domingo, 12 de marzo de 2023

El Triángulo de la Tristeza

Creo que no seré el único que lo piense. Ir al cine es una actividad que parece condenada a la extinción, o cuanto menos tocada de muerte. Por eso precisamente voy de cuando en cuando a una sala a ver una película, porque me parece que es algo que en el futuro no nos va a ser posible hacerlo y no deseo arrepentirme por no haberlo hecho mientras era posible.


Así ha sido como he ido a ver "El Triángulo de la Tristeza", una comedia de un director sueco del que no había oído nada antes de ver este film, el cual se nos presenta nada más empezar como ganador de la Palma de Oro de Cannes. Supongo que gracias a este premio la película me sonaba de algo y que era recomendable verla.

El film viene estructurado en tres partes, aunque la primera es meramente una introducción a los personajes principales, Karl y Yaya, dos modelos e influencers guapetones como ellos solos. La segunda es la parte del yate, que tiene un final apoteósico. Estas dos partes constituyen la primera mitad de la película. La tercera, la de la isla, constituye por si sola la segunda mitad y te mantiene entre la incredulidad y la risa gracias a explotar el entorno - una isla desierta - como medio en el que se subvierte el orden establecido. Mientras la veía me recordaba a una versión chunga de "El Señor de las Moscas". Y eso que "El Señor de las Moscas" ya es chungo de por si.


"El Triángulo de la Tristeza" es una historia de gente rica y gente más bien pobre. De clases acomodadas y de clases trabajadoras. Y desde ambas perspectivas no se trata bien a los primeros. La película puede interpretarse como una crítica feroz al segmento más pudiente de la sociedad, narrada con la sutileza de un ladrillazo que te atiza ya desde la primerísima escena. Esta crítica es se advierte más en la parte del yate, en la que la gente rica se desempeña de manera poco honrosa - incluso esperpéntica -  mientras los trabajadores de la nave permanecen asintiendo y callando como si fueran parte del decorado. También se tratan - mediante la interacción de la pareja protagonista - la igualdad entre sexos y las relaciones de pareja.


La tercera parte arroja a los personajes en un entorno en el que el orden social imperante en el yate ya no funciona, y se reordenan las relaciones de poder entre ellos. Aquí el mensaje es doble. Por un lado, lo artificial y endeble de las relaciones sociales en el mundo moderno (fuera de la isla). Por otra parte, la rapidez con la que el que antes era explotado se convierte en explotador.


El género de la comedia implica siempre una crítica social. La risa proviene de lo inesperado, del retruecano, del doble sentido... en resumen, de saltarse el significado "oficial" y aparente. Más allá del mensaje que transmite la película, y si estamos de acuerdo con él o no, "El Triángulo de la Tristeza" es una película muy divertida, sin concesiones, incluso algo gamberra.


Mención aparte el digno trabajo del reparto del filme, de entre el cual el único que sonará de algo es  el norteamericano Woody Harrelson, quien con su enésimo papel de borrachuzo hace que me pregunte si no se estará interpretando a sí mismo.


En fin, Id a ver "El Triángulo de la Tristeza". Risas garantizadas. Podéis incluso ir a verla con la parienta, ya que va de una pareja. Eso sí, tendréis que dejaros a los niños en casa ... o con los suegros. O con la chacha, los que tengáis pasta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario