anti-barco más efectiva del juego. Y es que pagas puntos de transporte tanto para traer a los portaaviones como a los acorazados, pero estos permanecen hasta que ser hundidos o derrotar a la fuerza naval enemiga. Como ni los que defienden FitS pueden negar que los puntos de transporte americano no sobran. La decisión está clara. Incluso desde 1944 los portaaviones se quedan en la Increíble Pila de Fichas de Pearl, y saco todos los acorazados y cruceros. Si me sobra algún punto de transporte, pues a lo mejor saco algún que otro portaaviones, mira. Pero nada más.

Algunos podrán indicar que estoy cayendo en una incoherencia. Más arriba he indicado que la mejor estrategia en el asalto a Pearl Harbor es atacar cualquier cosa menos los acorazados. Y sin embargo, ahora estoy diciendo que los acorazados son dominantes en el juego. ¿No debería ser mejor atacar los acorazados en PH como sucedió históricamente?. La aparente incoherencia no es tal. El objeto de atacar PH es ralentizar al americano y disponer de mano libre para hacer conquistas en los primeros turnos, y este objetivo se logra mejor dejando intactos a los barcos que más puntos de transporte cuestan y menor radio de acción tienen.

Posiblemente me este repitiendo. Pero la única aviación que se salva un poco en FitS es la basada en tierra. Sigue siendo igual de poco efectiva en combate que la naval, pero cuesta poco transportarla, ejerce una Zona de Control bastante efectiva para detener al adversario, y lo mejor de todo: no se vuelve a PH después de usarla.

Los destructores.

Resulta llamativo que FitS sea el único juego que, en la escala que representa, incorpore a los destructores como unidades separadas. Pacific War y Empire of the Sun también lo hacen. Pero ambos operan a un nivel de microgestión que resulta bastante evidente al echar un vistazo a sus mapas. Por supuesto, PW se lleva la palma en microgestión.

El resto de juegos - Victory in the Pacific, Pacific Victory, y Asia Engulfed - asumen que la escolta de destructores es inherente a las unidades mayores (de cruceros para arriba) que si vienen en el juego. FitS, funcionando a la misma escala, si tiene fichas de destructores.

En principio, me pareció una buena idea. Añadía un nivel más de decisión, y además servía para recrear la dinámica de la guerra submarina norteamericana contra la flota mercante nipona. Pero en retrospectiva me parecen un añadido prescindible por tres motivos: 1) Falta de realismo histórico; 2) Mecanismo innecesario; y 3) Posible estrategia degenerada.

1) Falta de realismo histórico. 

FitS pone al jugador japonés en la tesitura de destacar parte de los destructores que tiene en su flota como escolta para la flota mercante. Tiene 12 fichas de destructores al inicio. No recibe más. Mientras están en tarea de escolta de transportes, cada tirada contra los submarinos aliados cuesta un punto de combustible. Los que no están destacados a esta tarea, están disponibles para escoltar a los portaaviones, acorazados, y cruceros en una función que también es primordialmente la de cubrirlos de ataques de submarinos.

Históricamente los japoneses comenzaron la guerra con 113 destructores, y 63 más fueron construidos durante el conflicto (la fuente aquí). También se pueden añadir otros 9 "destructores de segunda clase". No pocos de ellos fueron empleados en algún que otro momento como escoltas de convoyes de mercantes. Sin embargo, los japoneses no tardaron en darse cuenta de lo mismo que habían notado todos los países que se enfrentaron a amenazas submarinas en sus líneas de comunicación: que dedicar destructores de flota a tareas de escolta de convoyes es como enviar al mayordomo en el Ferrari Testarrosa a comprarte un paquete de chicles en el colmado de la esquina. Un derroche.

Los destructores de flota son buques que desarrollan grandes velocidades (+28 nudos) y tragan combustible en cantidades prodigiosas para su tamaño. Además están tremendamente bien armados, con torpedos, varias piezas de artillería, cañones antiaéreos, y cargas de profundidad.

Pero resulta que los sumergibles de la SGM eran máquinas tremendamente vulnerables, y lentas debajo del agua. En la superficie eran algo más rápidos (20-21 nudos en el caso de los americanos) pero tampoco demasiado. Lo único que necesitas para espantarlos e incluso hundirlos es montar una o dos piezas de artillería en un pequeño barco de 16-20 nudos de velocidad máxima y dotarlo de varias docenas de cargas de profundidad.

Mientras que los destructores de flota pueden ser dedicados a la escolta tanto de navíos de guerra como buques mercantes, los escoltas diseñados exclusivamente para proteger mercantes no pueden acompañar a los navíos de guerra a causa de su escasa velocidad. En términos de FitS podrían ser representados por unas fichas que están ancladas en la caja de escolta a mercantes y no pueden ser movidas de allí.

Veamos ahora (empleando la misma página que ya he enlazado varias veces) cual fue el esfuerzo nipón para poner en marcha una escolta exclusiva para sus mercantes:
  • Se construyeron 64 "Sub Chasers" (no se me ocurre una denominación en español, "cazasubmarinos" me parece demasiado exagerado para estos barquitos). En esta categoría hay que añadir 30 pequeños barcos de la Marina Holandesa que fueron requisados y reconvertidos a esta función. Y otros 200 mercantes reutilizados dentro de esta categoría. Fuente aquí.
  • Se emplearon 178 barcos de escolta, 2 de ellos buques chinos requisados, el resto construidos por Japón.
  • Finalmente, se denominan 21 "botes de patrulla" entre barcos de construcción japonesa y otros requisados a las potencias aliadas.
Posiblemente se empleasen más barcos que estos en tareas antisubmarinas, pero estos son aquellos de cuya función como escolta antisubmarina estoy más seguro. Si nos dejamos fuera a los 200 mercantes clasificados como "Sub Chasers" (porque tampoco estoy seguro de cuan efectivos serían como tales), hay unos 293 buques de escolta antisubmarina de diverso tipo que se pueden calificar de "escolta dedicada a mercantes". Muchos más que los 185 destructores de flota que disponía la Marina de Guerra Imperial, que además nunca llegaron a ser 185 porque muchos de los 63 que fueron construidos reemplazaban bajas de combate.

Lo que quiero decir con todo esto es que la decisión que plantea el juego entre escolta de mercantes y escolta de buques de guerra es falsa en términos históricos. No había tal decisión que tomar. Puntualmente, en algunas zonas peligrosas cerca de las fuerzas enemigas, o cuando un convoy era especialmente importante, se empleaban destructores de flota en escolta a mercantes, transportes, y petroleros. Pero no tenía ningún sentido destacar a estos barcos escasos, sobrearmados y sobreequipados para la guerra antisubmarina, caros de construir y caros de mantener para tareas de escolta de mercantes durante cualquier período de tiempo prolongado. Resultaba mucho más razonable - sobre todo en términos económicos - tomar cualquier barco pequeño de 16-20 nudos de velocidad, pasarlo 2-3 semanas en una dársena para armarlo, meterle una tripulación de reservistas... ¡y a correr!. Y de hecho, eso fue lo que hicieron los japoneses. Lo dicho, que la decisión que plantea FitS no se produjo en realidad.

Aún hay otro motivo para la falta de realismo de los destructores en FitS. Pero de momento lo dejamos para el punto 3, con el que está relacionado.

2) Mecanismo innecesario.

Se considerase como se considerasen los destructores en el juego, es difícil que el jugador japonés dedique más de 2 fichas de destructores a las tareas de escolta de mercantes. Cada ficha así empleada gasta 1/2 punto de combustible por turno. Dado que la producción de petróleo japonesa es de 12 puntos por turno como máximo, y puede ser efectivamente menor por las pérdidas de mercantes, destinar más de 2 puntos de combustible por turno a defensa antisubmarina es muy peligroso para el japonés. Meter una cantidad alta de fichas de destructor a escolta de mercantes no es viable en términos de consumo de combustible y porque deja al resto de la flota escasamente cubierta. De hecho, en los primeros 6 turnos no interesa meter más de 2 fichas, porque el americano no hace más de 2 tiradas de submarinos hasta el turno 7.

Así que tenemos unas 8-10 fichas (Japón tiene 12 en total en FitS) que van a estar destinadas sí o sí a escolta de flota. No participan en la decisión entre escolta de flota y escolta de mercantes. Sobre todo porque a los destructores en escolta de mercantes no les puede pasar nada. A todos los efectos es como si no existieran, salvo por el consumo de combustible que hacen para las tiradas antisubmarinas o para sacarlos de esa tarea por bajas en la escolta de flota.

Para esto, resulta mejor prescindir enteramente de las fichas de destructor en FitS, y dejar que la guerra antisubmarina de los mercantes se represente gastando 1/2 punto de combustible por tirada, como ya se hace. Se puede poner un tope de 3 puntos de combustible gastados así por turno. De esta manera, además se recrea de forma más realista la lucha antisubmarina japonesa cuyo grueso, como hemos visto, fue desempeñado por unidades auxiliares y pequeñas embarcaciones. A las unidades de flota se les puede dar por sentada una escolta de destructores intrínseca, como hace el resto de juegos que funciona a la misma escala que FitS.

Retirando a los destructores, además, se elimina uno de los principales motivos de complicación contable en el juego a costa del consumo de combustible nipón. Resulta que cuando, efectúan operaciones a 5 o más hexágonos de distancia, cada ficha de barco japonés ha de pagar 1.5 puntos de combustible por su "peso" en transporte. Como el peso de un destructor es de 1/2 puntos, el consumo en estos casos es de 0.75 puntos de combustible por destructor, lo que mecánicamente se resuelve girando la ficha de puntos de combustible nipones en cuartos de vuelta (90 grados). Esto se presta a confusión porque se combinan con otros giros de media vuelta (180 grados). Y además no sirve para nada porque las fracciones de puntos de combustible se pierden y se redondean hacía el número entero inmediatamente inferior al final del turno (20 y 1/2, 20 y 1/4, y 20 y 3/4 se convierten al final en 20).

Quitándonos todas esas fichas de 1/2 puntos de transporte cada una y que ya hemos visto que no cumplen función de realismo histórico ni de decisión relevante en el juego, aligeramos notablemente la contabilidad en el juego (aún queda algún que otro barco con fracciones de punto de peso) y además el americano pasa a disponer de 1 ó 2 puntos de transporte libres por turno (los que gastaba en mover a los destructores), de esos que no le sobran y que seguramente agradece. Dado que históricamente los americanos no parece que tuvieran escasez de destructores en el Pacífico, y que el propio juego reconoce que no hay suficientes fichas para todos los refuerzos norteamericanos de destructores, creo que prescindir de los destructores en FitS aporta únicamente ventajas. Es un concepto de diseño superfluo, innecesario, y engorroso.

Pero si aún así te quieres aferrar a tus fichas de destructor en FitS, por favor sigue leyendo el punto 3.

3) ¡Atacad los destructores!

En las últimas partidas que jugué al FitS con este amigo al que ya he mencionado varias veces - y que alguno puede que esté maldiciendo - él demostró bastante interés por hundir los destructores enemigos. Concebía que haciéndolo se dejaba a las Task Forces desnudas ante ataques submarinos, cuyos impactos son especialmente efectivos.

He de confesar que no llegamos a probar del todo esa estrategia porque las partidas se eternizaban y no llegaban a acabarse. Este compañero mío pretendía emplearla contra el americano. Algo a lo que yo no veía sentido alguno porque los E.E.U.U. reciben un suministro constante e inagotable de destructores durante toda la partida. En cambio, yo si que consideraba que tenía perfecto sentido aplicarla contra el niṕon.

Japón tiene 12 fichas de destructores en este juego. Están desplegadas al inicio de la partida y no recibe más en los 16 turnos que puede llegar a durar una partida. Teniendo en cuenta que puede destinar 2-4 de esas fichas a protección de convoyes, le quedan 8-10 fichas para la cobertura antisubmarina de la armada. Si desde el primer turno los esfuerzos aliados se dedican a hundir esos destructores a cualquier coste - siendo el objetivo prioritario de ataques de submarinos, de aviones y, si sobreviven a lo anterior, de buques de superficie - la cantidad de los mismos puede bajar de forma dramáticamente rápida.

Varios factores favorecen esta estrategia. Primero, son las fichas navales más fáciles de "hundir". Tras un impacto se hace una tirada contra el factor de defensa de la ficha, y el de los destructores es el más bajo. Segundo, a diferencia de otros tipos de unidad, el japonés no recibe más refuerzos de destructores. Cada destructor hundido no vuelve a la partida.

La posibilidad de hundir todos los destructores japoneses en el juego es bastante real. Dado que en los primeros turnos el japonés ha de mostrarse bastante activo (por estar en la ofensiva) y movilizar varios Task Forces, el mayor desgaste de destructores puede suceder en esos turnos.

Ya he comentado que no llegamos a probarla, pero como estrategia es muy atrayente. Incluso sin llegar a liquidar todos los  destructores nipones, reducir su número hasta lo crítico limita tremendamente la capacidad de reacción nipona ante cualquier ataque aliado. Al japonés tampoco le sobran los puntos de transporte, y los destructores son las fichas más "baratas" de mover. Además están entre las que tienen una mayor capacidad de reacción. 4 hexágonos, frente a unidades más potentes que alcanzan a menos distancia.

Por último. Si se eliminan suficientes destructores de la armada al comienzo de la partida, el jugador japonés seguramente se vea obligado a trasladar destructores de escolta de mercantes a servicio de flota justo (en el turno 6) cuando se incrementa tanto el número de puntos de submarino americanos (pasa de 2 a 4) y su efectividad (pierden penalizaciones en ataques a Task Forces y ganan bonificaciones en ataques a mercantes).

Este cambio en el turno 6 hace especialmente atractiva el acoso y hundimiento de los destructores nipones, en tanto que los puntos de submarino americanos son la forma más efectiva que el jugador aliado tiene para combatir al japonés. ¿Por qué?. ¡Porque no necesita puntos de transporte para emplearlos!

Hay, pues, muchos incentivos para emplear esta estrategia como La Estrategia a emplear por el jugador aliado, dejando de lado cualquier otra y empobreciendo la variedad de opciones que el juego presenta. En resumen, puede ser una forma de "romper" el juego. Ya he dicho como consideraba que emplearla contra el americano era una pérdida de tiempo, pero lo cierto es que no sería la primera vez en este juego que mi colega tenía una idea aparentemente absurda que luego demostraba ser enteramente aplicable. Los refuerzos americanos de destructores vienen de dos unidades o una unidad por turno. Si se eliminan todos los destructores americanos previos a la entrada de dichos refuerzos, la capacidad del americano de proteger sus Task Forces puede quedar seriamente dañada, y con ello su contraofensiva a mitad de la partida.

También consideré el acoso de los destructores británicos. La opción es interesante porque hay menos de ellos que de cualquier otra nacionalidad (llegan 5 fichas en toda la partida). Pienso que el beneficio para el japonés de desnudar a la Royal Navy de su cobertura antisubmarina es nimio porque el británico si que tiene una gran cantidad de fuerzas de tierra que generalmente convierten cualquier avance hacía la India en un vertedero de puntos de transporte que, en el mejor de los casos, tarda bastante tiempo en producir resultados en la forma de puntos de victoria.

Siendo una estrategia degenerada del juego, la fijación por los destructores del enemigo revela también una debilidad en la historicidad de FitS.

Para entender lo que voy a contar aquí lo primero que hay que entender es que los destructores de flota de la SGM eran, a la vez, los barcos de guerra más fáciles y más difíciles de hundir. Eran lo suficientemente pequeños como para que un sólo obús de gran calibre de artillería naval, una única bomba de aviación, o un único torpedo los hundiera o pusiera fuera de combate (lo que en una batalla era casi una sentencia de muerte).

El problema consistía en acertarles con ese proyectil. Eran barcos veloces. No demasiado grandes comparados con otros navíos de guerra. Disfrutaban de una elevada maniobrabilidad. Y en caso de necesidad podían defenderse tendiendo cortinas de humo o lanzando salvas de torpedos. Su armamento antiaéreo podía llegar también a ser formidable. La Batalla del Golfo de Leyte y la epopeya del destructor americano Hugh W. Hadley son demostraciones patentes de esto.

Ahora bien. ¿Cuántos destructores representa una ficha en FitS?. De acuerdo a las cifras de destructores de flota japoneses (los únicos que el juego representa en fichas) que hemos visto más arriba, (115 al comienzo de la guerra, unos 184 durante todo el conflicto) podemos decir que cada ficha representa entre 10 y 15 buques de este tipo.

Para las unidades más grandes (acorazados y portaaviones) cada ficha representa dos barcos. Los cruceros representan unos 4 buques por ficha. Este último cálculo deriva del hecho de que el japonés cuenta con 5 fichas de cruceros pesados (CA) que se corresponden con los 5 clases de CA que la armada japonesa disponía, con 18 buques en total.

En los encuentros navales históricos como los que FitS pretende simular, y que son encuentros puntuales, era factible (y de hecho sucedió) que el equivalente de una pieza en unidades navales grandes fuera destruida. Un par de acorazados o de portaaviones podía ser hundida en una batalla. En un encuentro de estos también era posible que fuera hundido un par de cruceros, y en términos del juego podemos asumir que los otros dos quedaban muy dañados o se integraban en otra fuerza de cruceros con bajas previas. Pero, ¿destruir 10-15 destructores en una batalla de estas?.

Incluso suponiendo que no todos los 10-15 destructores son hundidos, sino que se hunden 5 o así y el resto acaba dañado, en dique seco, o destacado a otras flotillas para cubrir bajas, esta clase de barcos no está bien recreada en el sistema de combate de FitS. Sistema de combate que ya he puesto a caer de un burro más arriba.

Esto es así porque en los ataques aéreos y de submarinos puedes escoger blanco, lo que históricamente no siempre era posible. Pero además es que en FitS es igual de difícil/fácil atacar 2 buques grandes (portaaviones, acorazados), que 4 (cruceros) que 10-15 destructores. Esto es para mear y no echar gota, puesto que se presume que los 10-15 barcos están concentrados en el mismo área que los 2 o 4 buques mayores, y que por lo tanto necesitas el mismo esfuerzo y tiempo para neutralizar a unos tanto como a los otros. En realidad, en los combates navales de la época, de los 10-12 destructores que normalmente componían la escolta de una Task Force lo razonable era hundir 2-4 de ellos junto con algunos de los buques principales, antes de que todo el grupo decidiera que había recibido suficiente y se volvieran a casa. Esto era así porque en lo que duraba uno de estos encuentros, rara vez tenías a todos los destructores a tiro. Se emplean al mismo tiempo dos escalas muy diferentes para dos tipos de unidades que luchan de forman coincidente en el espacio y en el tiempo, y la estrategia degenerada de ir a por los destructores es una consecuencia de lo mal que casan entre sí estas dos escalas.

La forma correcta en la que el FitS pudiera recrear los destructores a la misma escala que el resto de unidades consistiría en desagregar 1 ficha de destructor (10-15 destructores) en 3 que representasen cada una unos 3-4 destructores. Así el japonés empezaría la partida no con 12, sino con 36 fichas de destructores. Esto haría inviable la estrategia de atacar los destructores primero. Al mismo tiempo, esta clase de barcos estaría así mejor recreada en el sistema de combate del juego. En un encuentro naval entre dos Task Forces en FitS se podrían perder 1-2 fichas de ellos antes de que una de las dos fuerzas se retirase.

Pasar de 12 a 36 fichas (y eso sólo en el caso del japonés) incrementa la saturación del tablero. Pero eso es un problema menor comparado con como se puede insertar los destructores a esa escala dentro del sistema de puntos de transporte del juego. En FitS una ficha de destructores que recrea 10-15 barcos tiene un "peso" de 1/2 punto. Si desagregamos 1 ficha en otras 3, entonces el "peso" de las nuevas fichas ha de ser ¿1/6 punto?. Para manejarse con fracciones de punto tan ridículas, es mejor que cada ficha de destructores no tenga "peso" y las podamos mover libremente sin pagar puntos de transporte. Pero claro, una vez que hemos llegado hasta este punto la conclusión es lógica: tanto para efectos del juego como de la recreación histórica es mejor no tener fichas de destructores y asumir que cada buque importante (portaaviones, acorazados, cruceros) tiene ya integrada su propia escolta de destructores en su ficha.

Conclusiones.

A lo largo de todo este extenso artículo he dado muchas razones para dejar bien claro dos cosas: 1ª Que FitS no es un buen juego; 2ª Que FitS fracasa como recreación histórica.

1. FitS, un juego plagado de estrategias degeneradas en frágil equilibrio.

En cuanto a la primera, cabe reconocer que aún tras todos mis argumentos aún haya personas que disfruten con el juego. He de decir que tienen todo mi respeto y comprensión. Un juego es, en esencia, un ejercicio mental. Y nuestras preferencias por una forma de ejercicio u otra son personales e intransferibles.

Dicho esto, hay una cosa que FitS me enseñó acerca de las preferencias y de cómo los aficionados afrontamos nuestros juegos de guerra.

Cuando probamos un juego de recreación histórica por primera vez la historia a menudo ya nos la conocemos, pero el juego en si es territorio inexplorado. Aún conociendo las reglas, la única referencia que tenemos para entrever que es lo que conviene o no hacer en el juego es la historia que ya conocemos. De esta forma lo normal es tender a emplear en el juego las estrategias que se emplearon históricamente. Si es un juego basado en o que recrea la historia, no lo podemos estar haciendo tan mal. ¿No?.

Eso en las primeras partidas. Conforme ganamos experiencia en los mecanismos, esto es, en como el juego modela la realidad histórica, podemos evolucionar nuestras estrategias y probar otras nuevas. Pero aún así es frecuente que las nuevas estrategias estén basadas en las anteriores, es decir, en unas que hemos intuido a partir de la realidad histórica. A consecuencia de esto puede suceder que haya jugadores que disfruten de un juego manteniéndose voluntariamente dentro de los cauces de la historia, sin llegar a probar los límites que el reglamento permite.

Es un equilibrio delicado que depende enteramente de la solidez del juego y su reglamento. En cuanto a alguno de los jugadores, en su natural y legítimo afán por ganar, se le ocurra probar una estrategia diferente permitida por el reglamento puede suceder que se tope con un fallo en las reglas que permite una estrategia degenerada. Ya no hay vuelta atrás. El juego ha sido roto. Se ha encontrado una forma de ganar, y de ahí en adelante todas las partidas serán repeticiones unas de otras.

Esto fue lo que me sucedió a mí con FitS. A mí jamás se me hubiera ocurrido no atacar los acorazados americanos en Pearl Harbor. No es una ruta que hubiera tomado porque históricamente no tenía sentido. Si mi contrincante hubiera pensado igual, ambos hubiéramos podido divertirnos con la ilusión de una recreación histórica del evento durante años. El sistema de combate es un fallo más importante y más evidente. Pero no es malo en si mismo. Lo único que al final le puedo echar en cara en términos de juego es que hace que un montón de fichas (los portaaviones) tengan una importancia marginal. Es decir, que sobren un poco. Los destructores es otro mecanismo que, lo mismo que el de los puntos de transporte con el ataque a Pearl Harbor, puede usarse para una estrategia degenerada.

En resumen. No puedo recomendar FitS como juego con el que divertirse, porque la diversión que puede ofrecer pende de un hilo. Y al que insista que es un buen juego, aferrándose a las 2 o 3 cosas buenas que pueda tener, que se lea otra vez el título de esta entrada...

2. La Historia que FitS no recrea, y la No-Historia que si recrea.

En cuanto a la recreación histórica, resulta indiscutible que FitS falla totalmente en este aspecto. El tratamiento que tiene la aviación y el combate especialmente carecen de todo parecido con la historia tanto en su ejecución como en sus resultados, por no hablar de la falta de sentido que tiene el que, según el sistema de puntos de transporte, los E.E.U.U. construyese una flota más grande de lo que desplazar de un punto a otro.

¿Quiere eso decir que FitS no recrea nada?. Lo cierto es que este juego, aún no recreando la SGM en el Pacífico como fue, si que la recrea como debiera haber sido tal y como se pensaba antes de estallar el conflicto. La pista me la dio un capítulo del podcast El Tablero, cuyo enlace no he sido capaz de encontrar. Es el primero en el que Celacanto habla del Paths of Glory y concluye que no es un juego que recree la Primera Guerra Mundial como fue, sino como pensaban que iba a ser los generales que la dirigieron.

Para más información acerca de la concepción naval nipona previa al ataque de Pearl Harbor, la obra recomendable es Kaigun: Strategy, Tactics and Technology in the Imperial Japanese Navy, 1887-1941.

Se trata de un libro algo especializado, no recomendable para el público en general. De entre las muchas cosas que cuenta, la más importante es que la planificación naval nipona frente a E.E.U.U. en las décadas anteriores a 1941 se centraba en el concepto de una batalla decisiva entre las armadas de ambos países. Enfrentamiento que liderarían líneas de batalla formadas por los navíos más pesados, los acorazados, con el resto de fuerzas en apoyo desgastando al oponente en la aproximación y acosándolo en su retirada.

Entre las razones que se dan para esto se encuentra el peso que tenía la tradición generada por la Batalla de Tsushima de 1905. Un encuentro "clásico" entre dos líneas de batallas formadas por los buques principales que, a su vez, seguía la tradición de la Royal Navy británica y la Batalla de Trafalgar de 100 años antes.

La cooperación con los británicos había sido esencial para el surgimiento de la Armada Imperial Japonesa, hasta el punto que algunos de sus acorazados que todavía se empleaban en la SGM habían sido construidos en el Reino Unido. Este trasvase no había sido meramente de material. Iba acompañado de un adoctrinamiento en tácticas y estrategia. En la marina británica, como en las de todo el mundo, la creencia en el acorazado y en la batalla decisiva imperaban hasta la Primera Guerra Mundial. De esto se empaparon en su aprendizaje los oficiales japoneses que detentarían puestos de mando en 1941-1945.

En el período de entreguerras estas ideas siguieron siendo predominantes en todo el mundo. Incluso en Alemania, que apenas podía permitirse la construcción de una flota de grandes buques de superficie, Dönitz encontraba gran resistencia a dar prioridad en la construcción naval a los U-Boote que ya había probado su valía en la PGM.

La devastación provocada por los submarinos germanos en la PGM había llevado a todo el mundo a renunciar públicamente cualquier desarrollo de guerra submarina contra mercantes. Se preveía que en cualquier conflicto futuro los sumergibles se emplearían contra la flota de guerra enemiga. Dado el limitado éxito que los sumergibles habían tenido contra los barcos de guerra en la PGM, se esperaba que lograsen pequeños éxitos (dañar unidades grandes, y ocasionalmente hundir algún que otro barco) y el reconocimiento.

En cuanto a la aviación naval, todo era especulativo y experimental. No era un arma que realmente se hubiera probado en batalla. Tenía poco peso en la doctrina naval de entreguerra, que le colocaba en la misma posición que los submarinos. Apoyo en el hostigamiento de la fuerza enemiga y su reconocimiento. Tan sólo unos pocos oficiales jóvenes - y en el caso de Japón hay que mirar más a Genda que a Yamamoto - tenían algún concepto de lo que la aviación embarcada podía llegar a hacer. Otro libro que muestra las corrientes de pensamiento en doctrina militar naval es The Great Pacific War, novela publicada en 1925 sobre una guerra ficticia entre E.E.U.U. y Japón en 1931-33 en la que las batallas se deciden al cañón entre acorazados y cruceros, mientras que los portaaviones se encuentran un poco más allá del horizonte dando algo de cobertura aérea y observando el tiro de artillería. La guerra submarina contra mercantes ni se contempla.

Los innovadores en Japón eran demasiado pocos y no tenían suficiente influencia. En los años 20 y 30 la Armada Imperial Japonesa se entrenaba anualmente para la gran batalla de superficie que decidiría la siguiente guerra en el Océano Pacífico. La flota enemiga (norteamericana) se aproximaría hacía Japón, donde era aguardad por la flota nipona. En el camino sufriría unas pocas pérdidas por submarinos y aviones. Poco antes del enfrentamiento decisivo otras bajas adicionales serían causadas por los torpedos de destructores y cruceros (esta doctrina es la que había detrás de los famosos torpedos japoneses "Larga Lanza"). Finalmente, las líneas de batalla se encontrarían, y una recreación de Tsushima tendría lugar.
Año tras año, este escenario fue recreado hasta la saciedad en ejercicios navales. La fe ciega en este concepto es lo que había detrás de la decisión nipona de, una vez repudiados los tratados de limitación naval, emplear sus escasos recursos y la pequeña ventaja temporal que tenían frente a los americanos para construir los dos acorazados más grandes de su época (Yamato y Mushashi) en lugar más portaaviones.

El sistema de batalla de FitS recrea fielmente la concepción nipona de preguerra de como se iba a luchar la Gran Guerra del Pacífico. Los submarinos y aviones disponen de una oportunidad para debilitar la fuerza enemiga, tras lo cual se forman las líneas  de batalla y el encuentro se decide por la potencia de la artillería naval y la fortaleza del blindaje.

La doctrina nipona de preguerra y el sistema de combate del juego encajan uno con otro a la perfección. Si a ello le añadimos que el diseñador del juego es japonés, las coincidencias empiezan a abundar.

No puedo demostrarlo, pero soy de la opinión que en el proceso de diseño de FitS se comenzó por el sistema de combate. Es posible que el autor se empapase de literatura de su propio país que incidía en esta concepto de batalla decisiva que se ha descrito, y ello fuera lo que le llevo a diseñar un sistema de combate que recrease esto, más que basarse en la realidad histórica.

Lo importante de la noción de que en el diseño de FitS el punto de partida sea el sistema de combate, es que el tan alabado sistema de puntos de transporte resulta ser un añadido de importancia secundaria para el juego. Dudo mucho de que sirva propósito alguno de recreación histórica. Más bien sirve para imponer un límite artificial a la cantidad de barcos que los americanos pueden desplazar a distancia de reacción de la flota japonesa, de manera que para cuando ésta haga una salida, la cantidad de barcos americanos que se enfrente no sea demasiado exagerada y se produzca esa batalla de superficie en condiciones de relativa igualdad para la que los nipones se habían preparado durante décadas.

Como confirmación final me sirve el papel sobresaliente que, en las partidas que yo jugué, tiene la ficha que representa al Yamato y al Mushashi. Conforme a las reglas del juego resulta casi imposible de hundir y tiene una devastadora potencia de fuego. Esta combinación hace muy conveniente su uso repetido en batallas en el juego y confirma la doctrina de preguerra por la cual se construyeron. La realidad es que el rápido progreso de la tecnología aeronaval los había dejado obsoletos desde el mismo momento de su entrada en servicio. Su papel en la historia, a diferencia del juego, fue tristemente marginal.

La exposición acerca de doctrina y táctica naval en la entreguerra ha sido necesaria para exponer lo que FitS no es - una recreación histórica - exponiendo lo que si es - la recreación de una doctrina de guerra naval previa a la guerra -. Constituye mi último clavo en el ataúd que entierra a FitS como recreación de cualquier parte de la historia del conflicto que libraron Japón y los E.E.U.U. en el Océano Pacífico. Y si me he tomado tanta molestia en exponerlo de forma tan extensa, no se debe a ningún afán de crítica por sí misma. Tal como dije al comienzo de esta entrada, se trata de exponer mis argumentos desde el respeto y el conocimiento. Porque sólo desde el conocimiento real y profundo de un tema se puede hacer una valoración equilibrada del mismo.

P.D.: Los tres primeros comentarios a esta entrada han sido escritos por David Gómez Relloso - diseñador de Cruzada y Revolución, el CDG sobre la Guerra Civil Española -. Sus comentarios en el podcast de los Abuelos fueron lo que iniciaron en buena medida esta entrada. En los que ha escrito aquí se extiende mucho más y me da replica. Independientemente de que yo este de acuerdo o no con él - la verdad es que no, pero eso no importa - quiero animar al que ha llegado al final de esta entrada a leerlos. Aviso que son algo largos. Pero lo mínimo que puedo hacer por la molestia que se ha tomado al escribirlos es intentar darles algo más de visibilidad.