domingo, 27 de diciembre de 2020

Perdidos en el Laberinto

Hace poco, y por cortesía de Myrmillon, he podido jugar a Labyrinth: The War on Terror, 2001-? , un juego para dos personas de la editorial GMT ambientado en la llamada Guerra contra el Terror. 


Dicho sea antes de todo, mi experiencia con el juego puede considerarse parcial. Tres partidas y media en total. Tres como yihadista y la media como yanqui, que gane muy rápidamente.


Los componentes del juego están bien. Tablero montado, fichas de cartón gruesas, cartas, ayudas de juego, manual de reglas, y libreto de escenarios (playbook) a todo color. Todo muy bien maquetado. Visualmente comprensible y accesible... menos el diagrama de toma de decisiones de la IA de papel que se incorpora para el juego en solitario, que es algo que no recomiendo ni considero. Esto es un juego para dos personas, y punto.


Labyrinth es un juego impulsado por cartas (CDG, o Card Driven Game) que le debe mucho a Twilight Struggle. Un turno consiste en ambos jugadores intercalándose en poner en juego dos cartas seguidas cada uno hasta agotar toda su mano, seguido de una fase administrativa bastante breve y sencilla en la que se reparte una nueva mano de cartas, y de nuevo al tajo. Cada carta se puede emplear por su valor en puntos o por el evento que figura escrito en ella, aunque si pones un juego una carta con un evento de tu contrincante, dicho evento tiene lugar igualmente aparte de la jugada que vayas a hacer con los puntos.


Con nuestras jugadas movemos " tropas" (células terroristas en caso del yihadista) por un mapa en el que cada zona esta representada por un cajetín, comunicada por rutas con otras zonas (cajetines) en las que intentamos llevar acciones que fomenten nuestra causa: reclutar células, hacer atentados, y derrocar gobiernos en el caso del yihadista; el americano intenta parar los atentados, y mejorar los gobiernos de los países claves en el conflicto, que son toda una serie de países de mayoría musulmana que abarcan desde Marruecos hasta Indonesia. Ocasionalmente, este afán de mejora gubernamental se concreta en la invasión del país en cuestión con una cantidad masiva de tropas americanas que instalan un gobierno amigo del Tío Sam.


Las condiciones de victoria consisten fundamentalmente en ejercer control sobre una cantidad determinada de países, siendo más importantes aquellos que cuentan con recursos petrolíferos. Aunque también hay otras condiciones de victoria con las que hay que tener cuidado a pesar de se pueden alcanzar más por despiste que otra cosa, como que el yihadista lleve a cabo un atentado con "armas de destrucción masiva" en los E.E.U.U., o el americano se haya cepillado a todas las células terroristas del mapa al terminar un turno (yo conseguí ambas).


El pulso del juego es muy fluido y - una vez se tienen pulidos un par de detalles de las reglas - los turnos pasan uno tras otro muy rápidamente. Hay un toma y daca constante entre los contendientes. Tú haces esto, yo hago esto otro, te bloqueo con esto, te creo una nueva amenaza por allí, y así hasta que se cumplen algunas condiciones de victoria, o las de final de partida (consistentes en 1, 2 ó 3 "vueltas" del mazo de cartas del juego. Creo que una partida de 2 vueltas de mazo se puede resolver en 3-4 horas. El reglamento es bastante breve - menos de 10 páginas - y la única dificultad que tenemos si comenzamos a jugar es aprender como interactúan las acciones del juego para saber qué estamos haciendo en cada momento. Se aprende jugando. 


El juego en si entre los dos bandos es diferente. Básicamente, para el yihadista cada punto de carta es una tirada de dado (un intento) en la acción que lleve a cabo, mientras que el americano tiene que gastar un carta con un valor acorde al gobierno de país donde intenta actuar (los países más desastrosos tienen un coste de intervención más elevado). Creo que es más divertido jugar con el islamista. Me daba la sensación de ser más "ofensivo".


Labyrinth funciona bastante bien como juego. Ese es su punto más fuerte. Tiene unas mecánicas sólidas, un juego fluido, una duración aceptable (si nos limitamos a 2 vueltas de mazo).


Su gran pega para mi es su ambientación. Ya escribía a comienzos de este año que cuando se compra un juego ambientado en la historia, se compra la interpretación que el diseñador hace de esa historia. Y en el caso de Labyrinth esa es la interpretación norteamericana. Es por eso que el juego presenta la invasión de países como una vía para su mejora, o que el "Patriot Act" sirvió realmente para proteger a los E.E.U.U. de atentados terroristas sin que los libertades de los ciudadanos americanos (y de otros países) se resintieran en absoluto a consecuencia de dicha ley, o por lo menos, esa reducción de derechos no parece tener reflejo o efecto alguno en el juego. Mi visión personal del conflicto yihadismo-occidente la incluyo más abajo en esta entrada para quien le interese pero, ¿realmente afecta en algo a mi valoración final de este juego?.


Pues si. Y no es por cuestión de ideología, sino porque creo que para poder disfrutar realmente de este juego tienes que comprar la visión que el diseñador tiene de una historia que está viva, que está teniendo lugar ahora mismo. Sucede que la variedad de acciones que puedes emprender no es demasiado grande como para que te pueda mantener interesado más allá de unas partidas sin sentir que estás meramente manejando unas palancas y pulsando unos botones sin conexión emocional alguna. 


El reto intelectual está ahí, y está bien construido y es interesante, pero sin aceptar las premisas ideológicas del juego Labyrinth es meramente un buen juego, cuando hoy en día - con la enorme cantidad de juegos que se publican cada año - lo que esperas es que el juego te cautive. Puedo entender que si eres de los que aceptan la interpretación del diseñador Volko Ruhnke (analista de la CIA, lo pone en su ficha de la BGG) podrás visualizar, como yo no lo hice, la trasposición en la vida real de cada jugada, y vivir el juego, y emocionarte con él. Yo entendía lo que era en términos de juego, pero apenas pase de allí. Y que conste que me parece que la visión de Ruhnke es tan válida como cualquier otra, y que incluso algunas ideas del juego me parecen representaciones acertadas (por ejemplo, que el americano tenga que jugar una carta más cara cuanto peor es la calidad del gobierno de un país, simulando así el derroche por la corrupción). Pero al final del día creo que el problema de haber hecho un juego sobre una actualidad que todos estamos viviendo es que cada uno tenemos una opinión muy personal de esos acontecimientos, y eso puede llegar a matar la inmersión en un juego como este.


Yihadismo. Por qué pienso que Labyrinth lo hace completamente del revés.


Aquí voy a exponer mi visión personal del tema que el juego trata, no del juego en sí. Lo digo por si queréis pasar de esta parte.


Siendo un buen juego, Labyrinth falla como simulación porque - en mi opinión - centra la lucha yihadismo-occidente en los países árabes, cuando realmente es justo al revés. En esta disputa entre visiones antagónicas del mundo el escenario central se encuentra en los países occidentales: Europa y Norteamérica. Labyrinth permite influir en estos países para que tengan posturas "duras" o "blandas" ante la lucha antiterrorista. Y si bien esa "postura" influye en un modificador de acción del juego, al final es el control de países del mundo islámico lo que cuenta para determinar la victoria en el juego, y es en estos donde se desarrolla la mayor parte de la actividad de ambos jugadores.


EL juego asume que el control de dichos países es el objetivo central tanto de occidentales como de yihadistas. Y aunque eso puede ser cierto para los primeros, creo que es completamente erróneo para los segundos. Lo que los yihadistas quieren realmente es cortar cualquier relación entre las sociedades islámicas y occidente. Y desean esto más que nada porque perciben que - por la fortaleza inherente que tiene la "civilización occidental" con sus  ideales liberales, tolerancia política y religiosa, y prosperidad económica que deriva de todo ello - cuando ambos mundos entran en contacto es Occidente quien influye en el Islam, y no al revés. Cuando en la Afganistán de los talibanes se prohíbe el cine, o en Irán y Arabia Saudí enchironan a tuiteros e instagramers, se hace porque los gobernantes de turno se las ven y se las desean para contener la influencia y atractivo inexorables que Occidente ejerce dentro de sus propias sociedades, y que tiene un efecto tan corrosivo sobre su base de poder local como la que la misma influencia tuvo a su vez sobre el bloque soviético hace décadas.


Aquí, en el mundo occidental, el islamismo tradicional o radical no triunfa salvo para convencer a cuatro chalados que ocasionalmente pueden llegar a hacer mucho daño. Hay quienes residiendo aquí desean mantener las tradiciones religiosas que tienen en sus países de origen, pero no consiguen hacerlo salvo saltándose bastantes leyes y el contacto diario con la tolerancia, la liberalidad, y la prosperidad occidentales sabotean sus esfuerzos y les fuerzan a cambiar y adaptarse.


El objetivo del yihadismo es - mediante los atentados - poner a los países occidentales a la defensiva e inducirles a tomar medidas que reduzcan la liberalidad, los derechos, y la tolerancia. El objetivo final es provocar un rechazo total no tanto a lo islámico, sino a las gentes procedentes de países islámicos, negándoles no solo la entrada sino incluso provocando su expulsión de occidente. Si esto se logra entonces la influencia de occidente en los países islámicos está condenada. Predicar la tolerancia sin practicarla con una población en concreto no parece la forma más adecuada de fomentar su difusión en dicha población.


Respecto a los países islámicos, Labyrinth parte de una premisa errónea, tal como puede verse en una entrevista al diseñador.

Ya he señalado en mi análisis del juego que éste le debe mucho a Twilight Struggle, y eso es algo que el propio diseñador reconoce en el vídeo que incluyo arriba. Pero es que el propio TS está construido sobre una premisa errónea - la Teoría del Domino - que sus propios diseñadores reconocen como falsa en las propias notas del juego. Que un país caiga bajo "dominio islámico" no pone ni mucho menos en peligro a los países islámicos vecinos de tener la misma deriva.

Es más. La capacidad que tienen los yihadistas de controlar la deriva política de un país es casi nula la mayor parte de las veces. Pueden crear guerrillas, e incluso iniciar alguna guerra civil. Mas incluso en este caso si gana el bando insurgente, no significa necesariamente que se vaya a instaurar un "régimen islamista" como propone Labyrinth. La cosa puede acabar en una dictadura militar, o cualquiera otra de las variantes de régimen totalitario que tienen más posibilidades de gozar de apoyo occidental. Porque uno de los elementos imprescindibles para la supervivencia de cualquier dictadura moderna es tener acceso a las redes financieras internacionales. Al final, y haciendo muy poco, la influencia de occidente en los países islámicos - cultural, política, y económicamente - es bastante grande.


Supongo que si el diseño del señor Ruhnke se centra tanto en los países fuera del ámbito occidental es porque adopta el punto de vista de la agencia para la que ha trabajado (la CIA) y sabe que los servicios de inteligencia occidentales tienen muy restringida su operatividad dentro de sus países de origen. Básicamente, muchas de las mismas leyes y derechos que nos protegen de los islamistas radicales en nuestros suelo también nos protegen de nuestros propios servicios de seguridad. Los países en los que Labyrinth se centra, en cambio, son jauja para los servicios secretos. Hacen lo que quieren en ellos. Un juego tiene que permitir a los jugadores llevar a cabo acciones significativas para ser entretenido. No ponerles en una situación en la que el propio juego les prohíbe o inhibe las acciones. Y eso aunque lo primero sea fantasioso y lo segundo realista.


Volviendo a los países occidentales, no estoy pregonando exactamente que tendamos los brazos abiertos al islam sin condiciones. La apertura es necesaria, y al mismo tiempo hay líneas rojas que no se pueden cruzar. El yihadismo es uno de tantos retos a los que se enfrentan las democracias occidentales. Superarlo implica caminar una delgada línea entre la tolerancia y la firmeza. Por poner un ejemplo entre muchos posibles, tengo tanto derecho a burlarme del Islam y hacer caricaturas de Mahoma como a burlarme del cristianismo y hacer caricaturas de Jesucristo, y no sufrir consecuencias negativas de ninguno de ambos actos porque ambos están amparados por mi derecho de libre expresión.


Esta tensión entre la mano dura y la tolerancia que se hayan en el camino para superar el reto del yihadismo es buen material para un juego, aunque no en los términos que plantea Labyrinth. Poco más puedo añadir salvo dos cosas que tengo claras: que el yihadismo no puede ganar, pero nosotros si que podemos derrotarnos a nosotros mismos.


Os deseo a todos un feliz No-2020.


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